Por Horacio Bernades
Creció. Créase
o no, el negocio del video creció en la Argentina durante el 2000,
un año en el que lo único que parecía haber aumentado
en el país era la desocupación, la pauperización
y la marginalización. Aunque no haya sido parejo para todos, y
más allá de caídas estacionales que se repiten año
a año, la boca de urna en la puerta del videoclub amigo
arroja un aumento promedio de alquileres, de entre un 5 y un 10% con respecto
a 1999. Hay razones concretas para ello.
En primer lugar, el video sigue siendo un entretenimiento barato. A razón
de 3 pesos por alquiler, ver un video resulta varias veces más
económico que ir al cine, teniendo en cuenta que el precio de una
entrada representa más del doble que alquilar una cinta grabada,
y además ésta suele verse de a varios. A ello hay que sumarle
que una salida al cine representa siempre un gasto mayor que el mero costo
de la entrada, por lo que insume el traslado más la cena, aperitivo
o el tradicional cafecito a la salida. Por otro lado, el abono
extra para los canales de cable premium (los del grupo HBO, sobre todo)
sigue motivando la vuelta de muchos al videoclub, donde además
las películas llegan entre seis meses y un año antes que
al cable. Mientras que la opinión extendida es que la expansión
de la cadena Blockbuster, que en el curso del año siguió
abriendo sucursales en todo el país (sólo en Capital se
calcula que ya andan cerca del centenar), sirvió para fomentar
la competitividad.
Así, los videoclubes que se renovaron o especializaron en rubros
que Blockbuster todavía atiende mal (el del cine de arte,
uno de ellos), salieron ganando. Contrariamente, quienes no contaron con
los medios para hacerlo, perdieron en la competencia y debieron afrontar
la perspectiva del cierre o el achicamiento. Dato paradójico en
una primera lectura: si los alquileres crecieron, no así las ventas
de editoras a videoclubes, que se mantuvieron estables en el mejor de
los casos. Aquí, la culpa debe achacársele a Hollywood,
en tanto en términos de calidad, el 2000 fue uno de los peores
años de lo que supo ser meca del cine. Esto repercutió directamente
en el usuario de video, que ya no tuvo tanto interés en abastecerse
del último tanque hollywoodense. De allí que
las editoras hayan vendido menos novedades, favoreciendo el ciclo inverso:
el usuario va al videoclub, busca novedades interesantes, no encuentra,
y entonces consulta al videoclubista, que le recomienda algún título
de catálogo que en su momento se le había pasado.
El otro rubro que crece de acuerdo con las previsiones es el del DVD,
gracias a dos factores concurrentes: la oferta de títulos crece
en medida exponencial y se abaratan las máquinas reproductoras,
que hace un par de años costaban unos 1000 dólares promedio
y ahora se consiguen por más o menos la mitad. Se estima que este
mercado creció durante el 2000 entre un 60 y 100% con respecto
al año anterior. Todo indica que, de aquí en más,
los disquitos digitales deberían continuar en ascenso, hasta ponerse
primero a la par del VHS, para terminar reemplazándolo a la larga.
De hecho, la venta de DVD representa ya, para las editoras que apuestan
seriamente al formato, cerca de un 10% de la facturación total.
Esa apuesta a futuro se verá consolidada mediante el acceso de
las firmas major a la producción propia de DVD, con instalación
de plantas productoras prevista, a más tardar, para mediados de
2001.
El rubro que no acompañó la tendencia general al alza fue
el de venta directa, que no logró terminar de afirmarse en los
distintos puntos de venta, ya se trate de cadenas de discos, supermercados,
videoclubes o negocios del ramo. Aquí sí, el mercado del
video se pone en sintonía con la tendencia general de la economía,
que registra una caída notoria en la venta, cualquiera sea el artículo
ofertado.
Resultó AVH la firma que, a lo largo del año, mayor cantidad
de títulos de cine de arte hizo llegar a videoclubes,
en sintonía con la tendencia registrada en salas de cine. Fue así
que el aficionado que no las haya visto en cine pudo acceder, unos meses
después de su estreno, a films como la taiwanesa El río,
la francesa Recursos humanos, el Cuento de verano, de Eric Rohmer; Una
historia sencilla, de David Lynch, o La eternidad y un día, del
griego Theo Angelopoulos, para citar sólo unas escasas muestras
de una tan abultada como diversificada oferta de calidad. Y ya están
en gateras Amores perros, Voyages, Escena frente al mar de Takeshi Kitano,
la francesa La humanidad y un montón de títulos más,
que se irán sumando a lo largo de 2001. Y que es posible que comiencen
a editarse en el marco de colecciones o subsellos específicos,
de modo de favorecer su identificación por parte del consumidor
y el propio videoclubista, que muchas veces no sabe, todavía, cómo
vender ciertos productos de calidad. También el buen
cine argentino siguió pasando con fluidez al video, con títulos
como Esperando al Mesías, 76 89 03 o la nominada al Oscar Felicidades,
con la sorprendente Nueve reinas ya en punta y lista a salir en los próximos
meses. Por detrás de AVH, una firma independiente consolidó
su apuesta al rubro arte, iniciada el año anterior.
