Por Felipe Yapur
Con fuertes discursos críticos
a la gestión del gobierno de Fernando de la Rúa, los diputados
disidentes de la Alianza lanzaron ayer el nuevo espacio de participación
que denominaron Argentinos por una República de Iguales
(ARI). Uno a uno, y a su manera, los legisladores reafirmaron lo escrito
en un documento allí presentado, donde acusan al Presidente de
aceptar las indicaciones del establishment que permitió
dilapidar el impulso obtenido con la victoria de octubre.
A modo de respuesta, este nuevo grupo plantea revertir el modelo
económico y social perverso.
Algo más de 800 personas colmaron el salón La Argentina
del Paseo de la Plaza. Todos aplaudieron a rabiar a Alfredo Bravo, Jorge
Rivas y Héctor Polino del socialismo democrático, al justicialista
disidente Juan Domingo Zacarías, a los dirigentes Osvaldo Alvarez
Guerrero y Manuel Herrera. Pero el salón literalmente estalló
en vítores cuando ingresó la diputada radical Elisa Carrió.
Los aplausos continuaron cuando se leyeron las adhesiones de los diputados
aliancistas Alicia Castro, Eduardo Macaluse, Jorge Giles, Federico Soñez
y Ramón Torres Molina. El único miembro presente del grupo
rebelde fue Gustavo Cardessa.
En su gran mayoría, los miembros del grupo fundacional remarcaron
que lo que se buscaba con esta propuesta era reivindicar la política
como instrumento de transformación de la sociedad y el Estado
y no generar un espacio meramente electoral. Esto se vio también
reflejado en el documento que presentaron. Pero, sin duda, las diferentes
realidades políticas de sus integrantes determinan distintas facilidades
de movimientos y posiciones con respecto al futuro de esta convocatoria.
Por un lado están los socialistas democráticos, quienes
además de criticar la política económica del Gobierno,
no ocultan su deseo de que esto se convierta en una herramienta electoral.
Polino lo dijo sin pelos en la lengua: Lo que está por venir
no lo para nadie, es una nueva alternativa política. A renglón
seguido acusó directamente a De la Rúa de profundizar
el modelo conservador que impuso el menemismo.
Rivas, en tanto, centró su discurso en el cuestionamiento a quienes
forman parte del club de los discursos distribucionistas cuando
están en campaña y después hacen el ajuste,
para agregar que es imposible hacer política desde la claudicación
y la entrega.
El último socialista en hablar fue Bravo, que poco después
sufrió una descompensación por el calor y fue llevado de
urgencia a un hospital donde enseguida le dieron el alta. Su discurso
giró alrededor de la necesidad de restablecer la confianza en la
gente tras la frustración que sufrieron luego de votar a la Alianza.
Criticó con dureza al Frepaso, al que consideró una
confederación de partidos, pero que no funcionó como tal
sino que primó un discurso autoritario, donde unos pocos tenían
la verdad.
Obviamente, Carrió no tiene esa misma libertad. O, al menos, no
le conviene por ahora utilizarla. Será por eso que, a su turno,
la legisladora chaqueña aseguró que es preciso dar batalla
dentro del partido. Una batalla que no dio por perdida. Y para reafirmar
su posición, se preguntó: ¿Por qué Fernando
de Santibañes tiene que estar en el radicalismo y no nosotros?.
Se tienen que ir los traidores, se respondió. Pero
allí no terminó la Carrió. Inmediatamente lanzó
un llamado a combatir la corrupción que existe entre el sector
privado y el público, y opinó que es preciso
que el presidente del Banco Central, Pedro Pou, esté preso.
Mientras cada uno desgranaba sus discursos, abajo, entre la gente, se
acomodaba una concurrencia mayoritariamente socialista. Pero también
había dirigentes sociales, sindicales y políticos. Sentados
en las primeras filas estaban Luis Farinello, la monja Martha Pelloni,
el titular de la CTA, Víctor De Gennaro; la defensora del pueblo
porteño, Alicia Oliveira; y Laura Bonaparte, integrante de Madres
de Plaza de Mayo, Línea Fundadora.
CON
UNA PISTOLA EN LA ROSADA
Sólo una falsa alarma
No pasó de un susto.
Un hombre intentó ayer por la mañana ingresar a la Casa
Rosada, pero fue detenido cuando se descubrió que llevaba una pistola
calibre 22. Después, se comprobó que el arma estaba fuera
de uso, por lo que el hombre fue liberado.
Juan Pablo Ramón Vargas Cuenca, un obrero paraguayo de 40 años,
quiso ingresar ayer por la mañana a la Casa de Gobierno. Según
contó más tarde, su objetivo era anotar en la oficina de
padrinazgo a su séptimo hijo varón. De acuerdo con la tradición,
el Presidente puede aceptar ser el padrino del séptimo hijo varón
de un matrimonio que viva en la Argentina.
Pero, cuando traspasó el detector de metales, se le descubrió
la pistola y un cuchillo, por lo que la policía lo detuvo y lo
trasladó a la seccional 2ª. Según dijeron fuentes policiales,
Vargas Cuenca explicó que tenía el arma para tirarla
porque había descubierto que sus hijos estaban jugando con eso,
por lo cual tomó una maza la golpeó hasta inutilizarla y
la guardó en el bolso para tirarla en un lugar apropiado.
En efecto, al revólver le faltaba el gatillo, el martillo y el
tren de fuego. En cuanto al cuchillo, la explicación de Vargas
Cuenca fue que lo usaba habitualmente para almorzar.
Al final, la cosa no pasó a mayores y el hombre fue liberado. Su
único castigo será una infracción al Código
de Convivencia Urbana.
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