Por Victoria Ginzberg
Hubo abrazos, lágrimas
y hasta se descorcharon un par de botellas de sidra. Pero no había
euforia. En este clima, familiares y amigos de los presos de La Tablada
y miembros de organismos de derechos humanos anunciaron en Plaza de Mayo
el fin de la huelga de hambre que los detenidos realizaron durante 116
días. Ante el decreto del Poder Ejecutivo que les reduce
las condenas, los presos decidieron el levantamiento de la medida porque
creen que es un avance en su situación, si bien no es lo que se
ha venido pidiendo, aseguró Daniel Gabioud, uno de los condenados
que está en libertad condicional. El decreto firmado por el presidente
Fernando de la Rúa y todos sus ministros no implica la libertad
inmediata de los miembros del Movimiento Todos por la Patria (MTP), pero
la mayoría está en condiciones de acceder al beneficio de
salidas trasitorias o laborales.
Esta semana, en la que se elaboró el decreto, el Gobierno repitió
que su decisión sobre los presos de La Tablada estaba fundada en
los reclamos de la Comisión Interamericana de derechos Humanos
(CIDH) de la OEA y que no respondía a la presión de la hulega
de hambre. Sin embargo, antes de anunciar los alcances de la reducción
de penas, el Gobierno se aseguró que los detenidos no concretaran
la amenaza de continuar con la medida al no obtener su inmediata liberación.
Los encargados de esta negociación fueron el ministro de Interior,
Federico Storani, y el subsecretario del área, César Martucci.
Estos funcionarios mantuvieron, hasta ayer por la mañana, conversaciones
con el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, con Abuelas
de Plaza de Mayo, con los abogados de los presos y con Dora Molina, esposa
del huelguista Roberto Felicetti.
La reducción de la sentencia fue como se había anticipado.
El ministro de Justicia y Derechos Humanos anunció que a los nueve
huelguistas que estaban condenados a prisión perpetua se les conmutó
la condena a 20 años. La pena de Claudia Acosta reclusión
perpetua fue disminuida a 22 años, y Roberto Felicetti, que
había recibido reclusión perpetua con la accesoria de reclusión
por tiempo indeterminado, pasó a tener una condena de 25 años.
Esto implica que la mayoría de los presos podrían salir
en libertad condicional en mayo del 2002; Acosta lo haría en el
2003 y Felicetti en el 2005. Sin embargo, tal como informó ayer
Página/12, la mayoría está en condiciones de acceder
a salidas transitorias o laborales. Felicetti podrá hacerlo en
seis meses. Estos beneficios deberán ser autorizados por el juez
de ejecución del caso, Daniel Cisneros.
El 29 de mayo de este año los detenidos por el ataque al cuartel
de La Tablada, ocurrido el 23 de enero de 1989, decidieron inciar una
huelga de hambre en reclamo de su libertad. Se apoyaron en las recomendaciones
que la CIDH había hecho al estado argentino en 1997 y que estaban
incumplidas desde entonces. El organismo internacional, en base a investigaciones
propias, consideró probado que nueve asaltantes al regimiento habían
sido ejecutados después de su rendición y que los detenidos
fueron torturados. Por eso recomendó al Estado que los presos debían
ser reparados. Además criticó la imposibilidad
que tuvieron los condenados de recurrir un fallo a un tribunal superior
por haber sido juzgados bajo la Ley de Defensa de la Democracia.
Ante la medida extrema que habían adoptado los miembros del MTP,
el Gobierno decidió impulsar en el Congreso la modificación
de la discutida ley, pero la resistencia de los diputados opositores y
de un grupo de aliancistas hizo que ni siquiera se lograra juntar el quórum
necesario para discutir el proyecto. Los presos levantaron esa huelga
el 13 de julio con la promesa oficial de que el proyecto que les concedía
la doble instancia judicial iba a ser tratado apenas el Congreso reanudara
su actividad después de las vacaciones de invierno. El 5 de septiembre
la ley no se había discutido y los miembros del MTP reiniciaron
la huelga.
Después de más de sesenta días de ayuno de la segunda
huelga y con la salud de los presos en un continuo deterioro, el Poder
Ejecutivo resolviótratar de solucionar el tema a través
de la vía judicial. Pero el jueves de la semana pasada la Corte
Suprema cerró esta posibilidad. Luego de conocer el escrito del
máximo tribunal de la Nación, el Gobierno pensó en
la posibilidad de dejar las cosas como estaban, pero el Presidente optó
por escuchar a Storani, quien un día después del fallo de
la Corte le había entregado un borrador con consideraciones políticas
y jurídicas sobre la posibilidad de conmutar las penas.
El reclamo internacional fue fundamental para llegar a esta solución.
Fue un apoyo para los huelguistas pero también un argumento de
presión y justificación para el Gobierno. Durante los últimos
cuatro meses llegaron al país cartas de diferentes organizaciones
de derechos humanos, eclesiásticas, y partidos políticos
de todo el mundo. En la reunión de gabinete que se realizó
antes de anunciar la firma de éste y otros cuatro decretos, el
embajador Leandro Despouy que representaba al ministro Adalberto
Rodríguez Giavarini fue felicitado por el blindaje
internacional que consiguió la Cancillería para dictar
la conmutación.
