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Esa bendita costilla

En su confesión pública de los pecados cometidos por la Iglesia Católica durante sus 2000 años de existencia, el papa Juan Pablo ll pidió perdón escuetamente, por “la discriminación de la mujer”. Era, sin duda, una frase demasiado tímida para una institución que hasta hoy ha considerado a sus fieles del “segundo sexo” ciudadanas de segunda, se ha pronunciado en contra de la planificación familiar, ha permitido la tortura, desaparición y muerte de muchas mujeres. Hoy es de esperar que las disculpas se conviertan en acciones positivas.

Por Moira Soto

 

El 12 de marzo pasado, en el marco de las celebraciones del Jubileo, el papa Juan Pablo II, rodeado de siete cardenales y obispos, realizó una confesión pública de los pecados cometidos “por los hijos de la Iglesia en sus 2000 años”. En la capilla de la Crucifixión se celebró una misa solemne cuyo momento culminante fue el pedido de perdón por siete culpas, una de las cuales fue “la discriminación de la mujer”. El Pontífice recordó los pecados contra la dignidad de la mujer, pero decepcionó a quienes se ilusionaron con alguna forma de promoción femenina, como el teólogo Juan José Tamayo que escribió en el diario El País, de Madrid: “Hasta el último momento esperé oír que (...) se facilitaba a la mujer el acceso a puestos de responsabilidad, incluido el sacerdocio (...), se entendía la jerarquía no como poder patriarcal sino como servicio de Pedro y María Magdalena. No lo oí. Pero nadie puede prohibirme soñar que, algún día, esto se hará realidad”.
Según la feminista, teóloga y educadora sexual Marcela Bosch, “desde los primeros siglos se llevó a cabo la patriarcalización de la Iglesia y se fue gestando la demonización de la mujer. Esto responde a una teología donde las mujeres estaban en el lugar de la carne y los hombres, en el del espíritu. Desde Tertuliano y los Padres de la Iglesia, las mujeres fueron consideradas el otro de la historia, lo que las colocó en un sitio de absoluta vulnerabilidad. Podemos tomar a estos teólogos como productos de su época, pero no aceptar relecturas recientes mucho más misóginas que los propios textos bíblicos”.
Acerca del tan resistido -.por el Vaticano– tema de la ordenación sacerdotal de las mujeres, dice Bosch: “Pensemos un poco: si las mujeres fueran sacerdotes, ¿qué cambiaría en una Iglesia patriarcal? Acá lo que hay que modificar son las estructuras de base. Creo que hay que ir al fondo de la cuestión y ver cuáles son las teologías que legitiman doctrinas de muerte, como la de seguridad nacional. Por otra parte, ¿sirve hoy perdonar setenta veces siete a las mujeres golpeadas, con huesos rotos, quemadas con cigarrillos, con el ojo hinchado, a las que algunos sacerdotes, y también pastores, aconsejan seguir adelante llevando su cruz... ¿Qué nos significa una estadista destacada como Thatcher respondiendo a un sistema machista? Ojalá estas palabras del Papa llevaran a los obispos a revisar sus propias creencias sexistas, sus actitudes cotidianas. No nos olvidemos de que la Iglesia del primer siglo tenía una comunidad de iguales, donde unos servían a los otros. Pero con las religiosas, por ejemplo, no es servicio recíproco, es servidumbre”.

