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UN AGENTE DETENIDO ENTRE LA MAFIA DE LOS TAXIS
La cobertura aeronáutica

La Justicia desbarató una banda que controlaba a los taxistas en aeroparque. Hay 16 detenidos. Uno de ellos es agente de la Policía Aeronáutica, encargada de la seguridad de ese lugar.

A lo largo del día hubo unos doce allanamientos y un amplio operativo en el aeroparque.

Por Alejandra Dandan

La mafia de los taxis con base en el Aeroparque Jorge Newbery funcionaba con la cobertura de, al menos, un agente de la Policía Aeronáutica (PAN), que depende de la Fuerza Aérea. Al menos ésa es la sospecha por la que ayer quedó demorado uno de los miembros de esa fuerza de seguridad. A lo largo del día, tras unos doce allanamientos, fueron detenidos unos dieciséis taxistas sospechosos por el presunto delito de asociación ilícita y coacción agravada. Todos operaban en el aeroparque, controlaban una tropa de 200 taxis a los que les cobraban un canon de dos pesos por viaje para dejarlos trabajar. En la investigación, llevada adelante por el juez Facundo Cubas, se descubrieron indicios sobre falsificación de licencias y robo de autos. La pesquisa se había iniciado en abril. Hubo agentes del recontraespionaje monitoreando arreglos mafiosos, gente de la PAN trabajando y policías camuflados de taxistas que terminaron golpeados. Ahora esa banda quedó virtualmente desarmada, aunque los investigadores aseguraron a Página/12 que el esquema con el que operan no.
“Esto es así: si metíamos las narices en varios lugares a la vez corríamos el riesgo de que no se concrete nada”, explicó el fiscal Félix Pablo Crous a Página/12. Las narices literalmente las metieron en el aeroparque y dejaron para investigaciones futuras zonas como Retiro o el puerto, en las que existen “serias sospechas” de que los taxistas trabajarían con el mismo mecanismo desbaratado en el Newbery.
La investigación empezó en abril. Una denuncia de la PAN activó el trabajo del juez Facundo Cubas al que se fueron sumando en varias etapas, gente de la Policía Federal y algunos departamentos de la SIDE. Buscan demostrar que aeroparque se usaba como negocio: “La hipótesis central era que existía una organización que se había apropiado de un lugar público, usando el monopolio de la fuerza: el taxista que no le pagaba a la organización no entraba a buscar pasajeros”, explicó el fiscal.
La organización tenía una cabeza formada por taxistas propietarios de los coches o por otros cuyos nombres no aparecían “porque tenían –dice el fiscal– antecedentes penales de esta misma índole”. Los hombres fuertes de aeroparque eran en realidad no más de quince. Desde hacía años trabajan como celadores, ordenando y disponiendo qué taxista trabajaría allí y con qué pasajero saldría. “Les cobraban dos pesos por viaje a cada uno de los taxis y eso en las mejores épocas”. Porque en la peores, continúa Crous, ni siquiera por cinco pesos permitían el ingreso de más flotas.
En ese mecanismo, encerraban el negocio. Los taxistas que arreglaban con el grupo de los jefes entraban y el resto quedaba fuera. A los que insistían se los echaba, pero a los golpes. Eso le pasó a uno de los espías de la policía que, disfrazado de taxista, intentó meter su auto al aeroparque. La primera vez le dijeron “no”. Cuando insistió, le pegaron. “No los dejaban trabajar, a los que ingresaban le provocaban daños en el vehículo e incluso agredían físicamente”, precisó el funcionario judicial.
Como el caso del policía, hubo varios espías encubiertos que hicieron falta para desestructurar el aparato de la que fue definida como mafia de los taxis. Fueron en general agentes de la Federal quienes se entrometieron en las colas de autos de alquiler de aeroparque y pagaron, como el resto, los cánones exigidos por los administradores de un negocio donde los réditos exigían coberturas. La Justicia logró descubrir dos cooperativas que protegía formalmente a la organización.
–¿Eran legales? –quiso saber este diario.
–Las cooperativas existían, pero no eran válidas –explicó Crous– porque las playas son lugares públicos.
O sea, cualquier taxista debería poder entrar y salir en busca de pasajeros.
Los dueños virtuales de los viajes crearon las cooperativas y pidieron también, ante la administración de Aeropuertos Argentinos 2000, la exclusividad para operar en la zona. El permiso no prosperó, pero elrechazo no impidió la impresión de volantes que, con la firma de la cooperativa, publicitaban viajes en inglés y español. Esos volantes eran entregados por promotoras que muchas veces contaban con la ayuda indispensable de alguna azafata para terminar de convencer a los clientes más desconfiados.
A lo largo de todo el día de ayer, Cubas ordenó una docena de nuevos allanamientos en casas particulares donde entró buscando licencias de taxis falsas, usadas supuestamente para poder operar los autos. “Convengamos que no eran más que una banda de lúmpenes –analiza ahora el fiscal– sin demasiada sofisticación”. Sin embargo, la poca aparatología no les impidió a los taxistas descubrir que los espiaban. “En una de las escuchas apareció mi nombre –dice el fiscal– y unos días después se presentaron voluntariamente ante la PAN con los papeles de la cooperativa”.
Esos papeles no sirvieron.

 


 

UN SISTEMA QUE FUNCIONA MAS ALLA DE AEROPARQUE
“Si reclamaba, me echaban”

Por A.D.

Está conduciendo el interno 11 de Taxi Ya. “Cada vez que reclamaba, la Aeronáutica me echaba.” Fernando Pellegrino probó demasiadas veces levantar pasajeros en Aeroparque. “Cuando tenía un pasajero de radio -dice–, directamente debía avisarle al que mandaba, si no, no me dejaban entrar.” La cola de taxis estacionada en Aeroparque funcionaba como cerco. Sólo accedían los que pagaban su comisión, un dinero que “no digo que llegara a grandes niveles –sigue el taxista–, pero que el que estaba ahí lo recibía”. Página/12 habló con taxistas y administradores que denuncian un sistema extendido más allá del ahora desbloqueado cerco Aeroparque.
“En Retiro es exactamente lo mismo”, dice ahora Sandra Alvarez, jefa de tránsito de la misma empresa, segura de que el problema se extiende a cualquiera de las paradas de taxis habilitadas por el gobierno porteño. “Porque parecen terrenos privados y privativos de los que están ahí -denuncia–: en Alto Palermo, si tenemos una mensajería o nos piden un auto, de ninguna manera podemos ir porque te lo rompen seguro.”
Cuando los taxistas logran esquivar los golpes, aparece otro problema: las boletas. “Todos los reapañan –cuenta otra vez Alvarez–, la Policía Aeronáutica les hace boletas de tránsito a los taxis y la excusa es levantar pasajeros en lugar prohibido.” Según Pellegrino, sólo en el Newbery, la PAN “hacía la vista gorda, dejaba liberado el hall central para que los muchachos piquen pasajeros”. Existen códigos para marcar a los mejores clientes: “Adultos, gordos, con plata o con problemas fijos”, son de acuerdo al hombre del 11, los rasgos de los pasajeros con viajes más largos. A todos ellos conoció el taxista tiempo atrás, cuando la mafia del Aeroparque organizaba el día y a la tropa, en tres turnos: “Por parar ahí durante el día te pedían entre diez y quince pesos, depende si era fin de semana”.

 

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