El fútbol, primer deporte del mundo, con una audiencia acumulada
de 16 mil millones de telespectadores durante la Eurocopa 2000, con un
traspaso record de 57 millones de dólares del portugués
Luis Figo y unos derechos televisivos que explotan, se convirtió
en el 2000 en un verdadero negocio al borde de lo ilógico,
según calificó la entidad que rige el fútbol en Europa.
Después de un Campeonato de Europa que consagró a Francia
y a una cierta concepción de juego colectivo, con el regreso de
armadores de juego de primer nivel como Zinedine Zidane y Luis Figo,
surgió una auténtica guerra de transferencias.
El episodio de la contratación de Luis Figo fue ilustrativo. Con
la elección de Florentino Pérez al frente del Real Madrid
en sustitución de Lorenzo Sanz, al término de una elección
digna de un escrutinio presidencial, se llegó al límite
de lo ilógico, en palabras de Gerhard Aigner, director general
de la Unión Europea de Fútbol (UEFA).
Estas palabras del directivo de la UEFA llegaron como consecuencia del
pago de 57 millones de dólares por parte del Real Madrid por Luis
Figo. Pérez había basado su campaña presidencial
en la promesa de contratar a Figo y debía cumplir su palabra. Unos
días antes, el jugador argentino Hernán Crespo había
efectuado el viaje de Parma a Roma por la suma de 55 millones de dólares.
Y la Roma no se quedó atrás, contratando a Gabriel Batistuta
por unos 35 millones de dólares.
En Bruselas, la Unión Europea (UE) y sus comisarios Mario Monti
y Vivianne Reding no ocultaron su indignación ante la ostentación
de tanta riqueza. A partir del 1º de julio, la UE pidió, durante
el congreso ordinario de la UEFA en Luxemburgo, que las autoridades del
fútbol le presentasen diferentes propuestas para reformar el régimen
de transferencias en Europa antes del 31 de octubre de 2000.
Si bien el Real Madrid se coronó campeón de Europa con una
deuda astronómica evaluada en 237 millones de dólares, y
el Galatasaray de Estambul, ganador de la Copa de la UEFA, está
a punto de caer en la bancarrota, el dinero sigue inundando un deporte
en plena mutación.
Actualmente, los grandes clubes son el blanco predilecto de importantes
grupos industriales, como lo demuestra el intento fallido del magnate
australiano de la prensa Rupert Murdoch de adquirir parte del Manchester
United, el club más rico del mundo.
Pienso que el fútbol necesita una identificación propia,
una pasión. Hoy en día, éste no es el caso. Todo
el mundo se concentra en la Bolsa de Valores. Uno ya no reacciona como
deportista sino como economista. Es triste, pero hay que adaptarse,
declaró Aigner, testigo de los cambios.
La UEFA debe adaptarse a este nuevo punto de referencia, pese a un poder
de los grupos de comunicación que no deja de crecer, especialmente
a nivel de la programación de los partidos.
La UEFA y la Federación Internacional de Fútbol (FIFA),
pese al barullo causado por la copia de la propuesta final entregada a
la UE y a los servicios de Monti y Reding, están también
obligadas a determinar las reglas del juego. Al Grupo de los 14, que reúne
a los clubes más potentes de Europa, se le solicitó cortesía,
que disminuyese sus ambiciones, mientras reclama un representante en los
comités ejecutivos de la UEFA y de la FIFA.
En un deporte en perpetuo cambio, las instancias internacionales lograron
al menos establecer un calendario internacional en armonía. Una
gota de agua en esta jaula del fútbol, vasta y preocupante,
concluyó Joseph Blatter, el presidente de la FIFA. Una situación
que con los años parece cada vez más descontrolada.
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