Por Irina Hauser
Ni los intentos de Raúl
Alfonsín surtieron efecto. El ex presidente quiso convencer al
ministro de la Corte Suprema Augusto Belluscio de que repensara su voto.
Pero su viejo aliado adhirió al rechazo de la mayoría del
alto tribunal del recurso extraordinario presentado por el Estado para
que se concediera la apelación a los presos por el ataque al cuartel
de La Tablada. A pesar de que ya conocía el resultado que se perfilaba,
el Gobierno sufrió una desilusión. Hasta último momento
había reinado la esperanza de que los supremos le dieran un gesto
de respaldo y lo salvaran de asumir la responsabilidad directa sobre la
situación de los detenidos, que llevan 111 días de huelga
de hambre. Por ahora habrá un poco de silencio, anunció
un colaborador de la Casa Rosada.
El Gobierno quiso pero no pudo. Al menos eso es lo que le dijeron, compungidos,
a Página/12, dos encumbrados allegados a la Casa Rosada que siguen
el tema de cerca. La Corte se olvidó de que con la gestión
de la Alianza convino mantener respeto institucional recíproco
y emitió un fallo jurídicamente muy débil que es
un papelón internacional, reprochó uno de los funcionarios.
A lo que un allegado al alto tribunal replicó: El gran papelón
es del Congreso, que no reformó la ley para habilitar la doble
instancia judicial y, ante todo, del Ejecutivo, que tanto amagó
con un decreto de necesidad y urgencia y ahora no sabe cómo seguir.
La clásica pero rara vez cumplida promesa sobre la
independencia de los tres poderes fue eje de los primeros discursos del
presidente Fernando de la Rúa. Un gesto que, en el plano judicial,
abría la esperanza de renovar los tribunales adictos engendrados
por la gestión anterior. Con el tiempo quedó claro que el
gobierno de la Alianza no movería ni invitaría a correrse
de su lugar a ningún ministro de la Corte. Y como dicta la tradición,
pronto el alto tribunal pareció experimentar una tendencia a oficializarse
y deshacer su vieja mayoría automática leal al ex presidente
Carlos Menem que hizo respirar a los gobernantes cuando avaló el
recorte salarial a mitad de año. El diálogo bastante fluido
que mantienen funcionarios y operadores con algunos supremos elevó
las esperanzas para el caso de la Tablada. Pero el jueves no les fue lo
bien que esperaban.
Una teoría que maneja un sector de la administración aliancista
es que se hicieron todos los intentos posibles para que la Corte fallara
a favor del recurso presentado hace dos semanas por el procurador del
Tesoro, Ernesto Marcer, para que se les concediera la segunda instancia
a los presos del MTP. Es que el Estado, explican, pretendía poder
así cumplir con las recomendaciones que la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) formuló para la Argentina en 1997. Y
cundió la desesperación cuando se supo que el tribunal estaba
dividido cuatro a cuatro y definiría el voto de Adolfo Vázquez
a su regreso de Punta del Este. Uno de los funcionarios consultados aseguró
que:
El ministro de Justicia, Jorge
de la Rúa, hizo gestiones en la Corte en los días previos
al fallo. El hermano del Presidente tiene diálogo habitualmente
con el presidente del tribunal, Julio Nazareno, y tal vez habló
con alguien más, señaló.
Marcer, dijo el informante,
también visitó despachos de la Corte. Aunque un colaborador
del procurador del Tesoro desmintió esa versión. Sólo
fue a presentar el escrito, nada más, señaló.
Hasta el ex presidente Alfonsín
intentó que Belluscio cambiara el voto con que rechazaría
la doble instancia.
Según una versión
proveniente de la Corte, cuando el jueves pasado los ministros estuvieron
a punto de volver a postergar el acuerdo a pedido del juez Gustavo Bossert,
que quería estudiar el voto mayoritario, un llamado de la Casa
de Gobierno habría hecho reanudar la reunión.
La otra hipótesis que circula es que el Gobierno sabía que
el resultado sería contrario al recurso y era precisamente eso
lo que buscaba. De esa manera podrían volver a presionar al Congreso
e insinuar a la CIDH quemandara una nueva advertencia para que se cumpla
la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) incorporada
a la Constitución.
Sea lo que sea, no deja de llamar la atención que el Gobierno
no haya hecho nada antes, que haya esperado una situación límite
en el Congreso para asumir un rol más activo. ¿Por qué
fue así? le preguntó este diario a uno de los funcionarios
consultados.
Porque no se nos ocurrió contestó fastidiado.
