El decoro y la luz
Por Osvaldo Bayer Desde
Bonn
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Fue algo desgarrador
eso de tener que dejar la vigilia por los presos de La Tablada en Plaza
de Mayo y alejarme en avión. El vuelo en esas alas de acero no
permite mirar hacia atrás. Pero sí la Memoria es constante.
Acordarme de todos esos rostros de los familiares de los presos. Esos
familiares, constantes, silenciosos, que de pronto estallan en la palabra
de protesta en las cuales se nota todo el amor que sienten por sus seres
queridos. Se les ve en los ojos, que pegan saltos, de donde brotan lágrimas
de pura fuerza. Hace doce años que sufren todos los días,
todas las noches. En el momento en que tuve que despedirme de ellos, el
juez de la Corte Suprema Adolfo Vázquez partía de la soleada
Punta del Este para dar su voto en contra de la Libertad. (Debo aclarar
que el doctor Vázquez a quien en un principio se le atribuyó
haber concurrido a la fiesta de los cadetes de policías bonaerenses
de donde lo vieron llevarse seis sillas y veintidós cucharas; no
es el mismo, se trata de un homónimo.) Hay que hacer constar que
este Adolfo Vázquez en un gesto de nobleza inspirado en los
de su maestro Carlos Saúl se molestó para venir desde
las doradas playas para poner su firma en la ratificación de la
condena de cárcel de por vida a los presos de La Tablada, considerados
por las altas esferas como izquierdistas y subversivos.
Mientras el avión me separaba de los rostros ansiosos de los familiares
de los presos. (Lorca, Miguel Hernández, Raúl el Tuñón,
¡cuántas poesías les hubieran escrito a esos rostros
pálidos que hoy miran constantemente a la Rosada!) Esa Rosada ha
cubierto su fachada con un pesebre a lo cocoliche, con burritos de cartón
prensado y angelitos comprados en Surcorea. Para que quienes hacen la
vigilia por la libertad, por la Libertad de presos que ya mueren todos
los días, el espectáculo comienza cuando usted llega: desde
que comenzó la vigilia se tiene una guardia policíaca que
se desliza de izquierda y derecha y un comisario de civil, alto, de monstruosa
cara de alcahuete con tres telefonitos, que nos mira como si fuésemos
los culpables del déficit fiscal y de ser los acusadores de toda
la gama de comisarios coimeros. Mira a los familiares de los presos y
la boca se le tuerce. Lleva un traje claro de verano. Somos todos espías
del Kremlin y él custodia al hombre más sacrificado del
país, llamado Fernando de la Rúa, interlocutor por el radicalismo
en aquellos tiempos del general Suárez Mason, así
como Angeloz era cotidiano sonriente oidor de la sabiduría del
verdugo Benjamín Menéndez, a quien, sumados todos sus crímenes,
se lo podría calificar de degollador de inocentes para
que entrara en la Biblia.
En la vigilia están, infaltables, los abogados de los presos, constantes,
tensos, a la espera del próximo paso gubernamental del Gobierno
que promete todo y no hace absolutamente nada o, de otras maneras, que
da los pasos a destiempo para perder con toda galanura todos los tranvías.
Ahí, en la vigilia también están, infaltables, las
mujeres que visitan siempre, siempre, a los presos y les llevan el pan
cristiano de la solidaridad. Y están el pastor metodista De Luca
y el pastor alemánBlatezky, siempre sonrojado de vergüenza
ajena, pensando en el De la Rúa que se viste de Boca, pero no tiene
tiempo de estudiar lo que la voz de la democracia y de los compromisos
internacionales con los derechos humanos le reclaman. Sí, están
siempre los dos, un pastor metodista y un pastor luterano. Pero jamás
un obispo católico, ni siquiera Casaretto. A pesar de que el Papa,
en su visita a los presos de la cárcel de Regina Coeli de Roma,
el pasado mes de julio, pronunció hermosas palabras. Las pondremos
en italiano, tal como las pronunció, porque están así
bien cargadas del sentimiento de la solidaridad con lo verdaderamente
humano, en ocasión del Jubileo de los presos, y dirigida a los
que tienen el poder: Consapevole di ciò, nel Messaggio che
ho inviato al mondo intero per questa giornada giubilare, sulle orme der
miei Predecessori e, nello spirito dellAnno Santo, ho invocato per
voi un segno di clemenza, attraverso una riduzione della pena. Lho
chiesto nella profonda convinzione che una tale scelta constituisce un
segno di sensibilità verso la vostra condizione, capace di incoraggiare
limpegno del pentimente e di sollecitare il personale ravvedimento.
