A
menudo las biografías cuentan las aventuras que el biógrafo
no se atrevió a vivir. Pero no es el caso de Triángulos
amorosos (el ménage à trois de la antigüedad a
nuestros días) de Bárbara Foster, Michel Foster y Letha
Hadady. Sus autores viven juntos e incluso comparten la bañera.
El libro no se adentra en las fuentes filosóficas del ménage
à trois en su dimensión de alternativa al matrimonio
común como lo sugiere, por ejemplo, Principia Ethica, de G.
E. Moore que influyó notoriamente en las combinaciones amorosas
de los victorianos, ni en los textos escritos por los socialistas
utópicos que llegaron a los exilados parisinos, pasando por
Griwech Village y que determinaron que sus variados, deslumbrantes
y conflictivos vínculos no fueran simples adulterios. Triángulos...
funciona como un diccionario y una guía por una de las vías
del amor alternativo, sus límites y grandezas. Cada lector
podrá descubrir allí el subgénero al que pertenece
el triángulo del que aspiraría a formar parte, el que
le excita imaginar, pero no vivir, el que ya integra sufriente o entusiastamente
o de las dos formas al mismo tiempo. O una escena que apenas pudo
concebir. Es un libro liviano, pero decididamente del lado del hedonismo,
cualquiera sea el precio de éste. Hasta el punto de que en
las historias que relata no aparece ningún niño llorando.
Chismes más,
chismes menos
Somos una empresa de diseño y un matrimonio adonde
Edipo se acuesta con Yocasta y Layo es su mejor amigo. O sea que somos
más civilizados que los griegos (Freddy).
Yo me enamoré
de ella y mi marido la deseó. Nos separamos, como cualquier
matrimonio, cuando él se fue de casa con una mujer menor que
nosotras (Teresa).
Un triángulo
es una pesadilla por triplicado. Pero, cuando escucho quejas de los
matrimonios, cambio de idea y simplemente pienso que tenemos pesadillas
diferentes (Juan).
Triángulo... no es más que un refrito de tríos
que se obtiene buceando en la biblioteca más que teniendo relaciones
a dos puntas y realizando luego un debate. Tiene detalles curiosos
como los que siguen:
Una noche el gran Alejandro Dumas regresó a su casa a una hora
desacostumbrada. Estaba calado hasta los huesos porque había
tormenta. Se metió en la cama adonde ya estaba su esposa Ida
de la que buscó su caloraunque no sin un toque de ansiedad
faunesca. Pero ésta se lo sacó de encima a codazos.
Qué le importaba, después de todo era el más
célebre novelista de su tiempo, así que se sentó
ante su escritorio y se puso a rasgar carillas con su pluma de ganso.
De pronto vio salir del vestidor a un hombre en camisa, el sexo aterido
por el frío: era Roger de Beauvoir, su mejor amigo. Primero
se puso furioso. Luego, mirando por la ventana, comprobó que
del cielo seguían cayendo rayos y centellas. Entonces se apiadó
y lo invitó a sentarse en un sillón. Ya metido en la
cama con su esposa, vio que Roger todavía temblaba, no se sabía
si de miedo o de frío. Entonces lo invitó a dormir con
ellos. Qué pasó exactamente aquella noche nadie lo sabe,
pero el hijo de Dumas parece sintetizar muy bien el estilo de su padre:
Es un niño grande que yo tuve cuando pequeño.
Butch Cassidy y Sundance Kid vivían con la misma mujer, Etta
Place, pero es obvio que el amor más grande era entre ellos.
Sus hazañas ilegales fueron registradas por una película
de George Roy Hill en donde la escena de la muerte se resuelve a través
de un plano congelado que muestra a los bandidos salir disparando
de una casa cercada. Pero hay documentos que indican que Sundance
le disparó a Butch y luego se suicidó, de este modo
se salvaron de ser capturados.
Bonnie Parquer y Clyde Barrow tenían un esclavo sexual llamado
Jones a quien solían encadenar a un árbol cuando no
estaba haciendo de semental de la pareja ya que, al parecer, Clyde
era bisexual, lo que preocupó a su intérprete cinematográfico
Warren Beaty, famoso Don Juan que no quería ser considerado
un rarito.
