Por Martín
Granovsky
El jueves el Gobierno no consiguió
resolver el conflicto de los presos de la Tablada y el Presidente terminó
haciendo un blooper en el programa de Marcelo Tinelli, donde había
ido en busca de una dosis de convalidación popular. Una doble frustración.
Sin embargo, ayer el país vivió un día de histeria
nacional por un episodio menor que aquellos dos: la seguridad personal
de Fernando de la Rúa. El hecho de que un joven desarmado se aproximase
al Presidente en los estudios de Telefé fue presentado casi con
la gravedad de un magnicidio. Como si, en democracia, un Presidente pudiera
blindarse con otra cosa que un puñado de dólares.
Qué locura, cualquiera puede acercarse y tocarme, dijo
el propio De la Rúa en una reunión reservada, según
contó ayer un secretario de Estado a Página/12. El Presidente
se reunió con el jefe de la Casa Militar, el general Julio Hang,
y criticó a Telefé por las supuestas fallas en el control.
De la Rúa se mostró conforme cuando le informaron que Tinelli
estaba furioso con el incidente que frustró el encuentro cumbre
entre el Presidente y el antiguo Figuretti transformado en imitador presidencial.
De acuerdo con los funcionarios, Tinelli dijo que había estado
mal porque tardó en reaccionar cuando Gustavo Belli, hijo de uno
de los muertos en el copamiento de La Tablada, se acercó a De la
Rúa. Pensó en un intento de atentado, fue la
versión oficial sobre la explicación del conductor. Sin
embargo, Tinelli manejó bien la situación en cámaras,
protegió con el cuerpo a De la Rúa, no ofendió a
Belli y explicó la gravedad de la huelga de hambre de los presos.
Mientras en público el vocero Ricardo Ostuni se mostraba preocupado
por la seguridad presidencial, funcionarios del Ministerio del Interior
buscaban minimizar la gravedad del hecho con cuatro datos:
La comisaría 18 dispuso
20 agentes afuera y cuatro de civil adentro.
Los policías chequearon
el lugar dos horas antes.
Entre el público detuvieron
a un punguista.
Aunque no se vio en cámaras,
un miembro de la custodia presidencial tackleó al muchacho, que
por eso no pudo afirmarse y tomar más firmemente a De la Rúa
mientras gritaba por la Tablada.
El Gobierno también recordó que Belli entró al canal
con un carnet de inspector del Sindicato de Músicos y no estaba
entre el público sino cerca de los cameramen. Es la misma persona
que hace poco menos de dos meses, el 28 de octubre, consiguió llegar
hasta el auto oficial de De la Rúa, abrir la puerta de atrás,
tirarse sobre el asiento y gritarle que cumpliera con las leyes internacionales.
Esa vez, Belli pudo burlar la vigilancia de cuatro motos, tres autos de
protección y una veintena de policías con solo trotar al
lado del vehículo de De la Rúa.
Un alto funcionario que pidió reserva de su nombre dijo a Página/12
en tono de explicación y no de crítica que son De la Rúa
y sus ministros los que producen la relajación de su propia seguridad
personal.
El Presidente siempre les pide a sus custodios que no estén
tan cerca, porque quiere que la gente pueda rodearlo y tomar contacto
con él dijo.
¿No teme por su seguridad?
Es más importante su deseo de no perder la relación
directa con la gente. Y lo mismo hace el ministro del Interior. Por su
cargo tiene una fuerte custodia de la Federal pero le dio órdenes
de que cuando está en lugar público dejen que otros se arrimen
a él.
De la Rúa ya había probado en carne propia en España
otra fisura en su seguridad personal. En octubre, en la Real Academia
de la Lengua, una chica entró disimulada entre el público,
a pesar de que el auditorio era restringido, y cuando el Presidente terminaba
su discurso sobre el idioma burló la custodia puesta por el mismísimo
José María Aznar, presidente del gobierno jaqueado por las
bombas de la ETA. Como el jueves con Tinelli y en octubre en el auto,
el tema de entonces fue la dilación en resolver la aplicación
de la doble instancia de apelación para los presos del copamiento
de 1989.
Los tres hechos pueden marcar cómo será el futuro si el
Gobierno no toma ninguna decisión que ponga fin a la huelga de
hambre. En cada viaje y cada aparición pública el Presidente
estará expuesto a un incidente.
Aunque la cuestión de fondo es que la democracia tiene un alto
grado de inseguridad lo tiene la libertad, incluida la libertad
de movimientos del Presidente y los ciudadanos que quieren saludarlo o
criticarlo en el Gobierno cada sector buscaba un culpable distinto.
Uno de los blancos, la agencia de seguridad Piscis, que custodia el exterior
de Telefé, dijo a este diario a través del gerente Antonio
Aquiles que por ley no puede intervenir en la vigilancia de funcionarios
como el Presidente ni evitar actos de protesta. Página/12 no logró
una respuesta oficial del canal sobre el centenar de vigilantes que supervisan
los movimientos en los pisos. No pertenecen a Piscis pero nadie indicó
a quién responden.
