Por Silvina Szperling
El mundo de la danza independiente
tiene qué festejar al terminar el 2000, aunque sus cuentas pendientes
sean numerosas y el entorno a veces desalentador. A pesar del panorama
económico general y tal vez por apoyarse en la tradición
de poner el hombro pese a todo, los coreógrafos y grupos independientes
contemporáneos contaron con un arma eficaz: la continuidad del
trabajo conjunto a través de Co.Co.A. (Coreógrafos Contemporáneos
Asociados). Esa perseverancia dio dos frutos, el Festival Buenos Aires
Danza Contemporánea y la ley de Danza de la Ciudad de Buenos Aires.
El Festival, concretado del 14 de octubre al 4 de noviembre y organizado
por la Secretaría de Cultura porteña con la dirección
de Roberto Di Lorenzo, fue un faro que lideró la acción
de la comunidad independiente durante todo el año. Generando una
convocatoria de 12 mil personas, el criterio de programación se
concentró en apoyar a la diversa producción local de vanguardia
mediante un sistema de subsidios que asignó un comité conformado
por Ana Deutsch, Margarita Bali y Susana Tambutti.
De este modo, se produjeron en el festival ocho reposiciones y ocho estrenos,
los que seguramente nutrirán la cartelera del año entrante,
desplegando un abanico del que no estará ausente la integración
de lenguajes que el siglo entrante nos depara. No caben dudas de que la
continuidad de dicho festival (un evento bienal) será lo que le
permita crecer y afirmarse como uno de los eventos centrales de la ciudad.
Entre los puntos artísticos más altos se destacaron la energía
y seducción de Por favor, sangra de Gustavo Lesgart, el desenfado
y la expresividad de Hermosura del grupo El Descueve, la sutileza y fantasía
de Inflamable de Susana Szperling y el humor y la teatralidad de Puesta
en abismo, de María José Goldín. El festival fue
terreno propicio para una bienvenida experimentación.
En la columna del debe se ubica la reglamentación de la mencionada
ley (Régimen de Fomento para la Actividad de la Danza No Oficial),
que la Legislatura porteña sancionara el 17 de febrero de 2000.
Conquista largamente perseguida por los coreógrafos y grupos independientes,
dicho régimen prevé la constitución de un instituto
(llamado Prodanza) que la ejecute. El año que culmina se fue en
devaneos y transferencias de responsabilidades de un gobierno a otro,
durante los cuales los 200 mil pesos asignados al accionar de Prodanza
se han perdido en una verónica que es de esperar no se repita el
año que viene.
Una noticia auspiciosa fue la apertura y ocupación de varios espacios
escénicos, tanto en el ámbito de lo público como
en el de lo privado. En el primero, las remozadas salas Ernesto Bianco
del C. C. San Martín y la del Alvear demuestran ser aptas para
el montaje de espectáculos de esta disciplina, sumándose
a las dos que el C. C. Recoleta mantiene: el Auditorium y la Contemporánea.
En el terreno privado, el Galpón de Sánchez ámbito
que dirigen el director de teatro Roberto Castro y la coreógrafa
Roxana Grinstein, y que albergara entre otros al grupo del cordobés
Paco Giménez se sumó a las ya tradicionales salas
Ana Itelman (donde aterrizó la joven promesa alemana Tom Plischke,
y cumpliera una larga temporada Silvana Cardell con su Música de
hermanas, seguida por Gerardo Litvak con El resto) y el Callejón
de los Deseos. En este sitio se desplegó uno de los puntos más
altos del año: Secreto y Malibú. Creación colectiva
de Inés Rampoldi, Leticia Mazur y su directora Diana Szeinblum,
esta obra tuvo la peculiaridad de ganar el Certamen Metropolitano de Teatro,
que albergó a las diferentes disciplinas escénicas (teatro,
teatro-danza, títeres, mimo y teatro infantil), como todos los
encuentros que organizó este año el Instituto Nacional del
Teatro a nivelprovincial, regional y nacional. Dignas representantes de
la movida escénica porteña, las mujeres de Secreto y Malibú
se cansaron de llenar en Buenos Aires y viajaron al Encuentro Nacional
de Teatro en Salta con la seguridad y el desparpajo con que pisaban el
escenario del Callejón.
A nivel oficial, el Ballet del Colón, luego de un auspicioso comienzo
con la reposición de Symphony in C de George Balanchine a cargo
de John Taras, entró en un sube y baja de indefiniciones y dificultades,
en parte debido a los numerosos problemas gremiales y de conducción
del teatro. Actualmente acéfalo, el conjunto cuenta en su haber
con la presentación de Notre Dame de Paris de Roland Petit en septiembre
y El Cascanueces de Rudolph Nureyev en diciembre, incorporando también
algunos pesos pesado del contemporáneo como Oscar Araiz (Consagración
de la primavera, Adagietto y El mar) y Mauricio Wainrot (Anne Frank).
