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Depresiones

Por Agustín Biasotti

A horas nomás de las fiestas -.Nochebuena, Navidad, Año Nuevo– la amenaza de realizar un balance de lo acontecido en la esfera personal es inevitable e ineludible. Por más que uno se desviva por evitar los ubicuos mensajes mediáticos que claman por un cálculo contable de las experiencias vividas durante los 365 días del año, nunca faltará alguien –pariente, amigo, ilustre desconocido– que a la hora del brindis congele y estire hasta la eternidad el segundo previo al choque de las copas con la pregunta más temida.
Los balances suelen dejar una sensación de falta, de algo que no se hizo, de quedar a mitad de camino. Puede sobrevenir entonces la sensación de tristeza y melancolía en medio de la fiesta.
Es la “depre” de las fiestas, tan tradicional como las fiestas mismas, adobada con sidra, pan dulce y arbolitos de Navidad. Una depre que se parece a la depresión, pero que se queda ahí a un paso de la frontera que las separa. Y que generalmente no la cruza, pues en algún momento, pasadas las fiestas y la resaca anímica y estomacal, uno –muchas veces sin darse cuenta de ello– cambia el almanaque por dentro y pone el contador de nuevo en cero.

De signos y de síntomas
Pero de la depre de las fiestas a la depresión propiamente dicha, la enfermedad depresión, hay un largo trecho por recorrer. Como explica la doctora Andrea López Mato, profesora de psiconeuro-inmunendocrinología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, “la depresión puede ser un sentimiento, puede ser un síntoma dentro de otra enfermedad o puede ser en sí una enfermedad (depresión endógena) que como tal tiene un grupo de signos y de síntomas que la caracterizan”.
“La depresión endógena no sólo es estar triste, que es lo que la gente cree que es la depresión -.continúa–, sino que se caracteriza principalmente por una pérdida de placer y de interés por las actividades habituales, por la inhibición o agitación en el modo de desarrollar esas actividades y por sentimientos de desesperanza, culpa, ruina y minusvalía.”
Pero la lista de signos y síntomas que caracterizan esta enfermedad no termina ahí. La depresión también puede asociarse a trastornos del apetito: “Generalmente la anorexia y a veces la hiperorexia, en estos últimos casos el aumento de apetito es a expensas de comer hidratos de carbono que son la forma en que el organismo busca regular su propia bioquímica”, dice López Mato. “También suele haber una tendencia alinsomnio, una pérdida de la capacidad de concentración, un enlentecimiento psicomotor y un montón de síntomas biológicos que coinciden en todas las culturas.”
Y es que, independientemente de cada cultura en particular, la depresión endógena afecta al 4 por ciento de la población mundial. “Los factores culturales pueden en todo caso aumentar las depresiones reactivas que se producen por determinados conflictos existenciales del paciente y las depresiones por estrés o por agotamiento, o en todo caso pueden agregarle síntomas cognitivos o psicológicos a la depresión endógena”, afirma López Mato.

Las bases biológicas de la depresión
“Hoy en día, la depresión debe ser considerada una enfermedad biológica crónica y recurrente que precisa un tratamiento biológico”, dice una y otra vez la doctora López Mato. Pero, entonces, ¿qué es lo que se esconde detrás de ella y adentro de nuestros organismos? “El sustrato biológico de la depresión responde a ciertas alteraciones metabólicas en los neurotransmisores cerebrales –responde–. De los más de 200 neurotransmisores descriptos conocemos tan sólo la función de 50, y entre éstos se ha visto que alrededor de 15 están alterados en la depresión.”
Serotonina, noradrenalina, dopamina, acetilcolina y péptidos son algunos de los principales neurotransmisores cuya función se ve desviada en la depresión. “A su vez, estos neurotransmisores están relacionados con un montón de hormonas y con el sistema inmunológico –agrega López Mato–. A nivel endocrino, en la depresión hay alteraciones en la secreción de cortisol, de la hormona tiroidea y, a veces, de las hormonas sexuales. Incluso se ven alterados los ritmos circadianos que regulan la secreción de hormonas, lo cual explica la anorexia y el insomnio.”
“También se ha observado que en la depresión endógena existen alteraciones en el funcionamiento neurofisiológico del cerebro –explica esta especialista–; en algunas zonas como la frontal o el hipocampo se observa a través de modernos métodos de neuroimágenes un menor funcionamiento.”
En cuanto al sistema inmunológico, la depresión provoca justamente su depresión. “Aumentan algunas interleuquinas y disminuyen otras células como los linfocitos: esto hace que la persona esté más propensa a contagiarse una infección o a defenderse menos de los oncogenes que ocasionan el cáncer.” Es por eso que actualmente muchos oncólogos dan a sus pacientes medicamentos antidepresivos para mejorar sus defensas.