Se trata de C & V/Cine & Video, que se anotó con ¿Soy
linda?, la butanesa La copa, el Kitano de Violent Cop, la revulsiva Sólo
contra todos o The Acid House, además de las argentinas Silvia
Prieto o Cien años de perdón, en elogiable iniciativa. Ocurre
que, aunque a algunos videoclubistas aún les cueste entenderlo,
puede ser que una película iraní, japonesa, mexicana o argentina
no se alquile, de entrada, tanto como el estreno Hollywood
del mes o la semana. Pero, mientras que el tiempo de explotación
de la película del momento se reduce, con suerte, a
apenas un par de meses, se sabe que las buenas películas se siguen
alquilando en el tiempo, aunque no aparezcan en la batea de novedades.
En esa tensión entre lo nuevo y lo bueno, el campo del video sigue
dibujando buena parte de su futuro.
Hitos de la edición
local
Si alguna novedad existe en el mercado es el lanzamiento de títulos
valiosos, que por distintas razones (ceguera, discriminación,
errores de cálculo o atrofia de los distribuidores) no llegan
al cine. A lo largo del 2000, las editoras supieron cubrir esos
baches, permitiendo que se pudiera acceder tanto a un
nuevo Cronenberg (eXistenZ) como a un David Mamet (El honor de los
Winslow), un Stephen Frears (Zona de seguridad), un John Sayles
(Limbo) o un Alan Rudolph (Desayuno de campeones), todas ellas inéditas.
Además hubo más de una sorpresa, como las independientes
estadounidenses La elección, Tumbleweed/Huellas del pasado,
Dick/Aventuras en la Casa Blanca y Lejos de Providencia. Se conoció
Wide Awake/Más astuto que nunca, la primera película
que el indio M. Night Shyamalan (el wonder boy de Sexto sentido
y El protegido) filmó en Estados Unidos. Y el excelente film
de animación El gigante de hierro, rechazado por su distribuidora.
Y la notable y escandalosa South Park, la película, que no
pasó la barrera censora en cines y sí logró
hacerlo en video. Además, se editaron clásicos de
la animación como El Grinch, de Chuck Jones, vedettes actuales
del rubro como Las chicas superpoderosas o El laboratorio de Dexter,
y clásicos de todos los tiempos como La condición
humana, Sylvia Scarlett, La vía láctea, de Buñuel,
o El viaje de los comediantes, de Theo Angelopoulos. Todas ellas
permiten pensar que no se va a acabar, por ahora, esa costumbre
de alquilar.
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Las
más alquiladas
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1) Sexto sentido (Gativideo)
2) Gladiador (AVH)
3) El coleccionista de huesos (LK-Tel)
4) El informante (Gativideo)
5) Belleza americana (AVH)
6) Milagros inesperados (AVH)
7) Estigma (AVH)
8) Todo sobre mi madre (Gativideo)
9) Misión: Imposible 2 (AVH)
10) Un lugar llamado Notting Hill (Gativideo) |
El
jazz: grandes nombres y notable actividad local
El Festival de Punta del Este en su quinto año, el nuevo
Festival del Sur, visitas de figuras de primera línea y una
importante presencia de músicos argentinos para un año en el
que, a veces, pasó demasiado.
Balance: Quedan para el balance
varias de las actuaciones más importantes de los últimos tiempos
y la aparición de un nuevo festival, en San Martín de los Andes
y Bariloche.
Dave
Holland tocó al frente
de un quinteto excepcional.
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Por Diego Fischerman
El personaje más importante
del mundo del jazz tuvo una enfermedad incurable (o curable a medias).
Llegó a Buenos Aires, demostró que sigue siendo uno de los
más grandes instrumentistas de la historia del género, pero
no tuvo la osadía de su visita anterior. Keith Jarrett deslumbró
como el mejor, en un modelo tradicional. No fue, en cambio, el revolucionario
de la forma, el mago de la explosión caleidoscópica de temas
y motivos rítmicos que solía ser antes de la fatiga crónica
(la enfermedad que lo mantuvo inactivo casi cuatro años).
