Hugo Chávez Frías parece ser el próximo objetivo
de la futura política exterior norteamericana. Según una
nota de The New York Times, la administración de George Bush Jr.,
que asumirá en tres semanas en la Casa Blanca, se prepara para
lanzar una ofensiva sobre el presidente venezolano. Hay cuatro puntos
de la política exterior venezolana que preocupan a los republicanos:
el impulso para integrar al bloque de los países petroleros (que
llevó a Chávez a visitar Irak, Irán y Libia, países
enemigos de Estados Unidos), la franca oposición al Plan Colombia,
subvencionado fundamentalmente por Estados Unidos; el apoyo a las guerrillas
colombianas y los llamados a la integración regional latinoamericana,
con adhesión a la Cuba de Fidel Castro incluida.
Se calcula que las primeras fricciones concretas entre Washington y Caracas
comenzarán cuando se consolide la campaña ofensiva de los
batallones antidrogas colombianos que fueron entrenados por asesores estadounidenses,
según declaró Georges Fauriol, director del Programa de
las Américas del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos,
un centro muy próximo a los republicanos. El gobierno venezolano
fue el más vehemente de los países limítrofes con
Colombia en rechazar el efecto derrame que generará la entrada
en acción de estos batallones, que son sólo una parte del
Plan Colombia. Pero, por otro lado, el gobierno de Chávez ha intentado
varias veces terciar en el conflicto entre las guerrillas, los paramilitares
y el Estado colombiano.
En cuanto a la política petrolera, Chávez dijo ayer que
no la modificará un ápice. Estoy listo para agarrar
un avión hacia Teherán o Arabia Saudita para nuevas reuniones
en defensa del barril del petróleo, y denunció que
hay países que esconden inventarios, hay países que
presionan por debajo, con un poder inmenso para que haya sobreproducción
de petróleo y nosotros sigamos regalando el petróleo, porque
un barril a diez dólares es regalado.
Sus acciones son cada vez más duras como para ignorarlas.
No estoy seguro de que la administración futura de Estados Unidos
sea tan tolerante como la actual, señaló Bernard Aronson,
ex subsecretario para Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado
norteamericano durante el gobierno de Bush padre. Chávez
quiere provocar una sobrerreacción norteamericana para ganarse
el apoyo de sus países vecinos, declaró Dan Fisk, de la
conservadora Heritage Foundation. Sin embargo, la reacción ofensiva
sobre la Venezuela de Chávez será mesurada. Después
de todo, dicen algunos analistas, Venezuela es el cuarto exportador de
petróleo a Estados Unidos y representa el 13 por ciento de sus
importaciones.
La Casa Blanca de Bush buscará a México para contrapesar
a Venezuela. El próximo presidente norteamericano tiene una muy
buena relación con el mexicano Vicente Fox y buscará, en
primer lugar, que aumenten las exportaciones de petróleo mexicanas
para cortar con la dependencia de Venezuela, según los propios
expertos de política internacional del Partido Republicano. Fox
también puede ser un buen aliado para minar los llamados de Chávez
a la integración regional latinoamericana.
En cuanto a Chávez en sí, la Casa Blanca de Bush no lo atacaría
frontalmente sino que trabajaría en consolidar relaciones con los
militares venezolanos, muchos de los cuales ya están disconformes
con el rumbo de las cosas en Venezuela, y que en su momento estudiaron
en Estados Unidos y mantienen buena relación con todo lo que venga
del norte. Por otro lado, Estados Unidos intentará lograr el apoyo
del resto de los países latinoamericanos, apoyándose en
México para cercar políticamente a Chávez.
La Casa Blanca de Bush buscará el apoyo de los países andinos,
que ven a Chávez con desconfianza, porque sabe que de Brasil mucho
no se puede esperar en este sentido. Tal cual como ocurrió cuando
la administración Clinton buscaba el apoyo para el Plan Colombia.
EL
NUEVO VIEJO EQUIPO DE POLITICA EXTERIOR DE GEORGE W.
Reunión en el gabinete nostalgia
George W. Bush sigue nombrando
al gabinete de la nostalgia. Después de designar al general Colin
Powell y a Condoleezza Rice (dos republicanos que ya desempeñaron
cargos en la administración del padre de Bush, entre 1988 y 1992)
como secretario de Estado y asesora de seguridad nacional respectivamente,
el 43º presidente electo de Estados Unidos realizó una excursión
todavía más remota al pasado norteamericano para completar
su equipo básico de política exterior: la suerte correspondió
esta vez al veterano político Donald Rumsfeld, de 68 años,
quien ya había desempeñado ese cargo bajo la presidencia
de Gerald Ford (1975-1977). Pero si el salto al pasado fue grande, las
ideas de Rumsfeld son bien actuales: el futuro jefe del Pentágono
es un defensor a rajatabla del sistema de defensas antimisiles que impulsa
Bush y que amenaza provocar serios problemas tanto con potencias adversarias
como Rusia y China como con los aliados europeos de la OTAN.
Bush, quien tomará posesión el 20 de enero próximo,
calificó los servicios de Rumsfeld al país de extraordinarios.
Este es un hombre que tiene un gran criterio. Tiene una visión
muy clara. Será un gran secretario de Defensa, dijo Bush
en una conferencia de prensa en sus oficinas de transición, poco
después de llegar de un breve descanso en la Florida. Rumsfeld,
de 68 años, fue jefe de personal de la Casa Blanca en 1974 y 1975,
antes de convertirse en el decimotercer secretario de Defensa de Estados
Unidos, el más joven de la historia, tras la retirada estadounidense
de Vietnam. Con el nombramiento de Rumsfeld, Bush ha elegido a ocho de
las personas que espera tener en su gabinete, un grupo que dijo sería
política y étnicamente diverso. Ayudantes de Bush dijeron
que esperaban que éste hiciera otros nombramientos a su gabinete
hoy, antes de regresar a Texas para celebrar la llegada del nuevo año
en su rancho.
La selección de Rumsfeld como secretario de Defensa es una sorpresa
para la mayoría de los observadores. Se creía que era posible
opción al frente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Otros
nombres, entre ellos el del senador de Indiana Dan Coats, circulaban entre
los candidatos a dirigir el Pentágono. Desde enero de 1997, Rumsfeld,
nativo de Chicago y padre de tres hijos, es presidente del directorio
de Gilead Sciences Inc., una compañía biofarmacéutica
con sede en California. Rumsfeld atrajo la atención pública
cuando, mientras era presidente de la Comisión de Valoración
de la Amenaza de Misiles Balísticos, ésta concluyó
que Estados Unidos era vulnerable a un ataque con más rapidez de
lo que la CIA había indicado. Exactamente lo que al establishment
de defensa y a sus contratistas les gusta escuchar.
Poco antes del nombramiento de Rumsfeld, Bush dijo que había estado
haciendo labores relacionadas con la transición, por teléfono,
desde su sitio de vacaciones en la aislada isla Gasparilla, donde miembros
de su familia lo acompañaron a una tradicional reunión posnavideña
que incluyó varias partidas de golf y una excursión pesquera.
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