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“LOS ANGELES DE CHARLIE”, EL FILM
La tontería sin culpa

La versión en cine de la clásica serie televisiva �único estreno de hoy� impresiona como una comedia de artes marciales con bastante de parodia �à la� Austin Powers de los films de espías tipo James Bond.

Por Horacio Bernades

“Es sólo otra película basada en una vieja serie”, se dice de entrada en Los ángeles de Charlie, de tal modo que nadie pueda quejarse de que no se le avisó. La frase más autoirónica que se ha pronunciado en cine desde que el villano de Misión: Imposible 2 se burlara de la estúpida sonrisa de Tom Cruise convierte a lo que pudo haber sido otra-vacua-película-basada-en-una-serie (recordar Jim West, El santo, Los vengadores...) en un film absolutamente autoconsciente de su origen. El origen: aquella serie en la que Farrah Fawcett, Kate Jackson y Jacklyn Smith combatían al crimen entre mucho brushing y melenas al viento. De allí en más, Los ángeles... se dará el gusto de ser fiel a la serie tomándole todo el tiempo el pelo (nunca más apropiada la expresión) y sin dejar de traicionarla jamás. Si la serie era tonta y punto, la película es tonta porque se le canta, y en esa libertad ganada reside el goce de la película más disfrutable que haya dado Hollywood desde... Misión: Imposible 2, justamente.
Tirándose a la pileta del absurdo y con Bill Murray incrustado allí como máximo emblema, Los ángeles... podría definirse como una fusión entre comedia de artes marciales, llena de patadas voladoras y coreografías à la Hong Kong (con el asiático Yuen Cheung Yan a cargo de las escenas de acción) con parodia-Bond à la Austin Powers. Producida por Drew Barrymore, luego de una larga búsqueda de figuras, en que tallaron los nombres de Catherine Zeta-Jones, Liv Tyler, Jennifer López, Penélope Cruz, Michelle Yeoh y hasta Lauryn Hill, la película es un festival de chicas de golpes propinar. Drew es aquí Dylan (¿algún torcido homenaje?). Sus laderas: la restallante Cameron Díaz, como Natalie (el papel que originalmente le cupo a la Fawcett) y la oriental Lucy Liu, como Alex. Hasta tal punto se ríe la película de cualquier cosa parecida a una “psicología de los personajes” que la única faceta que define a esta última es que cocina unos muffins intragables. Dylan, por su parte, está presentada como la rebelde, aunque a la hora de las definiciones más pesarán sus cavadísimos escotes. Pero si alguien se roba el show aquí es Mrs. Díaz, con su gigantesca sonrisa de nena feliz, tan torpe con los hombres como para hacer las insinuaciones más groseras, sin darse cuenta.
Si lo que importa de los personajes es su presencia y su química, y ninguna otra cosa, esto no se limita a las tres protagonistas. Por allí andan el increíble Murray (algo desaprovechado, es cierto, pero arreglándoselas para sembrar su característico desconcierto cómico), el siempre siniestro Tim Curry (de The Rocky Horror Show), Sam Rockwell y la apabullante Kelly Lynch (la chica de Drugstore Cowboy). Suménseles un Crispin Glover, como escapado de algún film mudo alemán, y los dorados cameos de Matt Le Blanc (haciendo de actor de segunda, como en la serie “Friends”) y Tom Green, novio de Drew Barrymore, que hace de novio de Drew Barrymore, y se habrá completado un elenco de disfrute garantizado. Lúdica a más no poder, Los ángeles... avanza atropelladamente entre tramas y subtramas imposibles de seguir y se deja llevar por todos los desvíos que aconsejan las puras ganas de divertirse, escalando meticulosamente todas las fases del delirio.
Establecido de entrada el tono, gracias a un inaudito rescate aéreo, se acumulan de allí en más multitud de guiños cinéfilos, cabelleras en ralenti, bikinis, escenas dignas de un serial mudo, Cameron Díaz sacudiendo la colita para deleite de la afición, transmisores escondidos en una muela y modelitos varios. Juegos de disfraces, sobre todo, con las chicas como experimentadas geishas, tirolesas cantarinas, serios ejecutivos de bigote y dominatrix de látigo en mano. Pletórica en referencias a la cultura asiática (artes marciales, templos japoneses, diálogos en chino, budas para beber), la más transparente de todas es esa escena en la que Cameron Díaz aprieta el cuello de uno de los malos. ¿Quién te mandó?, lo apura. ...Woo. Woo... responde el otro. Woo. John Woo, el hombre que, con Contracara y Misión: Imposible 2 le viene enseñando a Hollywood el camino del delirio creativo. Algunos parecen dispuestos a seguirlo. Uno de ellos es McG, nombre de rapper detrás del que se esconde Joseph McGinty Mitchell, veinteañero que debuta en el largo con Los ángeles de Charlie. Va a ser divertido seguirle los pasos.

 

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