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opinion
Respuesta a Dante Caputo
Por
Carlos Girotti *
Cada
vez que un nuevo gobierno se hace cargo del Estado, descubre que el sector
científico y tecnológico es un desastre. Y opera en consecuencia.
Para no ir muy lejos así ocurrió en la última década,
con su secuela de persecuciones ideológicas, recortes de presupuesto,
congelamiento de vacantes, funcionarios corruptos, etc. Creíamos
que ahora sería diferente y, a decir verdad, en parte lo es: ya
no se persigue a nadie y a ninguno se le ocurre robar, pero todo indica
que estamos peor que antes.
El secretario Dante Caputo acaba de informar que destinará parte
de los exiguos fondos para la investigación al desarrollo de un
plan informático. ¿Olvidará acaso que en el presupuesto
del Conicet de este año faltan casi once millones de pesos? Observó,
además, que los trabajadores científicos somos ineficientes
porque tenemos estabilidad y deberíamos ser contratados según
las bondades de nuestros proyectos. ¿Será por eso que conchabó
asesores con salarios de 7500 pesos mientras nuestros sueldos permanecen
congelados desde hace años?
En setiembre de 1997, vísperas de las elecciones para diputados,
el físico Néstor Gaggioli elaboró un informe que
demostraba que, entre 1980 y 1993, la producción científica
argentina se expresó en un aumento del 50 por ciento de sus publicaciones,
con sólo un incremento del 20 por ciento en el personal involucrado
y un escaso 10 por ciento de aumento en el presupuesto sectorial. Estos
indicadores significaron que Argentina mantuviera la cuota del 22 por
ciento de publicaciones cuando, México por ejemplo, sostenía
su cuota del 16 por ciento pero habiendo experimentado un aumento del
32 por ciento en su presupuesto y un incremento del 66 por ciento en la
dotación de su personal. El informe de Gaggioli, publicado por
nuestro sindicato, mostraba que a pesar de los desgobiernos y de la inexistencia
de una política de Estado, el sector era eficiente. Y agregaba
que, de no mediar un urgente fomento, la ciencia y la tecnología
argentinas marcharían inexorablemente hacia el colapso.
Es cierto que la producción científica debe ser orientada
según prioridades nacionales, y no menos cierto es que el sistema
de evaluación debe terminar con las presiones corporativas de grupos
de poder. De hecho, y por perfectible que sea el sistema de evaluación,
nuestra supuesta estabilidad depende de éste último y no
de un convenio a perpetuidad con el Estado. Pero remediar esto no es lo
mismo que impulsar la compra masiva de computadoras cuando ya no
hay plata para investigar ni tampoco maquillar las viejas y vigentes
directivas del Banco Mundial mediante la flexibilización
laboral de los investigadores.
Ha llegado la hora de recordar que la mayoría de este castigado
país votó para salir del infierno de Dante, no para sumergirse
aún más.
* Secretario
de Ciencia y Tecnología de la Asociación de Trabajadores
del Estado (ATE).
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