El Centro de Experimentación del Teatro concretó la puesta
de Sul comminciare, sul finire, dirigida por Diana Theocharidis. El Teatro
Argentino de La Plata, tras su reapertura, ofreció una serie entre
los que se destacó el Mandarín maravilloso en versión
de Roberto Galván.
El Ballet Contemporáneo del San Martín, bajo la dirección
de Mauricio Wainrot, sorprendió con Ginette Laurin, coreógrafa
canadiense que vino a montar En dedans en agosto. Los bailarines de la
compañía demostraron su maleabilidad tanto en esa obra como
en Tiempo suspendido del portugués Vasco Wellenkamp. Otros invitados
fueron el holandés John Wisman con su pieza para varones Ostacoli
y la argentina Ana María Stekelman con el planteo formal y lúdico
de Números. El director montó su versión de Un tranvía
llamado deseo a comienzos de año y la enjundiosa y arrolladora
On-Off en noviembre, para cerrar el año con la reposición
de El mesías.
De flamenco y dos
por cuatro
En este año, el flamenco dijo presente a los gritos en
la escena de la danza argentina. A las visitas de El Torombo (La
Trastienda) y el Ballet Nacional de España (teatro Avenida),
se sumaron una cantidad de elencos locales que contaron con un público
fiel. Los grupos de Sibila con su Encantamiento en el Margarita
Xirgu, Marcela Suez y su Sentir Flamenco en Oliverio se destacaron
entre otros muchos. El tango contó con la reposición
de Tango x dos a cargo de Miguel Angel Zotto, y Forever Tango aterrizó
al mando del santiagueño Luis Bravo de Broadway al Colón,
sin olvidar el Piazzolla tango vivo de Stekelman para el Ballet
Argentino de Julio Bocca y, como broche de oro, Copes Tango Copes,
con el maestro celebrando 50 años de escenario y 70 de vida.
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For export
En un movimiento inverso al de la pléyade de grandes bailarines/as
que viven en el exterior y vienen al país a actuar por temporadas
de mayor o menor extensión, hay muchos coreógrafos
locales que hacen base en Argentina y despliegan gran parte de su
talento en el extranjero. Por ejemplo Rodolfo Lastra, convocado
por Alicia Alonso, directora general del Ballet Nacional de Cuba
para la puesta en escena de Momentos III, en el marco del XVII Festival
Internacional de La Habana, en la Sala García Lorca del Gran
Teatro de La Habana. Otra que se sumó a la ola expansiva
fue Brenda Angiel, que presentó su grupo de danza aérea
en el City Center de Washington. Ana María Stekelman estuvo
dando vueltas por el mundo con su grupo Tangokinesis, además
de ir a Los Angeles, junto con el maestro Juan Carlos Copes, a recibir
el American Choreography Award por la película Tango de Carlos
Saura. Susana Tambutti estuvo por Centroamérica montando
las obras del repertorio de Nucleodanza.
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No
sé por qué
me pagan bien
Alejandro Dolina cambia de casa, después de siete años en
Continental: desde el lunes 8 de enero saldrá al aire por Radio
del Plata.
�No
me quería ir...pero...�
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Por Mariano Blejman
Si yo fuera dueño
de una radio, nunca pagaría lo que me pagan a mí,
dice Alejandro Dolina. Con esta frase, sintetiza las razones por las cuales,
después de siete años en Radio Continental, se muda a Del
Plata, que logró convencerlo después de una larga negociación.
La versión 2001 de La venganza será terrible
comenzará en Del Plata el 8 de enero, desde el Teatro Auditorio
de Mar del Plata. Junto a Dolina estarán sus compañeros
de andanzas Guillermo Stronati y Gabriel Rolón.
¿Por qué se va a Del Plata?
Simplemente porque nos han ofrecido un contrato superior. Pero no
vamos a abandonar el Café Tortoni para realizar las transmisiones
e incluso es probable que los viernes volvamos al Teatro Presidente Alvear,
cuando termine el verano. El programa es el mismo. No se abre ni se cierra
nada. Sólo son condiciones más favorables para nosotros,
nada más.
¿Se quería ir de Continental?
No me quería ir. Desde 1994 hicimos allí los mejores
programas de nuestra mísera historia. Nosotros estuvimos siempre
y nuestro público también, aunque verdaderamente no sé
lo que eso significa para la radio.
¿No le sorprende tan grandes inversiones en un medio que
maneja poco dinero?
Seguramente se están realizando otro tipo de negocios y todo
esto va mucho más allá de la mera ganancia de un programa.
La otra cosa que me preocupa es que la radio era mucho más audaz
que la televisión porque era más barata. Cuando un programa
no tiene demasiado costo podemos darnos el lujo de arriesgarnos en la
complejidad. Esto sucede al no tener una preocupación patológica
por el rating. Pero si enseguida aparece el deseo de recuperar la inversión
se pierde la audacia de hacer programas más complejos, ante el
temor de que la complejidad deje afuera a los oyentes menos dotados.
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