Por Horacio Verbitsky Durante el último brindis
público del año el ministro de Economía reconoció
que el Producto Interno Bruto de 2000 no creció, como él
había pronosticado, sino que volvió a disminuir, aunque
no precisó cuántas décimas por debajo de cero. Esto
significa que la depresión va por su tercer año. Tan impertérrito
como el vidente que presenta sus vaticinios sin rendir cuentas por los
del año pasado, el ministro arroja ahora nuevos sinarios para 2001.
La diferencia es que el oráculo anuncia catástrofes y el
ministro presiente paraísos. Pero ambos lo hacen con la misma solvencia.
José Luis Machinea escribe 2,5 por ciento en los papeles del presupuesto,
pero alardea de 4 o 5 por ciento ante los micrófonos. ¿Qué
le hacen la mitad o el doble, el azul o el rojo, a quien este año
erró su pronóstico en cerca del 500 por ciento? La utopía liberal El cuadro desmiente cualquier vínculo automático entre crecimiento económico y mejoras en la vida cotidiana de los ciudadanos más postergados. Para facilitar su comprensión, López lo desagregó por ciclos económicos. El primer ciclo fue de crecimiento continuado del PIB, entre 1991 y 1994, cuando Cavallo salvaba por segunda vez a la Patria, desde el ministerio de Economía. El Producto Interno Bruto creció a un impactante promedio anual del 9 por ciento y la proporción de personas por debajo de la línea de pobreza se redujo un 43,6 por ciento, al ser controlada la hiperinflación mediante la convertibilidad. Sin embargo, la desocupación pegó un salto más largo que el PIB: la cantidad de personas sin trabajo se duplicó. También crecieron los indicadores de desigualdad, tanto la brecha entre los más y los menos afortunados como la concentración del ingreso. Así se observa en el Cuadro Nº 2. El Tropezón del 95 La tendencia cambió en 1995, el año de la reelección de Carlos Menem. Como reflejo de la devaluación mexicana y la consecuente penuria de los bancos, que anticiparon cobranzas y cerraron sus ventanillas de préstamos, el Producto cayó un 4,6 por ciento. Si cuatro años de auge no habían permitido reducir la desocupación y la desigualdad, uno de retroceso agravó todos esos indicadores socioeconómicos. La pobreza y la desocupación se incrementaron en un tercio mientras también crecían la concentración y la desigualdad, como se muestra en el Cuadro Nº 3. Canto del Cisne En 1996, el último año de Cavallo en el gobierno, los numeros
de la macroeconomía volvieron a ser positivos. El nuevo ciclo continuó
por otros dos años, con el piloto automático de Roque Fernández.
Entre 1996 y 1998, el PIB creció a un promedio anual del 5,5 por
ciento, más de un tercio inferior al del primer ciclo pero aún
así superior a cualquier expectativa actual. Lo que bajó
en ese trienio fue la desocupación, que en 1995 había tocado
su pico histórico, pero no obstante crecieron la pobreza y la desigualdad,
lo cual se explica por la degradación de las condiciones de trabajo
y de remuneración de quienes no perdieron su puesto. En 1994, con
un 14 por ciento de desocupados, el porcentaje de personas por debajo
de la línea de pobreza era del 19 por ciento. En 1999, la desocupación
volvió a ser del 14 por ciento, pero los pobres ya eran el 27 por
ciento. Chau Menem Al mismo tiempo que Menem intentaba atropellar la Constitución
para postularse por tercera vez como candidato a la presidencia, el ciclo
económico volvió a invertirse. El Producto Interno Bruto
disminuyó un 3 por ciento en 1999 y cayó una vez más
este año, según la admisión a regañadientes
de Machinea hace 72 horas, se estima que un 0,2 por ciento. Como una defensa
bien sincronizada para la ley del offside, los cuatro indicadores socioeconómicos
que repercuten en la vida de los seres humanos dieron un uniforme paso
adelante: aumentaron la pobreza, la desocupación, la distancia
entre Puerto Madero y Villa Tachito y la concentración de ingresos.
A lo largo de la década menemista la cantidad de asalariados en
negro aumentó en cada año, sin una sola excepción,
ya fuera que el PIB aumentara o decreciera. Era del 25,3 por ciento en
1990 y llegó al 38,5 por ciento en 1999, en lo que López
describe como el ciclo de mayor precarización laboral de
que se tenga memoria estadística. El reflejo del último
ciclo, en el Cuadro Nº 5. Sólo 38 por ciento Blindaje 2000.