Lo único que puedo decir es que la Corte se perdió
una preciosa oportunidad de legitimarse y de quedar más que bien
internacionalmente. Pero bueno, parece que han decidido rendirle tributo
al pasado y dejar aislado al Presidente en la toma de decisiones,
añadió después de un silencio largo. A su razonamiento
agregó un paralelo entre lo que ocurrió en el Congreso,
donde los bloques opositores con el PJ a la cabeza habían prometido
dar quórum para tratar la reforma necesaria de la Ley de Defensa
de la Democracia (que limita la apelación), y el voto de los antiguos
menemistas de la Corte. Desde un despacho de otro edificio, el otro portavoz
que dialogó con Página/12 coincidió: No sé
si los ministros votaron desde el punto de vista de sus convicciones técnicas,
es casi la vieja mayoría automática menos uno. Detrás
de esto hay otra cosa, en todo caso operaron desde el otro lado.
En efecto, Nazareno, Belluscio, Eduardo Moliné O`Connor, Guillermo
López y Adolfo Vázquez argumentaron en el fallo del jueves
que el Estado no estaba legitimado para actuar, que el asunto es cosa
juzgada y que debería haber sido resuelto por el Congreso. También
dijeron que las sugerencias del CIDH y los compromisos internacionales
no implican decisiones vinculantes para el Poder Judicial.
E incluso señalaron que el artículo de la Constitución
que incorpora la CADH y habla del derecho a apelar se limita a garantizar
que la condena proviniese del tribunal superior en grado y no de
uno inferior, y que cualquier otra interpretación choca con
la propia Carta Magna. Y que, por todo esto, no hay riesgos de que el
Estado incurra en alguna responsabilidad de carácter internacional
en mérito de la actuación del Poder Judicial en este caso.
Los opositores a estos argumentos fueron Bossert, Enrique Petracchi, Carlos
Fayt y Antonio Boggiano. No sólo consideraron la legitimación
del Estado para actuar sino que, en algunos votos, recordaron que la Corte
ya reconoció la doble instancia en casos como el del propio líder
del MTP, Enrique Gorriarán Merlo, declarando inconstitucional parte
de la Ley de Defensa de la Democracia.
Por lo pronto, el Gobierno decidió no hacer nada más. A
lo sumo rezar para que el justicialismo le dé quórum en
algún momento para el debate parlamentario. El decreto de necesidad
y urgencia quedó descartado por inconstitucional. Lo mismo con
el indulto o la conmutación de penas. El parte de salud sobre los
presos del Ministerio de Justicia dice que en promedio adelgazaron 20
kilos.
Riesgosa incitación
Las declaraciones del doctor Vázquez suenan como
una riesgosa incitación a continuar con la huelga de hambre,
en momentos en que el Gobierno realiza todos los esfuerzos a su
alcance para que el país cumpla con la recomendación
de la CIDH y consecuentemente los detenidos por los sucesos de La
Tablada desistan. La declaración del presidente Fernando
de la Rúa fue la respuesta a afirmaciones del juez de la
Corte Suprema Adolfo Vázquez en un reportaje. Hablando en
Radio 10, el magistrado puso en duda que los detenidos estén
realmente en huelga de hambre, diciendo que si en verdad están
ayunando, ya tendrían que figurar en el libro Guinness.
El vocero presidencial, Ricardo Ostuni, afirmó ayer que los
dichos de Vázquez han causado honda preocupación.
Más allá de las razones jurídicas que determinaron
el voto decisivo del doctor Vázquez para rechazar el recurso
presentado por el Gobierno, no parecen prudentes sus declaraciones,
por las graves consecuencias en que podrían derivar.
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OPINION
Por Graciela Rosenblum
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Una condena a muerte
Hace doce años fueron juzgados por una ley inconstitucional
desde que fue aprobada por los mismos que ahora temen hacerse responsables
de sus actos. Hoy el Gobierno, en particular el presidente de la
Nación, Fernando de la Rúa, tomó una decisión:
los condenó a muerte, al no hacer uso de la facultad constitucional
de conmutarles las penas. Estos presos políticos están
cumpliendo 111 días de huelga de hambre. Nuestro Presidente
quiere ser como Margaret Thatcher, pero parece que no se dio cuenta
de que el mundo ha cambiado. Es ese mundo y las organizaciones del
movimiento popular argentino quienes le reclamamos la inmediata
libertad de estos detenidos. Nadie puede decirse demócrata
cuando se tiene una actitud asesina. En definitiva, cuando se es
incapaz de reparar el dolor de estos presos y sus familiares, cuando
se hace oídos sordos al dolor de nuestro pueblo.
* Copresidenta Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
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