Se ha evaluado la opción entre mantener la situación
jurídica actual recibiendo sanciones internacionales
o modificarla moderadamente en relación a personas que seguirán
siendo condenadas por los graves hechos que cometieron y que continuarán
cumpliendo su pena, considerándose la segunda alternativa más
adecuada a fin de asegurar los altos intereses de la Nación,
dicen los considerandos del decreto, que lleva fecha 28 de diciembre.
En el escrito también se menciona que ahora aparece como
innecesario continuar con el objetivo de establecer una segunda instancia.
Rodolfo Yanzón, abogado de los detenidos del MTP aseguró
que si bien la medida oficial alivia la condición de los presos,
no cumple con las recomendaciones de la CIDH. Vamos a seguir con
la batalla legal y pedir una audiencia en marzo para que el Gobierno dé
explicaciones, aseguró Yanzón, quien también
expresó que De la Rúa firmó el decreto pero
las penas las puso el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni.
Es cierto que aunque no lo solicitaron formalmente los miembros
de la CIDH tenían expectativa en que las medidas excepcionales
que le pidieron al Ejecutivo terminaran con la liberación de los
presos. Sin embargo, la Comisión siempre sostuvo que la manera
de cumplir con las recomendaciones era una decisión exclusiva del
Estado argentino y, de hecho, la conmutación de penas implica que
Tablada deja de ser un problema grave ante los organismos internacionales
de derechos humanos. El Gobierno también se aseguró eso
a través de conversaciones extraoficiales mantenidas antes de anunciar
las conmutaciones. De todas maneras, fuentes de la OEA expresaron que
no dejarán de pedir que se investigue lo ocurrido durante la toma
y recuperación del regimiento y que se modifique la ley de Defensa
de la Democracia, que viola la Convención Americana de Derechos
Humanos.
Hay que gritar, hay que gritar, libertad a Gorriarán,
cantaban ayer en Plaza de Mayo mientras los familiares y amigos de los
presos y agrupaciones de izquierda empezaban a levantar las carpas de
la vigilia que realizaron desde la semana pasada. El líder del
MTP, Enrique Gorriarán Merlo y su mujer, Ana María Sívori
que también realizaron la huelga no fueron alcanzados
por el decreto de conmutación de penas porque no estaban incluidos
en el informe de la CIDH.
NUMEROSOS
RECLAMOS PARA QUE SE RESPONDIERA A LA CIDH
Cumpliendo con la Justicia
Durante los 116 días
de la huelga de hambre de los presos de La Tablada, numerosas personalidades
y organismos de Argentina y del resto del mundo le hicieron llegar al
Gobierno su pedido de que se les concediera a los detenidos la posibilidad
de apelar sus condenas. En todos los casos, no se reivindicaba el ataque
al cuartel, sino que se denunciaban las irregularidades del juicio y se
exigía el cumplimiento de las recomendaciones de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El Premio Nobel de Literatura 1998, el portugués José Saramago,
fue uno de los que apoyaron el reclamo de los presos; en su reciente visita
al país, el escritor afirmó que en la Argentina ya
se perdieron unas cuantas vidas absurdamente y, aunque reconoció
que el Gobierno tenía voluntad humanitaria para resolver
el problema, dijo desconocer si existía voluntad política
o judicial.
Por su parte, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que comanda
Hebe de Bonafini, realizó el mes pasado un ayuno solidario en su
sede porteña, en solidaridad con los detenidos. De la medida participaron,
entre otros, la propia Bonafini, el escritor Osvaldo Bayer, el sociólogo
Horacio González, el rector de la Universidad Popular de las Madres,
Vicente Zito Lema, y el filósofo León Rozitchner.
Otras organizaciones argentinas que acompañaron el reclamo fueron:
Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Abuelas de Plaza de Mayo,
HIJOS, Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Liga Argentina
por los Derechos del Hombre y el Servicio de Paz y Justicia. También
firmaron solicitadas, pidiendo la segunda instancia, el gremialista Víctor
De Gennaro, los actores Esteban Prol y Daniel Fanego, los músicos
Piero, Jairo, Ignacio Copani y Chico Buarque, la hermana Martha Pelloni,
el sacerdote Luis Farinello, los obispos Jorge Novak, Marcelo Melani y
Pedro Olmedo y los intelectuales Noam Chomsky y James Petras, entre muchos
otros.
Desde el resto de América también se realizaron medidas
de apoyo; el líder sandinista y ex presidente nicaragüense,
Daniel Ortega, les pidió a los legisladores argentinos que habilitaran
por ley una segunda instancia para los presos del MTP. En tanto, el ex
candidato presidencial mexicano por el Partido Revolucionario Democrático,
Cuahutemoc Cárdenas, había pedido igual solución
ante la inminencia de un desenlace fatal.
Por otro lado, anoche mismo, pocas horas después del anuncio oficial
sobre la conmutación de penas, comenzaron a llegar a la Cancillería
mensajes de distintas personalidades y organizaciones de todo el mundo,
expresando su satisfacción con la medida del gobierno argentino
dictada para cumplir con la reparación reclamada por
la CIDH.
|