Los
alquimistas
Por
Leonardo Moledo
El aire, que envuelve
y canta,
la tierra que germina
el agua que fluye y lava
el pecado y la ropa
el fuego en la muralla y en la hoguera:
cuatro elementos
bastaban
para un mundo en ciernes.
Oscuros alquimistas
en la penumbra sin igual de las alcobas
manipularon metales
operaron la tierra
lucharon contra el orden
quisieron transformar el cobre en oro,
y la piedra lunar en amatista.
Ellos sí conocieron
la tiniebla
ellos creyeron
que el fuego desgarraba la materia
como el cuchillo la carne
como el tierno martillo
parte la piedra obcecada,
como la aguja perfora
el ojo abierto a la luz
y lo enceguece.
Ellos crearon
una sustancia aterradora, que invisible,
abandonaba los cuerpos en la hoguera
agregándoles
peso, ellos pensaron
en el flogisto, o el éter,
quisieron la ambrosía
la fuente de juvencia.
Quisieron extraer
el diamante a la roca
el oro al hierro.
Lucharon desarmados
contra un mundo impalpable.
No soñaron
el plástico
la tela que se estira, la fibra pálida y sensible
que conduce la luz, no imaginaron
la combustión, ni el delicado
fluir de la tabla periódica, ni el raudo
estallar de la pólvora, ni el vicioso
desintegrarse del uranio, ni pensaron
la pureza del oxígeno, ni pudieron
dibujar al hidrógeno, que alimenta al Sol.
Ensimismados
en el mundo brujeril de sus retortas
añadiendo conjuros y palabras
a la materia estrujada,
amigos del murciélago y la sombra
parientes de Dios y del Demonio
a un paso del Infierno o de la Gloria
nunca supieron que en el fondo del menjunje,
que revolvían durante días y semanas
todo un mundo esperaba.
Y para ustedes, el
olvido.