Henry Miller tuvo durante su infancia una relación gay por
lo que fue bautizado La reina de las hadas, lo cual explicaría
su tendencia a formar parte de triángulos, cuartetos o lo que
fuera, pero siempre con mujeres.
Con respecto de la actriz Roseanne, he aquí un sabroso párrafo
de Triángulos... : Roseanne, la antítesis de Garbo,
en 1993 declaró públicamente la noticia de su matrimonio
de a tres que incluía a su entonces marido Tom Arnold
y a su joven ahijada Kim Silva. Según la revista Vanity fair,
mostró al público asistente a su programa de televisión
el anillo de ocho quilates de Kim afirmando: Nos hemos comprometido
con ella y los tres estamos casados. Ella merece ser nuestra mujercita.
Durante un tiempo los tres fueron inseparables, pero Tom acabó
por separarse de su esposa y de Kim afirmando: Esas chicas están
tan unidas que tienen el síndrome premenstrual al mismo tiempo.
Quién dormía con quién nunca se llegó
a saber.
Jean Paul Sartre estaba celoso porque una amante compartida con Simone
de Beauvoir besaba a ésta rabiosamente en la boca mientras
que a él le daba un simple besito en la mejilla. Sería
porque la habitualmente medida Simone había descripto a la
muchacha con unas imágenes poéticas que convertían
a las de Sartre en las de un palurdo analfabeto: Rimbaud, Antígona,
todos los enfants terribles que hayan existido, un ángel negro
que nos juzga desde su cielo de diamantes. (A la larga terminaría
diciendo que acostarse con la chica equivalía a comer fois
grass barato). Sartre, a pesar de ser feo y sucio son apreciaciones
de los autores de Triángulos.. siempre encontraba con
quien cabalgar, con la única obligación de enviarle
a su esposa espiritual una suerte de parte detallado, por ejemplo
de que una polaca le había chupado la lengua con la fuerza
de un ventilador.
Bárbara Foster, Michel Foster y Letha Hadady dejan claro que
hay por lo menos tres clases de tercero: el squatter, el manager,
el viagra humano, el voyeur y la presa caníbal. (Por supuesto,
ellos no usan estas clasificaciones tan poco académicas.) El
squatter es una especie de alma huérfana que se presenta en
la casa de un matrimonio bien avenido, pero yaalejado del deseo sexual,
sin hijos y con cierta posición social. El manager es el que
se inmiscuye en una pareja u organiza un triángulo que excita
la creación de los otros componentes o de uno de ellos. El
viagra humano es aquel que se presenta como carne fresca para una
pareja alicaída y, a su vez, es alguien que necesita seguridad.
El voyeur es lo que su nombre indica. Y la presa caníbal es
generalmente una mezcla de musa inspiradora y esclava sexual a la
que se le atribuyen poderes energizantes para la realización
de cualquier producción artística.
Es una pena que una de las squatters más deliciosas no figure
en el libro: la princesa Mdivani, una joven de origen ruso que solía
andar con un blusón de pintora, aunque sólo se ocupase
de realizar bocetos para premios de aviación en forma de copas.
Solía partir de viaje con una maleta casi vacía en cuyo
fondo había un perrito de trapo. Hablaba con una especie de
susurro jazzístico, una mezcla de gorjeo y llanto infantil,
ideal para atraer la red de un paidófilo. Pero, en realidad
atrajo a Misia una musa belle époque parisina que cautivó
a Mallarmé, a Diaghilev, a Picasso y a toda la corte modernista
de entre dos siglos y a su último marido José
María Sert. La princesa, apodada Rusy, era, como toda seductora
que se merezca serlo, insoportable. Al mismo tiempo que era amante
de Sert exigía que Misia se quedara con ella hasta que se durmiera
tenía insomnio y estaba tuberculosa mientras quemaba
las sábanas con puchos encendidos, espiaba al matrimonio mientras
éste hacía el amor y, cuando logró quedarse con
el marido, no dejó de perseguir a la esposa como una gatita
destetada. La pobre Misia tuvo que soportar hasta que Sert le pidiera
consejo en cuanto al regalo de bodas para Rusy: ¿Un collar?
