Por Rodrigo Fresán
Algunos recientes titulares
de algunos recientes diarios: El mundo ha sufrido un record de desastres
naturales en el 2000, Rusia pierde seis satélites y
el cohete que los debía poner en órbita, Hackers
roban datos de 3,7 millones de compradores por Internet, Un
gusano da pistas sobre el genoma humano en la era de la proteómica,
Se implantarán chips en los jamones para controlar su curación.
Sí, desde lo trascendente a lo banal desde los misterios
de la vida y la muerte a la estupidez de Gran Hermano y Sobreviviente,
el futuro ya no es lo que era porque, casi sin que nos diéramos
cuenta, se convirtió en parte del presente. O tal vez haya sido
el ahora lo que se ha convertido en núcleo indivisible del después
quién sabe y el qué será, será. Una cosa es
segura: alcanzamos el 2001 la efeméride más importante
que le quedaba a la ciencia-ficción una vez superado el 1984
y corresponde festejarlo como corresponde. Poco se ha cumplido de lo que
vaticinaban el director de cine Stanley Kubrick y el escritor Arthur C.
Clarke en 2001: Odisea del espacio: no hemos colonizado la luna, no se
avista ningún monolito en el horizonte, las computadoras no se
volvieron locas el pasado 31 de diciembre y, todo parece indicarlo, seguimos
siendo monos más allá de shocks del futuro y terceras olas
y new ages.
Lo que no impide que desde las páginas del suplemento Verano/12,
a lo largo de enero y febrero celebremos, por lo menos, el haber
llegado de una buena vez por todas al fin de un milenio y el principio
del otro. La forma de festejarlo de lunes a viernes será
explorando esos paisajes extraños y perturbadores de futuros posibles
en cuentos antológicos y fragmentos de novelas maestras de Isaac
Asimov, Alfred Bester, Ray Bradbury, Philip K. Dick, Theodore Sturgeon,
Kurt Vonnegut, Gene Wolfe y siguen las firmas y los astronautas. Ciencia-ficción
de altura despegando del prestigioso catálogo de Minotauro, editorial
decana en la materia, las páginas centrales. La página introductoria
comentará certezas y desconciertos, vida y antimateria de los autores
en cuestión, ciencia y ficciones de este complejo futuro que ya
se dijo minutos atrás, en el más profundo e instantáneo
de los pasados ya está aquí y al que, por comodidad,
pensamos como un simple presente. Todo bien ilustrado con fotografías
selectas del mejor y peor cine de anticipación donde los platos
voladores cuelgan de un hilo. Así, descubriremos que leer cienciaficción
ciencia-ficción de la buena ya no es lo que era y que,
después de todo, hay algo de lo que alegrarse: toda esa gran literatura
sólo considerada atendible por su carácter profético
se ha convertido de improviso en gran literatura a secas que merece revisitarse
o descubrirse.
Todo se está convirtiendo en ciencia-ficción,
se entusiasmó no hace mucho J. G. Ballard, autor de la ultra-violenta
Crash. La ciencia-ficción es la literatura más importante
que ha producido el siglo XX y será el único género
narrativo que podrá cruzar el abismo que nos separará de
formatos futuros de escritura porque, de algún modo, los ha anunciado
antes que nadie, agregó. Philip K. Dick, imaginador de los
replicantes que inspiraron al film Blade Runner, suspiró: La
mala ciencia-ficción predice, la buena ciencia-ficción parece
que predice. Yo escribo sobre lo que va a ocurrir durante los próximos
cinco minutos o, mejor dicho, sobre lo que casi nadie se dio cuenta de
que ocurrió hace cinco minutos. Las páginas de Verano/12
reunirán a los eufóricos de lo que vendrá y a los
pesimistas de lo que se viene, a los que se la pasan perdiéndose
en el espacio exterior y a los que prefieren encontrarse en el interior
de sus cuerpos eléctricos. Sin pelearse y obedeciendo juntos al
inapelable conteo de esa cuenta regresiva para poder lanzarse hacia adelante
y descubrir que, sí, los mundos son y serán una porquería
en el 2001 también, pero queaquéllos los que los escriben
y los describieron los cuentan y los cantan cada día mejor.
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