Poco
pero para tener en cuenta
En
el próximo Festival de Cine independiente habrá aún
menos películas dirigidas por mujeres que el año pasado.
Exactamente el 10 por ciento de los 200 films que participarán
en la muestra. Y que no vengan a decir que no hay cine independiente
hecho por realizadoras: en el Festival de Sundance, por ejemplo, llegan
a constituir la mitad de los participantes. Pero aun con una presencia
en cuentagotas, los talentos sobresalen.
Por
Moira Soto
Estábamos
mal y vamos peor en cuanto a representación que se les concede
a las directoras en el próximo Festival Internacional de Cine
Independiente, el segundo que se realizará en Buenos Aires entre
el 6 y el 16 de abril. Rebobinemos a la nota aparecida en Las/12 como
balance de la primera edición de la muestra: algo más
de una veintena de películas hechas por mujeres entre los 120
largos y 40 cortometrajes presentados en 1999. Empero, a pesar de la
injusta desproporción (hay menos realizadoras que realizadores,
eso no se discute, pero no se vio ni un film de la serie de cineastas
francesas que en los últimos años llaman la atención,
algunas por su calidad y osadía), las escasas obras de cineastas
exhibidas en el primer festival lograron sobresalir: La manzana, de
Samira Majmalbaf, y Los mutantes, de Teresa Villaverde, ganaron dos
premios de la OCIC, films reconocidos también mediante menciones
en los galardones oficiales. La manzana, además, conquistó
-.paralelamente al corto Un día sin mexicanos, codirigido por
Yareli Arizmendi el premio del público, que las prefirió
a la hora de votar. Pese al exiguo cupo del 15 por ciento, las cineastas
impusieron su talento.
Me habría gustado que hubiese más películas
dirigidas por mujeres, declaraba en ese entonces a Las/12 Andrés
Di Tella, director artístico del festival, cargo que conserva
este año. Pues bien, créase o no, el cupo de directoras
ha descendido en el 2000: de las más de doscientas pelis que
se exhibirán en la muestra -.entre las Secciones Oficiales Competitivas
de Largos y Cortos, Autores, La banalidad del mal, Cine y música,
Cine a Medianoche, Cine Independiente argentino, Panorama del Cine Independiente,
más cortometrajes, las hechas por mujeres a duras penas
arañan la veintena incluyendo los dos cortos de alumnas
de cine de la Escuela de cine San Antonio de los Baños, Cuba
(casualmente argentinas).
Curiosamente, en las competitivas de largos y cortos figuran -.en cada
una cuatro con firma de mujeres (frente a doce y diez, respectivamente
hechos por varones). En el Panorama del Cine Independiente, hay seis
directoras frente a veintinueve directores. Pero donde se advierte la
borratina total es en secciones como Autores donde, al parecer, no merecen
figurar retrospectivas de Agnes Varda o Jane Campion (cuyo Humo sagrado
se pasa en el Panorama). Y que no nos vengan a decir que no hay cine
independiente hecho por mujeres: en el eterno Festival de Sundance se
presentó un 40 por ciento de pelis de directoras y el Gran Premio
del Jurado lo compartieron la realizadora Karin Kusama (Girlfight) y
el realizador Kenneth Lonergan (You Can Count on Me).
La vida no
me da miedo
de Noemi Lvovsky
|
La fuerza
de vivir
de Solveig Anspach
|
Francesas
emprendedoras
Las directoras del cine francés bien se hubieran merecido una
sección aparte en el II Festival Internacional de Cine Independiente.
