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Dos científicos aseguran haber encontrado la solución para una ilusión universal

El tamaño de la Luna

Por Malén Ruiz de Elvira
El País de Madrid


Que la Luna se ve mucho más grande cuando aparece sobre el horizonte que cuando está alta en el cielo nocturno es una experiencia universal. Lo que mucha gente no sabe es que la razón de este cambio de tamaño, sólo aparente, no se debe a las leyes de la naturaleza sino a cómo percibe el cerebro humano lo que le rodea. La ilusión de la Luna, como se conoce a este fenómeno desde tiempos inmemoriales, no es una ilusión óptica, es un engaño de los sentidos, y a esta conclusión han llegado hace tiempo los científicos. El problema es que para explicar este engaño competían hasta ahora dos teorías que llevaban a explicaciones totalmente opuestas. Ahora, un equipo de científicos –padre e hijo– cree haber establecido la solución correcta del problema, la menos intuitiva, a partir de experimentos realizados con material de un centro de investigación de la empresa IBM, donde trabaja uno de ellos.
La percepción de la distancia
La ilusión de la Luna tiene mucho que ver con cómo el cerebro humano percibe la distancia, señalan los científicos Lloyd y James Kaufman en un artículo publicado en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. Los experimentos realizados por los Kaufman indican que la Luna se percibe de mayor tamaño cuando se ve sobre el horizonte porque el cerebro interpreta que se encuentra muy lejos y que su tamaño debe ser muy grande. El horizonte proporciona unas referencias que hacen que esto suceda así.
Aislada en el cielo, el cerebro apenas dispone de referencias y escoge la solución de que la Luna está más cerca y es más pequeña. Esta paradoja es similar a la ilusión de perspectiva planteada en 1913 por lo cual dos líneas de la misma longitud que cruzan líneas convergentes en un punto distante parecen tener distinta longitud.
La teoría del tamaño aparente
Frente a esta teoría de la distancia aparente, al parecer la correcta, estaba otra teoría, la del tamaño aparente. Según ésta, el tamaño aparente de un objeto es el que define la distancia a la que se encuentra. Además, en el caso de la Luna, observarla cuando está alta en el cielo se supone que hace que los ojos converjan en una distancia diferente que cuando se encuentra sobre el horizonte y esto lleva a la diferente percepción de su tamaño. Sin embargo, la ilusión de la Luna es un fenómeno tan espectacular que no parece posible adjudicarlo solamente al funcionamiento del ojo humano.
Los investigadores diseñaron dos experimentos para medir directamente la distancia a la que un observador percibe que está la Luna, algo que nunca se había hecho. Proyectaron imágenes estereoscópicas de lunas artificiales sobre el cielo real. Cada observador tuvo que situar una Luna a la mitad de distancia entre el observador y la Luna sobre el horizonte en el primer caso y la Luna elevada en el segundo.
En el caso de la Luna sobre el horizonte, esta semidistancia fue cuatro veces superior a la calculada para la Luna elevada. Es decir, los observadores percibieron sobre el horizonte mucho más distante que la Luna elevada.
La Luna proyectada
En el segundo experimento el observador podía mover la Luna proyectada. En todos los casos, al acercarla los observadores dijeron que veían la Luna más pequeña y no más grande, a pesar de que antes de hacer las observaciones habían asegurado que lógicamente la Luna más grande percibiría como más cercana. “Un elemento clave de una ilusión verdadera es que nuestras deducciones conscientes y conceptos previos no reflejan necesariamente la forma en que nuestro cerebro responde al mundo exterior”, ha señalado Kaufman padre. “Los seres humanos pueden percibir correctamente el tamaño de un objeto sin tener en cuenta la distancia”, explica. “Así podemos calcular el tamaño real de un automóvil distante, a pesar de que lo veamos muy pequeño. Nuestro cerebro automáticamente computa la distancia aparente y compensa la realidad geométrica de que la imagen que vemos de un objeto distante es menor que la imagen de ese mismo objeto de cerca”. En la mayor parte de los casos, el escenario proporciona un conjunto de claves que permiten percibir correctamente los tamaños de los objetos a distancias diferentes. Pero distancias tan grandes como a la que se encuentra la Luna no son computadas automáticamente por el cerebro. Kaufman recomienda observar la Luna a través de un agujero, como el formado por un tubo. De repente, la Luna se hace más pequeña porque el cerebro la sitúa en las cercanías de los límites del hueco. Al quitar los límites, la Luna aumenta de tamaño instantáneamente.
La ilusión de la Luna se conoce desde la antigüedad y ya Tolomeo, gran genio de aquella época, sugirió que cualquier objeto visto en un espacio no vacío –como la Luna sobre el horizonte– parecería más lejano que objetos observados en el espacio vacío. El astrónomo árabe Al Hazan fue el primero en establecer con detalle la teoría de la distancia aparente.