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Un loco estuvo a
punto de estrellar
un avión con 379
pasajeros a bordo

El hombre entró en la cabina del jumbo de British Airways y atacó al piloto. Durante dos minutos el avión cayó en picada.

En la pelea con el loco, el
piloto automático se desconectó.
Los pasajeros vieron cómo la tierra se acercaba velozmente.

Por Jeevan Vasagar, Vikram Dodd y Liz Stuart *
Desde Nairobi

Un jumbo de British Airways estuvo a punto de estrellarse ayer, cuando un pasajero mentalmente alterado entró violentamente en la cabina de los pilotos e intentó tomar los controles. El Boeing 747, con destino a Nairobi y 379 pasajeros a bordo, cayó en picada 10.000 pies mientras el capitán y uno de sus oficiales luchaban con el intruso en la cabina durante dos minutos: uno de ellos había desconectado accidentalmente el piloto automático. Los pasajeros gritaban aterrorizados y rezaban por sus vidas mientras el avión caía en picada abruptamente, se inclinaba hacia la izquierda y se acercaba a la tierra.
El vuelo BA 2069 había partido de Gatwick seis horas antes y volaba a 35.000 pies sobre Sudán cuando todo empezó. Las máscaras de oxígeno se desprendieron mientras los bolsos volaban a través de las cabinas y los pasajeros que no tenían puestos sus cinturones se golpearon las cabezas contra el respaldo de sus asientos. Una azafata cayó al piso, rompiéndose el tobillo, mientras el capitán William Hagan luchaba con el intruso. Hagan logró meterle los dedos en los ojos, pero en la lucha el intruso mordió uno de los dedos al piloto y su oreja.
Asistido por uno de los primeros oficiales, Hagan logró arrastrarlo fuera de la cabina y hacia el área de la primera clase. Ahí los pasajeros corrieron a ayudar, incluyendo un norteamericano de más de 2 metros de alto que ayudó a inmovilizar al hombre en el piso. Phil Watson, el copiloto de 38 años, que había estado sentado frente a los controles durante todo el episodio, sacó al avión de su caída en picada y le puso fin a la crisis de dos minutos, justo antes de las 5 de la mañana.
Entre los que estaban a bordo se contaba Lady Annabel Goldsmith, viuda del empresario Sir James, su hija Jemina Khan y su hijo Benjamin. La señora Khan viajaba a Kenia con sus hijos, Kasim de 18 meses y Sulaiman de 4 años, de vacaciones por dos semanas. También a bordo se encontraba Bryan Ferry y su mujer Lucy Helmore, camino a Zanzibar, también de vacaciones. “Estoy contento de llegar ahí entero,” dijo a su llegada a Nairobi.
El capitán Hagan, de 53 años, cuya mujer y dos hijos se hallaban a bordo, dijo: “Todo sucedió muy rápidamente. Lo primero que pensé fue en la seguridad de la nave y de los pasajeros. Sólo hicimos aquello para lo que estamos entrenados. En la lucha el intruso me mordió la oreja, pero el primer oficial Richard Webb y yo logramos sacarlo de la cabina mientras mi otro oficial Phil Watson volaba el avión. Con la ayuda de algunos pasajeros pudimos reducir al intruso. Estoy muy orgulloso de mi tripulación de la cabina y muy agradecido por la ayuda de nuestros pasajeros,” añadió.
El intruso fue arrestado cuando el vuelo llegó a Nairobi. La policía dijo que el hombre tiene 27 años, es de Kenia y fue descripto como un paciente psiquiátrico. Benjamin Goldsmith contó que el capitán Hagan les dijo más tarde a algunos pasajeros que, si el drama hubiese durado cuatro o cinco segundos más, el copiloto no hubiera podido retomar el control, porque el jet estaba a punto de darse vuelta.
“No creo que haya habido una sola persona en el avión que no pensara que nos íbamos a estrellar. Todos estaban durmiendo en el momento en que cayó en una violenta picada y comenzó a estremecerse. Había hombres grandes que gritaban. Luego uno de los motores se detuvo. Esta era una escena de un avión a punto de estrellarse,” dijo Goldsmith.
“El piloto habló por los altoparlantes y dijo ‘Un hombre acaba de tratar de matarnos’ –agregó–. Todos en el avión estaban absolutamente aterrorizados, había gente que rezaba en voz alta. El piloto fue a ver a su mujer y explicó que el avión estuvo a punto de volcarse de espaldas”.