La idea de la enfermedad, no obstante, estuvo cerca todo el tiempo para
el jazz en Buenos Aires. La actividad, excesiva (e imposible de seguir
para el público) en determinados momentos, paralizada en otros,
fue lo más parecido posible al agrupamiento caótico de células
cancerosas. Aun así quedan para el balance varias de las actuaciones
más importantes de los últimos tiempos, la consolidación
de Jazz en el Tambo, un festival que ya lleva cinco años de trayectoria
(y que, aunque uruguayo, tiene una proyección obvia de este lado
del Río de la Plata) y la aparición de uno nuevo, en San
Martín de los Andes y Bariloche, organizado por las secretarías
de Cultura y de Turismo de la Nación, que promete convertirse en
una referencia importante en la materia. También, el 2000 fue el
año en el que vio la luz una gran cantidad de producciones discográficas
locales de jazz de alta calidad.
El Quinteto Urbano, el Sexteto de Ernesto Jodos y el Cuarteto de Guillermo
Bazzola editaron discos de gran nivel y tocaron con asiduidad durante
todo el año. También publicaron nuevos discos Luis Salinas
(que accedió por primera vez a los teatros grandes) y Adrián
IaIaies (que fue candidato al Grammy latino). Además, varios músicos
argentinos (Diego Urcola, Darío Eskenazy), como parte del grupo
de Paquito DRivera, estuvieron en enero pasado en Punta del Este,
en el Festival del Tambo que el próximo jueves inaugurará
la temporada 2001. Allí se destacaron, también, Michael
Brecker (que en octubre llegó a Bariloche), el legendario saxofonista
y compositor Benny Golson, la violinista Regina Carter y Phil Woods.
Entre las muchas actuaciones extranjeras en Buenos Aires debe destacarse
la del mejor grupo de jazz del momento, el quinteto del contrabajista
Dave Holland (que también estrenó el festival patagónico).
El virtuosismo individual de Steve Nelson en vibráfono, Chris Potter
en saxo, Robin Eubanks en trombón y Billy Kilson en batería
es apenas el punto de partida para una música novedosa, imprevisible,
que abreva en la tradición del hard bop y la hace estallar en direcciones
múltiples. El trío de Jarrett con Peacock y De Johnette
(que fue más interesante en la segunda actuación que en
la primera), más allá de las polémicas acerca de
si su enfoque actual proviene de un genial ascetismo zen o simplemente
del agotamiento (de Jarrett pero también de sus compañeros),
fue uno de los puntos altos del año, al igual que los dos dúos
impactantes que se presentaron en La Trastienda: el del trompetista Dave
Douglas con el pianista Mischa Mengelberg y el del clarinetista Don Byron
con el pianista Uri Caine.
Entre los dúos fallidos, en cambio, hubo dos. De uno no cabía
esperar demasiado y, efectivamente, no hubo demasiado. El pianista Brad
Mehldau, una de las voces más llamativas en su instrumento aparecidas
en la última década, trajo a su novia. La más que
mediocre Fleurine (una amateur de escasísimas virtudes musicales)
mostró simpatía, agradeció que el público
que quería escuchar a Mehldau la tolerara y pidió disculpas
por estar en el escenario. Algunos la disculparon y otros no. Del otro
dúo, en cambio, podía esperarse mucho y tal vez por eso
la decepción fue mayor. Wayne Shorter y Herbie Hancock, compañeros
de ruta desde que empezaron a grabar juntos para el sello Blue Note y
artífices de gran parte del sonido de Miles Davis del 63
al 68, tocaron una música anodina, vagamente debussysta y
carente por completo de sorpresa y encanto. Sorpresa y encanto fue lo
que sobró, en cambio, en la actuación del trío de
Medeski, Martin & Wood y en uno de los popes del soul después
del soul: el saxofonista, showman y compositor Maceo Parker. Las revelaciones
estuvieron por el lado del trío de Jon Patitucci y del grupo del
trompetista Nicholas Payton, con una versión brillante y perfeccionada
del hard bop de Art Blakey y los Jazz Messengers (ambos grupos estuvieron
en el Festival de Jazz en el Sur) mientras que la ultrapromocionada cantante
y pianista Diana Krall fue exactamente igual a sí misma, en sus
virtudes y limitaciones. En sus conciertos porteños hizo lo que
hace en sus discos; versiones correctas, cantadas y tocadas con excelente
buen gusto y pareja falta de riesgo de clásicos del género.
Un magnífico show de hotel, en todo caso, pero poca cosa si se
trata de mantener la atención en un teatro, sobre todo si se tiene
en cuenta que la tradición vocal en el jazz incluye a nombres como
los de Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Betty Carter, Shirley Horn, Anita
ODay, June Christy, Abbey Lincoln y, más cerca, Cassandra
Wilson. La otra gran figura que no mostró demasiado fue el guitarrista
John Scofield, con su exquisito dominio del instrumento puesto al servicio
de una lectura bastante aburrida del funk. Quedó pendiente, por
otro lado, la esperada visita de Lee Konitz que, según se anuncia,
actuará aquí en el 2001.
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