Protección para crecer, dicen los carteles de propaganda
con los que el gobierno nacional dilapidó parte de los primeros
fondos desembolsados por el FMI. Una vez asegurada la asistencia financiera,
el ex vicepresidente Alvarez recuperó el habla. El blindaje
lo conseguimos nosotros, que no se lo apropie, replican los malhumorados
restos de la Juventud Antoniana. El supuesto implícito en este
debate es que los 39.700 millones de dólares obtenidos cubren las
necesidades de financiamiento de un año o más y permitirán
realizar los deseos que el Patriarca de Chascomús comunicó
a la Diva Eterna. Se trata de otra falsificación interesada. El
propio anuncio oficial consigna que para el año que comienza mañana,
los fondos disponibles no pasan de 25.400 millones de dólares,
es decir 150 millones menos que los vencimientos de la deuda pública,
que ascienden a 25.540 millones. En el cuadro seis se ve el detalle. La armadura oxidada Ninguna de estas informaciones y análisis implica ignorar la conveniencia del crecimiento ni minimiza la importancia del rescate financiero obtenido. Pero el crecimiento se viene demostrando especialmente elusivo, si la comisión de notables tributaristas que se formará para acoger al Neófito de San Francisco perdona la palabra. Es condición necesaria, aunque no suficiente, para revertir el declive de todas las variables que interesan a los seres aún vivos o al menos para moderar su deterioro adicional. El blindaje llegó en vísperas de la catástrofe y ha pospuesto el game over del equipo económico. Pero es una armadura oxidada que sólo lo protegerá por unos meses. En Brasil, con una alta proporción de la deuda pública denominada en la moneda nacional, la devaluación mejoró la competitividad de las exportaciones sin deteriorar la capacidad de pago. En la Argentina, comprometida en dólares incluso con los tomadores internos de bonos, el camino brasileño hubiera conducido a un colapso fiscal y una cesación de pagos. Luego del blindaje, la capacidad de pago por primera vez aparece ligada no sólo a la solvencia fiscal, sino también al crecimiento, lo cual explica la locuacidad del licenciado Alvarez sobre el tema. Por primera vez, también, los acreedores pueden interesarse en un cambio de precios relativos en favor de los bienes transables en relación con los servicios públicos de consumo sólo interno. Ese cuatrimestre largo podría presenciar una nueva discusión sobre algún modo de salida de la convertibilidad que concilie los intereses hoy enfrentados de distintos sectores del bloque dominante. Con la garantía de los fondos conseguidos y la pespectiva de un ahorro fiscal en el componente salarial de los Estados nacional y provinciales, y dado el fracaso del gobierno en obtener por la razón o por la fuerza alguna contención en los precios de los servicios, comienza a ser concebible una estrategia de corrección cambiaria seguida por el rayo verde de ladolarización, que esta semana acabó también con la soberanía monetaria de El Salvador. En ese contexto, lo creciente es la protesta social. Un relevamiento difundido por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, revela que el mes pasado tuvieron lugar 238 cortes de rutas y vías públicas como forma de expresión y de reclamo, seis veces más que en octubre y la mitad que en todo el año. Frente a ello el Poder Ejecutivo anunció que persistirá en el mismo recurso que el anterior gobierno, la criminalización de la protesta.
Lobos y corderos Por HV El abierto oportunismo del
gobernador de Buenos Aires Carlos Rückauf, quien postuló a
las Abuelas de Plaza de Mayo para el Premio Nobel de la Paz, marca un
punto culminante en la degradación de la palabra pública
y la conversión de la política en un escenario incoherente
vaciado de principios, en el que cualquiera puede decir cualquier cosa
de modo que nadie crea en nada. Rückauf firmó en 1975 el decreto
de aniquilamiento que puso a la sociedad a merced del golpismo castrense,
fue protegido durante la dictadura militar por el ex almirante Emilio
Massera, (quien cumple arresto por la apropiación de bebés),
como gobernador impulsó la denuncia de la Convención Americana
de Derechos Humanos y postula remediar la inseguridad matando o desconociendo
los derechos de los presuntos delincuentes. Los familiares de las víctimas
del atentado contra la mutual judía de Buenos Aires lo denunciaron
ante la justicia por encubrimiento. Es improbable que el blanco pañuelo
de las Abuelas baste para cubrir semejante trayectoria. |
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