Perdón por el presente
El artista plástico León Ferrari se ha dedicado tenazmente a estudiar la discriminación que ha sufrido la mujer en la cultura judeocristiana a través de los siglos: “Ya en la Biblia aparece el prejuicio, cuando Eva come la manzana -.descubre el orgasmo, digamos–, dice el Antiguo Testamento: Por la mujer comenzó el pecado y por ella moriremos todos. Es decir, para mí hay una violación a un derecho humano elemental que es no tener que pagar las culpas de otros: aquí se castiga a la mujer y a todos sus descendientes. Pero no hace falta remontarse tan lejos: en el Nuevo Testamento, San Pablo también discrimina en varias oportunidades a las mujeres. Dice, por ejemplo: Nuestras mujeres callen en las congregaciones porque no les es permitido hablar, y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos. Esta actitud hacia la mujer es intrínseca de la religión. A Pablo le interesa mucho que esté callada: la mujer aprende en silencio porque no se le permite enseñar ni tomar autoridad sobre el hombre”. Se suele aducir, cuando se citan estos textos, que se lo está sacando de contexto. Sin embargo hay actualizaciones bastante recientes que siguen sosteniendo esos conceptos: hay una Biblia católica, española, de los jesuitas de Salamanca, del año ‘65, donde un profesor teólogo reafirma la discriminación al comentar las epístolas de San Pablo. Dice: “Hay una dependencia física de la mujer respecto del hombre, y ella es como un complemento de él. No tiene fuerza en sí, una razón de ser”.
En opinión de León Ferrari, no sólo la Iglesia debería pedir perdón puntualmente por todas y cada una de las discriminaciones del pasado -.que incluyen el genocidio de miles de acusadas de brujería–, sino también referirse a la actualidad: “En este momento, hay una gestión del Vaticano referida a la próxima conferencia de la mujer en Pekín, que intenta anular las pocas conquistas de cinco años, oportunidad en que desde la Santa Sede se logró aguar el documento. Hay una campaña que intenta cambiar el estatuto del Vaticano en Naciones Unidas, donde figura como un país, para que tenga la condición de religión, al igual que otras religiones. Lo cierto es que el Vaticano se ha referido a la plataforma de 1995, firmada por 189 países, un importante acuerdo internacional como “uno de los más radicales y peligrosos documentos que se puedan imaginar”. De modo que atacan las conclusiones pasadas de Pekín y se preparan para las próximas. En la conferencia anterior recordemos el enardecido apoyo de Menem al Vaticano”.
Para Ferrari, es más importante referirse a la situación actual de la mujer, discriminada de diversas maneras con el aval directo o indirecto de la Iglesia Católica. El artista cita una nota de la Coordinadora por el Derecho al Aborto que denuncia la situación local con respecto de la nueva ley de trabajo: “Dice así: se legaliza la precariedad laboral existente; se legaliza la supresión de licencia por maternidad y la lactancia que no puede lograrse si no es por antigüedad y estabilidad en el trabajo” etc. Más adelante, la nota recuerda que en la Argentina se practican unos 500.000 abortos por año y muere una mujer por día por la clandestinidad del aborto y su realización en pésimas condiciones sanitarias, y las víctimas pertenecen a los sectores más pobres. El aborto provocado es la primera causa de mortalidad materna en la Argentina; “ésta es la terrible discriminación que afecta a muchísimas mujeres porque la pobreza va en aumento”.
León Ferrari reconoce que, si bien hay motivos para pedir perdón por crímenes del pasado, éstos en muchos casos resultaron de una aplicación literal de los textos sagrados: “La quema de herejes, la de brujas se ordenan en ambos Testamentos. Para dar una idea de la influencia que aún tiene el Nuevo Testamento en los creyentes, recuerdo aquel relato de Scilingo sobre su preocupación al volver de arrojar treinta personas almar. Consultó al capellán y éste le dijo que no se inquietara, que sólo había cumplido lo que dijo Jesús acerca de que separaría a su regreso el trigo de la cizaña, y quemaría la cizaña (el cura dijo los yuyos...). Hay una mentalidad misógina que se mantiene también en otras religiones que tienen un origen común: el otro día vi por televisión que en Jordania se justifica al marido celoso que mata a su mujer, incluso por sospechas. Se hizo una manifestación de mujeres para que se anulara ese artículo del Código Penal, pues se están matando por esa causa unas veinte mujeres por año: todo esto por una religión que viene del Antiguo Testamento. En Afganistán, donde las siguen matando a pedradas por adulterio, leí hace poco cómo enterraron a una muchacha hasta los hombros, le arrojaron piedras y, como seguía con vida, la remataron con la piedra más grande. Todo esto escudándose en la religión”.
