Por Ewen MacAskill
*
Desde
Jerusalén
Bill Clinton rechazó
ayer sostener nuevas negociaciones con los líderes israelíes
y palestinos hasta que ambas partes acepten su plan como la base de un
acuerdo de paz. El anuncio del presidente norteamericano vino mientras
una nueva ola de violencia recorría Israel luego de que el gobierno
decidiera cancelar una cumbre que se iba a celebrar ayer con los palestinos.
Las esperanzas de Clinton de lograr la paz en Medio Oriente antes del
fin de su presidencia parecían desplomarse así, en un día
en que dos bombas estallaron en Tel Aviv y Gaza matando a dos israelíes
e hiriendo a 15, tras lo cual el premier Ehud Barak ordenó
al ejército que sellara los territorios palestinos.
Pero Clinton se rehusaba a admitir que su iniciativa de paz hubiera muerto.
Si bien reconoció que ambas partes formularon preguntas legítimas
sobre su plan, no tiene sentido hablar más a menos que se
acepten los parámetros que establecí. A pesar de la
imparcialidad semántica de sus declaraciones, era claro que la
irritación de Clinton se centraba en el palestino Yasser Arafat,
a quien se refirió no muy solapadamente al disparar es claro
que todos trabajamos contra reloj, pero algunos ni siquiera saben lo que
es un reloj. De su lado, el gobierno israelí aseguró
que la cumbre sólo fue postergada y que Arafat, quien habría
visto la fecha tope del miércoles como artificial, está
dilatando los tiempos a fin de extraer más concesiones. Pero un
ministro israelí predijo de modo pesimista que cualquier acuerdo
era ahora improbable hasta que termine el mandato de Clinton el 20 de
enero.
Clinton insistió en que la paz está más cerca
que nunca, pero aclaró que todo está gestándose
y cuanto menos diga, mejor. Su cautela pareció justificada
ayer luego de que, tras cuatro días de relativa calma, una bomba
estallara en un puesto fronterizo en Gaza, matando a dos soldados israelíes
e hiriendo a tres más. La agrupación terrorista Jihad Islámica
se responsabilizó por el ataque. Pero resultó mucho más
inquietante el atentado que ocurrió en el corazón de Israel,
en la mismísima Tel Aviv. Una bomba estalló dentro de un
ómnibus, hiriendo a 13 personas, entre ellas una mujer, que resultó
gravemente quemada. Se arrestó a una persona por el ataque. Esta
vez el autor fue la organización integrista Hamas. Es nuestra
reacción a los ataques israelíes contra el pueblo palestino,
declaró Ismail Abu Shanab, un parlamentario del movimiento.
El gobierno israelí no tardó en reaccionar. El premier
Ehud Barak ordenó sellar por completo Judea, Samaria (Cisjordania)
y Gaza, informó un comunicado oficial. La oficina de Barak
agregó que continuaría lanzando operativos para frustrar
los atentados que se están planeando; seguiremos nuestros esfuerzos
para detener los ataques terroristas del enemigo. Barak condenó
públicamente un atentado cobarde contra civiles inocentes.
De hecho, algunos entre el gobierno israelí parecían muy
cerca de culpar indirectamente a Arafat por los ataques, si bien el único
funcionario que hizo pública su irritación fue el asesor
Danny Yatom, quien subrayó que si la Autoridad Palestina
quisiera, se reducirían estos atentados, pero sigue incitando a
la violencia.
