A
usted tampoco le gustó el vestido del lanzamiento de campaña?
Y yo que pensé que estaba bárbara. Me dijeron de todo,
desde que era el vestido de mi abuela, hasta que era de Graciela o
que con ese modelo quería parecer de más edad para atrapar
al electorado. Después de eso la modista no me llamó
nunca más por teléfono. Da no sé qué
decirle a la candidata a vicejefa del gobierno de la ciudad de Buenos
Aires que se parecía al personaje de Aurora interpretado por
Shirley McLaine en la película La fuerza del cariño:
un volado más y se convertía en una caja de bombones.
Ahora parece haber erotizado su atuendo una suerte de uniforme
como los que recomienda la prudencia de los manuales de protocolo
para el management femenino con un escote a media asta, pero
sugerente y una pollera que descubre lo necesario la calidad de sus
piernas.
Con un poco de esfuerzo desde el balcón de su despacho se ve
el río, pero sobre todo la Legislatura, todo un símbolo.
¿Está más alta o llegó más
lejos?
Lo que pasa es que usted me conoció cuando estaba en
la dirección del Rojas y en esa época estaba casada.
Y mi marido era petiso. Entonces no usaba tacos.
Lo que más sorprende de usted es que enuncie un goce
del poder. Eso también habla de que es una chica los
hombres no hablan del poder, hablan del bien. Lo tienen naturalizado.
La popularidad de Hillary Clinton mermó cuando fue evidente
que tenía un proyecto personal.
A mí me parece que a las cosas hay que llamarlas
por su nombre. Después se le puede preguntar a una para qué
le gusta gobernar: para que la gente esté mejor, para que el
Estado tenga sentido, para que tenga un rol social y para que haya
un crecimiento con equidad. Yo tengo muchísimos valores sociales
y comunitarios en los que creo y me apasiona gobernar porque pienso
que a través del poder brindo un servicio a los otros, pero
también con un fuerte grado de realización personal.
Me parece que si uno no pone eso sobre la mesa, nadie le cree. Que
a los presidentes que hemos tenido no les gustaba el poder no lo creería
nadie. Cuando digo que me gusta gobernar y que me gusta el poder es
porque significa trabajar desde el Estado para que sirva. Yo empecé
en el Rojas que era una institución que, desde el Estado, creía
en el rol de los jóvenes artistas de vanguardia, porque gobernar
no es siempre desde la Casa Rosada. En cuanto al poder, yo tengo una
sola cosa clara y es que lo da la gente. Es una energía social
que funciona como me está pasando en este momento a mí,
da una confianza y adonde se deposita una cuota de esperanza. Y así
como vino ese poder se retira. El tema es qué hace uno mientras
le estásucediendo. Por eso, cuando me preguntan si me gusta
gobernar, yo digo que sí y si me gusta el poder, también.
Por eso estoy veinte horas acá. Si me gustara pintar, estaría
esas horas en un atelier y me parece que decir esto es la primera
parte de la honestidad. Si me gusta el poder, el poder es un instrumento.
Un instrumento maravilloso como el dinero que también puede
ser un instrumento espantoso. Es un medio.
¿Es verdad que de chica quería ser presidente
o forma parte del mito?
Yo no recordaba la anécdota, pero la recordó
una compañera mía. Alguien a quien Nancy Pazos llama
la Pecosa y que se la contó a ella. Parece que cuando yo tenía
ocho años las hermanas (del colegio de monjas) nos preguntaron
qué queríamos ser cuando fuéramos grandes y una
contestaba médica, otra ama de casa,
otra mamá y yo dije presidente. Y lo
más interesante de esa anécdota es la monja diciendo:
No, niña Cecilia, presidentes son los hombres.
Ahora, efectivamente, Luis Majul fue hasta la escuela a buscar a la
monja e hizo que la contara al aire en su programa, con lo cual, si
la monja no se acordaba de esa anécdota, se la hicieron recordar
por toda la eternidad.
¿En qué momento de sus recuerdos sitúa
un momento ligado a su lugar actual?
Yo a los diez años era la que organizaba todas las
colectas para los niños pobres. Armé la primera biblioteca
circulante para que las que no tenían libros se los llevaran
a la casa. Y en quinto año, me la pasaba en el recreo largo
juntando cosas para los chicos de la villa del Bajo Flores. Y en los
recreos cortos repartía los libros y los manuales.
