Adorno y la ESMA
Por José Pablo Feinmann
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Hay un texto de Theodor Adorno que lleva por título La educación
después de la ESMA. Adorno invita a pensar sobre dos planos: 1)
cómo fue posible la ESMA; 2) qué hacer para impedir su retorno.
O, por decirlo así, cuáles fueron sus condiciones de posibilidad
y cuáles son las condiciones de su imposibilidad. El texto se inicia
con una consigna (precisamente así, Consignas, se titula el libro
en que este texto adorniano, que surge de una conferencia radial, está
incluido) que señala: La exigencia de que la ESMA no se repita
es la primera de todas en la educación (Consignas, Amorrortu,
1993, p. 80). Es decir, si para algo deberán existir las escuelas
de nuestro país será para explicitar ese horror y explicitándolo,
llevándolo a la luz de la razón crítica, impedir
su retorno. Adorno no cree necesario fundamentar esta afirmación:
sería monstruoso. Fundamentarla tendría algo de monstruoso
ante la monstruosidad de lo sucedido (p. 80). Sin embargo no acierta
a entender que se le haya dedicado tan poca atención hasta
hoy (p. 80). De aquí la urgencia de su reflexión.
No puede perderse más tiempo. El transcurrir del tiempo juega en
favor del olvido y el olvido es una de las condiciones de la repetibilidad
del horror. Así, la centralidad de la temática educativa
está indiscutible ante nosotros: Cualquier debate
sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación
con esto: que la ESMA no se repita (p. 80, subr. mío).
Recurre a Freud. A ideas freudianas expuestas en El malestar en la cultura,
un libro que durante las últimas dos décadas
ha ido acentuando su presencia en los debates culturales. Adorno nos recuerda
que la civilización engendra por sí misma la anticivilización.
Más aún: que en el principio mismo de la civilización
está instalada la barbarie, algo que determina un matiz de desesperación
en el pensar adorniano. Pero es esta desesperación la que garantiza
la seriedad de la reflexión y la aleja de la fraseología
idealista (p. 81). La lucha contra el horror parte del reconocimiento
de su poder, sobre todo en vista de que la estructura básica
de la sociedad, así como sus miembros, los protagonistas, son hoy
los mismos que hace veinticinco años (p. 81). Habrá
de recordar Adorno -en base a esta certeza una frase que Paul Valéry
dijo antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial: La inhumanidad
tiene un futuro grandioso (p. 89). Para evitar o atenuar ese futuro
lo que urge es lo que en otra ocasión he llamado el giro
hacia el sujeto (p. 82). Esta nueva consigna adorniana (aunque no
tiene la radicalidad que yo desearía encontrarle) impulsa a descubrir
los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades,
mostrárselos a ellos mismos (...) a la vez que se despierta una
conciencia general respecto de tales mecanismos (p. 82).Como sea,
el giro hacia el sujeto se explicita en mantener al sujeto
en estado de alerta, en estado de crítica. Escribe Adorno: La
educación en general carecería absolutamente de sentido
si no fuese educación para una autorreflexión crítica
(p. 82). Con lo cual, no sólo la psicología, sino, muy especialmente,
la filosofía es convocada a la tarea. Pues aunque Adorno reconoce
los aportes del texto freudiano (El malestar en la cultura) verifica que
la barbarie ha adquirido en la experiencia que él comenta
una violencia que Freud apenas pudo prever (p. 82). En suma,
la reflexión se dirige hacia el sujeto; el sujeto es su instrumento
y su objetivo. Se busca despertar la subjetividad. Para esto deberá
servir la educación. Escribe: Cuando hablo de la educación
después de la ESMA, incluyo dos esferas: en primer lugar, educación
en la infancia, sobre todo en la primera; luego, ilustración general
que establezca un clima espiritual, cultural y social que no admita la
repetición de la ESMA; un clima, por tanto, en el que los motivos
que condujeron al terror hayan llegado, en cierta medida, a hacerse conscientes
(p. 83). Importa señalar que Adorno ha escrito ilustración
general. Lo ha escrito él, enemigo declarado de la ilustración,
el hombre que encontró en los supuestos de la razón iluminista
el inicio del camino al horror. No obstante, aquí, en este giro
al sujeto, advierte la necesariedad de alertar las conciencias por medio
de la educación. Se inquieta porque sabe que aparece aquí
un rasgo iluminista. Pero no le importa, tal la desesperación que
lo urge. Hay que luchar contra la heteronomía de las conciencias.
