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UN BARCO CON RESIDUOS RADIACTIVOS PASARA POR EL CABO DE HORNOS
Basura nuclear rumbo a la Argentina

El martes zarpó de Francia un buque con el mayor cargamento de desechos radiactivos jamás llevado por mar. Son 80 toneladas que viajan al Japón. Greenpeace advirtió que el riesgo para la Argentina es �altísimo�. La Cancillería aún no fijó posición.

Los residuos nucleares son vitrificados en cilindros.
La carga partió desde el
puerto francés de Cherburgo.

Por Andrés Osojnik

El barco lleva el mayor cargamento de residuos nucleares que haya existido hasta el momento: 80 toneladas. Su radiactividad equivale a la que liberó al medio ambiente la fallida central nuclear de Chernobyl. Es británico, partió de Francia y tiene como destino Japón. Pero su derrotero incluye la zona marítima del sur argentino: suficiente motivo para que las organizaciones ecologistas advirtieran sobre el riesgo que representa el basurero nuclear flotante a escasas millas de la costa fueguina. Y para que exigieran al Gobierno una medida que le impida el paso. Sin embargo, y pese a que el barco ya navega desde el martes hacia este costado del mundo, la Cancillería aún no decidió qué postura tomará al respecto.
El nuevo periplo nuclear condenado al escándalo internacional tiene como protagonista al buque “Pacific Swan”, que zarpó el martes a la noche del puerto francés de Cherburgo, con 192 contenedores de residuos radiactivos “vitrificados” con rumbo a Japón, el país dueño del material.
Se trata de residuos altamente radiactivos originados precisamente en Japón y enviados luego a Francia para reprocesarlos. Esa tarea consiste en recuperar el plutonio y el uranio del combustible nuclear agotado y transformar en cilindros de vidrio los desechos finales, para evitar su dispersión. Esos cilindros son los que viajan en el “Pacific Swan”, dispuestos de a 28 en contenedores de plomo. Y que en unos veinte días pasarán por el sur argentino.
“La carga representa unos 96 millones de curies de radiactividad. El accidente de Chernobyl liberó al medio ambiente una cifra que, según las distintas estimaciones, oscila entre 50 y 185 millones de esa unidad. Esto demuestra que el riesgo que significa el barco es enorme”, alertó Juan Carlos Villalonga, de Greenpeace.
–¿Para la Argentina es un riesgo potencial o real?
–Ensayos independientes han demostrado que estos contenedores no soportan los niveles de seguridad que sostienen sus fabricantes. Y la hipótesis de un accidente también es real. Esas aguas son particularmente difíciles de navegar, con icebergs y corrientes peligrosas. Las consecuencias de un accidente serían catastróficas: desde el daño irreversible del ecosistema hasta el fin de la actividad pesquera comercial en el Atlántico sur.
Según denunció la entidad ambientalista, el “Pacific Swan” ya tiene definido que su recorrido desde Francia a Japón incluirá el Cabo de Hornos. No será la primera vez que suceda: en 1995, el “Pacific Pintail” -de la misma compañía que su hermano “Swan”– surcó las aguas de explotación argentina, aunque no las territoriales. En ese momento, el Gobierno no impidió el paso. Chile, en cambio, no lo dejó navegar en su zona de exclusión económica: un buque de la Armada le cerró el paso.
“La carga que lleva el barco ahora es siete veces superior al contenido de aquel momento –advirtió Villalonga–. Por eso ya nos reunimos con funcionarios de la Cancillería para exigir que el Gobierno tome medidas.” Por lo pronto, la Cancillería decidió tomarse su tiempo. Ante una consulta de este diario, una fuente del Ministerio se limitó a asegurar que “hasta el momento no hay ningún pedido formal para que el barco pase por zona de exclusión económica argentina”. El vocero señaló que, de todas maneras, hoy podría haber algún pronunciamiento al respecto.
En 1997 –y con el antecedente generado en la región por el viaje del ‘95–, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile emitieron una declaración conjunta que conjuró un nuevo intento de pasar por el Cabo de Hornos. Esa vez, finalmente, el barco eligió la ruta del sur asiático. “En otras oportunidades optaron por el Canal de Panamá, pero ahora vuelven a usar esta ruta porque el canal ya no está en manos de Estados Unidos y los panameños les ponen trabas”, contó Villalonga.
Para contrarrestar la esperada reacción que provoca en su derrotero el buque radiactivo, la empresa francesa que recicló los materiales y la marina mercante británica enviaron a la Argentina a dos de sus hombres. Elfrancés Jean Claude Guais, de la Compañía General de Materias Nucleares (Cogema) y el capitán inglés Graham Bates salieron ayer mismo a intentar bajar los decibeles. “Esta nave puede soportar el choque de otro barco y no ser dañada su carga”, aseguró Guais. “Este barco es como un barco dentro de otro”, detalló Bates. “Actuamos por encima de las normas de los organismos internacionales que la Argentina suscribe”, remató el primero.
Desde la Fundación para la Defensa del Ambiente, Raúl Montenegro sostuvo en cambio que, por norma constitucional, la Argentina no debería autorizar el paso de la basura nuclear flotante. “Por un tema de seguridad en la navegabilidad, en la zona sur el barco va a pasar lo más cerca que pueda de la costa. Y esto representa un altísimo riesgo para el ecosistema biodiverso”, advirtió.

