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ISRAEL OFRECE CONCESIONES SIN PRECEDENTES A ARAFAT
¿Noche de paz en Palestina?

Durante las negociaciones de Washington, el canciller israelí, Shlomo Ben Ami, habría ofrecido a los palestinos soberanía sobre Jerusalén árabe, los lugares santos y más del 90 por ciento de Cisjordania y Gaza.

Un Papá Noel libanés entrega regalos a niños palestinos vestidos para el Día de Jerusalén.

“Estamos cerca de un acuerdo.” La declaración vino del mismísimo Yasser Arafat, y si bien algunos subordinados lo contradijeron tácitamente poco después, las señales ayer apuntaban a que un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos podría estar cerca de concretarse. En las negociaciones que se llevan a cabo en Washington, ayer se confirmó que los israelíes habían concedido a las exigencias palestinas sobre Jerusalén, incluyendo la soberanía sobre los lugares santos. Más sorprendente aún, el ministro de Relaciones Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, habría aceptado “en principio” la línea de 1967 (la frontera existente antes de la Guerra de los Seis Días) para delimitar al nuevo Estado Nacional Palestino. Con esto en mente, resultó algo disonante ayer el pesimismo que manifestaban los palestinos. Yasser Abed Rabbo, por ejemplo, declaró tajantemente que “estamos en una dura crisis y aún no hay acuerdo”. Un obstáculo podría ser la exigencia por el retorno de los refugiados palestinos a Israel, reivindicación rechazada tanto por ese país como por Estados Unidos.
Efectivamente, la cuestión de los refugiados fue siempre considerada lateral en contraste con las diferencias que supuestamente están a punto de ser resueltas. Según el diario israelí Haaretz, el plan presentado por Ben Ami acepta que la soberanía palestina llegue hasta la llamada “línea verde”, la frontera pre-1967. Israel se anexaría tres áreas compactas de asentamientos judíos cerca de la frontera, compensando a los palestinos con territorio israelí, incluyendo una ligera ampliación de la Franja de Gaza palestina. En total, los palestinos recibirían alrededor del 95 por ciento de Cisjordania.
El retorno a la línea de 1967 siempre fue tabú en Israel, en gran medida por cómo ese principio se aplicaría a Jerusalén. Es que fue durante la Guerra de los Seis Días que Israel conquistó Jerusalén Este (la Ciudad Vieja), donde se encontraba el Monte del Templo y el Muro de los Lamentos. Ayer no quedaba exactamente claro cómo sería el arreglo definitivo sobre la ciudad. Se sabe con seguridad que Israel reconocería la soberanía palestina sobre los barrios árabes, violando así el principio de Jerusalén como capital “única e indivisible” que esgrime la derecha israelí. También, aparentemente, se otorgaría a la Autoridad Palestina de Arafat la soberanía sobre la Explanada de las Mezquitas (lugar donde estalló la actual intifada). ¿Bajo quién quedaría el Muro de los Lamentos? Ben Ami enfatizó que buscaría asegurar el “vínculo especial” de su país con ese lugar sagrado, pero todavía no trascendió el arreglo preciso para hacerlo. Con todo, es una oferta considerablemente más generosa que la realizada en la cumbre de Camp David a fines de julio, que sólo prometía autonomía municipal para los barrios árabes.
Quizá como treta de negociación, quizá expresando una posición real, los palestinos no reflejaron ningún optimismo ayer acerca del curso del diálogo. El jefe de la delegación, Saeb Erekat, recalcó que “las diferencias persisten y la situación es difícil”. Más temprano, Yasser Abed Rabbo había advertido que existía “una situación de crisis”. Esto aparentemente se debió a una tentativa de Ben Ami para que Israel retuviera un 10 por ciento de Cisjordania, en lugar de cinco. En todo caso, los políticos palestinos en los territorios tampoco daban muchas señales de alegría. “No es correcto hablar de avances, no ha habido avances serios”, aseguró Nabu Abu Rudeina, un asesor de Arafat. Nabul Chaath, ministro de Cooperación Regional, fue sólo ligeramente más optimista: “Hay una voluntad de avanzar, pero todavía no hemos puesto nada sobre papel”. El más entusiasmado en el campo palestino parecía ser Arafat, e incluso él atemperó su pronóstico de que “un acuerdo está cerca” agregando que “hasta ahora no se ha logrado ningún resultado definitivo”.
Es un misterio exactamente a qué más podrían aspirar los palestinos. Algunas fuentes mencionaban el problema de los refugiados. En teoría, la Autoridad Palestina de Arafat exige formalmente el “derecho de retorno” de todos los refugiados que huyeron de Israel desde su fundación en 1948. Eso fue siempre inconcebible en la práctica, dado que esos 3,5 millones depalestinos alterarían dramáticamente el equilibrio demográfico en un país donde ahora hay cinco millones de judíos y un millón de árabes. Lo máximo que Israel contempla es un retorno muy limitado basado en la reunión de familias separadas durante el éxodo.
Por lo pronto, hoy los equipos de negociadores se reunirán con el presidente Bill Clinton en la Casa Blanca. La administración norteamericana está manteniendo una actitud muy cauta en este encuentro, evitando el voluntarioso intervencionismo que desplegó en Camp David. La secretaria de Estado Madeleine Albright visitó ayer la base aérea de Bolling, donde se llevan a cabo las negociaciones, para oír las evaluaciones sobre “adónde se encuentran y adónde van”. En cualquier caso, todos concuerdan en que no se convocará una cumbre entre Arafat y el laborista Ehud Barak hasta que haya un tratado redactado y acordado por ambas partes.