Sin embargo, los israelíes no llegaron a afirmar que los atentados
cerraban toda posibilidad de lograr un acuerdo de paz. El criminal
atentado no quebrará nuestro empeño de conseguir una genuina
seguridad poniendo fin al conflicto y al derramamiento de sangre en la
región, aseguró el premier. En la madrugada, el gabinete
de seguridad israelí había votado a favor de aceptar el
plan de paz de Clinton, no obstante la incertidumbre sobre la respuesta
palestina. Pero esa misma incertidumbre causó que Barak cancelara
su asistencia a la cumbre que se iba a celebrar ayer en Sharm el Sheikh
(Egipto) con Arafat y el presidente egipcio Hosni Mubarak. Los funcionarios
israelíes explicaron que las reacciones palestinas a la propuesta
de Clinton habían sido demasiado negativas. La súbita ausencia
de Israel no impidió que Arafat asistiera a la cumbre. Allí
aclaró que no había rechazado la propuesta norteamericana,
sino que simplemente pidió clarificaciones. ¿Cuáles?
Esa era la pregunta del millón desde que Clinton presentó
su plan, pero fue recién ayer que el negociador en jefe palestino
Saeb Erekat detalló algunos de los cuestionamientos. En general,
tenemos que evitar aceptar principios para discutir los detalles
más tarde: no podemos basar un acuerdo permanente en ideas tan
vagas. Específicamente, Erekat preguntó cuál
era el cinco por ciento de Cisjordania que Israel retendría, y
si no amenazaría la continuidad geográfica y
los recursos de agua del nuevo Estado palestino. También preguntó
qué entienden los norteamericanos (con la soberanía
compartida) sobre el Monte del Templo en Jerusalén, y dio
a entender que la Autoridad Palestina no aceptaría la soberanía
israelí sobre el subsuelo de la Explanada de las Mezquitas.
Por último, Erekat subrayó que el problema de los refugiados
palestinos no había sido adecuadamente resuelto en el plan norteamericano.
La conducción palestina exige (al menos en principio) que Israel
acepte el derecho de retorno de los refugiados. Y no parece
importarle demasiado que Clinton abandonará la presidencia el 20
de enero y que Barak se enfrentará a elecciones el 6 de febrero.
Rechazamos que el proceso de paz se convierta en rehén de
asuntos internos, subrayó Erekat.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: G.A.U.
Claves
Ayer se registraron
dos atentados terroristas contra Israel. En Tel Aviv una pequeña
bomba estalló dentro de un ómnibus, hiriendo a 13
personas, algunas de gravedad. Y en un puesto fronterizo en Gaza
una explosión mató a dos soldados e hirió a
dos más. Los grupos Hamas y Jihad Islámica se responsabilizaron
por los ataques.
El gobierno israelí
condenó los ataques y ordenó que se sellaran las fronteras
con Cisjordania y Gaza. Pero aseguró que no abandonaría
el proceso de paz.
Los palestinos, mientras
tanto, exigieron clarificaciones sobre el plan de paz que presentó
Clinton, especialmente los puntos sobre territorio y refugiados.
|
EL
ALCALDE MUDO SU OFICINA FRENTE AL MURO DE LOS LAMENTOS
Una chispa en el arsenal de Jerusalén
Por E. M. A.*
Desde
Jerusalén
El cartel en blanco y negro
sobre un edificio de arenisca amarilla frente al Muro de los Lamentos
en la Ciudad Vieja de Jerusalén parecía bastante inocuo:
Oficina del Alcalde. Pero era el acto simbólico más
provocativo de un israelí de la línea dura desde que Ariel
Sharon visitó el Monte del Templo en setiembre, disparando el levantamiento
palestino.
El alcalde israelí de Jerusalén, Ehud Olmert, normalmente
vive en la parte judía de la ciudad. Pero se mudó a cuarteles
temporarios en la Ciudad Vieja ayer a la mañana en protesta contra
el propuesto acuerdo de paz israelí-palestino, que incluye la división
de Jerusalén, en especial el lugar sagrado conocido por los judíos
como el Monte del Templo y por los árabes como el Noble Santuario.
El tipo de fundamentalismo desplegado ayer por Olmert fue uno de los motivos
por los que el encuentro planeado entre el primer ministro israelí,
Ehud Barak, y el líder palestino, Yasser Arafat, fue cancelado.