 

Alerta entre los expertos

“Los efectos en caso de una pérdida serían desastrosos para el medio ambiente, se producirían enormes desastres naturales. Los residuos nucleares liberados al medio ambiente lo contaminarían por cientos de años.” El físico Federico Westerkamp aseguró a este diario que el embarque que transporta el Pacific Swan representa una carga aún mayor que el reactor de Chernobyl. De todas maneras, el experto explicó que “este tipo de buques transportadores tienen grandes medidas de seguridad” y señaló que en realidad es “baja” la probabilidad de que haya una pérdida. “De todos modos, nadie puede garantizar que no suceda nada”, reconoció.
En cuanto a la actitud que debería tomar el Gobierno nacional, el defensor adjunto del pueblo de la ciudad de Buenos Aires, Antonio Brailovsky, manifestó que “si no se puede evitar el paso del barco por este lado del mundo, se debería tener el planteo de que, por lo menos, pase lo más lejos posible de nuestras aguas territoriales”.
Casi resignado a que sea imposible este deseo, Brailovsky sostuvo que “aunque sea, debemos aceptar que estamos en una posición de riesgo y la obligación del Estado es preparar la asistencia necesaria para un caso de emergencia. De todos modos –completó el ombudsman–, la capacidad de auxilio ante un accidente ambiental está lejos de las prioridades de las autoridades”.
Raúl Montenegro, de la Funam, también alertó sobre el peligro del barco, pero advirtió que “así como nos tenemos que horrorizar por el buque, también nos tenemos que escandalizar porque la Argentina va a tener un barco similar, aunque con alguna carga menor, pero llegando al puerto de Buenos Aires y dejando los residuos radiactivos en Ezeiza”. Montenegro se refirió así al contrato suscripto entre la empresa Invap y Australia para la construcción de un reactor nuclear que, entre sus cláusulas, prevé el procesamiento de desechos radiactivos de ese país en la Argentina.

 

EL CONTRATO DE JAPON ESTABLECE UN DOBLE VIAJE
Un peligro de ida y de vuelta

Por Eduardo Febbro
Desde París

Con bandera británica y carga radiactiva japonesa el barco “Pacific Swan” dejó ayer el puerto francés de Cherburgo con los 192 contenedores de residuos radiactivos. La triangulación Gran Bretaña.Francia.Japón se debe a que Tokio carece, por el momento, de planta de tratamiento para sus propios desechos nucleares. Japón hace reciclar la totalidad de sus residuos en Francia o en Gran Bretaña, en lo que aparece como un doble viaje peligroso: primero el de ida, luego el de vuelta.
El “Pacific Swan” cumple así con el repatriamiento de residuos vitrificados en la planta de La Hague correspondiente al acuerdo firmado con la empresa francesa Cogema en 1977 y 1978. Recién en el año 2005, cuando Tokio ponga en funcionamiento la planta de reciclamiento que la misma Cogema construyó en Rokkasho, a 600 kilómetros al norte de Tokio, el país podrá asumir el tratamiento de sus desechos nucleares. Actualmente, evaluaciones oficiales y extraoficiales calculan que Tokio cuenta con casi 9.000 toneladas de combustibles nucleares usados “guardados” en las centrales nucleares japonesas.
Aunque nunca hasta ahora había sido tan importante en volumen, cabe recordar que no es la primera vez que una carga parecida toma el rumbo actual: el Canal de Panamá, el Cabo de Buena Esperanza y el Cabo de Hornos ya recibieron la visita de un transporte mortal semejante. En 1995, un viaje similar hacia el Japón condujo a un barco a pasar por el Cabo de Hornos y los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay habían elevado en vano severas protestas. El grupo japonés Tepco, uno de los cinco operadores nucleares del país del sol naciente, rechazó las acusaciones actuales alegando que suministraba información “sobre la seguridad de los países según avanza el viaje”. Con todo, Greenpeace dice todo lo contrario. Página/12 interrogó a Damon Mogle, uno de los responsables de la organización internacional, quien afirmó que “los oficiales japoneses, franceses y británicos organizan ese tipo de transporte sin haber mínimamente avisado ni siquiera buscado conseguir el acuerdo de los países sobre cuyas costas se cierne el peligro”.
Los sectores ecologistas más radicales señalaron que resulta “inaceptable” que por “culpa de los intereses de sólo tres países la mitad del planeta tenga que correr riesgos semejantes”.

 

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