Por Julián
Gorodischer
El que termina este año
es el programa que cambió la manera de entender a las figuras de
la TV. Marley (desde Teleshow, los sábados a las 22
por Canal 13) consiguió que una nueva clase naciera:
la de los famosos. En adelante, ya no necesitaron otro rango para incluirse
en el crucero por el Caribe o el charter especial a Bariloche. No importó,
de allí en más, que fueran cantantes, modelos, actores o
artistas plásticos. El acto de aparecer fue suficiente
para borrar sus diferencias. Si la pantalla los mostró en algún
horario, y sus nombres resonaron como un eco de fondo, su jacuzzi a cámara
quedaba legitimado. También su baño de espuma compartido.
El famoso nunca estuvo solo, tal vez porque la escena debió ser,
para que luciera, una fiesta de muchos: galanes, modelos, actores serios,
periodistas y vedettes en pugna, con la condición de que fueran
divertidos.
El sábado pasado, en uno de sus capítulos finales, Teleshow
se fue de crucero al Brasil, como si se tratara de la puesta en extremo
de lo que practicó en los 90. En el mismo barco iban Carola
Reyna y Boy Olmi, Betiana Blum, cuatro modelos ignotas, Sebastián,
Picky, Consuelo y Diego (de Expedición Robinson), Karin
Cohen, Raquel Mancini... En la cubierta, de pronto, se los pudo ver jugando
al tejo, o tirados al borde de la pileta. Hubo una pregunta de Marley
(¿Cuáles son tus proyectos en la tele?) que
pudo estar dirigida a Carola Reyna, pero también a Consuelo Lyonett,
la mala de la isla desierta. Son las reglas que todos juegan en el viaje:
de hecho, la malvada que es castigada con un camarote
ruidoso, junto a las máquinas adelanta que se convirtió
en actriz, como Picky y Diego, integrantes de la productora
Pol-Ka. Casi como uncoro, Blum, Reyna, Olmi y los otros se resignan a
pequeñas participaciones a lo largo de las dos horas. Sostienen
la actuación principal de los protagonistas, que no se destacan
por lo hecho sino más bien por la convocatoria. En
esa línea, es claro que los cuatro millones de televidentes que
siguieron a los náufragos les reservan una entrevista a solas en
un velero, o una hermosa excursión a la intimidad de sus cuartos,
cuando se encuentran con poquísima ropa y a media luz.
En su cuenta regresiva, Teleshow hizo casi un pase de posta,
un reconocimiento de que ya tiene un relevo para el año próximo.
Los famosos repentinos que concitan ahora más interés
que las figuras nunca habían tenido cabida en el programa
de los cantantes latinos y los actores estrella. Pero la TV del 2001,
queda claro, tendrá nuevas reglas que no favorecen al muchacho
más verborrágico de la pantalla chica. Marley tiene poco
que ofrecer frente a la avalancha de voyeurismo que se viene. Los cruceros
y los vuelos privados, las jornadas en hoteles cinco estrellas (para mostrar
a los hombres y mujeres de la tele tal como son) no compiten
con la plena desnudez del seguimiento de 24 horas. Con los planes de Gran
Hermano, Solos en la casa, Expedición Robinson
2, la infiltración en lo privado de los 90 podría
sonar a puro artificio. Dejaría con demasiadas ganas de seguir
mirando.
En estos últimos programas, Teleshow puso en escena
una votación al mejor estilo Robinson. Por algún motivo,
se eligió reproducir el cuadro de la isla para cerrar el capítulo.
Los famosos tuvieron que echar a uno solo del barco, simulando la intriga
del Concejo. Fue apenas un juego en el que todos acordaron
un nombre: el de Marley, expulsado del yate. Fue también la síntesis
exacta de lo que en realidad sucede: una broma demasiado verdadera. Marley,
entonces, improvisó una retirada y entregó la isla o
el barco a sus nuevos ocupantes.
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