Por Martín
Granovsky
Carlos Liporaci estableció
ayer que no tiene elementos suficientes para dictar el procesamiento de
once senadores por las coimas en el Senado, pero en cambio ordenó
el careo de tres legisladores que se encargaron de denunciar los sobornos.
La insólita resolución del juez de la casa grande tuvo un
premio. Augusto Alasino, el poderoso ex jefe del bloque de senadores del
peronismo, dijo que el magistrado fue muy valiente. Y Jorge
Agúndez, presidente actual de los senadores radicales, opinó
que así se fortalecen las instituciones. O sea: aquí no
ha pasado nada. Como para cubrirse, Liporaci anunció que interrogará
al ex jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, y al ex ministro
de Trabajo, Alberto Flamarique, cosa que inexplicablemente no hizo antes.
Carlos Chacho Alvarez, que el 6 de octubre renunció
tras una escalada contra la Cámara alta, dijo que la resolución
del juez es un indulto al Senado.
La lista de beneficiados incluye a los senadores Ramón Ortega,
Emilio Cantarero, Eduardo Bauzá, Javier Meneghini, Alberto Tell,
Angel Pardo, Raúl Galván, Ricardo Branda, Augusto Alasino,
Alcides López y Remo Costanzo, al ex secretario parlamentario Mario
Pontaquarto y al secretario de Costanzo, Martín Fraga Mancini.
La lista de futuros careados se forma con los senadores Pedro Del Piero,
Antonio Cafiero y Horacio Usandizaga. Una elección, en principio,
ecuánime: un frepasista, un peronista y un radical. Una elección,
de verdad, para nada ecuánime: los tres quedaron ajenos al sistema
de gobernabilidad tarifada, como llamaba Carlos Chacho Alvarez
al Senado, y con distintos matices personales, los tres denunciaron la
existencia de un mecanismo de toma y daca para sacar o retacear la aprobación
de leyes. Faltó Silvia Sapag, la valiente senadora neuquina que
denunció a Cantarero por supuesto soborno para aprobar una nueva
ley de Hidrocarburos, pero no hay que perder las esperanzas, que hay tiempo.
Consultas de Página/12 en Tribunales y entre los pocos senadores
que ayer quedaban en Buenos Aires permitieron anoche reunir estas precisiones:
La falta de mérito no
significa el sobreseimiento de los senadores, aunque tampoco el procesamiento.
En teoría, el juez puede procesar a cualquiera de los once en otro
momento. La medida de ayer sólo supone que, hasta ahora, Liporaci
no tiene ningún elemento para escalar el castigo.
Liporaci tenía un plazo
para procesar, sobreseer o indicar que aún no había méritos.
Pero el plazo es flexible. Pudo haberlo estirado y no lo hizo.
La indagatoria de Flamarique
y De Santibañes no quiere decir que vaya a procesarlos. Sólo
indica que antes no los llamó. Liporaci, con ellos, está
atrasado, pero quizás supuso que poniendo a ambos en la misma resolución
de los senadores quedaría en público como el juez que no
tiene remilgos en investigar al Gobierno. Un juez justiciero.
El problema no es lo que Liporaci
escribió en su resolución, sino lo que no hizo antes. Con
pericias y pesquisas, igual es difícil probar una coima. Sin pericias
y pesquisas es directamente imposible. Y el juez declinó aceptar
un puñado de medidas de prueba reclamadas por los fiscales Eduardo
Freiler y Federico Delgado.
Liporaci pudo haber distinguido,
así fuera simbólicamente, la situación diferente
de los senadores. Un ejemplo: no es lo mismo Cantarero, quien según
la periodista María Fernanda Villosio le confesó la existencia
de coimas, que Meneghini, nombrado al pasar en el famoso anónimo
sobre los sobornos. Por fecha (la resolución engloba a todos el
mismo día) y por contenido (no diferencia una situación
de otra) el juez se abstuvo de distinguir matices. Los senadores sospechados
dirán gracias y los otros quedarán injustamente sospechados.
Sin ninguna explicación razonable, el juez dejó de tomar
medidas que ya podría haber adoptado.