León Ferrari es escéptico respecto de los cambios sustanciales, de fondo, que modifiquen radicalmente la situación de las mujeres: “Creo que fue Bertrand Russell quien sostuvo que las reformas de la Iglesia, la suavización de sus reglas y mandatos, no se debían a la Iglesia misma sino a los ateos, agnósticos y librepensadores que ponían en evidencia sus rigores e inclemencia. De modo que todo lo que se haga para denunciar todas esas cosas que vulneran derechos humanos servirá quizá para que la Iglesia, dentro de unos cuantos años, pida perdón y mitigue su política en relación con los temas cuestionados. Sin duda, la católica es una religión que ha privilegiado siempre a los hombres”.

Sin las mujeres, estaríamos solos
No fue fácil conseguir una voz autorizada de la Iglesia Católica oficial que se prestara a una entrevista sobre el perdón pedido por el Papa a las mujeres. Las negativas de diversas personalidades se fueron sumando y sólo monseñor Justo Laguna, obispo de Morón, salió al frente y se explayó sobre un tema que evidentemente le importa, y mucho: las mujeres y la Iglesia.
“Es la primera vez que la Iglesia asume su discriminación con la mujer, pero yo estoy convencido de que -.aun en las peores épocas de la historia, cuando se discutía si tenía alma, discusión no del todo probada–, la mujer siempre ha sido el sostén de la sociedad”, declara con manifiesto fervor monseñor Laguna. “Creo absolutamente que la mujer es igual al hombre, pero a veces es un poco más igual, no sé si soy claro: su papel es esencial. No soy feminista, como usted comprenderá, pero me considero lo más contrario al machismo que se pueda dar en el mundo, porque he comprendido la importancia que la mujer ha tenido, tiene y tendrá en el desarrollo de la humanidad, precisamente humanizando todo aquello que a veces no alcanza esa condición”.
“Creo que es importante que el documento señale nuestra discriminación durante muchos años” prosigue Justo Laguna, “Merece destacarse el que la Iglesia asuma, por primera vez, con tanta fuerza, el papel no sólo discriminatorio, sino también alienante que ha tenido con respecto de la mujer. Hoy tenemos en la Santa Sede, en la Academia de Ciencias a mujeres judías, mujeres que no sólo no profesan la doctrina católica sino más bien al contrario, todo esto desde luego dispuesto por el Papa. Hemos avanzado muchísimo. Con las mujeres está pasando como con los judíos: lo que no se hizo en 2000 años, en los últimos 35 años resulta impresionante en cuanto al acercamiento”.
Nuestro entrevistado cree que hay una confusión en cuanto al sacerdocio femenino, “un tema que no tiene nada que ver, como si fuera el único punto, o el más importante. Desde luego, puede haber buenas presidentas de país: acaba de ser elegida una mujer en Finlandia, en Nicaragua Violeta Chamorro lo hizo bastante bien cuando algunos pensaron que no tenía condiciones, con esta manía que tenemos los hombres de creer que nosotros sí y las mujeres no”. De lo que sí está convencido Laguna es de que “la mujer todavía tiene un campo excepcional de crecimiento, pero falta que se cumplan las leyes: por lo pronto, en los países que rige la cuota para cargos públicos, no se cumple. Nosotros mismos no tenemos la proporción de legisladoras que deberíamos tener, tampoco funcionarias: apenas una ministra, y también Cecilia Felgueras si gana la elección será vicejefa de gobierno”.