Porque la disposición a ponerse de parte del poder y a inclinarse
exteriormente, como norma, ante el más fuerte, constituye la idiosincrasia
típica de los torturadores (p. 84). Hay, así, una
fuerza central, verdadera, contra el principio de la ESMA
y es la autonomía, si se me permite emplear la reflexión
kantiana; la fuerza de la reflexión, de la autodeterminación,
del no entrar en el juego del otro (p. 84). La educación,
su norte, es la autonomía de las conciencias. Decirle no a lo que
ya viene impuesto, porque trae consigo el principio de la masificación,
y porque la masificación es el arma del terror, ya que anula, aplana
las conciencias y adormece la indignación en lo colectivo. Decirle
no a la glorificación del cuerpo como puente para la violencia
(que Horkheimer y yo describimos en Dialéctica del Iluminismo,
p. 86). Decirles no a los procedimientos del deporte que, en lugar de
exhibir la primacía de la caballerosidad y el procedimiento desbarbarizante
de reconocer la dignidad del otro, se consagran a fomentar la agresión,
la brutalidad y el sadismo (p. 86). Y acaso más que
otras cosas decirle no al ideal pedagógico del rigor
(p. 88). Aquí la reflexión de Adorno alcanza uno de sus
puntos destellantes. Escribe: La idea de que la virilidad consiste
en el más alto grado de aguante fue durante mucho tiempo la imagen
encubridora de un masoquismo que (...) tan fácilmente roza con
el sadismo. La ponderada dureza que debe lograr la educación significa,
sencillamente, indiferencia al dolor (...). Ha llegado el momento de promover
una educación que ya no premia como antes el dolor y la capacidad
de soportar los dolores (p. 88). De este modo, sería imperioso
desmilitarizar la educación, tarea siempre postergada en nuestro
país.
Las propuestas de Adorno se multiplican. Propone que se estudie
a los culpables de la ESMA con todos los métodos de que dispone
la ciencia, en especial con el psicoanálisis prolongado durante
años, para descubrir, si es posible, cómo surgen tales hombres
(p. 90). Sabe que este intento puede ser vano, pero no quiere subestimarlo.
(En verdad, Adorno, en su desesperación, no se da el lujo de subestimar
nada.) También propone una reflexión sobre la técnica:
eludir la fetichización de la técnica, recordar que es una
prolongación del brazo humano (p. 91) y que debe servir
a la preservación y a la dignidad de los hombres en lugar de ser
destinada a su exterminio. Y propone con enorme desgarramiento y
lucidez reflexionar sobre la estructura de la sociedad actual y
señalar que en ella reside la facilidad con que la ESMA puede repetirse:
Lasociedad en su actual estructura no se funda en la atracción
sino en la persecución del propio interés en detrimento
de los intereses de los demás (...) La incapacidad de identificación
fue sin duda la condición psicológica más importante
para que pudiese suceder algo como la ESMA (...) Lo que suele llamarse
asentimiento fue primariamente interés egoísta:
defender el derecho propio antes que nada y, para no correr riesgos ¡eso
no!, cerrar la boca. Es ésta una ley general en relación
con el orden establecido. El silencio bajo el terror fue solamente su
consecuencia. La frialdad de la mónada social, del competidor aislado,
en cuanto indiferencia frente al destino de los demás, fue precondición
de que sólo unos pocos se movieran. Bien lo saben los torturadores
(p. 92. El subrayado me pertenece).
Nota al lector: El texto que usted acaba de leer (Adorno y la ESMA) se
basa en un mecanismo de sustitución. Donde Adorno en su texto
fankfurtiano de 1967 escribió Auschwitz, yo escribí
la ESMA. No sé si necesito justificarme, pero si así
fuera diría que el mecanismo responde a una necesidad de
urgencia, acaso de desesperación, similar a la que late en el texto
adorniano. Hay que llevar esta temática al ámbito pedagógico
argentino. Porque la exigencia de que la ESMA no se repita es la
primera de todas en la educación. Como escribió Adorno.
REP
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