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Cuando la personalidad del padre
puede atenuar la culpa parricida

Por Carlos Rodríguez

En el juicio por el crimen de Ramón Da Bouza, nadie parece dudar de que fue un parricidio, pero todos –hasta la Fiscalía– están hurgando en la posibilidad de que existan “circunstancias extraordinarias” que atenúen la pena de prisión perpetua que deberían recibir los hermanos Santiago y Emanuel Da Bouza. La alternativa, contemplada en el Código Penal para los homicidios agravados por el vínculo, surge de la conflictiva personalidad de la víctima, que pasó buena parte de su vida diseñando por propia mano una tortuosa relación con sus tres parejas y con sus cuatro hijos, parado sobre la cornisa de la disolución familiar. Una fuente de la causa comentó a Página/12 que la de Da Bouza padre es “la historia de una tragedia anunciada que todos percibieron, pero que nadie pudo torcer”. Parte de esa progresiva debacle personal está asentada en el perfil psicológico de Ramón Da Bouza, en su “novela familiar” –donde expresa odio hacia sus padres– y en incontables testimonios incorporados a la causa.
Ayer, a puertas cerradas, declararon los dos hijos menores de la víctima, y su tercera mujer, cuyo nombre se mantiene en reserva porque está a punto de casarse y desea poner distancia de los recuerdos que la siguen vinculando con el caso. Aunque sigue vigente la norma que impide a los medios transcribir las declaraciones de los testigos, puede decirse que entre los atenuantes figuran el aparente consumo de drogas de por lo menos uno de los presuntos parricidas –esto limitaría el dominio de sus actos– y la personalidad “con rasgos narcisistas y sádicos” de Ramón Da Bouza que lo llevaba a someter a sus hijos mayores a una serie inacabable de humillaciones que fueron alimentando el odio que finalmente estalló.
“Nadie goza de/con mi madre, porque ella renunció a ser mujer para ser sólo madre/nutricia/protectora. Toda su atención/amor recae sobre mi hermano menor severamente enfermo. Quedará débil toda la vida, no de la enfermedad que lo postró dos años sino de la tutela del matriarcado.” En un escrito personal, “Mi Novela Familiar”, Ramón Da Bouza pone a su madre en rol de enemiga. Dice ser “amigo” de su padre, pero luego expresa por él “una gran empatía por su sometimiento al matriarcado”.
En el escrito, aportado a la causa por una ex secretaria de Da Bouza, menciona a sus esposas. De Patricia Polo Devoto, la primera, afirma: “Era tan mía que me abrumaba su dependencia. Me separé para evitar la asfixia de este matrimonio/mortaja”. De la segunda, Carmen Amalia Polo –que ayer declaró en el juicio–, habla con quien quiere formar una familia, pero al aludir a la pasión, no manifiesta sus propios sentimientos y sólo se solaza con los que supuestamente despierta en ella: “La enamoro. Vivimos un romance intenso e imaginativo que la enloquece”.
En cuanto a la tercera, deja sentado disputas violentas: “Reñimos. Exploto de ira. Le pongo una mano encima. Me abandona. Pero por su nueva terapia vuelve siguiendo su deseo”. Cuando habla de los hijos, muy poco, admite que los ve “borrosos”. Y precisa: “Estoy con ellos, pero no los veo. Me duelen, pero no puedo dejar de verlos”. Esa dualidad es confirmada por decenas de declaraciones incorporadas desde la etapa de instrucción. Los psicólogos María Cristina Zazzi, José Luis Covelli y Armando Maccagno, luego de analizar escritos y testimonios, encontraron signos de un “trastorno narcisista de la personalidad”.
Esos se denotan por una preocupación “por cuestiones de adecuación personal, poder y prestigio” para “ostentar poder y superioridad” sobre su entorno. A eso se suman los componentes “sádicos”, definidos por las personalidades “frías e insensibles a los sentimientos de los demás, que obtienen un gran placer compitiendo y humillando a los otros”. Todo lo dicho nunca puede justificar semejante crimen, pero pueden ser atenuantes.

 

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