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UNA COOPERATIVA DE ACTORES PORNO
De la cocina a la cama redonda

Hay amas de casa, un funcionario ignoto del gobierno de Ruckauf, un diseñador y una moza, entre otros. Filman en una vieja casona de la que por un rato deben desalojar a una familia con chicos y perro incluido.

Ocupación: Leonardo Vidal es el nombre artístico de este cuarentón con el que les escapa a las sanciones del consorcio de un edificio en el que es vigilador.

Por Cristian Alarcón

Andy Warhol hubiera podido llenar su Factory de personajes argentinos y llegar al porno pop que hizo valiéndose de un puñado de meseras del conurbano, profesionales de clase media, amas de casa, transformistas, funcionarios de tercera línea de Carlos Ruckauf, carteros, abogadas del Gobierno de la Ciudad, obreros, vigiladores privados, ignotos diseñadores de ropa, camarógrafos de cumpleaños de quince. Andy hubiera aprovechado este grupo de locales que, por expandir sus fantasías, o por imperio de la necesidad, por el sueño de una ganancia futura, se sumaron a la primera cooperativa de cine condicionado del país. Con siete guiones de mediometrajes –que van desde el típico trío heterosexual al lesbianismo, la pederastia clásica y el sadomasoquismo–, el grupo liderado por la estrella porno Orianna alcanza a cruzar la terrible barrera del dos mil en plena producción. Graban por ahora en una casa semiderruida en Florida, de la que cada vez deben desalojar a una familia con niños y perros que ocupa el lugar en el que adaptaron un cuarto vacío como sala de torturas. En ese estudio bizarro se cruzan en un cópula violenta y actuada, Daniel, un ejecutivo, consultor en comunicaciones, y Liza Rodríguez, el artístico nombre de una chica con tres hijos que trabaja como moza en Pilar. Con ellos y con varios personajes salidos de la más real de las vidas reales, habló Página/12. Aquí se cuenta cómo se va de la cocina a la cama redonda, cómo es ser de pronto un porno star en ciernes.
Orianna se llama Graciela y es raro escuchar cómo la nombran sus acólitos con ese alias de mujer fatal y luego cómo sale su nombre de entrecasa de la boca de su madre. La mujer mayor, una señora rubia de sonrisa generosa, se encarga del hijo de un año y medio de la actriz mientras ella atiende a los miembros de la cooperativa en el dormitorio de un oscuro y estrecho departamento de Almagro. Corre el mes de octubre: porque este itinerario de ensayos, reuniones y castings comenzó, en rigor, hace más de dos meses. Hubo que esperar para que se concretara la filmación de la primera de la prolífica lista de películas de 45 minutos, asunto que llegó recién en diciembre. En el cuarto de Orianna, mientras la abuela saca a pasear al nieto, la mujer que fue tapa junto a Cecilia Roth cuando la rubia hizo de estrella porno en Una noche con Sabrina Love, termina de maquillarse tras media hora de dedicación. A los actores los han citado para que un fotógrafo con la misma traza que Ignatius Really, el protagonista de la desopilante novela La conjura de los necios, los tome de frente. Así se suceden los gatillazos de un flash descontrolado y los relatos de Orianna sobre los intrincados caminos que han seguido esos hombres comunes posando en el pasillo de su casa, donde han colgado una sábana blanca como telón. Las condiciones en que estos porno stars trabajan son a todas luces las del Tercer Mundo. Incluso la convocatoria fue un tanto artesanal.
–Fueron llegando de varias maneras –explica la artífice de la epopeya sexual–. Una de ellas es por un amigo nuestro que tenía una línea de contactos telefónicos. El nos seleccionó a los que dejaban los mensajes más fantasiosos. De a poco los fuimos llamando. Seleccionamos y algunos quedaron. A los demás los contactamos por amigos que los recomendaron. Muchos tuvieron pruritos. Muchos dijeron que sí, pero a la hora de los bifes salieron carpiendo. Pero quedaron más de los que esperábamos.

