La cantante Liliana
Herrero y el actor Luis Brandoni fueron secuestrados; la legisladora
Liliana Chiernajowsky era una de las muchas detenidas políticas; el
autor teatral Roberto Cossa ocupaba asimismo un lugar prominente en
el periodismo argentino. Todos respondieron las mismas preguntas:
1) ¿Dónde estaba usted el 24 de marzo de 1976?
2) ¿Cuándo advirtió la magnitud de la represión que se llevaría a
cabo?
3) ¿Qué hecho le dio la certeza de que los militares estaban derrotados?
Luis Brandoni.
Actor. Dirigente sindical. Diputado nacional por la UCR.
1) Si no me equivoco, el día anterior hubo un acto de solidaridad
con Chile. Los rumores de golpe eran incontenibles. Recuerdo que mirábamos
la Casa de Gobierno desde el primer piso del Luna Park y pensábamos
en lo que venía. El 24 yo estaba filmando con Luisina Brando y Ana
María Campoy. Era el primer largometraje de Gallettini. Esa noche
la gente de la producción me obligó a ir a dormir a un lugar que no
era mi casa.
2) Muy pronto. El 26 estaba haciendo un programa en canal
9 y al día siguiente me echaron. Cuánto iba a ser de sangriento lo
percibí desde el principio. Había actores desaparecidos que íbamos
a buscar por todas partes. Aunque, hay que decirlo, la Argentina estaba
teñida de sangre desde mucho antes. El 9 de julio del '76 me secuestró
Aníbal Gordon. Yo había estado en México por amenazas de la Triple
A desde el '74 hasta octubre de 1975, de modo que venía bastante cascoteado.
Cuando me llevaron a Automotores Orletti me decían que debía haberme
quedado allí. "Vos te cagaste en nosotros y nosotros nos vamos a cagar
en vos", me dijo Gordon. Yo era secretario general de Actores y tuve
el honor de ser uno de los primeros dirigentes que recibió, en 1977,
a las Madres de Plaza de Mayo.
3) La sensación de que estábamos en el principio del fin de
la dictadura la tuve con la derrota de Malvinas. Pero también cuando
un oficial --no recuerdo si era Harguindeguy-- dijo que "las urnas
están guardadas y bien guardadas. La sola mención de la palabra "urnas"
era significativa.
Liliana Herrero.
Cantante.
1) Ese día lo tengo desdibujado. Yo ese año estaba trabajando
en una institución educativa, cultural, centro materno-infantil, cooperativa
de consumo y de crédito. La llamábamos "la Vigil" y se mantenía con
rifas y publicación de libros, entre otros las obras completas de
Juan L. Ortiz. No puedo precisar si fue exactamente la noche del 24
que la intervinieron. Algunos decían que los que entraron eran de
Aeronáutica. Yo tengo la impresión de que fue Marina. Una patota fue
al centro astronómico que teníamos. Querían "la radio con que se comunican
con Moscú". Lo único que había era una lente muy buena y muy cara
que habíamos comprado y se la llevaron, quemaron los libros, saquearon
la cinemateca. Lo que sentí esos días fue miedo. Miedo y alivio porque
estábamos hartos de Isabel. Con el tiempo, ese sentimiento de alivio
me dio culpa. Culpa y pena.
2) Las primeras desapariciones nos hicieron comprender lo
que estaba pasando. Secuestraron a una muy querida amiga y a su marido.
A ella la liberaron; él no apareció nunca más. Cuando pude verla,
hablamos mucho de lo que había vivido. Era así. No encontraba a mis
amigos y ellos no me encontraban a mí. Después pensé que un lugar
seguro era mi pueblo, Villaguay. La casa de mi padre estaba vigilada
porque había tenido un grave enfrentamiento con un jefe militar de
la zona. Luego detuvieron a una amiga en un campo cercano a Villaguay.
Ahí me di cuenta de que no había lugares seguros. La Argentina era
una cárcel.
3) Algo empezó a cambiar, al menos para mí, a principio de
los 80. Conocí a Fito y a Juan, Juan Baglietto. Todos teníamos miedo,
pero yo intuí que había algo nuevo que empezaba y yo podía empezar
de nuevo, con ellos, porque los de mi edad ya no estaban.
Roberto Cossa.
Autor y director teatral. Periodista
1)
Lo recuerdo porque yo era secretario de El Cronista. Se sabía de la
inminencia del golpe y esa noche estuve despierto hasta que escuché
el comunicado a las 2 de la mañana. Como estaba de turno, me tocó
ir hasta Ejército a pedir instrucciones. El militar que me recibió
me dijo que teníamos que publicar los cables de Télam. Yo le pregunte:
"¿Y de Noticias Argentinas?". Me contestó: "Sí, claro, Noticias Argentinas,
por supuesto". El tipo que daba instrucciones a la prensa no sabía
que existía una agencia con ese nombre.
2) Lo que iba a pasar me lo anticipó Rafael Perrota, el director
y dueño del diario, secuestrado, torturado, asesinado por los que
antes habían sido sus amigos. Me advirtió: "Ustedes no saben lo que
va a pasar, no tienen idea de lo que se viene". Sabía lo que decía,
los había conocido bien. Ahí empecé a pergeñar la idea de irme. No
lo hice porque soy un hombre de teatro y el teatro es grupal. El grupo
contiene.
3) Empecé a darme cuenta después de Malvinas. El día anterior
a la asunción de Alfonsín festejamos la última función de Teatro Abierto,
en el Margarita Xirgu. A eso de las doce de la noche, cuando terminó
la función, salimos de murga por la calle y nos quedamos en los bares
de alrededor, tomando y celebrando.
Liliana Chiernajowsky.
Legisladora de la ciudad.
1) Yo estaba detenida a disposición del Poder Ejecutivo. Hacía
tiempo que se preveía un endurecimiento del clima político, el preludio
del golpe. La noticia no nos sorprendió, pero nos llenó de desazón.
Esperábamos el comienzo de una noche muy negra y la realidad superó
las peores fantasías.
2) Las noticias de desapariciones empezaron a llegar muy rápidamente.
También los rumores sobre el plan de represión. Dentro de la cárcel
se notó un cambio evidente. Recuerdo que antes del golpe teníamos
bastante relación con las guardiacárceles: nos hablaban, a veces tomaban
mate con nosotras. Las órdenes que les dieron las endurecieron. Aunque
a decir verdad, Devoto fue una de las pocas cárceles que tuvo un régimen
bastante parejo. Ahí empezaron a concentrar a las mujeres que estaban
en prisiones provinciales. Muchas de ellas, que venían de Córdoba
o del Chaco, contaban historias terribles que habían acompañado ese
traslado.
3) No teníamos expectativas, estábamos resignadas. Lo que
podía sucedernos no dependía de la Justicia, ni de nosotras, ni de
nada más que de lo que los militares quisieran hacer con nosotras.
A partir del '81 se percibió una cierta apertura y con ella apareció
también un cierta esperanza. Sentí que el cambio era profundo durante
la campaña electoral, pero sobre todo con el Juicio a las Juntas.
Ahí empezó a aparecer la verdadera dimensión de lo que había pasado
y la idea de que eso no debía volver a ocurrir nunca más.