En
bandeja
La
serie de trabajos que Nora Iniesta tituló La mesa está
servida llevan bandejas o platos como soportes y perlas, fichas
de dominó, bolillas de lotería y cuentas de fantasía
como
materiales que se mezclan y evocan un mundo infantil.
Por
Sandra Russo
Su foja
de servicios como artista plástica ocupa páginas enteras
de catálogos y más catálogos. Decenas de muestras
y de premios, y una cantidad considerable de obras suyas en museos argentinos
y extranjeros dan una idea del espíritu que anima a Nora Iniesta
a hacer lo suyo, a mostrarlo y a defenderlo. La expresión foja
de servicios tal vez no sea irónica sino ajustada a lo
que ella cree que es el arte, un servicio, porque sirve.
También la servían a ella y a sus dos hermanos mayores,
cuando en la vieja casa de Lomas de Zamora, los días de mucho
frío, después del baño su madre los mandaba a la
cama y les llevaba la cena en bandeja. Ese elemento es el que desde
hace un año Iniesta rescató como soporte de una serie
de trabajos en los que enlaza lo femenino, lo lúdico y lo infantil,
y que lleva por nombre la mesa está servida.
Algo en bandeja es algo servido, algo fácil.
Algo
muy placentero. Eran un lujo esas noches en las que en esa casa grande
y fría mi vieja nos llevaba la comida a la cama. Este serie nació,
como casi todas las cosas que hago, a partir de un encargo de
Andreani que se nos hizo a seis artistas que veníamos incluyendo
juguetes en nuestras obras. Me vinieron las bandejas a la cabeza, que
yo asocio con esa actitud femenina o maternal, ese deseo de servir,
de agradar, de halagar. Primero trabajé con las circulares, después
llegaron las rectangulares, y los platos, los de sitio y los comunes,
que a veces enmarco en bandejas de mozo.
¿Qué más te despiertan las bandejas?
Como objetos, son muy fuertes.
Sí, por lo cotidiano y al mismo tiempo porque eso cotidiano
está alterado. Yo uso las bandejas como espejos: las levanto
y me parece que puedo mirarme. Lo que hago con ellas es armar objetos
en los que lo infantil está muy presente. La idea es mirarlas
y reconocer algo.
Los elementos que hay sobre las bandejas también tienen
mucha fuerza evocativa.
Dados, perlas, bolillas de lotería, fotos...
Los dados, las bolillas de lotería, las fichas de dominó...
todo eso tiene que ver con el azar, con lo imponderable de la vida.
Yo en lo personal no estoy muy pendiente de eso, pero si reviso mi historia,
hago memoria y advierto que las cosas más importantes me pasaron
azarosamente. Fueron encuentros laterales que por una cosa u otra se
volvieron columnas vertebrales de nuevos proyectos.
Pero
además de remitir al azar, esos dados o fichas también
pueden asociarse con otra manera de estar en familia, con juegos familiares.
Claro, con mis hermanos jugábamos esos juegos, pero en
una mesa oval. A propósito del nombre de esta serie, la
mesa está servida, me di cuenta de que en mi casa, hoy,
desayuno, almuerzo y como en la pequeña mesa de madera que teníamos
en la casa de Lomas de Zamora. La mesa de la cocina quedó para
mí. Hace poco recordé que precisamente en esa cocina y
en esa mesa empecé muy chica a hacer mis primeras composiciones
artísticas. Mis padres y mis hermanos salían a trabajar,
y yo, con lo que hubiera en laheladera, me dedicaba a hacer la comida
todo frío, no podía usar el gas-, a esperarlos con
fuentes decoradas. Cosas simples, pero lo hacía con un sentido
estético: untaba el pan lactal con mayonesa, cortaba perfectas
rodajas de tomate y las cruzaba con anchoítas.
¿Y las perlas, las cuentas de fantasía?
Hasta que yo tuve once años mi padre era viajante. Pero
entonces, en Mar del Plata, le robaron el auto con toda la mercadería
adentro, cosas que él todavía no había pagado.
Fue muy fuerte para nosotros, hubo que empezar de nuevo. Y mi madre,
que había dejado de trabajar al casarse y soñaba con volver
a hacerlo, aprovechó esa oportunidad. Mi papá empezó
a vender bijouterie, y mi mamá la hacía, la presentaba,
la envolvía. Yo la ayudaba. Desde esa época me recuerdo
cosiendo junto a ella pulseras, collares y broches sobre pana amarilla,
que era como mi padre la mostraba a los comerciantes. Mi mamá
tenía un sentido estético muy desarrollado: ahí
aprendí a tomar contacto
no sólo con las perlas y las piezas de fantasía, sino
también con los papeles, con los cartones, con las cintas, los
moños.
¿A qué edad empezaste a dibujar?
Lo mío, desde muy, muy chica, fue el color. Ya a los seis
años participaba en concursos de manchas. Pero creo que nunca
dibujé muy bien. me gusta componer, mezclar elementos. Y todavía
ahora, sigo juntando elementos que me interesan, sin saber ni para qué
ni cómo voy a usarlos. Después veo. Sigo juntando cosas
papeles, cartones, latas, figuritas, peines para después
trabajar con lo que hay.
Como cocinabas con lo que había
en la heladera.
Claro, sigo haciendo eso. No me interesan los mejores materiales
ni los más caros. Sí, me gusta crear desde lo que tengo.
En la vida me pasa lo mismo: mis mejores momentos los he pasado en lugares
en los que había algo de carencia. Cuando está todo dado,
me quedo sin saber qué hacer.
No te hubiesen llevado la bandeja a la cama si no era por el
frío.
Y
en esa casa, ahora que recuerdo, que era una planta baja sobre la que
había otra casa, y yo a los cinco años jugaba en el patio.
Sobre mi cabeza había un rectángulo de cielo, que era
como mi propia ventana. En lugar de mirar para afuera, miraba para arriba.
Y si ves mis trabajos con bandejas, en muchas hay ventanas, pero un
tipo de ventanas que no siempre dan afuera.
A veces dan adentro, otras veces al pasado.
Sí, por eso en algunas pongo fotos antiguas.
Vistas de otra manera, tus bandejas a veces parecen tortas
de cumpleaños, decoradas con granas.
¿Ves que todo remite a lo mismo? Decorar una torta con
granas, servir algo en bandeja, arreglarse con perlas. Los adornos siempre
son para hacerse querer.