Ahora la vocación es algo más sensible, más interior,
el momento en que uno se da cuenta de que va a tomar determinado camino
es más difícil de poner en palabras. Yo tuve esas sensaciones
muchas veces en mi vida.
¿Como una iluminación, por utilizar
un término católico?
Es un lugar que se aparece como el futuro de uno, pero no
como una visión no estoy diciendo esto, es más
bien la sensación de que algo es fuerte. Por ahí se
lo siente cuando se está escuchando música en casa,
pero al mismo tiempo se están elaborando algunas ideas, o leyendo
un libro. Hay dos momentos, uno en la vida cotidiana... ¿Yo
era delegada de mi curso? Sí, era delegada de mi curso.
Y mientras dirigía el Rojas era también la
presidenta del consorcio de su casa.
Tal cual, en todos los lugares la que organizaba era yo.
Pero eso es en la parte más externa, yo creo que en la parte
interior de la vocación se va consolidando cierta cuota de
seguridad en uno mismo y de armonía entre lo que a uno le provoca
deseo y lo que uno va asumiendo que es. Si alguien relata mi Avida,
nada desentona en esto. Siempre era la delegada del colegio, de mi
carrera, siempre iba a buscar a los profesores que venían del
exilio, atendía los recuperatorios para mis compañeros
y llegó un momento en que empecé a incorporar mi personalidad
y mi vocación más armónicamente y eso me permitió
salir con más seguridad. Creo que en otras vocaciones aparece
más temprano. A mí me llevó bastantes años,
entre todas las cosas que me interesan en la vida me gustaba
el arte, me gustaba el cine, veía a alguien haciendo cualquier
cosa y decía esto también me gusta a mí
hasta que algo se fue recortando más fuerte en mi universo.
Y fui dejando las otras cosas como hoy acepto dejar los fines de semana.
¿La muerte de su madre determinó un cambio
en su vida?
Mi madre era una psicoanalista de niños, que pertenecía
a la APA. Ya pasaron tres años de su muerte y sigue siendo
algo de lo que me cuesta hablar porque la extraño mucho todavía.
Hay momentos como éste de tan alta exposición mía
que no puedo dejar de pensar qué pasaría si ella estuviera.
¿Para que ella pudiera ver este momento suyo?
Por ahí lo está viendo. Lo que me gustaría
es escuchar sus consejos. Aunque en general yo no los tuviera en cuenta,
me hacía bárbaro escucharlos.
¿Qué clase de consejos?
¡Los de una madre psicoanalista! Qué otra cosa
podían ser. Habíamos construido una relación
muy profunda y sólida. Pero con muchísimo trabajo.
Mis padres decían que educarme a mí no había
sido nada fácil. Rompí algunos moldes que estaban un
poco prefijados en mi familia que era católica, con una educación
tradicional y adonde las mujeres iban a la universidad privada. Yo
seguí Filosofía y Letras, Historia del arte y milité
políticamente en organismos de derechos humanos. Fui mochilera.
Ya desde chica iba a la villa a trabajar, tenía muchísimas
cosas que hacer, si tenía veinte trataba de llegar a 19. Todo
lo que en otros sectores forma parte de lo cotidiano o normal no lo
era tanto para mi familia. En ese sentido la relación con mi
madre fue un trabajo para ella y para mí.
¿Ella tenía un proyecto diferente para usted?
Que estudiara Derecho como mi padre o mi hermano. Que permaneciera
casada. Probablemente esperara eso de mí, porque los padres
suelen pensar que si se vive de esa manera eso les da cierta tranquilidad
y confianza, porque piensan que el hijo será más feliz.
Yo no cumplí ni probablemente cumpla hoy ninguno de los parámetros
fijados por mi madre. Cuando mi padre, y eso que está muy orgulloso
de mí, ve su apellido pintado en las paredes en estos días
se pregunta por que a mí me apasiona vivir como vivo. Yendo
a los programas de televisión, a los actos. Cuesta mucho aceptar
esto de una mujer. Si fuera el hijo varón, probablemente sería
distinto. Probablemente también siente esa cosa de riesgo de
la política. Pero yo siempre hice mi camino y nunca pregunté
demasiado.
¿Pensó en ser monja alguna vez?
Eso no, tuve novio desde los diez años.
¿Cómo se sale con una mujer como usted? Pensemos
en un muchacho argentino en posición de príncipe consorte.
