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LOS PREMIOS TEATRALES DE LA UBA
Alcón, ¿quién si no?

El actor más emblemático de la escena nacional recibió el galardón a la Trayectoria, que agradeció afirmando que le gustaría haber sido elegido revelación. Su discurso de aceptación cautivó al público.

Alcón recibió alborozado el premio del Grupo de Estudios de Teatro.

Por Hilda Cabrera

“Siempre pienso que el premio a la trayectoria se lo van a dar a otro, como cuando uno va al hospital e imagina que es a otro al que van a atender”, comenzó diciendo el actor Alfredo Alcón en la entrega de galardones que realiza anualmente el Grupo de Estudios de Teatro Argentino e Iberoamericano de la UBA (Getea), que conduce Osvaldo Pellettieri. Las palabras del actor abrieron el segundo tramo del acto, que siguió a las alocuciones académicas que tuvieron como marco el Teatro del Pueblo. No todos los discursos fueron breves, algunos destacaron la labor de resistencia que practica la universidad pública ante el embate de “los mercaderes del liberalismo”, como puntualizó Francisco Raúl Carnese, rector de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
El premio a la Trayectoria otorgado a Alcón (actualmente protagonista de La tempestad, de William Shakespeare, montada por el catalán Lluís Pasqual en el San Martín) generó en este artista un monólogo interior hecho público: “Uno puede pensar que ¡bueno!, que ya está, que se puede dejar de jorobar, que tiene una vida hecha... Estaría más contento si me hubieran dado el premio Revelación”. Le bastaron esas pocas palabras para ganarse al auditorio, ante el que se lució, además, leyendo un texto escrito por un pintor japonés, Okusa. Su título es Testamento –según precisó luego el actor en diálogo con Página/12–, y en él se cuenta lo siguiente: “Desde los 6 años tuve la manía de dibujar la forma de las cosas. Hacia los 50 había hecho infinidad de dibujos. Pero todo lo que hice antes de mis 70 años no merece consideración. A los 73 comprendía, aproximadamente, cuál era la verdadera estructura de los animales, de los pájaros y los peces, de modo que a los 80 años, pensaba, haré muchos progresos. A los 90 penetraré en el misterio de las cosas. A los 100 años habré llegado a un punto maravilloso, y cuando tenga 110 años, todo lo que haga, un punto, una línea, todo, va a ser viviente. Yo pido a los que vivan, mientras yo viva, que vean si mantuve mi palabra”.
Acaso por la apasionada intervención de Alcón, los otros distinguidos fueron parcos. La excepción fue el actor , maestro y director cordobés Mario Mezzacapo, al recibir el premio al Teatrista del Interior, como homenaje a su larga trayectoria en el campo independiente. Por su lado, Jorge Suárez (premio Mejor Actor) agradeció “la posibilidad de volar durante seis meses”, a través de su protagónico en Mein Kampf, obra de George Tabori que dirigió Jorge Lavelli en el San Martín.
Entre los premiados se multiplicaron las ausencias, fuera de la excusable del investigador Luis Ordaz (enfermo) y de la actriz Verónica Oddó, de gira por Chile. Oddó fue distinguida por su actuación en El sueño y la vigilia, cuya dirección compartió con Juan Carlos Gené (en este caso, también autor). Gené se limitó a decir que aceptaba con gusto la plaqueta, porque su nombre no surgía de una terna. Carlos Di Pasquo fue distinguido por sus escenografías para Hormiga negra (que dirigió Lorenzo Quinteros) y El malentendido, una puesta de Gené. Hermosura, por El Descueve, resultó el mejor espectáculo de danza-teatro, y en teatro para niños se premió al Grupo de Titiriteros del San Martín y Ana Alvarado por la autoría de El niño de papel. El galardón a la mejor Obra se lo llevó La muerte de Marguerite Duras, un monólogo que resiste a cualquier encasillamiento, creado y actuado por Eduardo Pavlovsky, otro ausente. La plaqueta la recibió su hijo Martín Pavlovsky, músico y actor, a cargo de la sonorización de La muerte..., espectáculo que dirigido por Daniel Veronese se podrá ver nuevamente en el 2001.
Las menciones especiales recayeron en el grupo cordobés La Cochera, que lidera Paco Giménez; en Analía Couceyro, por la dirección de La movilidad de las cosas terrenas; y en Pompeyo Audivert y Andrés Mangone por la puesta de El piquete. Improvisación. Otra artista destacada fue Cristina Banegas, quien también faltó a la cita. Se la distinguió por su desempeño en La morocha, síntesis de su capacidad para “crear personajes en función de los temas que canta o recita”.

 

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