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OCHENTA AÑOS DESPUES DE SU FUNDACION, APUESTA A UN “NUEVO LOOK”
¿Qué fue del viejo PC de Francia...?

La fiesta de sus 80 años se celebró el pasado fin de semana bajo el lema �Marx Ataca�, en un intento de renovación que no alcanza a disimular pérdida de votos, de militantes y también de consignas duras.

Hue denunció “la monstruosa ceguera sobre las terribles realidades” de la U.R.S.S.

Por Eduardo Febbro
Desde París

Si alguien viniera a París a ver a los “camaradas” del Partido Comunista francés seguramente no reconocería a sus interlocutores. Encorbatados, con trajes cruzados, lenguaje tejido de términos pulidos hasta la obsesión y una voluntad de no herir de frente que los ha hecho pasar del dogma de la “lucha de clases” al de la lucha por la supervivencia mesurada. Con sus 80 años recién cumplidos, el PCF se asemeja a una señora muy entrada en años que cambió repentinamente de estilo: afuera quedaron la hoz y el martillo (1996), la “dictadura del proletariado” (1976), la “Internacional”, la sacrosanta unión con la CGT (1998), el utópico y represivo “centralismo democrático” (1996) y, desde luego, el color rojo. Forzado por la historia –caída del muro de Berlín, desmembramiento de la U.R.S.S. y sus ex satélites de Europa del Este– y la sangría electoral que lo acecha, el PCF se conjuga hoy de otra manera. La palabra clave no es ya la lucha de clases sino “la mutación”, una suerte de concepto instrumentalizado por su actual secretario general, Robert Hue, y que consiste en una mudanza completa de valores, esquemas, alianzas y terminología.
Con tres ministros en el actual gobierno de Lionel Jospin y un peso electoral reducido al mínimo, poco más del 6 por ciento contra el 25 por ciento de los años 70, el PCF New Look no escatima esfuerzos para probar su voluntad de mutante. Dos acontecimientos recientes demuestran la profundidad del “guadañazo”. El PC no es sensible sólo a las nuevas tendencias sociales sino también a la moda y al capital. El órgano oficial del partido, el diario L’Humanité, decidió hace un mes reformar la “estructura del capital” del rotativo abriendo sus puertas al enemigo histórico de los rojos, es decir, el capital privado. Michel Laurent, miembro del colegio ejecutivo del PC, declara preferir un “diario comunista antes que un diario del partido”. Fundado por Jean Jaurés, L’Humanité sigue el mismo destino que el partido que representa: caída brutal de sus lectores, pérdida de credibilidad y un déficit que se sitúa este año en torno a los 5 millones de dólares contra uno en 1998.
Más asombroso aún en esta “social fiction” que encarna su nueva dirección, en dos ocasiones, entre setiembre y octubre, el PCF alquiló sus sedes históricas para desfiles de moda. En setiembre, durante la ultra tradicional reunión obrera e internacionalista “La Fiesta de L’Humanité”, las modelos del célebre Yves Saint Laurent pasearon sus formas y creaciones ante los azorados ojos de la clase más popular de Francia. Pero el gran acontecimiento que reunió a la crema más “in” de todo París fue el desfile de moda del costurero Prada –una multinacional italiana– que se llevó a cabo en el edificio sede del PCF, situado en la Plaza Coronel Fabien. El edificio es una suerte de bunker místico construido gratuitamente por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer y que representó durante décadas la “casa del mundo obrero”... Y como un cambio nunca llega solo, los lectores que viajen a la capital francesa por esos días podrán visitar en la misma sede del PCF la inédita exposición titulada “Jesús, la humanidad y el tercer milenio”.
En un mismo intento por detener el ocaso, el PCF busca aliarse con sus antagonistas de antaño: Dios, el capital y la moda. La fiesta de sus 80 años se celebró el pasado fin de semana bajo el lema “Marx Ataca”. Todo un símbolo de la retórica publicitaria en la que los hoy ex marxistas puros y duros se ven atacados por muchos Marx descendiendo de un plato volador. Desde luego, Robert Hue, el secretario nacional elegido en 1994, no perdió la ocasión de revisitar las ocho décadas transcurridas y denunciar con ímpetu “la monstruosa ceguera sobre las terribles realidades” del comunismo soviético e hizo añicos la complicidad pasada entre el PC de la difunta U.R.S.S. y el francés. Roger Martelli, miembro del Consejo ejecutivo del PC y organizador de las manifestaciones, señaló que era “la primera vez que hay una mirada retrospectiva de la historia del partido donde se mezclan la pasión y la lucidez”. Los viejos militantes comunistas observan los acontecimientos actuales como si al entrar a sus casas encontraran todos los muebles cambiados de lugar. Pero aceptan la mutación, al igual que la mayoría de los militantes que la aprobó en el Congreso del pasado mes de marzo. Ahora, como lo señala Martelli, “la fuerza comunista asume su historia, no quiere olvidarla sino comprenderla para construir así su porvenir. Es cierto que la relación con la historia es apenas un balbuceo, pero se ha franqueado un límite”.
“Militantismo moderno”, “trabajo de reelaboración”, “transformaciones radicales de las estructuras y del funcionamiento”, he aquí los términos en boga a lo largo del interminable túnel del tiempo de un partido comunista que, por haber aplazado su desestalinización en los años ‘89 y ‘90, paga ahora el precio del descrédito y, a veces, suele rozar el ridículo. El PCF pesa apenas 33 diputados y el 6,8 por ciento de los votos y en sus filas sólo quedan poco menos de 200.000 militantes contra los casi 800.000 que tenía en el ‘46, cuando era el “primer partido de Francia” con 182 diputados.