Para el obispo de Morón, “es muy importante que la Iglesia, que en esta materia siempre se ha mostrado renuente -.y silente, diría– haya sido tan categórica, diciendo que se debe dar a la mujer todo el papel que se merece. En mi caso particular, considero que ese papel puede ser verdaderamente extraordinario: pienso en Golda Meier, una mujer fuera de serie que se fue de Rusia a asumir sionísticamente su papel en Jerusalén. En mi memoria de las mujeres de este siglo, pocas pueden comparársele. En nuestra historia, Alicia Moreau de Justo fue otra mujer importantísima, una médica y una política notables. Una persona que se adelantó a su tiempo. Ella hubiera podido ser una ministra de Salud Pública excepcional. Y qué decir de la genial Madame Curie, científica que ganó dos veces el Premio Nobel de física, primero en 1903, junto a su marido, y luego, a la muerte de éste prosiguió sola y en 1911 conquistó el Nobel de química”. Creo que no hay ningún campo que esté vedado a la mujer. En la economía es muy buena, en la tecnología ¿quién tiene su capacidad de computación, su paciencia? En literatura hay varios premios Nobel: Toni Morrison, Nadine Gordimer. Al Nobel deberían recibirlo en forma más igualitaria mujeres y varones. Diría que en la argentina María Esther de Miguel es una de las escritoras más brillantes que tenemos, me parece que no se la reconoce lo suficiente, y muchas otras que leo con enorme gusto. Amén de su inteligencia, tan valiosa como la del hombre, la mujer agrega un elemento de sensibilidad que el hombre carece, a veces porque no ha tenido oportunidad de desarrollarlo. La mujer tiene por supuesto el don excepcional de la maternidad, pero no creo que haga falta recurrir a esta mención”.
Aunque remarca que se alegra de esta actitud de la Iglesia de pedir perdón, Laguna no deja de señalar: “Aclaremos, es la única que lo ha hecho, porque no quiero entrar en detalles de cómo han sido otras religiones en su discriminación hacia la mujer, excluyéndola de tantas cosas”. El obispo más famoso del país, por mediático y por autor de bestsellers, opina que la actitud de la Iglesia hacia la mujer tiene que ver mucho con el Medioevo, con las concepciones filosóficas y teológicas de esa etapa y aun antes: “Sin embargo, tengo que decir que la Iglesia que no tuvo doctoras, las tiene ahora gracias a Juan Pablo II, que es el gran artífice de todo este monumento de renovación, a pesar de que es conservador en algunas materias. Pero yo no he visto un Papa que haya dado pasos tan acelerados. Reconoció como doctoras de la Iglesia a Teresa de Avila, a Catalina de Siena -.con menos méritos– y, mi gran entusiasmo, a Teresa de Lisieux, una chica de veinticinco años con una cultura burguesa pobrísima, lo que le podían dar las benedictinas donde estudió. Yo creo que si hay una doctora-doctora es ésta, porque en lo espiritual va más allá de la sabiduría. Vivo leyendo Historia de un alma. La termino y la empiezo de nuevo, me hace un bien enorme. No puedo decir lo que me conforta. Es un ejemplo especial, porque no crea que no hubo oposición a su nombramiento de doctora. Y seguramente Edith Stein será reconocida pronto, en una línea que a mí no me interesa particularmente de la filosofía moderna. Fíjese, ya convertida y con Hitler en el poder, le escribía a Pio XI diciéndole que la había sacado de la universidad no por judía sino por mujer. Yo pienso que fue por las dos cosas”.
¿Qué pasaría si las mujeres abandonaran masivamente las parroquias? “Si a nosotros nos sacaran las mujeres de las parroquias, nos quedaríamos solos. No digo que no haya hombres, pero todo el gran trabajo, desde lacatequesis, las secretarias parroquiales, las que llevan las cuentas”, todo lo hacen ellas, no sé qué haríamos sin mujeres en nuestra parroquia. Y la grey está formada en un 80 por ciento por mujeres. Lo cual no es un bien: ojalá tuviéramos igualdad de sexos. Pero es así: la mujer tiene una suspensión religiosa y mística mayor que la del hombre”.
Pero está clarísimo que esa inclinación no alcanza para que las mujeres sean incluidas en el seminario: “El sacerdocio es un tema aparte, que todo lo confunde. En la mitad de las curias o más, el canciller es una mujer. En realidad la mujer lleva todo en la curia y tiene un poder notable. En la Santa Sede, es verdad que las congregaciones todavía no, pero bueno, es cuestión de esperar. Sin embargo, le cuento algo: en la Casa Pontificia pedí audiencia para ver al Papa por el asunto famoso de la revista XXI. Me costó muchísimo: una mujer era la que atendía y nunca lo pude ver al prefecto. Tuve que recurrir al secretario del Papa que es obispo. Pero la que me decía que no era una señorita española”.