Podría haber careado al correntino Angel Pardo con Antonio Cafiero.
Pardo atribuyó haber escuchado de Cafiero acusaciones contra Genoud,
contra Cantarero y contra De Santibañes. También contra
Pontaquarto, un alfil político de Genoud y puente de plata con
Alasino. Otros careos posibles, que surgen de la sola lectura del expediente,
podrían haber sido los de Eduardo Duhalde y Ramón Ortega.
En los fundamentos, el juez se amparó en un criterio sobre las
coimas. Dijo que por un lado debe lograrse determinar por una parte
quién pagó, por qué medios, qué suma y origen
de la misma, o en su defecto qué beneficio otorgó,
y por otro lado debe verificarse quién cobró, el destino
del dinero o en su defecto qué beneficio obtuvo.
Recordó que él investiga sobre la base de artículos
periodísticos, de un anónimo y de afirmaciones de testigos
como Cafiero y Alvarez. Dijo también Liporaci que Cafiero mostró
más convicción que datos, y que el ex vicepresidente declaró
que desconocía las pruebas.
En otro apartado diferenció el cohecho pasivo del activo. El pasivo
se produce cuando uno paga y otro cobra. Para el activo alcanza con el
ofrecimiento de dinero. Liporaci escribió que no hay ninguna constancia
de que un senador haya recibido una coima, sin perjuicio de lo que
en definitiva resulte de las diligencias ya dispuestas.
En cambio, el juez le dio mucha importancia a una frase de Alvarez (si
hubo plata, salió del Gobierno) para pedir la citación
indagatoria de Flamarique, sospechado de haber dicho la frase a
éstos los arreglamos con la Banelco, que el protagonista
niega y testigos del sindicalismo confirman. En cuanto a De Santibañes,
como la SIDE cuenta con fondos sin control de destino, también
será interrogado.
Si Liporaci hoy no hiciera nada más y la causa se archivara tal
como está, el resultado sería sólo político
y podría ser leído según algunas claves como las
que siguen.
Los más favorecidos fueron los senadores, y dentro de ellos los
senadores peronistas que integraban o integran el sistema dominante en
el Senado. Son importantes para el futuro de Liporaci. Podrían
ser cruciales en el desarrollo de la acusación contra el juez por
enriquecimiento ilícito que tramita otro juez federal, aunque prestigioso:
Gabriel Cavallo.
El Gobierno, que en el tema del Senado no puso fuerza ni empeño,
de cualquier manera corre el riesgo de perjudicarse por las citaciones
de De Santibañes, el mejor amigo del Presidente, y Flamarique,
que fue el mejor negociador de Fernando de la Rúa hasta que tensó
demasiado la cuerda y no renunció a tiempo.
Chacho Alvarez, que resistía en nombre del Frepaso la reforma previsional,
encontró un tema que le es muy propio, como la cruzada por la renovación
política del Senado.
Liporaci tiene en sus manos un instrumento que no agotó. Puede
hacerlo avanzar, con nuevas indagatorias o algún procesamiento,
o dejarlo como está.
El descrédito del juez es indiscutiblemente muy amplio. La falta
de mérito fue interpretada ayer por la población como un
sobreseimiento. Y sólo en parte esa confusión puede achacarse
a la falta de conocimiento jurídico. La verdad es que la percepción
popular va por otro lado: la seguridad de que no hay presión política
sobre el Senado, y de que Liporaci está lejos de representar el
largo brazo de la Justicia.
ALVAREZ
PEDIRA QUE EL JUEZ SE APARTE DE LA CAUSA
Fue un indulto al Senado
Ayer por la mañana, Carlos
Chacho Alvarez intentó eludir a los cronistas que hacían
guardia en el bar Varela Varelita, donde habitualmente le sirven el desayuno.
Cuando los movileros lograron interceptarlo, se encontraron con un hombre
desconocido, con los dientes apretados, de silencio férreo y lágrimas
en los ojos. Después se supo que Chacho ya sabía que Carlos
Liporaci había dictado la falta de mérito para los once
senadores sospechados de haber recibido sobornos a cambio de votar la
Reforma Laboral. El escándalo se inicio por una denuncia del propio
Alvarez, y concluyó con su renuncia a la vicepresidencia de la
Nación. La decisión de Liporaci es vergonzosa,
se quejó el frepasista, quien además confesó: Siento
que mi renuncia no sirvió para nada. El ex vice pedirá
que el juez se aparte de la causa.
