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ASTRONOMIA
- Un asteroide
realmente insólito
Kleopatra:
el hueso espacial
Por
Mariano Ribas
Ya
vio la imagen, y seguramente se habrá preguntado: ¿Y
esto qué es?. Parece un hueso, visto desde distintas perspectivas.
Y sí, parece un hueso, es indudable. Pero no lo es: en realidad,
esta cosa mide más de 200 kilómetros de largo, y flota plácidamente
en el espacio, dando vueltas alrededor del Sol. Se llama Kleopatra, es
un gran asteroide, y sin dudas, es uno de los objetos más extraños
que jamás se hayan observado en todo el Sistema Solar. Hasta hace
poco, Kleopatra era apenas un miserable punto de luz en los telescopios.
Pero ahora, y gracias a una serie de observaciones por radar, los astrónomos
han podido delinear su caprichosa silueta. Y al mismo tiempo, confirmaron
su estructura. De todos modos, falta mucho: semejante esperpento espacial
pide a gritos una explicación sobre su origen.
Una
buena oportunidad
Kleopatra forma parte del gran Cinturón de asteroides,
una enorme colección de escombros rocosos y metálicos que
giran alrededor del Sol, entre las órbitas de Marte y Júpiter.
Y desde hace rato figura en los catálogos de astronomía:
fue descubierto en 1880, y por entonces se convirtió en el asteroide
número 216 (tan es así, que su nombre oficial es 216
Kleopatra). Y aunque pasaron más de cien años, los
astrónomos sólo sabían que se trataba de un objeto
bastante grande. Pero a fines del año pasado, Kleopatra tuvo una
alineación muy favorable con la Tierra, ubicándose a 170
millones de kilómetros de distancia. Y, evidentemente, parecía
un buen momento para echarle un vistazo. Ni lento ni perezoso, el astrónomo
Steven Ostro del Jet Propulsion Laboratory de la NASA armó
un equipo de científicos, y juntos iniciaron una estrategia de
observación muy particular: en lugar de utilizar un telescopio
(cosa completamente inútil, porque ningún telescopio les
podría ofrecer una imagen clara de Kleopatra), recurrieron a un
radiotelescopio. Y no a uno cualquiera, sino el más grande del
mundo: la gigantesca antena del Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico,
un disco fijo de más de 300 metros de diámetro. Pero, como
se sabe, los radiotelescopios no ofrecen imágenes, al menos en
el sentido convencional... ¿entonces?
Había una explicación: la idea de Ostro y los suyos era
deducir la figura de Kleopatra mediante técnicas de radar. La cosa
funciona más o menos así: el radiotelescopio envía
ondas en dirección al asteroide, esas ondas llegan a Kleopatra,
y rebotan en su superficie, volviendo a ser captadas por el aparato. Y
de acuerdo con las características de esos rebotes, y con la ayuda
de una computadora, puede modelarse la figura del objeto. Es un método
indirecto, pero eficaz, y ya ha sido utilizado previamente. Y bien, así
se hizo. Y ahora, después de algunos meses de trabajo, surgió
la asombrosa reconstrucción de Kleopatra que acompaña
esta nota. Además, se establecieron con cierta precisión
sus medidas (217 x 94 x 81 km), y su estructura metálica (probablemente
una mezcla de hierro y níquel) que ya se sospechaban. Claro, ante
semejante figurita, los astrónomos se quedaron con la boca abierta:
Con su forma de hueso para perros, Kleopatra es uno de los asteroides
más extravagantes que hayamos visto en el Sistema Solar,
dice Ostro.
El
origen de Kleopatra
Lo cierto es que nadie sabe bien cómo nació Kleopatra.
Aunque lo más probable es que provenga del antiguo núcleo
metálico de un antiguo asteroide, mucho más grande, que
sufrió una tremenda colisión. ¿Y su extraña
forma? Una de las hipótesis más firmes dice que, en un principio,
Kleopatra estaba formado por dos grandes restos separados (los dos extremos
del hueso), que orbitaban muy cerca el uno del otro. Y que
después de sus sucesivos roces e impactos, el espacio entre ambos
se fue llenando con los escombros desprendidos de cada uno de ellos. De
todos modos, el propio Ostro reconoce que hay muchos escenarios
posibles, pero ninguno es del todo satisfactorio. Lo que está
claro es que, desde el punto de vista teórico, Kleopatra será
un hueso muy difícil de roer.
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