Por Hilda Cabrera
Un muestra del mundo colorido
y rico de las fiestas multidisciplinarias ocupará durante todo
el día de mañana las instalaciones del Teatro San Martín.
Siguiendo una tradición iniciada en la década del 80 (cuando
las celebraciones desbordaban las salas, convirtiéndose en fiestas
callejeras) el San Martín ofrecerá en un maratón
todos sus espectáculos, con acceso gratuito para el público.
El único requisito para los interesados es retirar las localidades
dos horas antes de la función elegida. La programación que
clausura esta temporada incorpora teatro, danza, títeres, música,
obras para niños, un festival de cine y una exposición fotográfica.
La dirección, a cargo de Kive Staiff, informó además
la puesta en marcha de abonos para la temporada 2001, según cuatro
opciones que van desde un valor de 50 pesos (diez funciones para teatro
y danza) hasta 80 (quince funciones para teatro y danza, y la entrega
de la revista TEATRO, que edita el complejo). Estos importes no abarcan
a espectáculos internacionales e infantiles, y el canje de entradas
por la ubicación para la obra elegida podrá realizarse desde
cinco días antes de la función.
La agenda de mañana incluye, en materia teatral, una pieza de Nikolai
Gogol, El inspector, aquí en traducción de Natalia Kovaleva
y versión y dirección de Villanueva Cosse, quien imprime
actualidad a una obra que el autor de la famosa Taras Bulba y de Almas
muertas ubica en 1836, la Rusia del zar Nicolás I. El tema central
es la corrupción. Otro espectáculo destacable es La tempestad,
de William Shakespeare, en versión y dirección del catalán
Lluís Pasqual, con Alfredo Alcón en el célebre papel
de Próspero, un personaje conciliador (dispuesto a rodear a su
hija Miranda de un entorno libre de odios y crueldades) y ceñido
a una concepción teatral de la vida. Se podrá ver también
La boca lastimada, de Eugenio Griffero, con Osvaldo Santoro, Andrea Garrote
y otros, dirigidos por Laura Yusem. La obra (breve) retrata a un anciano
y enfermo Sigmund Freud aguardando en Viena (ocupada por los nazis) el
permiso que lo conducirá a su exilio en Londres, donde morirá
al año siguiente, en 1939.
En danza se ofrecerá El Mesías, una nueva versión
de la coreografía que el actual director del Ballet Contemporáneo
del TSM Mauricio Wainrot creó en 1997 para el Ballet Real de Bélgica,
inspirada en el célebre oratorio de Georg Friedrich Händel.
Representa según palabras de Wainrot una mirada
a nuevas y viejas utopías, hacia nuestro interior. El vestuario
y la escenografía fueron creados por Carlos Gallardo. En el rubro
destinado a todo público, se verá Bellas artes, un trabajo
ideado y dirigido por Gerardo Hochman, con interpretaciones de Analía
Cabanne, Martín Carella, Mariano Carneiro y otros; también
Paso a paso, con adaptación (del relato Tranquila Tragaleguas,
la tortuga cabezota, del alemán Michael Ende) y puesta de Carlos
Almeida, a cargo del Grupo de Titiriteros del TSM que conduce Adelaida
Mangani. A éstos se suman 5 encantando, recital de música
para chicos, y Espectáculo de circo, coordinado por Gerardo Hochman.
El apartado de música contará con la presentación
del Manolo Juárez Quinteto, y el de fotografía, con una
exposición denominada Paisajes y personajes, una muestra de imágenes
originales del siglo XIX que recoge lugares y personajes característicos
de diferentes países latinoamericanos. Las fotografías pertenecen
a colecciones privadas argentinas.
Las expectativas en materia de cine serán cubiertas por un festival
de cortometrajes argentinos que incluye películas de jóvenes
realizadores egresados de las varias escuelas dedicadas a este arte en
Buenos Aires, como la Fundación Universidad del Cine (FUC), el
Taller Martínez Suárez, el Centro de Investigación
y Experimentación en Cine y Video (Cievyc), la Cátedra Barney
Finn-Guzmán de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA y la
Escuela profesional de cine de Eliseo Subiela.
HOMBRE
DE FAMILIA, UN FIASCO CON NICOLAS CAGE
Otra tonta fábula de Navidad
Por Horacio Bernades
Aunque el grueso de los mortales
lo asocie con verle las caras a la parentela una vez al año, comer
pan dulce y, si la suerte ayuda, olvidar todo eso con alguna copa, para
ciertos personajes parecería que la llegada de la Navidad es garantía
de redención, epifanía y cambio de vida. El último
representante de esta subespecie navideña es Nicolas Cage, que
en Hombre de familia pasa, justo el 25 de diciembre, de yuppie desalmado
a lo que el título indica, aprendiendo la lección.
Además de prolongar prosaicamente aquella tradición, el
guión de Hombre... echa mano de otros dos tópicos muy caros
al imaginario anglosajón: la fantasía de un súbito
descenso en la escala social y esa idea de una segunda oportunidad,
que atraviesa buena parte del reciente cine estadounidense, incluyendo
las flamantes El protegido y Un vuelco del corazón. A comienzos
de los 80, el estudiante de derecho Jack Campbell (Cage) se despide de
su amada Kate. Algo entre ellos parece preanunciar el fantasma de una
separación, hecho que los novios pretenden conjurar mediante el
libre intercambio de frases hechas. Corte al presente. Ahora Jack es un
tiburón de Wall Street, capaz de pasar Nochebuena concretando una
megafusión, cayendo de cansancio y soledad antes de que den las
doce, en su penthouse de Manhattan y sin brindar.
Va siendo tiempo de que a Jack lo rescate algún emisario del cielo.
Como prescriben las leyes de la sorpresa, éste se presentará
bajo los insospechables rasgos de un marginal (Don Cheadle), que por algún
sortilegio convierte al yuppie en aquello que pudo haber sido: fiel marido
de Kate y buen padre de sus hijos. Hay algo como de Dimensión desconocida
en la situación de Jack, caído de pronto en un mundo donde
sólo los extraños lo reconocen como a un par. Es sólo
una transición hacia el meollo, que el guión se ocupará
de subrayar con obstinada pedagogía: el gradual pasaje del desalmado
a hombre pobre, bueno y sensible. Pasaje que se presenta como panacea.
Sin embargo, puede apostarse triple contra sencillo que a partir de mañana,
cuando la película se estrene en EE. UU. (¡los argentinos
llegaron primero!) sus productores no se pondrán a contar buenos
sentimientos. Eso queda para el crédulo público.
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