Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
secciones

Nuevas tecnologías para detectives “científicos”

Las huellas del crimen

Por Juan Pablo Bermúdez


A los investigadores policiales les preocupan los crímenes perfectos. Si bien en general sólo existen en la literatura, hay casos en los que el asesino puede escapar sin dejar rastros, aunque esto debe ser entendido como una frase hecha en tanto uno de los principios de los detectives es que siempre queda algún rastro. Y justamente de eso se trata.
El Instituto de Medicina Legal de Santiago de Compostela, en España, trabaja en el desarrollo de la “mayor revolución tecnológica de la nueva década”: un chip que permitiría la identificación de los genes de un individuo en cuestión de horas. La idea, parece, es no darle tiempo a los asesinos siquiera para que puedan irse del lugar del crimen.
Pero no todo son buenas noticias. Para que el sistema resulte realmente útil, debe tener un complemento acorde, esto es, un inmenso banco de datos de los habitantes/sospechosos de toda una ciudad. ¿Cómo lograrlo? Hasta ahora, no hay una respuesta (aunque sí ideas). Y aunque el tema genera fuertes debates en torno a la privacidad, la legalidad y el derecho al anonimato, no parece ser una traba. El proyecto sigue adelante.

Para muestra
alcanza con saliva

Las huellas genéticas, como le llaman los científicos, se encuentran en cualquier rincón en el que haya estado el sospechoso; apenas una mitad de un pelo alcanza para extraer su ADN y hasta se puede conseguir de la saliva del filtro de un cigarrillo. Y en este sentido resultan mucho más prácticas que las huellas digitales (otro invento criollo avasallado por la tecnología). No es necesario que el culpable haya tocado nada.
El inconveniente es, todavía, una cuestión de tiempo. Para clarificar con un ejemplo: un policía encuentra en el lugar del crimen un pelo sospechoso. Inmediatamente se lo envía al laboratorio para su análisis. Los científicos le informan que en tres días habrán conseguido el ADN para saber a quién pertenece. Hasta ahí, todo bien. Tres días para una investigación no es demasiado tiempo.
Ahora, el problema: el policía no encuentra uno sino cientos de pelos. El cálculo es fácil. La investigación podría llevar años y el asesino morirse de viejo.

Velocidad y precisión
Los artilugios de la informática no sólo acortan considerablemente el tiempo necesario para extraer el ADN (los “marcadores de referencia”, como se le llama en la jerga científica a las características del código genético que permiten la identificación de un humano). También ofrecen cero margen de error en tanto eliminan ese pequeñísimo porcentaje que siempre se le concede a las pruebas convencionales.
Aunque según explicaron los miembros del Instituto médico español recién se empieza a experimentar con él, las posibilidades “son extraordinarias, todavía nos asombra la rapidez con la que se puede conseguir la identificación genética”. Claro que todavía falta bastante para que estos chips sean de uso habitual: además de tener que perfeccionar la técnica, también le buscan una solución al problema económico. Los costos aún son elevados. Aunque las sociedades del Primer Mundo no escatiman gastos para atrapar delincuentes.

Banco de pistoleros
y asesinos

Ahora bien. ¿De qué sirve identificar el ADN de una persona si esa misma persona no se encuentra en los archivos de la policía? Para peor, los bancos de datos sólo contienen a aquellos sujetos cuyos traspiés les hizo pasar una temporada entre las rejas. Sospechosos comprobados, que le dicen.
Aquí es donde el proyecto genera controversias. Tanto el gobierno de Estados Unidos como el de Italia, Canadá y Suiza, han tenido intentos de crear una ley para confeccionar grandes archivos genéticos, pero no prosperaron debido a los debates generados, tanto ética como jurídicamente. De hecho, la principal pregunta era: si alguien con el suficiente poder sanciona una ley para que sea posible introducir en una computadora los datos genéticos de cada persona, ¿significa eso que también es moral?
En este punto se evidencia una interna europea. Los españoles dicen que eso a los investigadores policiales anglosajones mucho no les preocupa.
“A ellos no les afecta esa clase de remilgos morales”, dice el médico Angel Carracedo, jefe del laboratorio del Instituto de Santiago de Compostela. “Ellos siempre ponen la seguridad por encima de la intimidad”.

Escupir sin que se note
El médico español tiene un dato sobre el cual fundamentar su queja. Mientras la mayoría de los países mediterráneos de Europa todavía no crearon (aseguran que tampoco tienen planes para hacerlo) archivos genéticos de delincuentes, en Gran Bretaña empezaron a hacerlo en 1995. Según dicen, ya tienen fichadas más de seis millones de personas.
Como la ley es laxa en sí misma, aprovecharon sus ventajas. Desde hace cinco años la policía está autorizada a exigirle una muestra de saliva al sospechoso de haber cometido any recordable offense (algo así como “cualquier delito susceptible de ser archivado”). La definición es tan ambigua que permite incluir hasta una simple infracción de tránsito. Al menos para los delincuentes tiene su lado bueno: con la excusa de contribuir con la ley pueden escupir a los policías.

Un poco de ADN
en su documento

¿Llegará el día en que los recién nacidos pasen por el laboratorio de genética antes de ser llevados con su madre? Quién sabe. Por ahora el proyecto se limita a perfeccionar los sistemas de reconocimiento para después debatirlos. Mientras algunos critican los expeditivos métodos británicos, otros sostienen que la iniciativa es buena, pero que hay que crear laboratorios de genética forense preparados para manejar esa información. El mayor temor es la utilización indiscriminada de ella por parte de las aseguradoras médicas y las multinacionales.
De todos modos, esas discusiones forman parte de otro mundo donde las leyes, por lo general, funcionan. No faltará quien suponga que si se implementa el sistema en la Argentina, habrá policías que pedirán “algo para el café” a cambio de recibir los escupitajos de otro.