Otro, un acto de extremismo del otro lado, fue la bomba en el ómnibus
en Tel Aviv, donde 13 personas resultaron heridas.
La perspectiva de un encuentro entre Barak y Arafat, el primero desde
octubre, dio esperanzas de que un tratado de paz fuera posible. Todavía
puede ser resucitado, pero los problemas siguen siendo enormes. Olmert
ponía en palabras los temores judíos de que si se adoptaba
la propuesta sugerida por el presidente Bill Clinton, la mitad más
alta del lugar sagrado estaría bajo control palestino y los palestinos
podrían tirar piedras, o disparar balas a los judíos orando
y besando el Muro de los Lamentos abajo, como lo han hecho en el pasado.
Rodeado de partidarios entonando canciones religiosas, Olmert se oponía
a cualquier acuerdo. Nuestra profunda relación con Jerusalén
no comenzó con Clinton o con Arafat sino con el rey David hace
3000 años. Jerusalén fue y seguirá siendo la capital
israelí, sostuvo.
Muchos de los judíos que visitaban ayer el Muro de los Lamentos
compartían su opinión y expresaban temores similares ante
la perspectiva de tener a la policía y a soldados palestinos estacionados
en lo alto, encima de ellos. Uno de ellos predijo que la lucha entre los
israelíes y los palestinos duraría para siempre. Un problema
aún mayor que el lugar sagrado y la complejidad de dividir entre
israelíes y palestinos las innumerables calles que conforman Jerusalén
es el destino de 3 millones y medio de refugiados. Este es de lejos el
punto más complejo. Los refugiados palestinos, aquellos que huyeron
o se fueron antes de 1948 y sus descendientes, están dispersos
en campos en el Líbano, Siria, Jordania y otras partes de Medio
Oriente. Arafat exige un acuerdo de paz que reconozca su derecho a regresar
a Israel y a hogares que están desde entonces ocupados por israelíes.
Los israelíes se niegan a aprobar las potenciales consecuencias
desestabilizadoras de ese regreso.
Los palestinos que rodean a Arafat sostienen que Barak y Clinton están
presionados por el tiempo y que los palestinos no tienen ningún
apuro en unirse a lo que se ha llamado diplomacia fast-food.
La presidencia de Clinton termina el 20 de enero y Barak se enfrenta a
una elección el 6 de febrero. Los asesores de Arafat están
convencidos de que la fecha límite de Clinton de este fin de semana
es artificial y que pueden seguir presionando para obtener más
concesiones hasta el 10 de enero. Pero muchos palestinos no quieren el
acuerdo aun si Arafat logra obtener más concesiones. Algunos miembros
de su propia organización, Fatah, se oponen a un arreglo, de la
misma manera que lo hace el ala de la juventud, el Tanzim, que estuvo
muy activo en el levantamiento, y los líderes de los campos de
refugiados. Tanto los grupos fundamentalistas Hamas y Jihad islámico,
predeciblemente, se oponen en principio a un acuerdo.
Es con este telón de fondo que el liderazgo palestino envió
una carta a Clinton el miércoles expresando dudas sobre sus propuestas.
Fue esa carta la que motivó que Barak cancelara la reunión
cumbre con Arafat en Sharm elSheikh, en Egipto. El tiempo se acaba para
Barak, que necesita un acuerdo rápido. Está mal posicionado
en las encuestas. Eso también es un factor para la reflexión
palestina. Aun si Arafat acepta un trato, no podrá estar seguro
de que Barak pueda lograr que el parlamento israelí apruebe el
acuerdo. Tampoco puede estar seguro de que Barak gane la elección
y su oponente Sharon ha dicho que no respetará cualquier acuerdo.
Arafat y Barak todavía pueden realizar su cumbre y llegar a un
arreglo desprolijo. Llegar a un acuerdo será muy difícil,
pero vendérselo a sus respectivos públicos será aún
más difícil.
* De The Guardian de Gran Bretaña especial para Página/12.
|