Horas más tarde, Alvarez distribuyó un comunicado, titulado
Indulto al Senado, en el que expresa:
La decisión del
juez Liporaci es vergonzosa. Ya habíamos señalado el clima
de impunidad imperante en el tema de los sobornos del Senado, donde por
un lado no hubo la sanción política que hacía falta
y por el otro lado se dejó todo en manos de una Justicia altamente
sospechada.
La desprotección
de la ciudadanía es total. Nadie puede creer que en el Senado no
ocurrió lo que la sociedad percibe que pasó, y otra vez
el descrédito y la degradación institucional vuelven a instalarse
como un lugar común. Flaco favor les hace el juez Liporaci a las
instituciones, en tanto la incredulidad y el desprestigio político
se refuerzan cada día más.
Esta decisión
va a ser claramente interpretada por muchos como un canje de favores entre
un juez sometido a una investigación por enriquecimiento ilícito
y los senadores sospechados de haber cobrado por aprobar la ley de empleo.
El juez que el 2 de septiembre
de 2000 declaraba públicamente que tenía indicios
graves y concordantes para aseverar que hubo sobornos, ahora llamativamente
dictamina la falta de méritos de los senadores.
Ahora mucha gente va
a comprender el significado pleno que tuvo el gesto (su renuncia) de no
haber pactado con este sistema de impunidad que hoy queda al descubierto.
Alvarez declaró después que la resolución judicial
genera una suerte de confirmación en la conciencia de nuestros
compatriotas de que cuando se investigan cuestiones que tienen que ver
con el poder, o con sectores importantes de la clase política,
generalmente nunca pasa nada.
Y agregó: Esto de que no pasa nada es lo que la gente siente
desde hace casi diez años en la Argentina, lo que sintió
durante toda la época menemista. El titular del Frepaso concluyó:
Sigo creyendo en que se puede desmontar este sistema, aunque pensaba
que iba a ser más rápido de lo que es, pero habrá
que seguir dando la batalla para terminar con este sistema de impunidad.
OPINION
Por Mario Wainfeld
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Un verano caliente
El 29 de diciembre, un curioso día de fin de año
pletórico de noticias espectaculares (desde las políticas
hasta el gerenciamiento de Racing) detona un nuevo escenario al
interior de la Alianza: el nacimiento de una ofensiva crítica
del Frepaso. Dos serán los núcleos de conflicto: la
corrupción en el Senado y la reforma previsional. Ambos se
venían incubando, en ámbitos bien distintos y estallaron
en una misma jornada.
El Senado: Carlos Chacho Alvarez emitió ayer
una señal inconfundible: comenzó a escribir de puño
y letra en su oficina de la Casa del Frente un comunicado, conducta
que evocaba inevitablemente su renuncia del 6 de octubre. Acudiendo
a un recurso usual en él, atribuyó a la gente
un pensamiento que largamente comparte y cuya redacción final
le pertenece: Liporaci indultó a los senadores. E hizo pública
una primera decisión: promover el apartamiento de la causa
del juez.
Pero ése no es el fin sino el principio. El jefe del Frepaso
comenzó a imaginar con un puñado de sus allegados
más cercanos algunas medidas más, incluida una campaña
de su flamante Red de Participación Ciudadana (RPC) para
oponerse a la reelección de senadores sospechados. O acaso
a la reelección, tout court.
Alvarez sospecha que Liporaci tomó su decisión justo
antes de la feria judicial a fin de medir sus repercusiones públicas
durante enero y piensa aplicar para combatirlo un criterio análogo.
