Por Horacio Bernades
Parecería no existir
un cine menos vinculado con lo literario, entre otras bellas artes aparentemente
ausentes, que el de los hermanos Bobby y Peter Farrelly, realizadores
de Tonto y retonto, Loco por Mary y la reciente Irene, yo y mi otro yo,
películas que para muchos representan verdaderos epítomes
del mal gusto y la grosería. Dejando esa discusión para
más tarde, no hay más que consultar las fichas técnicas
de sus películas para constatar que los Farrelly no sólo
las dirigen sino también las escriben. Primer indicio de que lo
de ellos no se limita a plantar la cámara para registrar fluidos,
flatulencias y otros ataques a la pacatería media. En librerías
puede conseguirse Outside Providence, novela de marcado acento autobiográfico
escrita por Peter Farrelly, sin rastros de secreciones mi mucosidades.
Hace un par de años se conoció en Estados Unidos, impulsada
seguramente por el fabuloso éxito en boleterías de Loco
por Mary, la versión cinematográfica de esa novela, dirigida
por Michael Corrente sobre guión del autor.
Con el título Lejos de Providencia, el sello Gativideo acaba de
editar Outside Providence, que no se estrenó en cines argentinos.
Para los seguidores de los hermanos, la película representará
una oportuna addenda. Si sus horrorizados detractores pudieran superar
el prejuicio y verla, quizás empezarían a cuestionar algunas
certezas. O no. Como todas las películas de los Farrelly, Lejos
de Providencia hace pie en una América vulgar y sin relieve, emblematizada
en esta ocasión por el pueblito de Pawtucket, en Rhode Island.
La acción tiene lugar en los primeros 70, pero ni Peter Farrelly
ni Michael Corrente parecen dispuestos a perder el tiempo en ningún
detalle de época que no sea la música que se oía
por entonces en cualquier radio. Nada de exquisiteces: Badfinger y cosas
por el estilo. Tim Dunphy es un chico de clase media baja que no sabe
qué cuerno hacer con su vida. Tiene un padre de permanente gomina
y no precisamente progre, que se la pasa jugando al póquer
con amigos, tomando cerveza o viendo cualquier cosa por la tele. La máxima
muestra de afecto hacia su hijo es llamarlo, vaya a saber por qué,
Consolador. Puro bíceps y voz raspada, Alec Baldwin
nunca estuvo mejor.
Pero Tim no tiene sólo un padre. Tiene una madre a la que nunca
conoció y una barra de amigos entre quienes se destaca el bien
llamado Drugs Delaney (el abombamiento general de la barra
y sus largas horas tirados recuerdan enormemente a los protagonistas de
la serie That 70s Show). Tim tiene también un
perro y un hermano menor. El perro no sólo carece de una pata,
sino que además es tuerto y lleva un parche sobre el ojo izquierdo.
En cuanto a su hermano Jackie, un accidente estúpido lo dejó
para siempre en silla de ruedas. Cinco de cada diez harían de Jackie
y el perro sendos objetos de piedad. Los otros cinco los convertirían
en ejemplo de algo. En el planeta Farrelly, no hay lugar para ninguna
de esas ñoñerías, como bien lo evidencia la escena
de presentación. Primero se ve a Tim andando en bici. Luego viene
Jackie, en silla de ruedas, enganchado de la bici mediante
una cuerda y repartiendo el diario. Detrás, cojeando, el perro
tuerto.
Podría pensarse (y esta discusión es clave para entender
el humor de los Farrelly) que se trata de humor muy pero muy negro, tomando
a los más débiles de punto, a lo Tinelli. Otros
posibles ejemplos: el perro incinerado o los oligos de Loco por Mary,
el enano negro o la vaca fusilada de Irene, yo y mi otro yo. Lejos de
Providencia confirma que de lo que se trata es de esa forma de complicidad
en la que a alguien se lo carga por su talón de Aquiles,
por la sencilla razón de que ese talón de Aquiles es lo
de menos. Por si faltara mayor explicitación, Tim Dunphy lo dice
en off, en un pasaje de Lejos de Providencia: Jamás permitiría
que mi hermano sintiera pena por su condición. De allí
también la violación que tanto esta película como
el cine de los Farrelly en generalrepresentan para la corrección
política: mientras que, al respetar al más débil
lo que las buenas maneras hacen es mantener las diferencias, estos hermanos
ejercen la mejor forma de democracia, tomándole el pelo a cualquiera.
Porque ellos son cualquiera. Como lo es, aquí, su alter ego Tim
Dunphy, chico de clase media baja de un pueblito gris de Rhode Island.
Que parecería no tener nada destacado, salvo el simple y bello
hecho de ser una persona.
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