Yo no expongo para nada a mi pareja.
¿Es secreta? El secreto parece fundamental en su imagen.
Es inimaginable que la pesquen en un romance con su guardaespaldas.
Soy recomputer. Yo marco el play y el stop. Mi pareja no
es secreta, pero sí privada, porque no hay nada que ocultar.
Mi
vida es mi vida (por ahora)
¿Se puede contra los papparazi?
Algunos dicen que yo tengo un excesivo respeto por la prensa.
Será que uno aguanta de la prensa cosas que duelen o lo lastiman,
sobre todo si no son verdad. Pero la prensa ha denunciado genocidios,
defendido derechos humanos de las mujeres, ha investigado independientemente
colaborando en el esclarecimiento de muchos crímenes. La prensa
ha tenido un poder en este siglo tan impresionante que ha llegado
hasta Bosnia. Claro que no voy a comparar a ese periodismo con el
que hace una revista del corazón. Pero conmigo aún esa
prensa ha sido increíblemente respetuosa. Está claro
que si hubieran querido buscarme me hubieran encontrado. Además
yo nunca he dado un reportaje a Gente o Caras.
La versión sobre Lady Di asesinada prácticamente
por el asedio de un papparazi no va...
Obviamente no puedo comparar mi situación con alguien
tan importante como Lady Di. Pero si yo hubiera aparecido en Gente
o en Caras...
O desnuda bajo un tapado de piel.
O simplemente diciendo ésta es mi casa, pasen
y después me molesta que me persigan, sería una incoherencia
personal. Pero he elegido dar notas a los diarios y a las revistas,
incluso las más difíciles, las revistas políticas,
polémicas o con entrevistas monográficas. Yo me sitúo
en un lugar y me mantengo ahí, por eso conmigo han sido muy
respetuosos. Si me buscaran me encontrarían, ya que no hay
cotos privados. Por eso si uno separa bien lo privado de lo público,
la experiencia es que no se lo acosa. Como tampoco tuve que salir
a decir que me tergiversaron o yo no dije eso. De la Rúa
pasa su fin de semana en su campo de Pilar y esrespetado, nadie le
pone la cámara sobre la ligustrina. Y muchísimos medios
lo saben.
Maricas
en exposición
Cecilia Felgueras fue una excelente gestora de un espacio cultural
fundante en los años ochenta: el Centro Cultural Ricardo Rojas
del que fue en diversos períodos vicedirectora y directora
en los noventa. Lo mejor del under surgió en ese pseudópodo
de la Universidad de Buenos Aires y de allí salieron movidas
teatrales que pusieron en acción a Batato Barea, Alejandro
Urdapilleta o Humberto Tortonese, los ciclos de lecturas dirigidos
por Tamara Kamenzain y Delfina Muschietti que dieron más espacio
a la experimentación que a las golillas oficiales. Como dijo
alguna vez el sociólogo y artista Roberto Jacoby, quizás
ésa fue una de las pocas veces en que la política cultural
estuvo más atenta a la producción que a la distribución.
Interesó más el caldo de cultivo y la calidad que la
cantidad de asistentes el valor cuentaganados.
Era un día de 1995. Seguramente un miércoles, día
de las inauguraciones en el Centro. La muestra se titulaba Fagots,
lo que convertía a una palabra del argot de los gays norteamericanos
en un eufemismo y algún ignorante del inglés podía
confundirse y pensar en un instrumento de viento. Desde las paredes
el curador Bill Arming explicaba a través de un catálogo
por qué era importante dar a conocer que un artista había
sido gay, no sólo para mostrar la influencia de los gays en
el arte sino también para oponer a la historia oficial, otra
historia, la historia del deseo de un artista por una persona del
mismo sexo. Luego en una salita anexa, Arming exhibiría, al
compás de explicaciones muy serias y políticas, obras
que parodiaban las producidas por el establishment heterosexual, entre
ellas lo que fue descripto como sangre de menstruación lesbiana.
Cecilia. No sé qué voy a hacer. Nadie quiere servir
el vino. Estoy empezando a desesperarme reclamaba Jorge Gumier
Maier, el director de la galería, mientras por su cabeza la
desesperación pasaba en cuadraditos que decían Muestra
Internacional, Huelga de personal no pedagógico,
Vino blanco, vasitos, ¿dónde están?;
¿y el mozo? ¡Ay!.
