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�La ETA no es un grupo de izquierda�

Hace poco el filósofo español Fernando Savater recibió el premio Sajarov en representación de ¡Basta Ya!, una organización no gubernamental que se ha levantado contra la campaña de asesinatos de la organización separatista vasca ETA. En entrevista exclusiva con Página/12, Savater explica su posición.

Por Eduardo Febbro
Desde París

“El hombre no es libre, nació para liberarse”, dice Fernando Savater citando esta frase de Hegel que bien podría servir de preámbulo a su vida actual. A sus 53 años, el filósofo español, que acaba de recibir, en nombre de su movimiento cívico ¡Basta Ya!, el premio Sajarov del Parlamento Europeo, vive poco menos que como Salman Rushdie: los separatistas de ETA le pusieron precio a su cabeza y Savater no sale sin sus guardaespaldas ni a comprar cigarrillos a la esquina. Insultos, amenazas, graffitis pintados en los muros al estilo de “Savater el fascista español” son el pan cotidiano con el que los jóvenes independentistas radicales lo “saludan” cada mañana. Savater confiesa que vivir protegido es algo “que achica la vida, que le extrae mucho de su frescura”. Pero no se rinde. Principal animador del colectivo civil vasco ¡Basta Ya!, Savater fue recompensado con el premio Sajarov por la militancia a favor de la paz que el grupo protagoniza desde hace un año. ¡Basta Ya! nació con un grupo de ciudadanos de distintos orígenes que se unieron en lo que Savater define como “el rechazo al terrorismo criminal de ETA y el apoyo explícito al Estado de derecho español”.
El autor de La Infancia Recuperada y Etica para Amador no necesita limar sus palabras para referirse a la ETA y a los nacionalistas: “Nos negamos a sustituir el Estado de los ciudadanos por el Estado de las etnias. En el País Vasco, en plena Europa democrática, tenemos actualmente docenas de Salman Rushdie”.
Eufórico, conversador incansable, insaciable en su curiosidad, Savater parece tener el arte de no tomarse nunca en serio. Sin ningún tapujo admite que, “en el fondo, mi verdadera especialidad son las carreras de caballos. El resto son hobbies”. Prueba de lo que afirma es su “nostalgia por Buenos Aires” y ese “no sé qué” que le ha quedado por no haber podido ir este año a Buenos Aires para ver una buena carrera de caballos en “Palermo o en San Isidro. Por culpa del premio Sajarov me quedé sin ver el Pellegrini”.
–¡Basta Ya! nació como una red cívica en contra de la locura asesina de ETA. Sin embargo, más allá de la condena misma, ustedes anhelan ir más lejos.
–Nosotros condenamos desde luego la locura asesina de gente que en una democracia con todos los mecanismos de validez, de contraste y de garantías utilizan el asesinato en vez de utilizar los medios democráticos. Pero lo que nosotros queríamos hacer es buscar las causas de todo esto. Claro, no se trata de una cosa que ocurra por capricho o por pura casualidad. No, esto se debe a una forma de educar, a un contexto político, a unas circunstancias ideológicas que conviene marcar, de lo contrario condenamos la violencia pero ésta se seguirá reproduciendo. Pero también estábamos hartos de ser únicamente víctimas silenciosas y respetuosas. Ahora queremos salir a la calle y perturbar el silencio cómplice. Queremos vivir en paz pero también en libertad. Yo le puedo asegurar que hoy, en el País Vasco, impera el miedo, como en los peores momentos de la dictadura franquista.
–¿Pero qué explica que una causa como el nacionalismo vasco llegue a tales extremos?
–Para mí, las causas se dan en el contexto que el nacionalismo ha impuesto en el País Vasco. Nosotros esperábamos que a partir de la democracia, al final de la dictadura, el nacionalismo se convirtiera en un elemento integrador, que llegara a limar sus aristas de enfrentamientoentre comunidades, de enfrentamiento con lo español, y se convirtiera así en una forma de integración a la armonía social. Desgraciadamente, ni por la educación, ni por la información ni por el contexto humano y social habitual ocurrió lo que esperábamos sino todo lo contrario. La oposición se ha ido radicalizando y en ese radicalismo es donde crecen, nacen y se alimentan los violentos.
