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Una temporada entre las
gorilas

En el marco del Encuentro Nacional de escritoras 2000 y del Día Internacional de la Mujer pasaron por Buenos Aires dos militantes de las Guerrilla Girls, un colectivo de anónimas
vengadoras que desde hace 15 años asolan las calles de Nueva York con trajes de gorila, brochas y pegamento como únicas armas contra la misoginia y el racismo en el arte. Con una
estricta política de anonimato realizan acciones de protesta a través de stickers, panfletos y pintadas que reciclan con humor el feminismo de los años setenta. Rara vez conceden entrevistas cara descubierta, ésta fue una de las excepciones.

Por Teresa Arijon y
Bárbara Belloc

El pasado 8 de marzo, luego de las lecturas del Encuentro Nacional de Escritoras Buenos Aires 2000, un centenar de manifestantes variopintos, grupos de feministas y paseantes desprevenidos se reunieron en la calle Montevideo entre Corrientes y Sarmiento para festejar el Día Internacional de la Mujer. Al ritmo sincopado de las cumbias y bajo el trascendental auspicio de la voz de Gilda y algunas copas provistas por la Librería de Mujeres, el pequeño carnaval olvidado de la danza por el fragor del champagne y la andanada de discursos esperaba, entre atónito y desconcertado, la presentación de las Guerrilla Girls, un colectivo de anónimas vengadoras que desde hace 15 años asolan las calles de Nueva York con trajes de gorila, brochas y pegamento como únicas armas contra la misoginia y el racismo en el arte. Las alarmistas presagiaban un aluvión zoológico; las utopistas, una feroz marcha de monas con carteles que convertirían a todos, ese mismo día y en pleno centro, en radiantes clones de Dian Fossey. Pero el tiempo pasaba, como suele hacerlo, raudo, y las grandes simias no mostraban ni un pelo. Nada de señales ominosas ni estampidas ni juego del tesoro oculto; solamente unos afiches recién pegados en las paredes daban indicios de su presencia: "La interiorización de la misoginia es algo común. Los senos no hacen a las feministas, la inteligencia sí", decía uno y otro inquiría, tras una escueta lista de autoras argentinas: "Estas escritoras reflejan nuestra cultura. ¿A cuántas conoce?". Ahí estaba la carta robada. Justo frente a nuestros ojos. Aunque pocos lo sabían, las tácticas de combate de las Guerrilla Girls consisten principalmente en eso: empapelar las calles con leyendas desafiantes y mordaces y responder al mandato militante de "poner el cuerpo" con una estricta política de anonimato y protagonismo cero. Rebeldes con causa, y mientras se desinflaba, triste, el otrora erecto y gigantesco forro plateado que como un icono equívoco presidiera el acto, parecía imposible emprender la bizarra tarea de detectar a las extranjeras. Pero ¿cómo identificarlas? ¿Cuántas eran? ¿Qué aspecto tendrían sin sus máscaras? Nadie podía -.y las que podían no querían-. dar pistas: un capullo de silencio tejido por las organizadoras parecía rodearlas. Como en un cuento de Banana Yoshimoto, tras poner a prueba a los mortales el azar resolvió la búsqueda. A la vuelta de la esquina, dos mujeres vestidas de negro que hablaban en inglés mientras sacaban fotos de los afiches fueron evidencia suficiente. Devenidas Triki y Trake y buscando rápidamente en el archivo mental la mejor traducción al inglés de las más argentinas palabras de bienvenida, las cronistas se acercaron a ellas. La más joven -.cuyo nombre de guerra es Lorraine Hansberry, en homenaje a la dramaturga afronorteamericana-. aceptó, no sin titubeos y tras una rápida pero implacable evaluación de la confiabilidad de sus interlocutoras, concederuna entrevista, cosa que las guerrilleras no hacen jamás a cara descubierta.