 


 

ATENTADOS SUICIDAS, MARCHAS, MUERTOS Y HERIDOS
La sangre como marco de negociación

Cuatro palestinos fueron muertos y al menos una israelí resultó gravemente herida ayer en Cisjordania y Gaza con ocasión de una jornada especial de lucha convocada por 13 organizaciones fundamentalistas y nacionalistas palestinas, para conmemorar el último viernes del mes sagrado del Ramadán y la Noche del Destino, en que Alá reveló el Corán a su profeta Mahoma.
Millares de soldados fueron puestos ayer en situación de alerta, especialmente en los accesos de Jerusalén, para tratar de impedir que los fieles musulmanes pudieran acercarse a la Mezquita de Al Aqsa. Los filtros policiales israelíes lograron parar a duras penas la avalancha, pero recibieron a cambio el ataque inesperado a pleno día de la guerrilla palestina, que los acosó en el control de A-Ram, el último hasta llegar a la Ciudad Santa, en el término municipal de Jerusalén en el Este.
La ofensiva de la Intifada palestina logró además ayer en plena jornada de lucha colocar uno de sus comandos suicidas en el interior del restaurante de un asentamiento cercano de Jericó, en el Valle del Jordán. En el ataque fue gravemente herida una colona judía del enclave de Mehola, y otras 13 personas recibieron heridas de diversa gravedad. La noticia del atentado fue recibida por gritos de jubilo de la comunidad palestina; “Mabruk”, exclamaban ayer en Ramalá mientras tiraban con sus armas al aire, al escuchar la noticia del atentado en la emisora La Voz de Palestina.
La jornada de lucha palestina se trasladó también a los campos de refugiados de Líbano, especialmente en Tiro, donde millares de personas salieron a la calle para solidarizarse con los luchadores de la Intifada. El movimiento fundamentalista de Hezbolá lanzó aquella misma hora a sus juventudes de voluntarios a manifestarse ante la frontera internacional de Israel. Era el prólogo de una gran movilización internacional que en todo el mundo árabe se está preparando para los próximos días.
Los últimos balances oficiosos aseguran que la Intifada cruzó el viernes la cifra de los 350 muertos, exactamente 356, de los que 302 son palestinos, 40 israelíes, 13 árabes israelíes y un alemán.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

La paz está al alcance

La paz en Medio Oriente está al alcance de la mano. De confirmarse las posiciones que está haciendo trascender la oficina del primer ministro Ehud Barak, el paquete de acuerdos que se está ofreciendo a los palestinos es el mejor y el más completo que puede esperarse jamás de cualquier gobierno del Estado de Israel: si los palestinos lo rechazan, simplemente estarán revelando que no aceptan la existencia de dicho Estado. Soberanía palestina sobre Jerusalén Oriental, autoridad palestina sobre la Explanada de las Mezquitas y un acuerdo que les concede más del 90 por ciento del territorio de Cisjordania y Gaza, con modificaciones mínimas respecto de las líneas fronterizas de 1967, significan bases más que suficientes para un Estado Palestino en todo el sentido de la palabra, e insistir en el derecho al retorno de los 3,5 millones de refugiados palestinos a Israel equivale a pedir que el Estado judío (de 5 millones de habitantes judíos y 1 millón de árabes) acepte cambiar su equilibrio demográfico, o sea a desnaturalizarse como Estado judío, o a convertirse en una repetición, tan inaceptable como históricamente inviable, del apartheid sudafricano. Porque las tasas de natalidad palestinas son mayores que las israelíes, y de aceptarse el derecho al retorno indefinido implicaría que Israel enfrentaría dentro de sus fronteras la misma situación por la que tuvo que retirarse de Cisjordania y Gaza.
De concretarse la paz con los palestinos, la paz con Siria sería poco más que cuestión de tiempo, ya que el gobierno de Damasco quedaría sin su principal ariete de desestabilización del Estado judío: el fundamentalismo islámico de organizaciones como Hamas –en Cisjordania y Gaza– o de Hezbolá –en Líbano–. Paralelamente, en Líbano están creciendo las voces de quienes, ahora que ha sido expulsado el invasor israelí, reclaman también que Siria retire la división de 40 mil hombres que tiene apostada en el valle del Bekáa, y que en las últimas semanas fue objeto de unos reagrupamientos que quizás apunten en esa dirección. Dentro de Siria misma, Bashar al-Assad puso fin esta semana a 37 años de estado de emergencia interior, lo que indudablemente es otro paso de distensión.
Pero la paz no está asegurada, y tiene una ventana de oportunidad muy angosta y en proceso de achique constante: los 30 días que le quedan a Bill Clinton como presidente de Estados Unidos. Porque el 6 de febrero son las elecciones israelíes y, si no hay acuerdo, el triunfo será del ultranacionalista Ariel Sharon. Por eso, la paz depende ahora de los palestinos.

 

 

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