Recuperar su pelea contra la corrupción senatorial, que puso
en el freezer tras su dimisión. A la crítica más
que posible, sensata de que cometió un error por haber
levantado el pie de ese acelerador, el jefe frepasista replica que
el agravamiento de la situación económica y el riesgo
de default posteriores a su salida del Gobierno lo dejaron sin márgenes
para meter más ruido político. Tal vez tenga razón,
tal vez le falte, tal vez ni siquiera esté totalmente convencido
de que lo dice. En cualquiera de los casos ahora está seguro
de que él mismo, el Frepaso y la RPC tienen un duro frente
de batalla por delante en la denuncia de la corrupción del
Senado. La ofensiva contra Liporaci es apenas una escaramuza dentro
de esa guerra que incluye también en el bando adversario
a buena parte del bloque radical.
La reforma previsional: Chacho está convencido de que es
una sobreoferta que hizo el Gobierno a los organismos internacionales
de crédito. Si se lo induce a pensar que aun siendo
así ahora lo prometido es deuda, responde que Fernando
de la Rúa y José Luis Machinea deberían haber
conseguido del FMI el alivio de sacar esa reforma cuando las condiciones
sociales fueran mejores. El jefe del Frepaso considera inadmisible
en términos políticos una nueva agresión al
bolsillo de la población, en especial de la clase media,
la tercera que se añade al impuestazo y al recorte salarial
de los estatales.
Según el ex vice el disco duro del actual gobierno (De la
Rúa mismo, su hijo Antonio, Fernando de Santibañes,
Patricia Bullrich, el equipo económico y con algunos
matices Chrystian Colombo) tiene una lectura excesivamente
triunfalista del blindaje económico. Juzga que apenas ha
abierto una oportunidad, pero sin insuflar esperanza en la gente.
Y que se está repitiendo un error cometido en el 2000 que
es creer que la profecía de mejoras macroeconómicas
darán aire al oficialismo. Este razonamiento fue expresado
con énfasis por el vice al ministro de Economía en
una charla telefónica sostenida a mediados de esta semana.
Le deslizó que era necesario ponerse las pilas con medidas
que se sintieran en la calle en abril o mayo del año que
viene. Chacho sigue convencido de que Machinea debió dar
las hurras tras anunciar el blindaje o por lo menos
quedar como ministro de Hacienda derivando a otro el Ministerio
de la Producción.
Los diputados frepasistas son, en materia jubilatoria, más
chachistas que Chacho. No están dispuestos a bajarse de una
postura de diferenciación respecto del conjunto de la Alianza.
Es cierto que la mayor paloma del bloque (su jefe, Darío
Alessandro) está fuera de la Capital, pero varios legisladores
que consultó ayer Página/12 se dividían entre
halcones y superhalcones: los que pensaban en oponerse con todo
a la reforma, aunasumiendo aliarse con el peronismo en la votación
y los que atisbaban un horizonte de ruptura. No es que queramos
romper, ellos nos echaron dramatizaba ayer una importante
figura del Legislativo, frentegrandista de la primera hora que no
integra el núcleo de los rebeldes.
Horizontes para el verano: al Gobierno se le viene un verano caliente.
Las tres centrales sindicales se preparan a enfrentarlo. El peronismo
ha encontrado en la objeción a la reforma previsional un
mínimo común denominador para disimular su potente
interna, las Fuerzas Armadas harán oír sordos ruidos
por la conmutación de penas a los presos del MTP. Y lo que
es peor o, si se quiere, es caldo de cultivo de todas esas
oposiciones, la gente de a pie luce desesperanzada, poco dispuesta
a creer que las cosas mejorarán.
En ese clima, el Frepaso se apresta a una ofensiva crítica.
¿Habrá puntos de acuerdo en la renacida lucha contra
la corrupción senatorial? ¿Habrá gestos presidenciales
como discutir con sus socios minoritarios un relanzamiento
del Gobierno? ¿O De la Rúa duplicará su apuesta
y su regreso al útero de su círculo más íntimo
como hizo en la crisis de setiembre-octubre?
Todos los escenarios están abiertos en el próximo
verano caliente. Un verano que despunta riesgoso para la Alianza.
No es para menos. El último día del año encontró
a De la Rúa en claros gestos de demostración de autoridad.
Y a Alvarez entre su propia tropa, rumiando bronca y pensando más
en cómo diferenciarse que en cómo volver a la Rosada
o aledaños.
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