Instaladas en un restaurante de Monserrat y para mitigar la espera de los platos, Rosie -.o Rosalba Carriera, heredera del nombre de la pintora renacentista-. daría inicio al relato: "En 1985, el Museo de Arte Moderno de la ciudad de Nueva York realizó una retrospectiva internacional de pintura y escultura en la que incluyó solamente 14 artistas mujeres entre casi dos centenares de artistas varones. Se suponía que esta muestra representaba 'lo mejor' del arte. Y por si fuera poco, su curador, Kynaston McShine, declaró que los artistas no incluidos en la exposición debían replantearse sus carreras. (Rosie hizo hincapié en que McShine, cuando hablaba de carreras, se refería exclusivamente a las de los varones.) Ante este acto de soberbia y discriminación, algunas artistas nos enfurecimos muchísimo y empezamos a decirnos: el feminismo está muerto, tenemos que hacer algo para ponerlo de moda nuevamente y cambiar esta situación". Y siguió Lorraine: "Era como si el feminismo jamás hubiera existido y las luchas de los años 70 no hubieran dado resultado". Luego Rosie: "Entonces decidimos valernos de las tácticas de los '80, como la propaganda, las estrategias mediáticas y el humor para captar, a través de una política más agresiva, la atención de la gente sobre estos temas. Así nacieron las Guerrilla Girls". Surgidas por indignación en una Norteamérica pro-contras y antiaborto y decididas a sostener una virulenta guerra contra críticos, curadores, directores de museos y artistas varones de legendaria misoginia en un momento en que la militancia parecía estar ingresando en el túnel del tiempo, las Guerrilla Girls se reivindicaron autoproclamándose "la conciencia del mundo del arte" y contrapartida de benefactores encapuchados como Robin Hood, Batman y el Llanero Solitario.
–¿Cómo reaccionó la gente?
R.: Al principio, las acciones e intervenciones del grupo despertaron escepticismo, rabia y mucha hostilidad. Eran los '80 de Reagan y todos estaban sedientos de fama: ningún artista se atrevía a atacar a las vacas sagradas. Inmediatamente las Guerrilla Girls se convirtieron en el tema de conversación de fiestas e inauguraciones. Las mujeres artistas nos amaban, casi todos los demás nos odiaban pero nadie permanecía indiferente.
L.: Muchos nos acusaron de cobardes por usar máscaras y utilizaron el tema del disfraz para cuestionar la validez de nuestro discurso. Pero vamos, ¿acaso el Llanero Solitario era un cobarde?
Sin recurrir a la salvaguarda de las ubicuas teorías (aunque podría decirse que a grandes rasgos responden a las pautas del feminismo de la primera hora), las Guerrilla Girls proponen la praxis enrarecida de una militancia que combina humor furioso + ataques nocturnos + tacos altos + apropiación de las tretas del fuerte, léase el establishment + falsas pieles.