* De The Guardian de Gran Bretaña Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

 

�La tierra se veía muy, muy cerca�

Por L.S.
El avión empezó a sacudirse brutalmente. No hubo aviso, sólo esta terrible sacudida. Pensé que era turbulencia, que estábamos atravesando una tormenta porque miré por la ventana y vi negro. Después me di cuenta de que estaba mirando la tierra. El avión se balanceaba de izquierda a derecha: yo veía alternativamente las nubes y el sol. Después volví a ver la tierra, que se veía muy, muy cerca.
La gente no parecía estar en pánico, aunque cuando un hombre se levantó, una de las azafatas le gritó que se sentara. No oí a nadie gritar, pero no sé si lo bloqueé, porque otros pasajeros dijeron que la gente gritaba todo el tiempo.
Hubo otro fuerte sacudón y cayeron las máscaras de oxígeno. No parecía una caída en picada; era como estar en un ascensor rápido. Yo agarré la mano de mi compañero. Recuerdo tener esta palma realmente sudorosa y decirle que no mirara por la ventana. Sentía el avión temblar a mi alrededor.
Entonces las alarmas sonaron tres veces, lo que debe haber sido una señal para que la tripulación fuera hasta el frente de la nave rápidamente, porque todo el equipo corrió hacia la cabina. Después se oyó la voz del capitán. Estaba sin aliento: “Damas y caballeros, está todo bajo control ahora, pero un loco acaba de intentar estrellar el avión”.
Parecía estar en pánico y el avión aún no se estabilizaba. No le creí nada. Después un asistente del vuelo me dijo que este tipo había entrado en la cabina e intentado estrangular al capitán. Dos pasajeros habían ayudado a voltearlo. Ahora estaba sedado y sujetado. Un pasajero que vio cuando lo sacaban del avión dijo que tenía los ojos hinchados y estaba mareado.
La gente lloraba. Fue entonces cuando yo entré en shock y empecé a temblar. Las azafatas fueron fantásticas. Nos dieron tanta información como les fue posible, nos sirvieron té y café, pero tenían un pánico en los ojos como nunca vi antes.
Tuve un miedo horrible.

 

EN RUSIA DISCUTEN SI SE PUEDE CLONAR A LENIN
Cómo duplicar al viejo camarada

Primero fue la idea del presidente Vladimir Putin de restaurar el viejo himno soviético. Ahora, al filo del 2001, una nueva polémica conmueve a Rusia: uno de los científicos encargados de mantener en buen estado el cadáver de Lenin arriesgó la posibilidad de clonar al viejo camarada. El biólogo Illia Zbarski, que ha dedicado 18 años de su vida a cuidar del cuerpo embalsamado, señaló que “con la conservación del ADN, que porta los genes y determina el desarrollo del organismo, es posible teóricamente su clonación”. Sabiendo en el lío que se metía, Zbarski se apuró a aclarar su postura: “Pero tiene poco sentido clonar a una persona tan cruel y tan proclive a la destrucción como Lenin”.
La conversación sobre el cadáver del “abuelo Lenin”, como es llamado el antiguo líder del partido bolchevique, surgió durante una entrevista al científico realizada por periodistas de la emisora Eco de Moscú. La bomba no tardó en estallar. “Sería una idolatría –se ofendió el diputado comunista Vasili Shandibin–. El cuerpo de Lenin pertenece a todo el pueblo y nadie tiene derecho a tocarlo”. Del mismo modo opinó el 85 por ciento de los 1075 oyentes de la emisora: el cuerpo de Lenin se mira y no se toca. La misma discusión se había instalado años atrás, cuando algunos funcionarios sugirieron retirar el cadáver de la Plaza Roja moscovita, donde está exhibido en una urna de cristal, y sepultarlo en el cementerio de Vólkovo, San Petesburgo, junto a su madre y a su hermana.
Illia Zbarski heredó tan particular profesión de sus antepasados. Boris, su padre, formó parte del equipo de médicos encargados de embalsamar el cadáver de Lenin, tras su muerte en 1924. Durante 18 años, día tras día, Illia ha velado por el bienestar de la momia, que descansa en un musoleo junto al Kremlin. Todas las semanas, las vetustas manos del líder de la Revolución Rusa reciben manicure de parte de los especialistas, para eliminar los hongos que intentan devorarse a esta parte fundamental de la historia de la ex Unión Soviética. Una vez por mes, el cuerpo es sumergido en una bañera especial que humedece los tejidos. Pero el propio Zbarski, humildemente, intentó restarle méritos a su trabajo: aseguró que la conservación del monumento humano no se debe a lo exhaustivo de su labor, sino a todo un ejército de cadáveres suplentes que, a modo de muleto, ceden generosamente sus partes para la restauración del padre de la patria comunista.

 

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