In questa prospettiva, rivolgo a ciascuno il mio augurio più cordiale.
Este párrafo se lo transcribió la Curia Generale dei Frati
Minori, OFM, el Ufficio Giustizia, Pace e Salvaguardi del Creato, de Roma,
al presidente De la Rúa. Y en esa carta se le agrega refiriéndose
después de la frase siguiente expresamente a los presos
de La Tablada: El Papa ha hecho varias llamadas a las autoridades
políticas, solicitándoles que consideren la posibilidad
de liberar a los presos, como signo de la misericordia de Dios y un gesto
concreto de que la sociedad debe procurar la integración de todos
los hombres y las mujeres, no importa lo que hayan podido haber hecho.
La misericordia basada en la justicia es el camino más eficaz para
curar las heridas de una sociedad. Y refiriéndose a los presos
de La Tablada, le dice a De la Rúa: Señor Presidente,
usted tiene la posibilidad de hacer un hermoso gesto de solidaridad y
de misericordia para con estos hermanos presos antes de que termine este
año de gracia.
He transcrito frases que no son mi idioma. Lo hago para demostrar que
hasta miembros de la Iglesia católica muestran su sonrojo ante
lo que hace este gobierno con todos sus poderes. De la Rúa y madame
Pertiné se ponen de rodillas todos los domingos para pedir la bendición
del Señor, claro, para ellos. Y he transcripto todo ese lenguaje
católico para que se avergüencen los señores de púrpura
y violeta que se dicen los representantes de Cristo en la tierra de los
argentinos. No, aquí, miran para otro lado, aunque los presos llevan
ya más de cien días de tener las marcas del hambre en sus
rostros y en su carne toda.
¡Qué diferencia! ¡Cuánta alegría sentí
cuando me llamó de Alemania hace unos días el padre Stefan
Herbst, franciscano, de la Missionzentrale der Franziskaner para decirme
de su íntima alegría porque esa misión había
otorgado dos becas para dos presos de La Tablada para que, obtenida su
libertad, vengan a estudiar a Alemania. Mientras lo escuchaba al padre
Stefan Herbst me llegó la voz de la subsecretaria de Derechos Humanos
de De la Rúa, la frepasista Diana Conti, decir que los presos
de La Tablada no son presos políticos, son invasores de un cuartel
¡cuánta pequeñez, cuánta burocracia egoísta,
cuánto hacer mérito ante el sistema! Los franciscanos alemanes
le respondían con el otorgamiento de becas a esos mismos seres,
tan vilipendiados por la prensa oficial y los periodistas notables.
Ya mañana iré hasta Bonn a rodear con el abrazo al padre
Stefan Herbst, un verdadero cristiano, y también el padre Andreas
Müller, el director ejecutivo de la misión franciscana de
Bonn, quien en una carta a De la Rúa, del 7 de noviembre pasado
le dice: Sabemos que usted tiene las llaves para abrir las puertas
de tantos años de prisión, de sufrimiento incalculable.
Por eso queremos pedirle que use esas llaves. Desde Alemania apoyaríamos
con todas nuestras posibilidades para llegar auna solución rápida.
Esperamos su respuesta generosa. La alta jerarquía católica
argentina no escribió nada así. Guarda silencio. El silencio
no compromete.
Aquí se da la generosidad que riega los surcos frente a la sequedad
impotente de los que siempre han creído que la verdadera democracia
se hace haciendo misas por los dictadores muertos o por los dueños
del poder económico y no por aquellos que se juegan, equivocados
o no, por la solidaridad con los que nada tienen.
Estoy ya aquí en el invierno; las sombras han cubierto bosques
y casas y la temperatura ha tomado el color blanco de reflejos hirientes
y luminosos. Sigo acordándome de los familiares de los presos de
La Tablada, humillados constantemente por guardicárceles, policías,
mequetrefes de oficinas ministeriales y por cobardes microfonistas amigos
de los que establecieron el sistema de la desaparición. Veo los
rostros de los jóvenes presos. Pero la rabia se convierte en esperanza.
No puede haber sido vana la vigilia de doce años de familiares,
y de los hombres y mujeres de los derechos humanos. Creo firmemente que
esa fuerza va lograr que todos, ya satisfechos, levantemos la copa de
la alegría.
REP
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