–Hay como una suerte de juego mesiánico, de iluminados, que la ETA hace con los jóvenes.
–...Ocurre que hoy la violencia es... bueno, la juventud es una época truculenta, aventurera, radical, y entonces la violencia, la guerrilla, en este caso el terrorismo, es un banderín de enganche para una serie de jóvenes educados en unos principios determinados que buscan la solución mágica a sus problemas en esa especie de radicalización.
–Usted está entre los que se oponen a una suerte de solución del tipo irlandés.
–Efectivamente, la paz sólo es posible si ETA se disuelve. Jugar la carta del pacifismo blando no conduce a nada.
–Usted ha encarnado tanto la oposición a la violencia nacionalista ciega como cierto modelo económico, todo eso combinado con un trabajo filosófico, de difusión filosófica, de largo alcance. Pero en sus últimas intervenciones sobresale cierta denuncia contra quienes mantienen una visión romántica de la ETA.
–Bueno, lo que pasa es que a mí me ha parecido extraño que movimientos como ETA, como el terrorismo nacionalista y separatista, hayan sido mirados como elementos de izquierda. Me espanto cuando viajo por Europa y veo que hay gente que persiste en considerar a ETA con cierta simpatía, como si fuera una simpática guerrilla que forma parte del movimiento antimundialización, es decir, como un grupo de izquierda. Yo creo que la verdadera izquierda, o sea la que trata de mejorar las condiciones de vida de las personas, la que trata de igualar y de acabar con las grandes zonas de explotación y con las grandes injusticias sociales, pues esa izquierda también tiene que acabar con esa injusticia que es la violencia y la privación de libertades para muchos ciudadanos. Creo que tiene que haber una continuidad: una persona que se opone a los abusos de los poderosos en el terreno económico también debe oponerse a los abusos en el terreno de las libertades y de la política.
–¿Existe un sentido diferente que se le pueda dar a esa izquierda en este fin de siglo y de milenio luego de tantas travesías y errores?
–Claro que sí. La idea de que lo común entre los hombres es más importante que lo que corresponde sólo a unos cuantos, a unos pocos, la idea de que hay que buscar unas fórmulas que permitan salvarse en conjunto y no simplemente que unos cuantos logren salvarse dejando grandes zonas, grandes partes de la humanidad arrojadas a sus azares y al destino inmisericorde, pues creo que esa idea sigue siendo válida hoy. No sé si hay que llamarla izquierda o pensamiento progresista, pero creo que hoy hay un lugar para quien, en vez de ser puramente el que busca lo cuantificado y lo cuantificables, también busca lo cualitativo.
–¿Qué forma, qué enunciado tendría esa ética de izquierda?
–La ética es una reflexión sobre la libertad humana, es una búsqueda de lo mejor en compañía, que es lo mejor en compañía de los otros, y eso tiene muchos registros y niveles. Merece la pena reflexionar tanto sobre la ética como sobre la política. No olvidemos que muchas veces estas cuestiones son políticas. Pero para ir al grano, simplemente creo que lo que se condensa en el respeto a una dignidad humana que de alguna manera se analiza en esos principios llamados los derechos humanos es lo que tenemos más próximo para entendernos, para comprender, más allá de arbitrariedades o curiosidades académicas, lo que entendemos por ética.
–Alguien me contó que por recibir el premio en Estrasburgo usted renunció a esa pasión que tiene por Buenos Aires... una ciudad llena de recuerdos.
–Tengo muchos recuerdos y excelentes amigos en Buenos Aires. Pero para ser honesto mis recuerdos suelen ser hípicos porque yo soy muy burrero y me gustan mucho las carreras de caballos... Entonces, bueno, tengo recuerdos de Palermo, de San Isidro... Y precisamente, la semana en que yo estaba recibiendo el premio en Estrasburgo se corría el Pellegrini en Buenos Aires. Este año tuve que suspender el viaje por el premio. En el fondo, mi verdadera especialidad son los caballos.

 

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