 


 

UNA TIMIDARENOVACION
¿...y del Portugués?

Por Javier García
Desde Lisboa

El Partido Comunista Portugués (PCP) ya no es lo que era. Va cambiando aunque, eso sí, muy lentamente. Su XVI Congreso, celebrado el pasado fin de semana, ratificó su ideología “revolucionaria marxista-leninista” pero abrió las puertas para la futura e inevitable renovación del partido, a pesar de la determinante influencia de su líder histórico, Alvaro Cunhal, de 87 años, ausente por enfermedad pero presente ideológicamente. Los renovadores perdieron cuotas de poder en el Comité Central pero han conseguido abrir el debate ideológico y acabar con el monolitismo en las decisiones. La Resolución Política, por ejemplo, no fue aprobada con la habitual unanimidad sino con 29 votos en contra y 45 abstenciones.
El mensaje enviado al congreso por Alvaro Cunhal consiguió aplazar la renovación del partido pero no cerrar el debate que, sin duda, marcará los próximos años de los comunistas portugueses. Cunhal defendió la ideología “revolucionaria, dialéctica, antidogmática y marxista-leninista” del PCP y criticó “una de las más violentas campañas anticomunistas de todos los tiempos” que, a su juicio, contó con el apoyo de los medios de comunicación” que se convirtieron en “tribunas de aquellos, incluyendo a miembros del partido, que quieren que dejemos de ser lo que somos y queremos seguir siendo”.
Sin embargo, su testamento político no convenció al actual secretario general, Carlos Carvalhas, reelegido con cuatro abstenciones. El dirigente comunista garantizó que el PCP “no se enerva, se asusta o se crispa al oír hablar de renovación” en la medida en que lo asume “como una exigencia del programa de trabajo, reflexión y acción para seguir siendo un partido comunista y portugués todavía más útil a los trabajadores y al pueblo, más pertrechado en los combates que le esperan, más influyente y más prestigiado”. Carvalhas defendió la “insustituible riqueza, la diversidad de trayectos, de orígenes sociales, de experiencias y de opiniones” como “savia indispensable para la acción colectiva”.
Los renovadores, por su parte, exigieron un debate ideológico abierto y la participación de los intelectuales para construir una alternativa de izquierdas que consiga “un aumento expresivo de su influencia social, política y electoral”.

 

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