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Detrás de las noticias

Desde aquella imborrable publicidad de margarina (“era para untar”), Gabriela Toscano siguió creciendo en su vida personal y profesional. Después de unos años de dedicación casi exclusiva al teatro, ahora volvió a la televisión en el papel de Victoria, la alterada productora general del noticiero de Primicias.

por Sandra Chaher

Hay actrices que proyectan ostensiblemente su ambición. Que compiten abierta o elusivamente con sus pares. Que sólo podrían pisar el primer escalón del podio. Gabriela Toscano no es de ésas. Reaparece después de muchos años en una tira televisiva y sorprende el cambio en su actuación, que ya se venía percibiendo en una que otra intervención temporal en la pantalla chica y en el teatro. Sus personajes tienen matices, sutilezas, hay una composición que parte de un centro trabajado, reflexionado y observado con detalle. En muchos está el recuerdo de aquella chiquita que empezó haciendo comerciales, después una tira tras otra, o apartándose de una manifestación en la película Sur, de Pino Solanas, para mostrarle sus tetas grandes a un compañero desencajado. Después, casi desapareció. Hasta hace apenas unos meses, encarnando a Victoria, la obsesiva productora televisiva que compone en Primicias. Y a rodar de nuevo. No porque en el medio no haya estado en el camino, pero fue otro tipo de tránsito. De la mano de Suar esta vez –un productor que hizo que los argentinos sepamos que tenemos buenos actores, lo que falta es trabajo e intuición para verlos–, Gabriela volvió y quiere que el retorno sea el punto de partida de una nueva historia, en la que la protagonista sea la mujer que aprendió a ser en estos años. “Lo que yo busco es actuar cada día mejor –dice en su camarín de Polka, en una derivación tangencial de una respuesta sobre la competencia femenina–. No ha sido fácil mi carrera porque yo era una nena cuando entré. Tuve mucho conflicto con esto, porque siempre pensé que era una nena que trabajaba en televisión, y en la adolescencia me doy cuenta de que tengo un don y lo empiezo a desarrollar. Pero durante muchos años me pregunté si era esto lo que yo había elegido, si tenía talento. Hasta que lo asumí, y ahí empecé a desarrollarme más como actriz. Eso fue a los 24 años. Tarde. Y en los últimos años mis personajes son diferentes.” Alguna vez dijo que elegía sus papeles por el producto, el personaje, o según cómo anduviera su bolsillo. En la Victoria de Primicias coinciden más o menos las tres cosas. “Es un papel muy rico. Ella quiere ser la mejor productora, entonces es super obsesiva, y además es una mujer que no se guarda nada, que no tiene pudor en decir la verdad. Detrás de esta Victoria que estoy haciendo va a haber otras cosas más adelante, como que tiene una vida un poco oscura. Pero lo que me interesaba era contar cómo era una persona obsesiva por una profesión.”
–¿Investigaste para componerla?
–No, empecé a pensar cómo sería producir las noticias. Más que nada me di la posibilidad del vuelo. Ya desde la hora a la que se levantan, que leen todos los diarios, escuchan las radios, están a mil, y ese estrés me empezó a dar el papel, cómo es la vida de esa persona, y vas creando un mundo adentro tuyo. Yo lo tomo como un programa de ficción, no como que esta es la realidad de los periodistas. Muy pocas veces hice trabajo decampo. Y estoy muy contenta desde dónde armé al personaje, estoy teniendo muy buena respuesta. A veces escucho la radio y dicen “acá tenemos una productora que se parece a Victoria”, entonces digo “voy bien”. Gabriela tiene 34 años, y desde los 24 en que paró la pelota, hasta hoy, su vida emocional y profesional se entrelazaron para despejarle el camino a esta mujer que dice haber hecho el viaje a la madurez del amor, la maternidad y cierta claridad de objetivos. Sin lagañas en los ojos verdes, afirma: “A mí me gustaría que esto fuera el principio de otra cosa. Poder poner todo lo mío en este producto para mostrar más, que aparezca este cambio que se viene generando en mí, y profundizar los matices de los papeles ya de mujer. Y no sólo en televisión. Yo quiero volver al teatro y también me gustaría hacer cine.” La mutación tiene, en buena medida, nombre y apellido: Carlos Rivas, el director teatral con el que está en pareja desde hace siete años, el papá de Bruno, su chiquito de cinco años. “El empezar a estar con Carlos coincidió con la convocatoria que me hizo Augusto Fernándes para participar en Madera de Reyes (después vendría su memorable Masha, en La gaviota, de Chejov, con el mismo director). Para mí eso fue descubrir el teatro. Pero además lo descubro a partir del momento que me enamoro de mi marido y vivo al lado de un director. Había cosas que yo sabía de la actuación pero no las podía formular, me movía por intuición. Y ahora puedo preparar un papel. Es difícil, no sé cómo explicarlo. Antes yo estudiaba la letra e iba a grabar, era como un chico, que actúa bárbaro pero no puede profundizar. Y a través de las charlas con mi marido descubro que yo sabía muchas cosas. El me decía ‘lo que te pasa es esto o aquello’. Si a mí me preguntaran qué maestro en tu vida marcó tu carrera, yo tendría que decir: ‘Sí, Carlos Rivas fue la persona que me develó los misterios de la actuación’.”
–Una vez dijiste que te gustaba que la gente se identificara con tu personaje. ¿Es tu faceta egocéntrica?
–Uno piensa para qué es actor, porque es muy egocéntrico ser actor, uno va y actúa, pero qué le da a la gente.
–Podrías no tener esa preocupación.
–Claro, pero la tengo (risas). Entonces el tema es develarle algo al otro que está sentado ahí. Muchas veces, estando en el cine, sentí a través de un personaje “uy, mirá cómo era esto”.