Vigilar y castigar

Leonardo Vidal salió de una de esas líneas. Llegó atraído como un niño por un escaparate de juguetes. Leonardo Vidal es el nombre artístico de este cuarentón con el que les escapa a las sanciones del consorcio de un edificio de Recoleta en el que es vigilador privado. Aunque no estaría mal ver su nombre real en las marquesinas de un cine porno anunciándolo como un semental activo, Leonardo se priva por ahora de la fama, por peligrosa. Trae en la mano una copia del guión que terminó de escribir anoche en elque dos primas de campo tienen una aventura incestuosa y un crimen atraviesa la superficie cachonda del texto porno. “Mi mayor deseo es poder escribir guiones policiales para películas condicionadas”, trata de convencer a Orianna. De una fertilidad literaria inusitada el grupo de nuevos actores y actrices –y de técnicos que también tienen lo suyo– permanentemente conoce nuevos relatos. Cada uno de ellos encuentra roles posibles. En el caso de Leo ha tolerado pasar de hetero activo al sexo múltiple, aunque sin resignar sus potestades vírgenes ni por dinero. “El problema con los heteros es que los podemos usar poco. Porque nosotros no los obligamos a nada, sino que según sus preferencias van encajando en las historias que planeamos”, dice Orianna.
Uno de los ejemplos es “el enfermero”, que por estos días no puede dar notas porque una hepatitis lo ha inmovilizado en la cama. También se llama Daniel, un nombre que abunda en el medio en el que exploramos. El enfermero trabaja en una clínica en la que incluso sus compañeros saben de su pasión y su compromiso por el porno. “Con él por suerte no tenemos problemas –bromea, a lo Olmedo, Orianna–. El aclaró de entrada: no tiene ningún problema en que le metan cualquier tipo de objeto. Parece que es algo que disfruta y por eso está con nosotros”. Si todo marcha bien, cuando terminen de grabar “Disciplina I: El adiestramiento”, le llegará el turno en un protagónico. Será en Pequeña venganza, la historia de dos sobrinas abusadas y su tío abusador. Ya en la senectud del hombre y en la flor de la adolescencia de ellas, lo atarán a una cama para vengarse de sus manoseos con todo tipo de objeto romo y humillaciones. En esos argumentos de “semblanza familiar profunda y perversa” se acomoda Guillermo García, el productor general de las historias y marido de Orianna, padre de la criatura que ronda el ensayo: “Vos sabés que los abogados somos escritores con esto de decir una cosa miserable en miles de líneas. Acá es al revés”.
Guillermo es un abogado con el cuerpo de un buda suburbano y un talante que lo hace más parecido a un productor de rock viejita que a un señor que planifica y hace sobrevivir una cooperativa de películas “condicionadas”. Para hacer una genealogía del porno nacional se va a los setenta “cuando una actriz ahora ya grande que se dedica a los espectáculos infantiles era la reina de la masturbación grabada”. Luego el nombre inevitable, especie de referente en el medio, es el de Víctor Maytland, director de más de 25 películas hechas en la Argentina y de Las aventuras de Samantha, Natalia y Orianna, en el currículum de nuestra estrella. “Digamos que ésta es otra forma de hacer películas. En las de él se repite el acto una y otra vez. No hay argumento. Filman cogidas. Nosotros venimos a cortar con eso y a darle otro sentido al sexo explícito”. Lo curioso es que en todos los archivos consultados por este cronista Maytland aparece declarando que su pasión por el XXX es producto de su necesidad de contar historias y no de filmar escenas repetitivamente pornos.

