HOGARES
contra
el hogar
Viviendas
equipadas con videos para proyectar atardeceres virtuales o con hologramas
de amigos en paredes y ventanas son algunas de las propuestas de Casas
sin privacidad, expuestas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
el año pasado. Profesionales locales como Jacques Bedel y Fernando
Diez sospechan detrás de tanta esperanza cibernética una
falta de identidad que llevará a los usuarios a reclamar un toque
de cottage del siglo XIX o de Villa Lugano.
Por Victoria Lescano
Una vivienda con equipamiento de video que permite a sus dueños
ver el amanecer o el atardecer desafiando al tiempo real y proyectándose
en los distintos ambientes de una casa de los Hamptons que contrasta
con las fachadas victorianas de esa zona que puso de moda la sacerdotisa
del estilo de la clase media norteamericana Martha Stewart; otra con
proyecciones experimentales en la recepción, el living, la cocina
y las habitaciones de un hogar de coleccionistas de Minneapolis como
manifiesto de videoarte; una tercera de Tokio con apariencia de monolito
y paneles de vidrio deslizables cuya función es desplazada por
una gran cortina de tela que simula ser la única protección
del exterior y un templo de cemento cuyo principal diseño interior
son bibliotecas con dispositivos industriales para cobijar los diez
mil libros de un filósofo son algunos de los recursos más
cercanos a la cibernética que a la chimenea y frazada de pura
lana como fetiches del hogar dulce hogar, que desde el Museo de Arte
Moderno de Nueva York, el año pasado reunió la muestra
Casas sin privacidad.
Sin dudas allí el ejemplo más extremo de la brujería
mediática lo constituyó una casa digital ideada por las
hermanas iraníes Gisue y Moghan Hariri. Las arquitectas no temieron
usar la tecnología de las computadoras laptop y provocar en los
paneles de sus cristales AMLC efectos dignos de Matrix. Una casa
donde la arquitectura deja de ser estática permite crear fachadas
virtuales y aun celebrar visitas de amigos y familiares virtuales que
aparecen cual hologramas en las paredes y ventanas de la casa y supone
un concepto de modernidad muy diferente de la presentada en el mismo
museo en los años 30, cuando Le Corbusier mostró la Villa
Savoye o Mies van der Rohe, la casa Tugendhat.
Jacques
Bedel.
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Fernando
Diez.
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Son
testimonio del fin del concepto del hogar como santuarios y responde
a los cambios sociales en los últimos cincuenta años vinculados
con la domesticidad, el ingreso femenino a la fuerza laboral, la postergación
de matrimonio e hijos, el aumento de divorcios, las nuevas formas de
familia y la ausencia de límites entre living y espacio de trabajos,
dijo el curador Terence Riley sobre los desencadenantes de estos hogares
concebidos con el mismo desparpajo que los trajes a medida de Alexander
McQueen y que, de tan arbitrarios, no contemplan el valor de reventa.
Ahora la NASA anunció que en sus cuarteles hoy los arquitectos
son tan importantes para dar formar al interior de las naves como los
ingenieros lo fueron antaño y para legitimizarlos fundó
un Departamento Habitacional en su sede de Houston. Desde allí
un equipo de veinte arquitectos trabaja en pied a terre orbitales adaptándose
a los espacios tamaño lata de sardinas que constituye la superficie
de transbordadores.
Hasta el momento están experimentando con las estructuras inflables
desarrolladas en los sesenta y ya lograron dar forma a una nueva versión
de contenedores que pueden expandirse tres veces su tamaño luego
del despegue. Dejamos de soñar bocetos imposibles para
ir a Marte para concentrarnos en hacer la vida más agradable
y posible dentro de las naves. Básicamente hacemos estudios del
comportamiento humano y no ignoramos catástrofes como la que
en 1973 provocaron los habitantes del Skylab, los pioneros en hacer
una huelga en el espacio al no querer trabajar los domingos argumentando
que el entorno marrón los angustiaba, querían más
luces y sólo los calmaba escuchar a Los Beatles, resumió
el arquitecto Garrey Finney al New York Times.
El arquitecto Fernando Diez, especialista en Temas de Arquitectura y
Ciudad, secretario de redacción de la revista Summa y docente
de la Universidad de Buenos Aires, analiza las propuestas de hogares
cibernéticos anunciados por el cine y desmitifica los ideales
high tech: La versión del futuro que anticipó los
Supersónicos con lugares maravillosos, donde todo es redondo,
vuela, es dulce y placentero, es terriblemente ingenuo y la realidad
se corresponde más con la situación inquietante que propuso
Blade Runner. La casa de ensueño del siglo XX climáticamente
es mala, con enormes superficies de vidrio que como requieren mucho
aire acondicionado, quema muchos combustibles fósiles responsable
de los gases que producen el efecto invernadero. Lo disparatado es que
el sueño de la clase media se acerca más al pasado que
al futuro. Pareciera hoy que el imaginario del hogar se remite a un
cottage del siglo XIX con tejados y jardincito que climáticamente
era mejor. La misma persona que desea retirarse al campo entre ardillas
y perros San Bernardo al mismo tiempo quiere trabajar en una oficina
situada en un edificio de vidrio lleno de botones e intercomunicadores,
con rayos láser que lo comunican con otras capitales metropolitanas
y de eso resulta una situación urbanística bastante particular
que es un centro con torres tecnológicas donde al trabajo se
lo asocia con el futuro, y el placer está en el campo, en el
pasado.