Yo te lo resuelvo.
Total, la gente todavía estaba demasiado entretenida para estar
nerviosa. En las paredes colgaban versiones de todos los géneros
de arte popular desde trozos de historietas, hasta fotos tomadas con
polaroid. Había camisetas pintadas y collages hechos con cotillón.
Muchas obras testimoniaban el ritual coming out (la sumisión
de la condición de gay): la saga que iba de la imagen de un
gordito con camiseta a cuadros y cerveza en la mano a una reina emplumada
del carnaval en Honolulu. Pero la insistencia temática eran
los chicos lindos y los genitales protuberantes. En una canastita
caperucezca había stickers porno con estética de la
guerra de las galaxias que se agotaban mientras la gente empezaba
a pensar en el vino blanco.
Entonces apareció la rubia. Llevaba profesionalmente la bandeja,
sonreía y preguntaba ¿Blanco o tinto?, ¿gaseosa?.
Pasó desapercibida. La bandeja se vaciaba y volvía otra
vez llena.
No quisiera equivocarme o exagerar. Pero me parece recordar
que tenía una servilleta en el antebrazo recuerda Jorge
Gumier Maier. La rubia era la directora del Rojas.
No me gusta la palabra under sino alternativo. Me parece que
da más cuenta de las búsquedas, porque en el Rojas se
intentó una nueva forma de gestión pública y
cultural que seguro que marcó la ciudad y fue el hecho de encontrar
formas alternativas de pensar el arte, la cultura, el Estado, el tiempo
que vivíamos, otra forma de decodificar el tiempo y de buscar
posibilidades para el pensamiento que todavía no tenía
dónde ser pensado o el arte que no tenía dónde
ser mostrado o producido.
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Mis
padres decían
que educarme a mí no había sido nada fácil.
Rompí algunos moldes
que estaban un poco
prefijados en mi familia, que era católica,
con una educación
tradicional y adonde
las mujeres iban a la
universidad privada.
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Me acuerdo
de la muestra Fagots. ¿Hubo protestas?
Como las creó la proyección de La última
tentación de Cristo o los shows de Batato que son un hito estético
de los noventa, todas cosas desafiantes o innovadoras, como las llamemos.
Me acuerdo de una reunión con Shuberoff. Nos llamó a
Leopoldo Sosa Pujato (director del Rojas hasta su muerte) y a mí,
y nos dijo: ¡Me dijeron que están haciendo shows
de travestis!. Y nosotros contestamos: No, estamos apostando
a una nueva forma estética, artística, que tiene que
ver con la innovación. A mí me tocó siempre
correr riesgos. Corrí muchos con Buenos Aires no duerme. Vinieron
el primer año 500.000 y el segundo 1.000.000. Y eso mostró
que se puede tener un espacio abierto para los jóvenes 24 horas
sin parar y lo van a cuidar y lo van a sentir como propio. Y en ese
sentido yo reconozco haber tenido en ese momento la confianza de la
universidad que, más allá de alguna charla, nos dio
carta libre y de De la Rúa que, a pesar de las muchas objeciones,
dijo vayamos adelante. Después cada uno se disparó
para su destino, pero en el Rojas tuvo una cosa potentísima,
la posibilidad de formarse en quien era. Y también había
un gran respeto a la diversidad porque éramos tan distintos
todos. Además de que la atesoro en mi corazón, ésa
fue una escuela maravillosa. Y creo que uno trata de reproducir esas
experiencias en los lugares de trabajo.
¿Pensó en la posibilidad de quedar pegada en
un caso de corrupción?
Está claro que no es lo mismo dirigir el Rojas que
el PAMI, pero yo estoy muy segura en ese sentido, si uno tiene que
dar explicaciones las dará. Pero toda la innovación
y la libertad de pensamiento que durante 9 años experimenté
en el Rojas y en esta nota me interesa mucho recordar la figura
de Leopoldo Sosa Pujato que fue un gran maestro para mí,
todo eso me sirve hoy para enfrentar el PAMI. Y en eso de quedar pegada,
si uno es correcto, es limpio y como tiene que ser, creo que lo de
quedar pegado es como una excusa de los que no hacen las cosas bien.
Y si queda pegado y es injusto, te despegás. Si uno se tiene
confianza y sabe quién es, y los que están del otro
lado son seres humanos y uno da una explicación, el otro la
escucha y, si el otro no la escucha, existen recursos para ser escuchado
estamos hablando con la salvedad de los tiempos de dictadura-.
