Por Diego Fischerman
Los motivos tal vez tengan
que ver con que los libretos no eran originales y eran tomados de otras
óperas. O con que los estrenos eran, indefectiblemente, en el palacio
de descanso y lejos de los centros culturales de la época (Nápoles,
Roma, Viena, París, Londres). Lo cierto es que las óperas
de Franz-Joseph Haydn, muchas de ellas geniales, desaparecieron del repertorio.
Quienes escucharon a Cecilia Bartoli en Lanima del filosofo, ossia
Orfeo ed Euridice, dirigida por Christopher Hogwood, o la descubran ahora
en Armida, con la conducción de Nikolaus Harnoncourt, podrán
darse cuenta del grado de injusticia que ese olvido implica. Porque en
las óperas de Haydn no sólo pueden escucharse arias de una
gran imaginación melódica y un manejo perfecto del virtuosismo,
sino un concepto teatral de la orquestación único en el
siglo XVIII.
En la espectacular edición de Armida, publicada por el sello Teldec,
hay un momento ejemplar. La protagonista, una hechicera sarracena enamorada
del caballero cristiano Rinaldo, pide a los dioses que lo devuelvan sano
y salvo de la batalla. El aria comienza como una plegaria. La voz de Bartoli
parece llegar desde la nada. Parece no tener cuerpo. Y la orquesta rompe
una y otra vez ese clima hasta instalar un espíritu bélico,
en el medio del cual la cantante debe desarrollar sus coloraturas casi
imposibles de ser cantadas. Por un lado está la obra: una idea
genial acerca de la duplicidad del personaje y, sobre todo, un uso experto
de los recursos compositivos aplicados al drama. Por el otro, están
la increíble musicalidad, el timbre, la afinación, la agilidad,
el dominio sobre el color y el poder dramático de Bartoli. El resultado
es una de las grabaciones de ópera de más alto impacto realizadas
en los últimos tiempos.
Bartoli, que parece haber hecho una causa personal del rescate de las
óperas de Haydn (el gran olvidado de la música clásica,
lo definió en una charla con Página/12 durante su visita
a Buenos Aires), curiosamente también aparece atraída por
el personaje de Armida. Junto a esta ópera de Haydn, acaba de aparecer,
en el sello Decca, una versión de Rinaldo de Händel, dirigida
por Hogwood, en la que la mezzosoprano hace el mismo papel que aquí.
En esta edición, de todas maneras, los atractivos no se agotan
en la deslumbrante Bartoli. El elenco incluye al tenor Christoph Prégardien
en una brillante composición de Rinaldo, a Patricia Petibon como
Zelmira y una orquesta, el Concentus Musicus de Viena, que responde con
precisión milimétrica a las marcaciones de Harnoncourt.
La dirección es absolutamente transparente y, a la vez, llena de
fuerza. Una grabación de fidelidad excepcional permite seguir cada
una de las voces instrumentales con gran claridad y la presentación,
con un formato de libro de tapa dura, contribuye a la calidad general.
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