Enjugar las lágrimas
de las mujeres

“Sería interesante poder estudiar el documento completo, el contexto en el cual se formula este pedido de perdón a las mujeres”, señala la teóloga Marcela Bosch. “De todos modos, la Iglesia debería llevar a la práctica las palabras de su jefe a través de sus jerarquías: cardenales, obispos, sacerdotes. Yo creo que a aquellas mujeres que hemos decidido alejarnos de la obediencia patriarcal en las cual la Iglesia hace muchísimo tiempo nos ha querido sumergir, estas palabras nos parecerán verdaderas cuando se traduzcan en acciones concretas”.
Marcela Bosch, desde su condición de teóloga y feminista, para referirse al pedido de perdón del Papa, parte de la experiencia de las mujeres “que me dice que esta Iglesia patriarcal ha traído para ellas mucho sufrimiento, porque se trata de una ideología que las ha puesto en un lugar de ciudadanas de segunda clase. Por otro lado, desde el Vaticano se ha mantenido una posición tremendamente obstinada con respecto de temas que hieren, lastiman a las mujeres, como es el caso de los métodos anticonceptivos en general, y el uso de profilácticos como medida preventiva de las enfermedades de trasmisión sexual. Estos sí son temas teológicos, porque hacen a los derechos de los humanos y a la dignidad de conciencia que toda católica y todo católico debe poseer”.
La teóloga Bosch va aun más lejos en su interpretación de la solicitud de disculpas por parte del Vaticano: “Creo que las autoridades máximas locales deberían pedir perdón en sus arquidiócesis, diócesis, parroquias, por ejemplo, haciendo memoria cercana, a las madres de los miles de mujeres que perecieron en las cámaras de tortura, no hace seis siglos sino acá, a fines del siglo veinte, con el terrorismo de Estado de la década de los 70. Ahí tuvimos sitios de tortura en la ESMA, en el Vesuvio..., sitios donde las mujeres embarazadas fueron cruelmente maltratadas, se les robaron sus hijos. Donde se provocaron abortos que realmente no deseaban, donde se torturó a fetos: hay documentación sobre esto que se hizo en nombre de la civilización occidental y cristiana. Muchas de estas mujeres demonizadas como subversivas eran catequistas, como fue el caso de Mónica Mignone. Por todas ellas, que yo sepa, no se ha pedido perdón. Recuerdo la anécdota de la madre de Héctor Bachini, un sacerdote desaparecido en el ‘77, que fue a ver a un obispo, joven en esa época, que la increpó: ‘Señora ¿por qué llora tanto? María perdió a un hijo y sin embargo no anduvo llorando como esas señoras que dan vueltas por la Plaza de Mayo’. Esta señora, que era católica, fue a buscar una palabra de apoyo y consuelo, y se encontró con alguien que desde su silla de poder le respondía con una teología de sumisión y de muerte. De manera que empezar a pedir perdón a estas madres me parecería un paso importantísimo, un principio de reconciliación real con las mujeres. Siguiendo por estecamino, más cerca en el tiempo que la quema de brujas, podríamos pensar en que los obispos y sacerdotes pidan perdón en sus respectivas parroquias a todas aquellas adolescentes que hoy en día están excluyendo porque quedaron embarazadas. También podrían pedir perdón a aquellas mujeres pauperizadas que se persigue por la calle, como ha sucedido en estos días con las que se prostituyen. Desde muchos lugares debería pedir disculpas esta Iglesia patriarcal. Y defino lo patriarcal como una forma de racismo. Creo que queda mucho, mucho por hacer todavía: abrir los oídos, abrir el corazón y empezar a mirar primero las lágrimas de las mujeres. Y recién después dedicarse a los textos bíblicos, los documentos, las pastorales... Pero primero hay que abrir de verdad el corazón, escuchar el clamor y enjugar las lágrimas de tantas mujeres. Creo que habitualmente, muchos sacerdotes primero leen los documentos, reinterpretan los textos desde un androcentrismo feroz y luego intentan acercarse a las mujeres. Creo que cambiar estos pasos haría que el perdón fuera válido. Si no, son meras palabras”.