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Historia de la ciencia: Galileo Galilei

La visión humana del fundador de la física

Por Luis Orozco *
El País de Madrid

Galileo Galilei es uno de los pilares de la ciencia. Su vida ha sido narrada multitud de veces y lentamente las autoridades que lo condenaron han ido revisando su postura respecto de sus teorías. En el Museo de las Ciencias de Florencia, Italia, se pueden mirar una de las lentes utilizadas en sus primeros telescopios y otros de sus aparatos científicos. El personaje histórico da para mucho. Bertolt Brecht, en su drama del mismo nombre, muestra los alcances que ha tenido. Recientemente apareció publicado el libro de Dava Sobel La hija de Galileo (Editorial Debate), donde logra presentar una visión fresca, pero sobre todo humana, del fundador de la física.

Las cartas de Celeste
Sobel utiliza las cartas escritas por Celeste Galilei a su padre para reconstruir no sólo a Galileo, sino a la sociedad donde vivieron y trabajaron. Celeste fue sin duda, como atestiguan las cartas, una mujer muy inteligente. Compartió con su padre el interés por la astronomía, lo cual se deja ver en su elección de Celeste como su nombre de monja. Sólo conocemos las cartas de ella, no las respuestas de Galileo. Han sido buscadas y rebuscadas, sin haberse encontrado rastro de ellas. Celeste Galilei fue una monja clarista dedicada a su trabajo en el convento. Su vida fue corta, pues una disentería la llevó a la tumba cuando su padre acababa de regresar a Florencia tras su memorable encuentro con la Inquisición en Roma. Complementan las cartas de Celeste otras cartas escritas por Galileo a sus amigos en otros lugares de Europa. Quedan claras muchas de las rencillas intelectuales de la época y el carácter de Galileo, que no le ganó amigos aun entre sus contemporáneos interesados en la ciencia. Pero en los textos aparecen las dudas, los gustos y la cotidianidad de su vida. Le apetecían las peras y los membrillos; su salud fue muy frágil, pero vivió muchos años. Celeste siempre se muestra entusiasta y fue un gran apoyo para su padre. Ella estaba encargada de la botica del convento y deja clara su gran iniciativa y sed de saber. Incluso le pide a Galileo que le envíe un telescopio en la canasta donde le llevan los postres y los cuellos recién lavados.

Vidas científicas
Sobel ha amalgamado el material con cuidado. Me hubiera gustado un poco más de detalle en el tratamiento de los descubrimientos de Galileo. Es común asociar con Galileo el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, y ciertamente hizo mucho para entenderlo y divulgarlo, como lo mostraron sus problemas con la Inquisición. Sin embargo, su gran contribución científica está en su último libro, Dos ciencias nuevas. Ahí presenta sus trabajos y experimentos sobre el movimiento. Consciente de sus dificultades con Roma, logra publicarlo en Holanda por la casa Elzevier, que todavía se dedica a publicar libros científicos. Newton, nacido en el mismo año de la muerte de Galileo, estudió con cuidado ese texto. Gracias a Sobel he conocido un poco más a Galileo. Me apasioné con Celeste por los descubrimientos de su padre, y me he dado cuenta de las dudas, gustos y temores no sólo de la familia Galileo, sino de todos los habitantes de Florencia. Sobel se define a partir de ese legajo de cartas a Galileo. Como todos los científicos, ha sido otro miembro del génerohumano, sujeto a pasiones, intrigas, triunfos, enfermedades y alegrías. El libro me ha hecho ver una vez más que la vida del científico no es fascinadora, pero tiene sus encantos.

* Luis Orozco es profesor de Física de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook, Estados Unidos.