Genes, traumas, malnutrición y sueño perdido
“El desbalance que se produce en la depresión depende en parte de rasgos genéticos bien determinados: la depresión unipolar (sólo episodios de depresión) se hereda en un 10 o un 15 por ciento, la bipolar (episodios de depresión alternados con episodios de manía) se hereda en un 30 o un 40 por ciento –señala López Mato–. Aun así, los factores genéticos no son suficientes, tan sólo generan una vulnerabilidad genética sobre la que actúa el estrés, los traumas o conflictivas infantiles, que son en definitiva los que desencadenan la depresión.”
¿Se puede hablar de traumas infantiles desde la psiquiatría biológica? “Lo de los traumas infantiles ya lo decía Freud y hasta no hace mucho los que hacemos psiquiatría biológica nos reíamos de eso –reconoce López Mato–. Pero hoy sabemos que los traumas infantiles provocan alteraciones de por vida del sistema neuroendocrino. Cualquier experiencia de abandono o conflictiva produce indelebles trazas biológicas que hacen a un individuo más vulnerable al estrés.”
Otros factores que influyen en la depresión endógena y que no deben ser pasados por alto son los factores nutricionales y el respeto por un buendormir. “Sucede que los neurotransmisores son proteínas y las proteínas dependen de lo que comemos, es por eso que el incorporar menos proteínas al organismo predispone a la depresión”, explica López Mato.
En segundo lugar, la depresión está emparentada con las alteraciones del sueño. “Sucede que la hormona de crecimiento que permite que el cerebro se desarrolle se segrega durante el sueño lento. Actualmente, el problema es que nuestros chicos y adolescentes cada día duermen menos y no respetan el ritmo del sueño. Este es uno de los factores que, sumado a una inadecuada nutrición, hace que si bien la depresión suele manifestarse en la tercera década de la vida, actualmente estemos viendo cada vez con más frecuencia depresiones a los 18 o a los 20 años. Incluso hay genuinas depresiones de chicos, que antes no veíamos.”

Hacia un diagnóstico certero
“El diagnóstico de la depresión es clínico –no duda en afirmar la doctora López Mato–; existen criterios (el DSM IV, principalmente) para ello que deberían ser usados por los médicos clínicos. A los psiquiatras no nos gusta escuchar que los clínicos tienen que medicar la depresión pero es una realidad: la depresión está aumentando su incidencia y se calcula que no va a haber suficientes psiquiatras en el 2020 para tratar a todos los depresivos del mundo.”
Actualmente, el número de personas con afecciones depresivas asciende a 340 millones; en la Argentina, se estima que 1.750.000 personas sufren depresión o están en riesgo de padecerla. “Solamente aquellas depresiones severas que invaliden mucho al paciente o que no respondan a los tratamientos convencionales deberán ser tratados por el psiquiatra –agrega–. Esta es la tendencia mundial.”
Más allá del diagnóstico clínico de esta enfermedad, existen métodos complementarios de diagnóstico que pueden ser de gran utilidad. “En primer lugar, métodos que permitan descartar enfermedades orgánicas que pueden ser las que estén provocando la depresión (una anemia o un cáncer de páncreas, por ejemplo, causan depresión). Descartado eso, se pueden hacer dosajes en sangre y orina de neurotransmisores para ver si están alterados; también existen métodos de neuroimágenes cerebrales que permiten hallar las alteraciones neurofisiológicas características de esta enfermedad.”

Un mal reversible
“La depresión endógena es una enfermedad crónica y recurrente –remarca la doctora López Mato–. Eso quiere decir que tras un primer episodio la posibilidad de tener un segundo es del 50 por ciento; tras un segundo episodio la posibilidad de tener un tercero es del 75 por ciento; luego de un tercero la posibilidad de un cuarto es del 90. Además, con cada episodio nuevo se acorta el período entre episodios.”
De no ser tratadas, se estima que alrededor de un 30 por ciento de las depresiones (generalmente aquellas más leves) ceden solas. “En el resto de las depresiones endógenas no tratadas, éstas dejan un residuo depresivo de por vida en el paciente, acompañado de trastornos en la memoria, en la volición (las ganas de hacer cosas) y en los afectos. Condicionan un modo de vivir más gris que dificulta las relaciones interpersonales en general.”
Afortunadamente, la depresión es reversible; no debe actuarse nunca como si ésta fuera una condena sin absolución posible. “Pero para ello es necesario recurrir a los medicamentos antidepresivos .-sostiene LópezMato–. Al principio se aconseja una terapia de 3 a 6 meses. Si al cabo de este tiempo el paciente está bien se puede suspender la medicación. Entonces se dice que el paciente está en remisión; recién luego de seis meses más sin episodios podemos decir que el paciente está curado.”
Sin embargo, las estadísticas señalan que estas recomendaciones no suelen cumplirse: se estima que el 60 por ciento de las depresiones no recibe tratamiento, que un 20 por ciento de los pacientes está tratado con tranquilizantes y no con antidepresivos. Tan sólo el 15 por ciento recibe la medicación adecuada.

No se olviden de los psicológos
¿Y la psicoterapia es útil en la depresión? “Además de los métodos biológicos, por supuesto, es necesario recurrir a algún tipo de psicoterapia. Si bien existen muchos tipos de psicoterapia, en la depresión se suele recurrir a la cognitiva; de todos modos, el tipo de psicoterapia a elegir también dependerá del trastorno de personalidad de base de cada paciente en particular.”
Pero de lo que no hay duda es de que el tratamiento combinado es el mejor para la depresión endógena: “Se estima que sólo con psicoterapia se cura el 20% de los pacientes, sólo con psicofármacos el 80%; con una terapia combinada se puede elevar el porcentaje de cura al 90% de los pacientes”, explica López Mato.
“Sólo en algunos casos en que la depresión se debe simplemente a conflictivas existenciales (depresiones reactivas), pueden ser curadas tan sólo con psicoterapia. Aunque siempre hay que estar alerta a los signos biológicos de la depresión endógena”, remarca la médica psiquiatra. “Un 80% de las depresiones que recibe el psicólogo o el psiquiatra se debe a conflictivas existenciales, pero que de extenderse en el tiempo pueden devenir en depresiones endógenas, ya que la conflictiva existencia actúa como un factor de estrés permanente sobre el sujeto.”