Diez remite a Robert Venturi, el arquitecto más influyente de
la segunda mitad del siglo XX que en el libro Iconografía y electrónica
para una arquitectura genérica cuestionó la técnica
como ideal de redención. Las relaciones entre la arquitectura
y tecnología son tema de preocupación de muchos arquitectos.
El siglo veinte se especializó en la ensoñación
de que la tecnología te va a salvar de todo y ese concepto se
está empezando a romper, porque con el exterminio político
o el holocausto nuclear quedó claro que el control del hombre
sobre el mundo sigue siendo caótico. Al mismo tiempo hay un proceso
en el que la arquitectura forma cada vez menos parte del medio y aparecen
los comunicadores que diseñan la publicidad y la comunicación
de los productos, por eso hoy caminando por Florida ya no se ven carteles
sino estrategias de comercialización que no están pensadas
desde la arquitectura. Y el gran problema de las casas del 2000 es,
además de los ambientales, la falta de identidad, porque hoy
lo más difícil para los arquitectos es hacer una casa
que parezca tuya.
Librería
industrial para 10.000 volúmenes.
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Uno
de los proyectos exhibidos en el MAM que ya fue construido.
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El
arquitecto y artista plástico Jacques Bedel, autor de casas colosales
y austeras a la vez por su escasez de ornamentos, revestimientos y zócalos
que las convierte en templos que se alzan en campos de Pilar (Premio
Latinoamericano de la Bienal BA 98) o en la Mesopotamia, tomó
la fulguración solar que el 15 de junio de 1973 captó
el laboratorio espacial Skylab como inspiración de Ignis, una
serie de rollos de hierro electrolítico que exhibió en
la galería Ruth Benzacar en 1996. Ahí volcó los
estudios realizados en el Centro de Astronomía de la Universidad
Cornell gracias a la Beca Fullbrigth durante los ochenta y en relación
con las casas del futuro, luego de manifestar que las expresiones moda,
tendencia, estilo le dan náuseas, dice: Pareciera que la
gente últimamente tiene cada vez menos historia propia y vida
interior, es incapaz de leer cuentos o poesía y crear sus propias
imágenes en función de ellas; el desvelo por reflejar
imágenes todo el tiempo habla de una incapacidad de expresión.
Hoy el exceso de recursos tecnológicos que seguramente serán
gadgets del futuro es equivalente a los cocoliches con pretensiones
versalles o las molduras complicadas en una casa. Probablemente en treinta
años te pregunten cuántos metros de pared digital querés,
a mí, en cambio, me gustaría proponer que la gente tenga
más aire.
El arquitecto, también autor de cuadros con citas religiosas
con el que en la planta baja de su estudio casa de mil metros
en San Telmo, suele encender lámparas reflectoras e invita
a su propio parque de diversiones de tema religioso, para buscar las
citas del Antiguo Testamento que aparecen y desaparecen cual hologramas
en sus cuadros y esculturas.
¿Cómo sería su casa del 2005? Enorme, sólida
y lo más vacía porque estamos en una época donde
las necesidades sobran, en la Edad Media la única necesidad era
protegerse de la nieve o de los lobos, los muebles eran poquísimos
y el ajuar, mínimo. Ahora sobra información, pero falta
el tiempo para cambiarla, compararla, sacarla de un casillero y pasarla
a otro. No hay elementos de qué agarrarse ni construir nada,
hay tantas basuras hechas con tanta velocidad que luego nadie recuerda.
Lo único que envejece bien son las cosas hechas como transmisoras
de símbolos, todo lo que tiene un pensamiento detrás como
las casas del palladio con el poder de lo doméstico o la vida
familiar de campo.
Para Bedel la incorporación de arquitectos en la NASA suena a
expresión de deseo: Hasta ahora lo que más importa
en el envío de una nave al espacio es el costo por kilo, una
ecuación tan dramática que me parece ingenuo pensar que
los arquitectos tengan más preponderancia que los ingenieros
en decidir cada gramo que se manda al espacio. Puede ser que los arquitectos
cambien adornos y las cosas inútiles que forman parte de la historia
de cada persona. La morfología de las verdaderas casas del futuro
tal vez remita a máquinas más parecidas a un rinoceronte,
para que a quien le toque vivir en el estómago de su estructura
de titanio y criptonita pueda agregar un detalle de calidez casi cozy
que le recuerde la casita que alguna vez tuvo en Villa Lugano.