Sé que cuanto más responsabilidades tiene uno más
riesgos corre, pero también puede hacer apuestas más
audaces, más interesantes, más grandes.
Pero ¿quedar pegado? Esa goma no existe.
Lo
político no es personal
Para muchos Cecilia Felgueras tiene tela como para encarnar
a la mujer política moderna ese invento norteamericano.
Para otros es poco plausible que logre imponer otro modelo que los
conocidos: la madraza despojada y por eso con un compromiso irreductible
con la verdad y la búsqueda de justicia como Hebe de Bonafini
o Graciela Fernández Mejide, o la madraza que extiende su rol
al marco social como Elisa Carrió o la madrecita de los pobres
(pero muerta en la flor de la edad) como Evita. O quizás ésa
sea la imagen que se quiere transmitir como novedosa: la de una mujer
que hace transparente su vocación de poder lo que la
blanquearía como ella misma propone. Es difícil
saber en qué medida la candidata, de ser elegida, pueda sostenerse
en la certeza de que la idoneidad individual puede eximir de la responsabilidad
si se producen hechos adonde no basta salir a dar explicaciones sino
que hacen juzgables decisiones tomadas con anterioridad un Ramallo,
un Watergate, un caso Cabezas, alianzas cuyo sentido final puede
volver nefasto lo que en el pasito a pasito de cada coyuntura podía
ser visualizado como mal menor. Lo que es seguro es que Felgueras
transmite habilidad, resistencia a las críticas y que ejerce
tretas del débil (una expresión de Sor Juana
Inés de la Cruz para aludir a las astucias de los subordinados)
consistentes en decir menos de lo que sabe y en proponerse como la
ejecutora de una práctica de la inmediatez más que como
la de una especulación teórica.
¿Hay algo específico en una mujer con un lugar
de decisión? Desde la teoría feminista se la intentó
definir, ya sea para negarla con laestrategia de exigir la equidad
o se la afirmó para establecer un catálogo de las ventajas
de la diferencia. Hoy parece hablarse más de experiencias concretas:
las mujeres son mayoría entre las sobrevivientes de los campos
de concentración, según Babah serían mejores
pagadoras en los créditos para pobres, más pragmáticas
a la hora de la desocupación...
Cuando una es una mujer que se dio un lugar de conducción
alto o de alta responsabilidad en un país, piensa en cómo
les puede ser útil a otras mujeres. Entonces pensé que
una manera era diciendo todos los exámenes adicionales que
tenemos que pasar las mujeres y que no pasan los hombres. A mí
me parece que eso ya está dicho y, como ya está dicho,
muchas veces no es escuchado. Esa frase tan remanida de que vamos
a ser iguales cuando lleguen las mujeres que nos son útiles,
no cuando lleguen las brillantes. No estoy haciendo ninguna alusión
personal. A mí me parece que la mayor ayuda que yo puedo dar
para abrir el camino a las mujeres más jóvenes que yo
y de alguna manera yo tengo gratitud a las mujeres que me antecedieron
y por muchas de ellas yo estoy acá, algunas son públicas
y a otras no las conozco es reivindicar nuestras debilidades
como fortalezas, mostrar cómo encontrar dentro de la condición
humana las características más medulares de la mujer
que la hacen diferente. Por ahí es el uso del tiempo, por ahí
es la honestidad, pero yo estoy hablando de otras características
como la capacidad de compartir con el otro, de tener otra relación
con la vida cotidiana y con los afectos y con la cosa más visceral.
Si esa cosa se potencia, los cambios se darían más rápido
porque yo pienso que tendría que haber más mujeres en
lugares de conducción.
Usted utiliza las llamadas tretas del débil. Por ejemplo
se anuncia -y eso es muy de chica católica, pero también
muy evitista como mediadora y como alguien dispuesta al sacrificio.
No estoy atenta a estas cosas. Estoy atenta a lo que quiero
hacer, a mi naturaleza. Si uno hace las cosas realmente bien, las
puertas se abren. No me doy cuenta de cómo es ser la única
mujer en el gabinete de De la Rúa en la ciudad. Sí,
en cómo potenciar mi condición de mujer en una tarea
de mando, de gobierno, mi perspectiva de género.