Corrección
Existen palabras clave que una Guerrilla Girl no debe emplear.
Calidad: Siempre fue espuriamente utilizada para excluir a artistas mujeres y de color del elevado mundo del arte.
Genio: Relacionada etimológicamente con la capacidad masculina de engendrar, se la usa para definir el grado más alto y "potente" de la creatividad humana, por lo que raramente es atribuida a las mujeres.
Seminal: Se la usa abusivamente para describir tempranos logros creativos y originalidad. Las G.G. sugieren reemplazarla por "germinal".


–¿Y qué hay de las máscaras?
L.: Tienen una doble finalidad: mantener nuestras identidades individuales fuera del dominio público y favorecer la igualdad dentro del grupo. Lo que desde siempre quisimos dejar en claro es que nuestras actividades son declaraciones políticas y no personales. Y como entre nosotras hay famosas y desconocidas, la aparición en público sin las máscaras podría haber acarreado supuestas "ventajas" para las menos conocidas y supuestas "desventajas" para las famosas, o algo parecido. Entonces dijimos: "Okay, compremos máscaras de guerrilla".
R.: Pero como en inglés hay una similitud fónica entre las palabras "guerrilla" y "gorilla" hubo una confusión, y la que fue a comprarlas volvió con máscaras de gorila. Lejos de disgustarnos, nos pareció que utilizar estas caras de mono era más divertido para nosotras y más desconcertante para la gente, y creo que el equívoco favoreció el predominio del humor en nuestras estrategias de combate.
–¿Cómo es que las Guerrilla Girls eligen sus nombres?
R.: Cuando comenzamos a hacer declaraciones a la prensa nos dimos cuenta de que necesitábamos nombres codificados para diferenciarnos entre nosotras. El día que grabamos nuestra primera entrevista radial fue el mismo día en que murió la pintora Georgia O'Keeffe. Entonces se nos ocurrió utilizar los nombres de artistas y escritoras muertas para mantener vivo el recuerdo de sus obras. Era como si Georgia nos estuviera hablando desde la tumba... Así, adoptamos entre otros los nombres de Frida Kahlo, Alma Thomas, Emily Carr, Tina Modotti, Romaine Brooks, Kathe Kollwitz, Violette LeDuc y Rosa Bonheur, y como a una de nosotras no le gustó la idea decidió llamarse simplemente Guerrilla Girl 1.
Con ánimo de trasnochar, luego de los postres hubo un paseo a San Telmo en busca de algún local de tango "genuino". Misión incierta aunque no imposible. Apretujadas alrededor de una mesa minúscula y rodeadas de japoneses, griegos y suecos exultantes, las chicas tuvieron que aferrarse a sus copas de vino tinto para impedir cualquier invitación a la compleja danza autóctona. No obstante las precauciones tomadas, Rosie fue arrebatada por un bailarín de blonda trenza y talle de Pedrito Rico que la hizo ensayar ochos y firuletes en la también minúscula pista. "¡Lo que siempre quiso! ¡Está bailando el tango!", gritó Lorraine para superar el volumen de la música mientras asentíamos como perros de taxi. La escena se asemejaba peligrosamente al bar de la Guerra de las Galaxias en su versión original: muchachos de cuello largo, señoras de strass, parejas étnicas, un remedo de momia al piano y una moza gallarda y casi gemela de la Campoy integraban la comparsa. Rosie volvió a la mesa con ojos soñadores y una polaroid en la mano como prueba de su iniciación. La compulsión del espectáculo que parecía, y fue, interminable volvió desde entonces imposible cualquier conversación que excediera los consabidos "oooooohs" y "aaaaaahs" y, pasadas ya las cinco de la mañana, se acordó un encuentro esa misma tarde en Caminito.
Sentadas en un cafetín frente al deteriorado e ignoto Museo de Cera de La Boca y habiendo superado ya los efectos narcóticos del vecino Riachuelo, se conversó de esto y aquello (no se lo digas a nadie...) hasta que Rosie retomó la historia: "Después de investigar las estadísticas, comprobamos que todo era peor de lo que pensábamos: las galerías y museos más importantes casi no exponían obra de mujeres. Y cuando mostramos las cifras, irrefutables, aquellos que estaban en posiciones de poder empezaron a pasarse la pelota. Nadie quería hacerse responsable de la discriminación, e incluso algunos argüían que se trataba de una cuestión de 'calidad' y no de prejuicio. Los artistas culpaban a los galeristas, los galeristas a los coleccionistas, los coleccionistas a los críticos y así sucesivamente." Y Lorraine: "Entonces nos propusimos avergonzarlos a todos exhibiendo sus estadísticas en público. Esos fueron los primeros afiches que pegamos en las paredes del Soho, en Nueva York: afiches con cifras, nombres y apellidos. Después, una cosa llevó a la otra e incorporamos textos, recursos gráficos y parodias de las 'grandes obras' de arte. Hasta el momento hemos diseñado más de 80 afiches en contra del sexismo y el racismo imperantes en nuestra cultura".