Técnicos en seguridad del Gobierno dijeron que, en tren de buscar
errores, el chequeo del lugar donde aparecería De la Rúa
debió haberse realizado un día antes, apelando a lo que
en la jerga se llama la previa, con policías acompañados
de una persona del canal para identificar todos los puntos vulnerables
y planificar el modo de que nadie pudiera acercarse al Presidente en el
aire. El problema es que De la Rúa a veces suple la falta
de carisma con la reducción de la custodia para andar más
suelto, dijeron, transformando en crítica lo que el funcionario
mencionado antes daba como ventaja.
Ostuni prometió una reunión a nivel del Ejecutivo para
analizar lo que ocurrió y para que esto no pase nunca más.
Loperfido se
ataja ante una nueva guerra
Ahora son todos semiólogos
Por
José Natanson
Repetida mil veces
por las cadenas de noticias, la escena de Fernando De la Rúa reaccionando
ante el joven de HIJOS (y después equivocando el camino de salida),
fue observada con asombro por los funcionarios del Gobierno. Frente a
los que ayer señalaban como responsable a Darío Lopérfido,
el secretario de Cultura y Medios dijo a Página/12: De la
Rúa ya fue varias veces a Videomatch y nunca nadie dijo nada. Están
aprovechando para reavivar la interna.
La idea se gestó hace dos semanas, cuando el Presidente leyó
una larga lista de invitaciones y eligió la de Marcelo Tinelli
por dos motivos: porque conduce el programa con más rating de la
televisión y para disipar los rumores sobre su molestia con el
imitador que desde hace meses lo ridiculiza en la pantalla de Telefé.
El jueves por la noche, antes del programa, el Presidente y Chacho Alvarez
dialogaban en la Casa Rosada. Cerca del despacho presidencial, Darío
Alessandro y Chrystian Colombo tomaban café mientras esperaban
que finalizara la reunión.
Che ¿a quién se le ocurrió que De la Rúa
vaya a lo de Tinelli? ¿Te parece que conviene? preguntó
Alessandro.
No sé. Lo decidió con el equipo de comunicación
respondió Colombo. Poco después, cuando concluyó
la cumbre con Alvarez, Lopérfido, De la Rúa y su vocero
Ricardo Ostuni discutieron la mejor manera de aparecer ante las cámaras
de Telefé: la idea previamente convenida con Tinelli
era que, para terminar de una vez con los rumores sobre su enojo, el Presidente
saludara a su imitador con un abrazo y cruzaran algún chiste juntos.
Al final, la visita pensada como un diálogo distendido terminó
en escándalo. Y, más allá de las dudas sobre la seguridad
presidencial (ver aparte), hubo muchas críticas a la decisión
de aparecer en el programa.
Ostuni lo dijo por la mañana a Radio 10. Yo no era partidario
de que fuera. Cada uno tiene su imagen, su personalidad. Y al Presidente
se lo ha elegido precisamente por esa personalidad. Tiene la imagen de
un hombre académico, estudioso, reflexivo. Puede ir a un programa
humorístico, no es que lo tiene que eludir. Pero él es un
hombre para transmitir otro tipo de cosas. El tiene derecho a elegir dónde
concurre, pero mi apreciación a priori era que ése no era
el ámbito adecuado.
Consultado por Radio del Plata, Alessandro estuvo de acuerdo. A
mí es un programa que no me gusta mucho, y menos que vaya el Presidente,
cualquiera sea. A lo largo del programa, durante mucho tiempo, hubo un
tratamiento poco adecuado, no a De la Rúa sino al Presidente de
la Argentina. Entonces me parece que ir ahí es como haber convalidado
todo lo que pasó y dijeron de él antes. Yo no hubiera ido.
Casi todos los funcionarios coincidían. No debería
haber ido. De la Rúa no sirve para este tipo de programas. A pesar
de que hace esfuerzos, al final siempre parece acartonado y torpe,
explicaba un integrante del Gabinete. Por lo bajo, en los pasillos de
la Rosada se escuchaban cuestionamientos a los responsables de la Comunicación.
Están aprovechando para reavivar la interna. De repente parece
que son todos semiólogos, respondió Lopérfido.
El
back stage de la mejor sorpresa de Videomatch
Si algo puede salir mal, va a salir mal (Ley
de Murphy).
Por Carlos Polimeni
Un estudio de televisión
es para los profanos, y aun para muchos de sus profesionales, un lugar
sagrado. Cuando las luces rojas se encienden, porque un programa está
en el aire, todos miran hacia el lugar que la cámara dos toma preferencialmente.