Pero de la despenalización del aborto ni hablar.
Mi postura es respetar la vida desde su concepción,
lo que no significa no ver las fallas del Estado, gravísimas,
que hacen que muchas mujeres tengan que enfrentar un aborto. Yo siempre
digo las dos cosas juntas, porque eso refleja mi pensamiento completo.
Como persona que gobierna, digo hay que empezar a trabajar sobre
la adopción, la educación sexual y prevención
del embarazo adolescente, y sobre violencia doméstica como
causa de embarazo no deseado. Hay que trabajar sobre infinitas cosas
sobre las que no se está trabajando. Es decir trabajar por
las causas del aborto que es el embarazo no deseado. El primer tema
luego de arreglar el PAMI sería para mí esos programas
de prevención.
Habló de adopción. ¿Se incluiría
a parejas gays?
La verdad que no tengo opinión formada sobre el tema
en esta sociedad. Porque me parece que estas cosas hay que pensarlas
desde los niveles de evolución que tiene la sociedad.
La rivalidad de varones está naturalizada hasta hacerse
invisible. La de dos mujeres no sólo es mítica sino
que se la ve en términos de peleas de feria. Así fue
visto su tête à tête con Graciela Fernández
Mejide.
Fue simple. Tomé mi auto, un Fiat celeste me
gusta mucho manejar y me fui a charlar con Graciela porque nos
parecía a las dos por la circunstancia difícil
que estábamos pasando que era necesario. Y sé
que hubo apuestas sobre cuánto iba a durar la reunión
sin hacer un escándalo. Nos entendimos bien, pero primero hubo
que ajustar cosas personales porque las dos somos mujeres fuertes,
pero sobre todo políticas. Por eso existe entre nosotras una
excelente relación. Lo que pasa es que también debe
ser un aprendizaje que las mujeres políticas tengan relaciones
políticas. Y que las mujeres profesionales tengan relaciones
profesionales. Y ése es otro de los prejuicios: adonde más
hay que pensar el nuevo rol de la mujeres en su relación con
los demás. La mujer condiciona todavía en el imaginario
social a ser pensada en relaciones vinculadas con las familiares.
De dos mujeres que tienen una relación política o profesional
se dice con facilidad que son como dos hermanas o como madre e hija.
Y si se trata de un hombre y de una mujer se los asocia a una pareja.
Mientras que jamás a nadie se le ocurriría pensar a
dos políticos varones en esos términos. Es decir, tenemos
que elaborar las relaciones entre nosotras mismas y con los hombres
como relaciones políticas. Eso no quiere decir que sean relaciones
desvinculadas del afecto, pero sí recortadas claramente dentro
del infinito universo de las relaciones. Y creo que en el Rojas existía
una claridad de las relaciones. Eramos personas muy distintas, pero
era claro por qué cada uno de nosotros estaba con el otro.
Y si uno está con el otro por un proyecto político en
común, hay un objetivo, y si uno está con el otro porque
tiene que arreglar el PAMI hay otro objetivo. Me parece absurdo que
en ese sentido las relaciones de mujeres con poder o menos poder se
asimilan a las relaciones familiares. A mí me llaman la ahijada
política de De la Rúa, o la hija. A mí me encanta
cuando dicen discípula. Salir de la familia aunque uno adore
la familia tiene un gran valor.
O sea que la familia quede en su lugar.
Y la mujer independiente y con condiciones en lo que le
gusta hacer, en otro.
Otro mito que se divulga es que es adicta al trabajo. Que
no tiene vida personal. En un hombre en un lugar de conducción
la dedicación exclusiva también estaría naturalizada.
El deseo no es excluyente. A veces alguien no desea nada
y a veces en una etapa de mucha pasión por algo la pasión
atraviesa todos los campos de tu vida. No decís yo sólo
pongo mi pasión en mi realización política profesional.
El otro día fui a comer a una pizzería y el mozo me
pidió que le firmara una servilleta: Mi mamá y
mi señora son hinchas suyas. Le pregunté por qué.
Porque mi mamá dice que, si hay mujeres como usted, nuestras
nietas van a poder ser felices y hacer lo que quieren. Si estoy
transmitiendo esta imagen, es una buena imagen porque sino parecería
la estrategia de la asignatura pendiente. O se es buena en esto y
se es una mala madre o esposa o se es una buena madre o esposa y no
se está en esto. El desafío es la integración.