CUESTIONARIO POP
DE LAS GUERRILLA GIRLS
Pregunta: Si febrero es el mes de la Historia Negra, y marzo es el mes de la Historia de las Mujeres, ¿Qué pasa el resto del año?

discriminación

Multiplicados por la ciudad entera, los afiches desafían a los transeúntes con leyendas como: "¿Acaso las mujeres tienen que estar desnudas para ingresar en el Metropolitan Museum? Menos del 5 por ciento de los artistas expuestos en el sector de arte moderno son mujeres, pero el 85 por ciento de los desnudos son femeninos", o "Ventajas de ser una mujer artista: Trabajar sin la presión del éxito. No tener que compartir muestras con hombres. Tener la libertad de poder olvidarse del mundo del arte gracias a sus cuatro empleos free-lance. Saber que su carrera tomará impulso después de haber cumplido los 80 años. Tener la certeza de que cualquiera sea la clase de arte que produzca será etiquetado como'femenino'. Tener la oportunidad de elegir entre carrera y maternidad. Tener más tiempo para dedicarse a su obra cuando su pareja la abandone por alguien más joven. No padecer la vergüenza de ser llamada 'genio'. Ver incluida su fotografía en las revistas de arte vistiendo un traje de gorila". Pero además de idear, redactar, diseñar, ilustrar, producir y pegar en las calles los famosos posters, las Guerrilla Girls también emprenden otras ofensivas justicieras como la colocación de carteles en ómnibus, la publicación de libros como Confessions of the Guerrilla Girls (un relato de la historia del grupo) y The Guerrilla Girls' Bedside Companion to the History of Western Art (un texto que denuncia la discriminación histórica de las mujeres en el canon occidental y propone la reformulación de la historia del arte desde una óptica feminista), postales y panfletos diversos y el periódico Hot Flashes, campañas de stickers y escritura de cartas, y acciones de protesta en vernissages y estrenos teatrales. Rosie, romántica incurable, recordó que cuando el grupo realizó su primer sticker, ella y su marido, recién casados, celebraron el Día de San Valentín visitando museos y pegándolo, ella en el baño de mujeres y él en el de hombres. Invitadas a exponer en la bienal del Whitney Museum en el '87, las gorilas vengadoras consideraron que semejante evento circense merecía su propia feria de juegos, y mostraron entonces una serie de atracciones entre las que había un tiro al blanco en forma de gran teta cuyo diminuto pezón, dividido en tres colores, marcaba el porcentaje de mujeres blancas, mujeres de otras razas y hombres no blancos allí participantes.
–¿Cómo financian sus actividades?
R.: Al principio pagábamos los afiches con dinero de nuestro propio bolsillo y a veces recibíamos contribuciones espontáneas. En una ocasión, la secretaria de un museo de Nueva York nos escribió una carta que decía: "Trabajo para uno de los curadores que ustedes denuncian en sus afiches. Tienen toda la razón del mundo: es un flor de turro. Acepten estos 25 dólares de mi parte". Ahora, muchas artistas nos envían dinero. Además, nos pagan por las conferencias y presentaciones que hacemos en universidades y auditorios de todo el mundo, a lo que se suma la venta de libros y afiches. Todo esto junto solventa las campañas del grupo, pero nosotras no recibimos un centavo. Todas vivimos de nuestros trabajos "caretas".
–¿Cuántas son?
L.: Nunca decimos cuántas somos. Secretamente sospechamos que todas las mujeres nacen siendo Guerrilla Girls. Sólo es cuestión de ayudarlas a descubrirlo. Podemos ser cualquiera. Estamos en todas partes.
–¿Cada cuánto tiempo se reúnen?
L.: Según el ciclo lunar, cada 28 días.
–¿Cómo trabajan?