No precisamente para alimentar la idea de gueto -.que tanto inquieta
a algunos cuando se agrupan mujeres creadoras sino porque en los
últimosaños las cineastas de ese origen configuran un
fenómeno que ha sido reconocido mundialmente. O casi: en Buenos
aires el año pasado se estrenó una sola película
hecha por una francesa, Romance, de Catherine Breillat, y, como reconoció
el crítico Quintín, los cronistas se lanzaron con
furia homicida contra ella. Pero han llegado noticias del fenómeno
que empezó a llamar la atención en 1998, con nombres como
los de Claire Denis (Nenette y Boni), Brigitte Rouan (Post coitum animal
triste), la citada Breillat (Parfai amour), Anne Fontaine (Nettoyage
à sec), todas ellas revelando una audacia inesperada, conceptual
y formal, para referirse a la sexualidad de sus personajes. Para esas
fechas, se sumaban los nombres de muchas otras realizadoras, entre las
cuales, Sandrine Veysset, Sylvie Verheyde (autora elogiada de Un Frére),
Claire Simon, mientras que seguían formando cineastas tan valiosas
como Chantal Ackerman, Nicole García, Nadine Trintignant. El
fin de semana pasado pudo verse en la sala Lugones, la notable En venta,
de Laetitia Masson, que estrenó este año Love Me, con
la misma actriz protagonista, la personal Sandrine Kiberlain. Como las
directoras del cine francés se siguen multiplicando, también
las hay mediocres, irrelevantes. En fin, que con la igualdad de oportunidades
llega el derecho a equivocarse.
Además de largometrajes muy prometedores de otros orígenes
(Libérenme, de Léa Pool, Canadá; Iluminación
garantizada, de Doris Dörrie, Alemania; Fruta Madura, de Christina
Andreff, Australia; No quiero volver a casa, de Albertina Carri, Argentina),
hay que decir que las francesas han logrado colocarse bastante bien,
considerando la pequeñez del cupo. Cuatro películas estimables
figuran en la muestra: La fuerza de vivir (Haut les coeurs), de Solveig
Anspach, Piel Nueva (Peau neuve), de Emilie Deleuze, y Nada que hacer
(Rien à faire), de Marion Vernoux, se proyectarán en el
Panorama de Cine Independiente, en tanto que La vida no me asusta (La
vie ne ma fais pas de peur), de Noemi Lvovsky, competirá en forma
oficial.
Piel nueva
de Emilie Deleuze
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Nada que
hacer
de Marion Vernoux
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Aunque
cuenta el difícil proceso que sufre una joven felizmente embarazada
cuando descubre en el quinto mes que tiene cáncer de pecho, La
fuerza... está lo más lejos que se puede imaginar de un
dramón lacrimógeno a lo Meryl Streep. Desde la ecografía
inicial a toda pantalla hasta la secuencia final en la clínica,
Solveig Anspach acompaña a su protagonista que asume con dignidad
la situación y no se entrega, respaldada por su marido. Además
de trazar un atractivo retrato femenino, Anspach replantea las relaciones
de pareja, el benéfico intercambio de roles, el abuso del poder
médico. Quienes vayan a ver esta ópera prima despojada
de facilidades demagógicas difícilmente olviden el plano
de la nuca afeitada de la enferma con el cielo de fondo, en la ventana
del hospital, poco antes de la operación.
En peli nueva, también primer largo, Emilie Deleuze explora el
malestar de Alain, un hombre casado y con una hija, asaltado por el
deseo de cambiar de vida, de trabajo, quizás de familia. Nada
que hacer, de Marion Vernoux (con antecedentes realmente auspiciosos:
Nadie me quiere, 1994, y Love etc., 1996), es la crónica sensible
pero contenida del amor imposible de Marie, suerte de Madame Bovary
suburbana y actual, por Pierre, casado y desempleado como ella. Vernoux
relata con imágenes netas, de gran sugestión visual, el
crecimiento de la relación entre las góndolas del supermercado,
ambos empujando sus respectivos carritos y opinando sobre los productos.
Valeria Bruni-Tedeschi realiza, como si no le costara nada hacerlo,
otra de sus memorables interpretaciones, sin ponerse jamás por
encima de su opaco, acomplejado personaje. Finalmente vale recomendar
la película de este cuarteto que compite, La vida no me asusta,
que rompe con todas las convenciones y todos los códigos conocidos
incluso en films hechos por mujeres para contar el devenir
de una amistad entre cuatro chicas, desde la infancia hasta el pasaje
a la adultez. Noemi Lvovsky se concentra sobre todo en la adolescencia,
etapa de gran inestabilidad, deodios y amores pasajeros, lealtades y
traiciones, soledad y descubrimientos. Con envidiable libertad y gran
variedad de recursos, la directora sumerge al público en ese
universo vertiginoso, duramente iniciático, decididamente vital.