El centro de un estudio de televisión es como un imán. Si
en él están el conductor del programa más visto y
el Presidente de la Nación, resulta casi imposible pensar que los
presentes miren hacia otra parte. Eso explica la insólita aparición
en escena, antes de su mutis forzado, del militante político que
solapeó al Presidente en el momento más alto de rating de
El show de Videomatch, cerca de las 22 del jueves. También
la seguridad estaba hechizada por el momento. El joven Ernesto Belli era
el único en el estudio C de Telefé que sabía que
aquel encuentro llegaría a la opinión pública con
un ingrediente sorpresa, su pedido por los presos por el asalto al cuartel
de La Tablada.
La estrategia comunicacional que terminó depositando al Presidente
en las barbas de Tinelli era doble. Por un lado como ocurrió
cuando fue al programa de Susana Giménez luego de la renuncia de
Chacho Alvarez a la vicepresidencia, utilizar la repercusión
del espacio como un modo de comunicación directa con el público,
a fin de transmitir un mensaje sereno y esperanzador. Por eso, el Presidente
saludó a la familia argentina y a la familia del conductor. Por
otro, intentar poner coto a las numerosas informaciones periodísticas
que señalaban que el Gobierno estaba especialmente molesto con
Tinelli por la caracterización que Freddy Villarreal hace del Presidente.
Al aparecer en el programa con un discurso sereno y de control de la situación,
De la Rúa minimizaría a su imitador, poniéndolo en
su lugar. Al final del programa, cuando el Presidente le tendió
la mano a Villarreal, diciéndole que como Figuretti estaba mejor,
esa parte de la estrategia quedó clara.
Pero se sabe que una cosa es el laboratorio y otra los partidos, que nunca
se ganan antes de jugarlos. El incidente con el joven Belli no sólo
politizó hacia un ángulo sorpresivo su aparición
en un programa de humor sino que, evidentemente, distrajo al primer mandatario,
que empezó a comportarse de modo errático, desconcentrado.
Es obvio que antes de empezar el programa había sido informado
del nombre de la esposa del conductor y de la edad de su hijo, y que en
el momento de mencionarlos se le traspapelaron las ideas. De la Rúa
lleva muchos años visitando programas de televisión, por
lo que sabe que un invitado no se va del piso hasta que no llegue el corte.
Si lo hizo, dejando a Tinelli con gusto a fósforo fue, debe suponerse,
por la turbación del momento. Que terminara errando la puerta de
salida, en lo que pareció una imitación de su imitador,
fue la coronación de una noche de bloopers. Claro que De la Rúa
había ingresado al estudio por una puerta como de nave espacial,
que cuando se retiró permanecía cerrada. ¿El operador
también estaba hechizado por estos seis minutos que conmovieron
al país?
Que Tinelli haya omitido cerrar el programa no fue un dato menor. El carismático
conductor terminaba un maratón había grabado dos programas
antes del que salía en vivo y pensaba que al llegar De la
Rúa al piso remataría una jornada positivamente inolvidable.
La situación a la que su invitado estrella quedó expuesto
le dolió en lo personal, y eso decía su cara cuando se fue
del canal sin hablar con nadie. En la mañana siguiente, ayer, suspendió
una conferencia de prensa por la que sus adláteres habían
llamado insistentemente a los periodistas y se enfrascó en la grabación,
por la tarde, de los dos programas que le permitirán tomarse vacaciones
desde hoy. En el cónclave con periodistas, Tinelli iba a anunciar
ayer que en el 2001 manejará una radio, en el 95.1 de FM, subcontratando
la licencia en poder del grupo mexicano cuyos intereses locales maneja
Daniel Grinbank. Es la radio que hoy se llama La Metro. En el piso de
El show de Videomatch siempre hay custodios, que salvaguardan
a Tinelli del público fanatizado así como evitan posibles
irrupciones en cámara de espontáneos deseosos de sus segundos
de fama. En el canal no se controla de forma especial al público
que ingresa por ejemplo, no se lo palpa de armas pero sí
hay una especie de selección por semblantes, que el joven Belli
logró sortear. El modo en que Tinelli insistía antes de
la aparición de De la Rúa en que hacer un programa en vivo
tiene sus riesgos, por ejemplo cuando a Alejandro Lerner no le funcionaba
un piano eléctrico, suena a profecía una vez analizados
los hechos que ayer eran comentario obligado en el Gobierno, los medios,
y la calle. Sí, un programa en vivo tiene sus contras.
El rating presidencial
El momento de la visita del presidente Fernando de la Rúa
al piso de El show de Videomatch resultó el de
mayor concentración de público frente a los televisores
de toda la jornada del jueves. El último bloque del programa
comenzó con 25 puntos y cerró 28.7, arrasando con
cualquier competencia posible. Como dato, basta mencionar que el
programa siguiente, Buenos vecinos bajó a 17.1
el rating de Telefé en los 15 minutos siguientes. El
show... midió 24 puntos de promedio, después
de haber heredado 18.6 de Hola Susana, el segundo programa
en cantidad de rating de la jornada.
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