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�La ciencia debe ser un área estratégica�

Por Dante Caputo *

Un viejo debate se ha reavivado en estos días: qué hará nuestro país para que la ciencia y tecnología sean asumidas realmente, y no sólo en las declaraciones, como un área estratégica para el bienestar y desarrollo de los argentinos. Unido a ese debate se han difundido algunos datos que agregan a esa cuestión esencial, incertidumbre y preocupación. El primero es que se estarían produciendo recortes en el presupuesto del área de investigación. El segundo es que el programa Sociedad de la Información absorbió recursos originariamente destinados a investigación. El tercero, que el área de ciencias quedó �desjerarquizada� en la actual estructura de la secretaría. Los tres datos son erróneos y conviene que se despeje el equívoco antes de avanzar sobre el problema de fondo. No ha habido ni habrá recortes en los recursos presupuestados para investigación ni la actividad científica. Más vale lo contrario, la decisión del Gobierno es avanzar en la solución del financiamiento de la ciencia. Esto no implica decir que los recursos asignados en el presupuesto 2000 sean los que precisa la ciencia en nuestro país. Sólo indica que los recursos decididos en el presupuesto en curso no serán disminuidos. En consonancia con este criterio, tampoco se utilizan recursos del área para financiar el programa de Sociedad de la Información. Los recursos para dichos programas provienen de los diversos programas que hasta ahora se venían ejecutando de manera dispersa en las reparticiones del Estado y que serán reunidos para financiar la actividad. Finalmente, el área lejos de haber sido �desjerarquizada� aumentó su rango en la estructura. Por lo pronto, la secretaría no depende de un ministerio sino directamente del Presidente de la Nación. En segundo lugar, la ampliación de las competencias de la secretaría llevó a crear tres áreas de igual rango, una de las cuales corresponde al área científica y su responsable es ahora �autoridad superior del Poder Ejecutivo nacional�, cosa que no era hasta aquí. Hechas estas aclaraciones, avancemos sobre lo sustancial, esto es como lograr que la ciencia y la tecnología salgan de la postergación y se conviertan en una cuestión no sólo importante sino también urgente. Para esto no se trata en esta etapa de seguir produciendo documentos sobre lo que habría que hacer, coloquios, consultorías, papers ilustrados, (que se acumulan en la biblioteca de esta secretaría) sino decidir cómo se asume en la práctica la voluntad política de atacar las cuestiones primordiales. Para hacer esto, el Presidente de la Nación convocó a una reunión de gabinete para aprobar el plan de desarrollo y financiamiento de la ciencia. La decisión es central y se toma en el centro y no en la cola de la agobiada oficina del secretario de Hacienda que recibió un déficit de 10.000 millones de pesos. Así, hecho inédito, el gabinete adoptó un documento de trabajo cuyos puntos salientes son éstos: El programa de desarrollo de la ciencia incluye cinco temas que serán tratados por el gabinete nacional: financiamiento, organización, evaluación, prioridades del sistema científico y la relación con la docencia universitaria. Por lo pronto lo más obvio: si no aumentamos considerablemente la inversión en el área, no tendremos el tamaño necesario para que nuestra creación científica impacte en el desarrollo de nuestra sociedad, creando más conocimiento y bienestar para sus habitantes. Si eso no sucede, si no alcanzamos la �masa crítica�, la sociedad no percibirá ni demandará la ampliación de la actividad científica enArgentina. En el mejor de los casos la ciencia será vista como algo bueno, pero no como algo necesario. En Francia, Inglaterra, EE.UU. o Brasil la inversión en ciencia es una demanda social, es algo que los gobiernos deben hacer porque las sociedades no aceptarían lo contrario. En Argentina no es así. El proceso entre 1 y 2 es iterativo. Sólo si hay �masa crítica�, habrá impacto social, habrá una demanda ineludible para los gobiernos. Los recursos no son la única condición, pero son una condición necesaria. Si lo dicho es correcto, nuestra tarea consiste en pasar el umbral a partir del cual el sistema comienza a realimentarse. Si no planteamos este desafío, seguiremos con mayor o menor talento administrando el subdesarrollo. Las demandas se circunscribirán a algunos millones que faltan cada año, emplearemos esfuerzos denodados en ello, sin que logremos cambiar sustancialmente nada. Por lo tanto se trata de crear masa crítica para que haya impacto social y demanda social para que haya desarrollo sostenido de la ciencia. La cuestión siguiente es: ¿la organización actual de la investigación es la más apropiada para optimizar esos recursos? Más precisamente, si tuviéramos más recursos, digamos el doble, aplicados a la actual organización de la investigación, ¿tendríamos el doble de creación? Probablemente no. Por lo tanto, resulta inseparable la cuestión del financiamiento de la cuestión de las reformas de nuestro sistema de investigación. Ese sistema está, como sabemos, mayormente organizado en torno de la carrera de investigador y de su estabilidad. Esto tiene algunas ventajas, pero también inconvenientes. La ventaja más evidente es que la carrera disminuye la incertidumbre, lo que es básico en un país como el nuestro. Sin embargo, esta seguridad tiene sus costos. Su contracara es la ausencia de estímulos y competencia que promuevan la excelencia y la pertinencia. Resulta claro que un argumento central para aumentar la inversión es un aumento correlativo en la excelencia y pertinencia. En consecuencia el programa debe crear un modelo que combine la estabilidad con los incentivos. Esto es asegurar el ingreso para los investigadores y lograr un componente cada vez mayor de recursos que se asignen en virtud de la excelencia de los proyectos y de los científicos que participan en ellos. Esto nos lleva al tercer tema: la evaluación. Es necesario un sistema nacional de evaluación externa de organizaciones, proyectos e investigadores, en una primera etapa obligatoria, por lo menos, para los organismos e investigadores que estén en la esfera de la secretaría. Sin un sistema semejante, exigente y competitivo, es imposible alcanzar los objetivos de excelencia y sin la legitimidad de la excelencia la argumentación para dar un salto en el financiamiento de la ciencia se debilita. A estos temas se agrega la cuestión de las prioridades nacionales en materia de desarrollo científico sólo viable en un contexto de mayores recursos. Si no, se tratará de �desvestir un santo para vestir a otro�. Debemos tener una parte de los recursos públicos de investigación orientados con criterios de pertinencia y prioridad. Esta pertinencia debería estar determinada por las ventajas comparativas en una determinada área científica, su impacto en el desarrollo de nuevas tecnologías y, a su vez, el impacto de éstas en la actividad productiva. Sin embargo, hay que evitar que sólo se promueva la investigación que tenga resultados aplicados. Es indispensable cuidar el desarrollo de los campos de investigación que aparentemente no tienen consecuencias productivas. �La filosofía no sirve para nada excepto para cambiar el mundo�. Finalmente es indispensable diseñar los mecanismos para que la investigación y la docencia universitaria estén profundamente vinculadas. Esta es una condición para elevar el nivel de nuestras universidadesutilizando en parte los recursos ya disponibles. En torno de estos temas se expedirá el gabinete y el Presidente. Allí habremos dado un paso central: asumir en la práctica la voluntad de transformar al sector en un área estratégica para la Argentina.

* Secretario para la Tecnología, la Ciencia y la Innovación Productiva.