R.: Parecemos una familia disfuncional. Discutimos, gritamos, nos abrazamos, lloramos, nos quejamos, cambiamos de opinión y continuamente amenazamos con abandonar el grupo si las cosas no se hacen como queremos. Entre una reunión y otra saturamos las líneas telefónicas tratando de entender nuestras diferencias. Casi nunca votamos y la mayoría de las veces decidimos por consenso. Algunas se van del grupo, pero siempre vuelven, a veces después de años. Nos preocupamos mucho por las demás, aunque no veamos las cosas del mismo modo. Todas tenemos un afiche que odiamos encarnizadamente y otro que amamos con toda el alma. Estamos de acuerdo en que podemos no estar de acuerdo. Quizás eso sea la democracia.
Renovando por completo los códigos del feminismo teórico mediante la práctica del humor y la utilización del sentido común como recurso subversivo, el grupo de amazonas urbanas modernizadas a la manera de una guerrilla mediática logra atacar certeramente el corazón de los WASP y su séquito de custodios y aduladores hablándoles en su propio idioma: conslogans, datos, encuestas y chistes de duro remate. Después de dos días de accidentados recorridos porteños (la clase de tango era a otra hora, el museo estaba cerrado, la reserva ecológica ardía en llamas), se logró ver finalmente a Rosie y Lorraine en acción. Como actividad complementaria del Encuentro Nacional de Escritoras (organizado por Sudestada y la Comisión para la preservación del patrimonio histórico-cultural de la ciudad de Bs. As.), el sábado 11 de marzo las Guerrilla Girls dieron una conferencia en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en la que resumieron su historia grupal, pasaron diapositivas ilustrativas de sus actividades y dialogaron con el público. Tirando bananas al auditorio ingresaron en el anfiteatro del Mamba luciendo sus máscaras de gorila y dispuestas a dejar en claro la causa: "Muchos creen que el arte es algo sublime, que está exento de las miserias humanas e incluso del escrutinio común al mundo de la política, la economía, etc. Y si bien el arte en sí mismo puede ser trascendente, el mundo del arte debería estar sujeto a los mismos estándares que todo lo demás. Creemos que se trata de un tema de derechos civiles. La historia no es algo fijo, estático: necesita constantes ajustes y revisiones. La tendencia a reducir el arte a unos pocos 'genios' y sus 'obras maestras' es señal de miopía y un tremendo error. No es que vayamos a olvidar a Rembrandt y Miguel Angel. Sólo queremos que se corran un poco y dejen lugar para todas nosotras", dijeron. La política audaz e implacable y el modo de organización igualitario de las artistas de distintas razas, religiones, edades y orientaciones sexuales también conocidas como Guerrilla Girls vienen a confirmar, en la tan mentada "era del fin de las ideologías", que toda acción creativa emprendida por un grupo de mujeres proclama una verdad a voces, que los ideales también pueden reciclarse y que, por lo tanto, el feminismo puede jactarse de su buena salud. "Nosotras queremos, en cada lugar que visitamos, dejar la semilla de la inquietud y la rebeldía", aseguró Rosie a la hora de sacar conclusiones. Y qué duda cabe, si las Guerrilla Girls encontraron la fórmula mágica que convierte anonimato en inminencia: "Podemos ser cualquiera. Estamos en todas partes".

Identidad

Por T.A. y B.B.
Las Guerrilla Girls jamás conceden entrevistas sin máscara. El misterio que protege sus identidades es uno de los emblemas de su fortaleza. Con nombres codificados y todo, nos hicimos amigas. Pero siempre resultaba intrigante hablar con alguien cuya voz no era solamente propia, sino la de un grupo. Tal vez esto, antes que polifonía, sea el modo de tramar una cultura de mujeres, del tipo: no hablo sólo por mí, hablo por todas. En cuanto a las cronistas, el secreto está a salvo. Mientras estuvimos con ellas un resplandor nos cegó y nunca pudimos ver con claridad sus caras.