Doble vida

En un centro cultural de un barrio del sur un grupo se ha reunido con el director de actores Ricardo Bangueses, para un casting y para ultimar detalles. El le explica a la chica cercana a los 30 que tiene enfrente -morena pulposa de flequillo a lo Oreiro– de qué va Señorita sexy se busca, la película que hasta diciembre era la elegida para inaugurar la producción de la cooperativa. En Señorita... una corista daría una prueba de striptease ante Javier, un autoritario y machista, desatando un nudo de frenesíes entre las mujeres de la casa que terminan despreciando al varón dominante para dedicarse a ellas mismas. Javier está sentado en la tribuna, ciertamente parecido a un actor del clan Suar. María, la señorita, rinde ante Ricardo en un escenario redondo, elevado en el centro de una sala de ladrillos a la vista. La música no funciona. María no se arredra. El director usa el pie y marca un ritmo. Ella se contorsiona parpadeando y hasta llega a unos suaves jadeos. Todos transpiran: por lasituación, por el esmero, por la crudeza del director que la critica al terminar, a pesar de declararla seleccionada.
–Yo entré con cuatro años al primer grado y salí del secundario con quince. Siempre asistencia perfecta, medalla de honor, y mejor compañera -dice sentada a un bar cercano.
Semejante argumento de decencia suena a broma autocrítica.
–Y esto es cierto. ¿De qué te reís boludo? Yo soy abogada de la primera camada del Ciclo Básico Común de la UBA. Fueron siete años de carrera y me recibí a los 23. Después terminé en la Escuela Municipal de Arte Dramático.
Si fuera por recitar el currículum de María, podríamos seguir hasta que anochezca. Entre otras cosas fue defensora de ladrones mientras por las noches hacía music hall, como vedette al comienzo, haciendo striptease al final. Apenas desliza el dato de su último empleo: cuenta que trabaja en un programa de la Secretaría de Promoción Social del gobierno porteño.
A su turno Javier cuenta lo suyo y su destino condicionado: “Yo soy óptico, entré trabajando como camarógrafo en el gobierno, seguí trabajando como agente de prensa y ahora soy funcionario en la provincia. Hice una película, porque la conocí a Orianna, por casualidad en un canal de televisión. Estaba caminando por los pasillos y ella estaba en un programa y la habían invitado, no se por qué le tuve que hacer una consulta y terminamos trabajando juntos en una película. Yo no me pregunté ni por qué lo hacía, me divertía, quise participar”. Javier lleva jeans de corte recto y chomba Lacoste, el pelo de medio centímetro sin disimular la entrada de los treinta y tantos. Calza zapatos leñadores. Tiene un torso fuerte pero no impresionante. La mayoría de los actores allegados a la cooperativa no son Adonis espectaculares ni ellas son Cicciolinas. No es ésa, aparentemente, la primera condición para ingresar al set. Sí es necesario tener en cuenta lo que se está dispuesto a mostrar.
En el caso del funcionario de tercera línea de Carlos Ruckauf, tuvo su sorpresa cuando disfrutaba de un relax posamatorio mirando el canal Venus. “Abrí los ojos y me vi en la tele. No estaba solo”. Era innegable. Era él en primerísimos primeros planos de una cópula con Orianna. “¡Ese sos vos!”, alcanzó a decir su chica. María escucha para dar su versión de los riesgos que correría si graba Señorita... “Es mi fantasía realizada, una experiencia más, absolutamente. No me importa na-da-de-na-da. A mí nadie me da de comer. Somos en casa mi gato y yo. La gente que tiene prejuicios no existe. He pasado por muchas cosas y uno debería priorizar otro tipo de valores, después de todo lo que yo haga con mi sexo es un problema mío”. La actriz porno en ciernes no llegó a firmar contrato como miembro de la cooperativa. Subió su cachet por encima de la igualdad propuesta como base para la troupe. El funcionario sigue en ruta. Y continúa en la barca warholiana en la que se mezclan las fantasías con las necesidades, el Tercer Mundo con el sueño de Hollywood. Ricardo Bangueses, el director de actores, resume sus pretensiones: “No vamos a hacer la gran Altman, pero seguro que vamos a mostrar algo diferente”.

 

MAXIMILIANO.
“Creo que es gente seria”

Maximiliano Naranjo: Es un actor que estudia comedia musical en el San Martín y suele trabajar como transformista interpretando a Gloria Trevi. En un departamento de Once muestra sus fotos en el rol de la diva. En la pared están colgados todos sus diplomas de su otro oficio: masajes, reiki y otras terapias orientales para aliviar dolores. “Mi ingreso fue súbito. Con mis partenaires en los shows buscábamos bailarines y pusimos un aviso. Creyeron que nos ofrecíamos. Por ese malentendido es que ahora estoy actuando como esclavo”, cuenta. El horizonte de Maxi es profesional. No es de los que buscan concretar fantasías. “Lo vi como un paso para progresar porque creo que es gente seria. En esto hay algo del mito de Hollywood en el que los actores empiezan así y llegan alto”. Arrodillado sobre el piso se le lastimaron las rodillas. “Yo les he dicho que mi porcentaje tiene que ser más alto porque soy el único que sangra de verdad en la película”.

 

DARIO.
“Primero me excitó”

Darío Marini: Tiene 30 años, practica squash y es consultor en telecomunicaciones. Estudió en Irlanda y viaja seguido a las oficinas de las multinacionales para las que presta servicios. A mediados de año puso un aviso en una página de Internet: “Bisexual con la cabeza abierta para encuentros sexuales”. Lo convocaron para que interpretara un esclavo con la cara disimulada por el maquillaje. “Me interesó por ambos lados –explica–. Primero me excitó. Luego porque como juego teatral me divierte transformarme en actor porno una vez por semana. Lo que pensé que era una banda de degeneraditos resultó bastante profesional. No es un ambiente más promiscuo que el que puedo tener en la oficina”. Darío es un fantasioso neto. Ni piensa en el dinero que podría darle su lomo apaleado en la ficción. Jura que no es un masoquista auténtico. Lo excita más una historia de incesto en una casa de campo que la bizarra escena de “El adiestramiento”.

