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El Archaeoraptor: un falso eslabon perdido entre los dinosaurios y las aves
Verás que todo es mentira

Por Ileana Lotersztain

¿Cómo habrá sido (si realmente existió) el eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves? ¿A cuál de los grupos se parecería más? ¿Sería, quizás, un dinosaurio con largas alas? ¿O habrá sido más bien un pájaro con resabios dinosaurísticos? ¿Y qué tal si tuviera alas cubiertas de plumas y la cola musculosa de un dinosaurio? ¿Suena bien, no?
Eso mismo pensaron los paleontólogos que presentaron en sociedad al Archaeoraptor liaoningensis, un ejemplar parte ave, parte dinosaurio, de 125 millones de años de antigüedad.
Pero el entusiasmo duró poco y nada: tres meses después de la conferencia de prensa del 15 de octubre de 1999 (y muchos estudios e intrigas de por medio) la verdad salió a la luz: el fósil no era otra cosa que una composición (tal vez accidental, tal vez no) de los restos de dos o más criaturas ya extinguidas.

Las alas del deseo
El esqueleto del primer dinopájaro, que se encontró en la provincia china de Liaoning, fue tapa del número de noviembre de la famosa revista National Geographic, que también prestó su sede para la presentación del insólito ejemplar. El descubrimiento causó una gran conmoción en la comunidad científica. Muchos paleontólogos se agarraron del Archaeoraptor para exigir que se revisaran varias de las actuales teorías sobre la evolución de los dinosaurios. Pero además, el esqueleto era una prueba irrefutable de que las plumas habrían sido moneda corriente entre los terápodos: entonces, razonaron los paleontólogos, no sería extraño que el Tiranosaurus rex hubiera estado emplumado de pies a cabeza.
Por su cola rígida, sus huesos livianos, sus dientes y sus garras afiladas, el Archaeoraptor se ganó un puesto clave en la historia evolutiva: quedó ubicado entre los carnívoros dromosaurios (como los temibles raptores de la película de Spielberg) y un ave similar al Archaeopteryx, la más antigua que se conoce.


el Archaeoraptor fue un fiasco para la comunidad cientifica. ¿Fraude o error?

Aqui hay gato encerrado
La cosa empezó bien, pero al poco tiempo, al Archeoraptor el panorama se le puso negro. Poco después del hallazgo, el paleontólogo Xu Ching, uno de los peritos que había analizado y bautizado al fósil, decidió viajar al lugar de donde provenían los restos. Después de inspeccionar un poco, a Xing empezó a darle vueltas una idea: quizás la cola de dinosaurio y el esqueleto no pertenecieran al mismo animal.
A partir de ese momento, la historia tomó un giro detectivesco. Xing se sumergió en el mundillo del tráfico de fósiles, y después de seguir varias pistas, a fines de diciembre dio con un coleccionista que tenía un esqueleto que le calzaba perfecto a la cola del Archaeoraptor. La suerte del dinopájaro ya estaba echada. Pero además, advertida por Xing, la National Geographic (que estaba metida hasta el cuello en el asunto) encargó en forma secreta unas tomografías computadas del fósil. Y se confirmó lo que nadie quería admitir: el Archaeoraptor era un fiasco.
Lo que falta averiguar todavía es si se trató de un fraude o de un error. Y quizás nunca se sepa, como pasó con el “hombre de Piltdown”. La historia de esta curiosa criatura arranca en 1912, en una cantera de arcilla de la ciudad inglesa de Piltdown. En ese lugar, el arqueólogo aficionado Charles Dawson encontró una mandíbula y un cráneo que parecían el eslabón perdido entre simios y humanos. Pero este pariente directo del Homo sapiens resultó una gran mentira: el cráneo no tenía más de 50 mil años y la mandíbula pertenecía a un orangután. De todas formas, aunque nunca se supo si se trató de una broma o de un fraude, el chiste duró cuarenta años, lo suficiente como para que se gastaran ríos de tinta en su honor.

Una historia turbia
Al Archaeoraptor la fama no le duró tanto como al hombre de Piltdown, pero su historia también es jugosa. El fósil, que ya tenía un inmenso valor por su antigüedad aunque no fuera el dichoso eslabón perdido, salió de China (probablemente en forma ilegal) con destino a Estados Unidos. Allí pasó a las manos de Stephen Czerkas, el director de un museo de dinosaurios del estado de Utah, Estados Unidos. Czerkas cuenta que lo adquirió en una exposición de gemas y minerales en Arizona. De esa oscura exposición a la portada de la National Geographic sólo hubo un corto paso. La forma poco ortodoxa en que se descubrió el Archaeoraptor tiene muy preocupados a los paleontólogos. El comercio ilegal de fósiles, con un mercado que crece cada vez, tiene consecuencias nefastas.