Por Carlos Rodríguez
Con voz gutural, característica
en los que están atravesando por un brote psicótico, Santiago
Da Bouza reconoció que fue el único culpable
del homicidio de su padre, Ramón Da Bouza, y en contra de lo que
se pensaba, deslindó de toda responsabilidad a su hermano Emanuel.
A pesar de la inusual confesión de quien nunca antes había
declarado en la causa la indagatoria fue el pico de una audiencia
con un nivel de conmoción pocas veces visto en un juicio oral,
el fiscal Marcelo Saint Jean se mantuvo en su postura previa al inesperado
mea culpa y solicitó, para los dos hermanos Da Bouza por igual,
la pena de prisión perpetua por homicidio doblemente calificado,
por el vínculo y por la alevosía de los autores. A la autoincriminación
de Santiago le siguió una ampliación de indagatoria por
parte de Emanuel, quien dijo prácticamente lo mismo que su hermano.
Sólo aseguró que no mantuvo una disputa a golpes con su
padre, previa al crimen, que figuró en el tremendo relato de Santiago.
Las dos declaraciones se realizaron sin público ni periodistas,
lo que determinó que la extraordinaria tensión superara
los límites de la sala de audiencia y se transportara al hall de
espera, donde decenas de familiares de los acusados fumaban, hablaban,
se agitaban o se quedaban tiesos, viviendo a full lo que estaba sucediendo
adentro. En un cuarto intermedio llegó una ambulancia del SAME
para hacerle un chequeo médico a Santiago, por pedido de los miembros
del Tribunal Oral 20, quienes de ese modo quisieron determinar si el detenido
estaba en condiciones de continuar presenciado la audiencia. En las interminables
dos horas que duró la sesión privada, también sufrió
una indisposición Luis María Da Bouza, hermano de la víctima
y tío de los imputados.
El fiscal Saint Jean, en su relativamente corto alegato, reconoció
que la confesión de Santiago había conformado un cuadro
sobrecogedor, muy shockeante, pero igual, basándose en la
contundente prueba reunida en la causa, mantuvo la acusación
contra los dos hermanos. Su evaluación del caso fue estrictamente
jurídica, sin tomar en cuenta los análisis psicológicos
ni la voluminosa prueba testimonial sobre la controvertida persona de
Ramón Da Bouza, que podrían servir de atenuantes. Ellos
compraron el arma homicida, la soga con la que intentaron hacer creer
que hubo un intento de robo que terminó en crimen, los guantes
de látex para tratar de no dejar huellas y Emanuel escribió
en un cuaderno todos los elementos que necesitaban para el crimen,
resumió el fiscal aludiendo a los contundentes elementos de prueba
reunidos contra los dos hermanos.
En cuanto a los atenuantes, Saint Jean los descartó por interpretar
que fueron subjetivos los reproches que dirigieron hacia Ramón
Da Bouza sus ex mujeres, Patricia Polo, Carmen Polo y L. C., cuyo nombre
se mantiene en reserva por pedido del Tribunal. Ellas calificaron a la
víctima de perverso, sádico, manipulador,
alcohólico con tendencias suicidas, en coincidencia
con algunas pericias psicológicas realizadas después del
crimen, tomando en cuenta referencias testimoniales y escritos dejados
por el asesinado ex gerente de Techint.
El testimonio de mayor equilibrio, según el fiscal,
fue el de la segunda esposa, madre de los dos hijos menores de la víctima.
Ella también dijo, como los demás (incluyó
al hermano de Ramón), que tenía facetas negativas, rasgos
de crueldad, pero que también hacía esfuerzos para corregirse
y que no era de pegar. En este caso puntual, el doctor Saint Jean
omitió mencionar que Carmen Polo, en su declaración, relató
un fuerte episodio de violencia, cuando Ramón Da Bouza golpeó
en el estómago a su hijo Emanuel cuando tenía apenas
6 años. Tampoco tuvo en cuenta, como posible atenuante, el consumo
de drogas (cocaína y marihuana), que era frecuente, por parte de
Emanuel, en el momento de ocurridos los hechos, al parecer incluyendo
la noche del crimen.
La defensora de Emanuel, Patricia Croitoru, solicitó la absolución
de culpa y cargo de su representado, por considerarlo totalmente
ajeno a loshechos, como ha quedado demostrado. Aclaró que,
en caso de que se descarte la absolución, se tomen en cuenta los
atenuantes por la traumática relación que mantenía
con su padre. Recordó que las pericias psicológicas determinaron
que el joven tiene una personalidad ezquizoparanoide sobre
la cual cualquier disparador puede actuar como desestructurador
de la personalidad. La abogada sostuvo que eso ocurrió la
noche del crimen y él actuó con automatismo.
Hoy expondrá su alegato el defensor de Santiago y por la tarde
se conocerá la sentencia.
Esto fue fuertísimo, nunca visto, comentó un
miembro de las fuerzas de seguridad que presenció la confesión
de Santiago. Una fuente de la causa recordó que cuando el joven
fue detenido, días después del crimen, repetía sin
noción de tiempo y espacio: Yo lo maté, yo lo maté.
Recién ayer lo incorporó formalmente a la causa.
MATAN
A UN DISCAPACITADO EN UN ROBO
Morir por no salir rápido
Los ladrones querían
el auto a cualquier precio. Acababan de asaltar una panadería y
buscaban un vehículo para escapar. Al llegar a Conde y Ramallo,
en Saavedra, vieron un Escort al que acababan de subir un hombre comisario
mayor retirado de la policía y su hijo, discapacitado. Les
exigieron que bajaran, pero no estaban dispuestos a esperar ni un minuto:
los tiempos del muchacho, con ciertas dificultades para movilizarse, no
fueron los que esperaban: fue baleado a quemarropa. Un helicóptero
de la Federal llegó minutos después, pero ya había
muerto.
El robo tuvo lugar en una panadería ubicada en Cubas y Pico, del
barrio de Núñez. De allí escaparon los tres ladrones
en otro auto, también Escort pero rojo. Buscaban cambiar de vehículo
para despistar a la policía. Al llegar a Conde y Ramallo creyeron
que lo habían encontrado: el policía y su hijo habían
salido de su casa y estaban abordando el auto. Les ordenaron entonces
que bajaran y les dejaran el Escort verde. Raúl Osorio comisario
mayor retirado de la Federal se bajó inmediatamente del asiento
del conductor, pero su hijo, deficiente mental, tardó en hacerlo:
entonces uno de los ladrones lo tomó de la ropa, le disparó
varios tiros y lo arrojó del coche.
El muchacho, de 28 años, fue socorrido de inmediato por su padre
y un vecino quienes le aplicaron un torniquete en uno de sus brazos que
había sido atravesado por un proyectil, pero luego descubrieron
que también tenía otro balazo en la espalda.
Momentos después llegó una ambulancia que lo transportó
hasta adonde había llegado un helicóptero sanitario para
llevarlo al Hospital Policial, pero murió antes de que la nave
pudiera transportarlo.
Los ladrones huyeron en el Escort del policía y lo abandonaron
poco después en cercanías de la villa Loyola, en el partido
de San Martín.
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