Ernesto Belli tiene 22 años, trabaja como inspector del sindicato
de músicos y es hijo de Pablo Belli, uno de los atacantes caídos
en el ataque al cuartel de La Tablada. Ayer a la noche, cuando nadie lo
esperaba, tuvo su debut en la televisión, ante el Presidente y
en el programa más visto del país. A pesar del gigantesco
operativo de seguridad, de los más de treinta policías y
custodios que rodeaban las instalaciones de Telefé, en Pavón
y Matheu, Ernesto logró colarse dentro del estudio haciéndose
pasar por miembro de una banda de música. Una vez adentro, sólo
tuvo que esperar.
Cuando llegó el momento, después de esquivar un par de obstáculos,
logró llegar hasta De la Rúa y exigirle la libertad de los
presos de La Tablada (ver página 5). A la salida de su pequeña
odisea personal, Página/12 pudo hablar con el joven de HIJOS. Al
principio, De la Rúa no dijo nada. Después sólo dijo
mentiras, aseguró.
El escrache personal de Ernesto no terminó enseguida. Después
de obligar a De la Rúa a hablar sobre los presos que llevan más
de 108 días de huelga de hambre, fue arrastrado por los custodios
del canal. La policía lo demoró más de una hora,
chequeó sus datos personales y preguntó al fiscal de turno
si podía quedar en libertad. Afuera de los estudios de Telefé,
ocho jóvenes de HIJOS esperaban nerviosos a su compañero,
temerosos de que pudiera sufrir alguna represalia.
Pero el que salió primero no fue Ernesto. Precedido por los movimientos
nerviosos de su custodia, el Presidente se retiró mucho más
rápido de como había llegado. Encerrado en el Peugeot 405
azul oscuro, indiferente a los curiosos que lo rodeaban. Mientras el automóvil
se alejaba, los ocho muchachos de HIJOS se animaron a gritarle que liberara
a los presos que están en huelga de hambre. Y, para que no faltara
nada, un solitario manifestante se apoderó de las cámaras
pidiendo créditos para viviendas.
Mientras tanto, dentro del canal, esperaba Ernesto. Rodeado de policías
y custodios, el veinteañero militante se encontraba aislado en
un pequeño cuartito. La producción del programa pedía
su liberación y, afuera, sus amigos volvían a exigir que
lo suelten. Recién una hora después de que terminara el
programa, el visitante pudo recuperar la libertad.
No me pegaron --aclaró cuando salia--, ahí adentro
todo parecía un partido de rugby respondió a este
diario cuando le preguntó cómo lo habían tratado.
Entre abrazos y atenuados gritos de victoria, los amigos comenzaron a
felicitarlo por la hazaña que habían seguido atentos desde
uno de los bares cercanos al canal.
Aliviado por el final del episodio, Ernesto relataba una y otra vez el
momento en que interrumpió el programa con más audiencia
del país. Sus compañeros, llenos de entusiasmo, casi no
podían creer lo que había sucedido. Y, además, elogiaban
la actitud de Tinelli.
Nosotros fuimos mil veces a hablar con De la Rúa, pero él
no resuelve el tema. Estamos a 108 días de huelga de hambre de
los presos y alguien tenía que decirle algo, explicó
Ernesto, a la vez que se alejaba de los flashes. Los policías lo
miraban con cara de poker, disimulando la bronca. Y a su alrededor, ajenos
al disturbio que acababa de terminar, mujeres, niños y jóvenes
reclamaban un autógrafo a los humoristas de Videomatch.
Aunque esta vez los que se llevaron la sonrisa más grande no estaban
invitados a la fiesta.
Informe: Martín Piqué.
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