Por Gustavo Veiga
Si hacemos un vuelo rasante
sobre el 2000 que se va, comprobaremos que el fútbol nuestro de
cada día ha persistido en recrear una inveterada contradicción.
En tanto juego, el año resultó fértil en éxitos
deportivos; en lo que se refiere al desarrollo de sus otras variables
de peso (economía, organización, respuestas a la violencia),
el fracaso resultó elocuente. Con argumentos incuestionables, hasta
podría afirmarse: hubo jugadores y técnicos que hicieron
muy bien sus deberes y dirigentes que todavía deben materias. El
balance, sin embargo, no puede ser sino negativo porque las asignaturas
pendientes son de extrema gravedad.
Con dos exponentes excluyentes el seleccionado nacional y Boca,
el fútbol argentino recuperó el centro del escenario después
de seis años de sequía. La última referencia era
el Vélez ganador de la Copa Intercontinental en 1994, aunque la
distancia en el tiempo disminuye si se toman en cuenta los dos campeonatos
mundiales juveniles que José Pekerman y sus pibes ganaron de manera
consecutiva en 1995 y 1997. La hegemonía demostrada durante las
eliminatorias por el equipo que conduce Marcelo Bielsa y los dos títulos
internacionales conseguidos en Brasil y Japón por un plantel que
lleva la impronta de Carlos Bianchi, colocaron a nuestro principal deporte
en el escalón más alto de las competencias.
En la cancha, los argentinos dominaron el juego que mejor juegan y los
resultados están a la vista, incluso, con un ingrediente extra:
Diego Maradona fue reconocido como el mejor futbolista del siglo en una
votación que la FIFA traicionó para no quedar mal con Pelé
y el establishment. Entonces, sólo podría hablarse de una
decepción en el análisis de la parte lúdica que nos
queda: la eliminación de los Juegos Olímpicos de Sydney
para un seleccionado que abrigaba tantos nombres (Riquelme, Aimar, Saviola,
Cambiasso, Milito...) como esperanzas.
El lado oscuro del fútbol, cualquier desprevenido que no atine
a darle a una pelota podría adivinarlo. Está contenido en
el significado de varias palabras: muerte, discriminación, corrupción,
quiebras, pasivos, incentivación, desorganización, embargos,
aprietes. Así combinados, estos componentes integran el peligroso
cóctel que nadie con responsabilidad de mando ha contribuido a
desactivar. Julio Grondona, antes de que fuera reelegido por sexta vez
como presidente de la AFA, adelantó cuál sería el
leitmotiv de su actual mandato: Tener un fútbol económica
y financieramente claro, saneado. En rigor, cumplió sin dificultades
puertas adentro de su remodelado despacho y gracias a esa máquina
de generar divisas que es la Selección. Aunque claro, no ha podido
sofocar los incendios que lo rodean más allá de las luces
del centro y de su antigua oficina ubicada en Sarandí.
En Avellaneda, Núñez, Córdoba o Rosario, hay clubes
quebrados, en concurso de acreedores o con deudas siderales. Mientras
el último balance de la AFA arrojó una ganancia de 2.257.785,27
pesos, River, por ejemplo, debe según su ejercicio cerrado en agosto
pasado, 48.678.024 pesos. A la quiebra de Racing decretada en 1999 y
ahora gerenciado, o sea, entregado a una empresa para su administración
se suman las de otras instituciones que, sin su promoción ni convocatoria,
perduran en el tiempo: los casos de Deportivo Español y Temperley,
por citar un par.
La lista de conflictos es inmensa y las deudas no alcanzarían a
pagarse en una década, pese a que existe un Tribunal de Cuentas
para los clubes que funcionan con perfil bajo y no difunde sus resultados,
acaso para evitar que se extienda el siniestro hasta un límite
incontrolable. Lo que ocurre en Brasil, donde el Congreso y la Justicia
han decidido cercar a quienes cometen ilícitos en el fútbol,
explica ciertos hechos que suceden aquí, aunque no todos. Quizás
porque en la Argentina, los dueños de la pelota se juramentaron
morir con la nuestra. Ese viejo axioma al que sele alteró
el sentido original y que ahora consiste en dejar que todo pase (Grondona
dixit) y nada permanezca.
Lo peor, es que ni siquiera queda una enseñanza. Ni siquiera una
señal después de que cinco muertes enlutaron al fútbol
durante este año que se apaga, uno de los más violentos
de la historia.
Napolona
Aunque las cifras que se manejan son muy grandes, Diego Maradona
es optimista en alcanzar un acuerdo con el Napoli de Italia para
realizar un proyecto que incluye escuelas de fútbol en Cuba,
Italia y Argentina, restaurantes y museos, dijo ayer su representante
Guillermo Coppola. Diego está con ganas de hacerlo.
Soy optimista. En Nápoli, a Diego lo aman y si bien no se
habló de qué cargo ocupará, al tema lo veo
bien, expresó Coppola. La gente del Napoli vino
con cosas interesantes, desarrollamos un proyecto, dimos una cifra
(se habló de ocho millones) y quedamos en seguir conversando,
explicó. Además, Coppola manifestó: Diego
está analizando una propuesta para ir a Italia, la próxima
semana, donde fue invitado a un programa de Rafaella Carra. Si eso
no se concreta, Diego viajará entre el miércoles y
el jueves a Cuba. En ese caso, irán hacia ese país
los directivos del Napoli: nosotros presentamos un plan integral
y ellos lo están estudiando, dijo. Según publicó
ayer el diario deportivo italiano La Gazzetta dello Sport, el club
napolitano le habría ofrecido a Maradona un sueldo anual
de 250 mil dólares y un porcentaje sobre las futuras cesiones
de jugadores que él haya señalado para la entidad.
En tanto, Luca Ferlaino, uno de los responsables del club italiano
y presidente de Nápoles Marketing, aseguró
que el club sueña con recuperar a Maradona. Recuperar
a Maradona para el equipo sería el sueño de mi vida
profesional, aseguró hoy Ferlaino, hijo del presidente
y dueño del club, al tiempo que aseguró que llevaba
años trabajando en esa dirección. Cabe
recordar que Ferlaino padre ha sido, después del romance
inicial, el enemigo histórico de Maradona desde
la época de su partida de Italia.
|
|