Por José
Natanson
Antes estaba en la cocina
del poder, ahora estoy en el patio, dice Alberto Flamarique a sus
amigos. En realidad, el hombre que en pocos meses pasó de funcionario
estrella a símbolo de la crisis de la Alianza sigue bastante cerca
del Gobierno y habla seguido con Fernando de la Rúa, con quien
hace poco comió en su quinta de Pilar. En cuanto al Frepaso, desde
aquellos días fatales Flamarique ha sido virtualmente excomulgado
por Carlos Chacho Alvarez, con quien cortó el diálogo.
Sin embargo, quizás no todo esté perdido para el ex ministro
de Trabajo: dos semanas atrás almorzó en su departamento
del Congreso con Darío Alessandro, uno de los hombres más
cercanos al ex vicepresidente. ¿Será, como piensa un radical
que lo aprecia, el principio de la vuelta de Flamarique al poder?
Lo del mendocino es para el Guinness: llegó al Frepaso con José
Bordón y se quedó con Alvarez, quien lo convirtió
primero en su operador político de confianza y después en
ministro de Trabajo. Rápidamente se convirtió en un funcionario
importante, le dio a De la Rúa una de sus primeras victorias políticas
con la sanción de la Reforma Laboral y se ganó la admiración
del Presidente, a punto tal que estuvo cerca de ser ascendido a jefe de
Gabinete. Después, con el escándalo del Senado creciendo
como una bola de nieve, Flamarique se distanció de Chacho y se
transformó por su responsabilidad política, porque
nadie lo vinculó nunca seriamente con las coimas en un emblema
de la crisis de la Alianza. Tuvo que renunciar aquel 5 de octubre, luego
de que se conociera el portazo de Chacho, en un intento tardío
y frustrado por descomprimir la situación.
Hoy, Flamarique divide la semana entre su departamento del Congreso y
su casa de Mendoza. Trabaja ahí, con tres celulares arriba de la
mesa y su perra una caniche simpatiquísima de nombre Praga
dando vueltas alrededor. Los que lo han visitado en los últimos
meses dicen que se lo ve locuaz como siempre, disparando las mismas frases
contundentes, sólo que menos hiperquinético y un poco más
cansado.
Es que a diferencia de otros ex funcionarios delarruistas como Fernando
de Santibañes o Ricardo Gil Lavedra, Flamarique no se refugió
en el sector privado. Sigue conectado con la política, su pasión
de toda la vida.
Tiene cosas que hacer; conserva funcionarios y legisladores que le responden.
Su mujer, la diputada nacional por Mendoza Cristina Zuccardi, y el diputado
Alberto Briozo suelen consultarlo a diario. Habla y se reúne con
algunos sectores del Frepaso (del partido PAIS que quedaron luego de la
salida de Bordón) y con Daniel Anglada, que fue su jefe de Gabinete
en el Ministerio y hoy preside la Superintendencia de Riesgos de Trabajo.
Al mismo tiempo, Flamarique mantiene un fluido contacto con hombres claves
del poder. Habla seguido por teléfono con el Presidente, que lo
llama para intercambiar opiniones y puntos de vista. Lo vio hace poco,
en una comida de la que también participó su amigo, el jefe
de la Cámara de Diputados, Rafael Pascual, y otros dirigentes radicales.
Fue un encuentro amistoso, en la quinta del Presidente en Pilar. Hay también
un dato que indignará a más de un frepasista: desde que
renunció, Flamarique ha dialogado bastante con Enrique Coti
Nosiglia, enemigo jurado de Chacho.
Pero a pesar de que mantiene la relación con buena parte de Gobierno,
Flamarique rompió el diálogo con Alvarez y con la mayoría
de los frepasistas desde su renuncia. La acusación repetida por
el chachismo más rancio es que, en los días previos a la
tormenta, el mendocino habría intentado aprovechar los cambios
de Gabinete para crear una línea interna del Frepaso alejada del
vicepresidente. Estaba todo hablado con Nosiglia, De Santibañes
y Antonio, aseguran en el entorno de Alvarez, en referencia a los
tres hombres que habrían aconsejado a De la Rúa desacreditar
a su vice como parte de una estrategia para fortalecer su autoridad. Si
fue así (él lo niega), Flamarique erró el cálculo:
no previó la renuncia de Chacho, ni mucho menos el alineamiento
automático de todo el partido con la decisión del jefe máximo.
Son los dirigentes del chachismo más puros los que le quitaron
el saludo. Los mismos que, en aquellos días fatales, amagaron con
un proyecto para expulsarlo del Frente Grande. Sin embargo, no hubo tiempo
(o ganas) de motorizar la iniciativa, que se fue diluyendo. Hoy, el mendocino
no sólo sigue afiliado sino que integra la mesa de conducción
del partido, de la cual por razones obvias ya no participa.
Igual, la bronca parece no haberse aplacado. Los integrantes de la mesa
directiva del Frente Grande recibieron esta semana una carta invitándolos
a una reunión que se concretará este miércoles en
la Casa del Frente. En el orden día, el primer punto es la evaluación
de la situación nacional del FG. El segundo, la evaluación
de la situación de Mendoza, un eufemismo para hablar de la
posible intervención del distrito, cuyo presidenta no es otra que
Zuccardi, la esposa de Flamarique. La carta lleva la firma de Carlos Alvarez.
De todos modos, quizás la historia no esté cerrada. Un importante
dirigente frepasista aseguró a este diario que, aunque sea a mediano
plazo, Flamarique podría recuperar algunas función en el
Ejecutivo, quizás como asesor o para alguna misión de bajo
perfil en el extranjero. Podría ser una señal de su futura
vuelta al Gobierno.
En este sentido, no es casual la reunión que Flamarique mantuvo
con Alessandro hace dos semanas en su departamento del Congreso. Fue una
charla larga, en la que el mendocino criticó duramente la actitud
de Alvarez, la decisión de dejar el Gobierno y sus movidas posteriores,
como el proyecto ya abandonado para crear un confuso movimiento
apartidario. La solicitó Alessandro por pedido de Chacho,
sostienen en el Frepaso.
Habrá que esperar para ver si la reunión con Alessandro
y los contactos con funcionarios y legisladores significan el principio
de la vuelta de un hombre que, en realidad, nunca se fue del todo.
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