 

LIZA.
“No cambié en nada”

Liza Rodríguez: Tiene 32 años y unos ojos verdes con los que mira lastimosa y verosímil a los del Amo que la somete en la película que protagoniza. Ella es una de las dos mujeres castigadas por “dos amos que están del tomate y que encima son torpes”, según la definición de Orianna. Liza es una mujer pequeña, de ojos verdes, la cara alargada y el pelo cobrizo. Trabaja como empleada doméstica durante la semana y como mesera en una parrilla los sábados y domingos. Llegó buscando dinero cuando soñaba con abandonar a su marido, cosa que ya hizo. Pero antes de lanzarse a la aventura del condicionado lo consultó con sus padres y con sus hijos de 14, 11 y 7. “La más grande me preguntó si me iban a hacer daño, pero le expliqué que los golpes son pintados con maquillaje. Además no creo que a mi persona la haya cambiado en nada, trabajo, atiendo a mis nenes, cocino. Lo único es que me puse de novia con un chico del grupo”.

 

RICARDO.
“Sobre todo hay varones”

Ricardo Bangueses: Barba, rictus serio, cuarenta años, es actor, cantante de ópera, docente de teatro y tiene una larguísima carrera que este verano continúa con un protagónico en Las mil y una noches de Pepito Cibrián Campoy. También fue reclutado en una línea telefónica de encuentros. No aceptó ser porno star, pero asumió la dirección de actores. Se dice “cualquier cosa menos fantasioso”, con lo cual despeja las motivaciones voyeur de las que se lo sospecha. Sus amigos, Cibrián incluido, lo atormentan a pedidos para presenciar las filmaciones: siempre la respuesta es no. El fotógrafo Santiago Srur es la única persona que tras meses de persistencia fue autorizada a ingresar al círculo cerrado del set. “No tengo carradas de bisexuales y de gente que practique S/M -dice–. Tengo carradas de heterosexuales, sobre todo varones. Las mujeres son menos accesibles, aunque vino una chica con su novio que quería estar con cinco hombres y un ama de casa de unos cuarenta, aniñada, que ya está elegida”. La señora actuará en Renacer sexual, una edípica trama en la que inicia a dos jovenzuelos en la pornografía hard.

 

EL SET DE FILMACION, DONDE VIVE UNA FAMILIA
“Lo nuestro es actuación”

Por C. A.

Guillermo García se estira con todo su peso en la cama de dos plazas ante la pantalla de un televisor gigante. Con una mano en el vaso y la otra en el control remoto adelanta las imágenes de Disciplina I, como le dicen unívocamente a la película de sadomasoquismo que están rodando. Las escenas, grabadas en esta misma casa, están en crudo. Allí se pueden ver los intentos de la dómina Orianna por arrastrar con su menudez al corpulento Darío, uno de los esclavos del mediometraje, provisoriamente titulado “El adiestramiento”. “Los otros ponen dos sea monkeys a coger y se terminó, lo nuestro es actuación de verdad”, insiste el abogado y esposo de la diva en sus aposentos y acelera otra vez la cinta hasta llegar a una nueva toma.
El cuarto, en el primer piso de una casona vieja, está a tope, lleno de objetos y de videos de clásicos del cine. “Esto va a ser clipeado. Van a trabajar con mucha edición, va a ser raro”, adelante el productor y quita el dedo del avance cuando el Ama le da reiterados chicotazos en las nalgas a una mujer que le practica un cunillingus. Abajo, en un primer piso medio derruido desde hace unos meses vive “una familia amiga” sin empleo con chicos, perro y petates. Una de las habitaciones está cerrada a los allegados: es la sala de torturas de “El adiestramiento”. Por eso cada vez que se rueda en esa calle arbolada de Florida, García debe avisarles a los moradores para que durante una jornada entera se vayan de paseo. No es cuestión de que los chicos vean a los encuerados y magullados actores pasar por el patio, caer de rodillas ante las piernas de medias con tramado de telarañas de una mujer que los castiga y de un amo encuerado que les cierra las esposas medievales sobre los tobillos.
El cuarto donde graban guarda como un horno de barro el calor del día entero. Se les ha hecho un suplicio soportar los ropajes diseñados por Alejandro Di Maio, el diseñador que cortó y confeccionó cada pieza.
Gabriel Chéjov, el nombre “artístico” del hombre que pega, fue el constructor de los enseres de tortura. Hay de todo: desde un cepo en el que entra un esclavo parado parecido a las tarimas donde se colocan las chicas sobre las que un cuchillero de circo dispara sus dagas, hasta varios tipos de palmetas para nalgadas S/M. “Esta es la primera de las dos Disciplinas que vamos a filmar” –dice Orianna–. La próxima es la bizarra”. “¿Se supone que ésta no es bizarra?”, pregunto. “Sí, pero en la otra pasamos a algo más duro, lluvias doradas, cosas de ese tipo”. “¿Coprofagia?”, pregunto. “No. Eso todavía no lo conseguimos”, dice, con ese tono entre educado, bien pronunciado y maternal que tiene la star porno cuando habla de lo suyo como comentando una tarde de picnic sobre la hierba.

 

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