¿Un anillo de brillantes? ¿Algo de Lalique?.
La más famosa trianguladora, Lou Andreas Salomé, que
vivió con los filósofos Friedrich Nietzsche y Paul Rée,
luego con el poeta Rainer María Rilke y su marido F. C. Andreas
y más tarde osciló entre los psicoanalistas Freud, Adler
y Tausk aunque, al menos con el primero, platónicamente debe
haber sido la más valiosa agente de prensa de su tiempo. Creando
rivalidades, haciendo exhaustivas lecturas críticas de las
obras de sus amantes, fue la manager por excelencia. Seguramente para
la reina Victoria, su guardaespaldas John Brawn era el viagra humano
que ella necesitaba para soportar la convivencia con su amado, pero
pachucho consorte Alberto. Andreas el marido de Lou era
voyeur aunque no era de los que se meten en la cama. Y June, la esposa
de Henry Miller y amante de Anaïs Nin era, sin duda, una presa
caníbal de escritores. Descendiente de unos emigrantes del
imperio austrohúngaro, June había sido una actriz lo
suficientemente buena como para interpretar papeles de Ibsen y Shaw.
Era rubia, altísima, usaba una capa negra, jalaba cocaína
y salía con una princesa huérfana de la casa de los
Romanov. O sea que se merecía ser interpretada por Uma Thurman
en la película de Philip Kaufman. June fue literalmente fagocitada
por su marido quien la retrató en Trópico de Capricornio
y La crucifixión rosada. Y por Anaïs que la explotó
como inspiración en sus diarios íntimos. Como aún
no han sido redactados los derechos de las musas, June terminó
lejos de Miller y como asistente social en Nueva York. Según
un periodista estaba renga y jorobada, luego de varias temporadas
en el manicomio, pero aún tenía la jactancia de decir:
Yo hice que Henry se encontrara a sí mismo. Lo hice alcanzar
el estrellato. ¿Víctima u omnipotente? En todo
caso, pobre.
A pesar de que Triángulos... es un libro escuetamente politizado
y muy dubitativo sobre el genio de Jean Paul Sartre que, después
de todo, sólo ha influido sobre John Dos Passos y no
simpatiza con Simone de Beauvoir contrariamente a los textos escritos
por otros biógrafos de la pareja, sus autores sospechan que
la solidez de su pacto y la gran fama del dúo seguramente atraería
a toda clase de oportunistas como mujeres inseguras con grandes
ambiciones artísticas al igual que la factoría
de Andy Warhol. Y seguramente adhieren con fervor al coraje que Simone
de Beauvoir tuvo durante una entrevista que le hicieron poco después
de la muerte deSartre cuando declaró: Tengo la suerte
de disfrutar de una perfecta relación tanto con un hombre como
con una mujer. De paso agregan levantando sus propias banderas:
Superar la barrera de los géneros es un requisito para
el ménage à trois y una de sus recompensas.
Un ménage
metafísico y con látigo. Lou Salomé, Friedrich
Nietzsche y Paul Rée.
Noel Coward se acopló al matrimonio de actores compuesto por
Alfred Lunt y Lynn Fontaine.
Victorianos
victoriosos
Sé que un escritor argentino se casó con
la amante de su madre. Me parece horroroso. Pero a uno siempre le
parece horroroso el pecado de los otros (Mimí).
Yo soy gay; él es mi amante y ella es mi mejor amiga.
Pero a veces pienso que ella es la madre de los dos. Una vez tuvo
una historia con un tipo. Eso nos destruyó. Llorábamos
los tres juntos todas las noches (Luis Alberto).
El ménage à trois es un adulterio flexibilizado
(Sofía).
Para leer historias de triángulos como en el libro de Foster-Hadady,
es aconsejable hacer un cuadro sinóptico en la página
en blanco del comienzo. Sobre todo al llegar al capítulo dedicado
a los victorianos y a donde los ménage à trois se convierten
en una figura semejante a un panal de abejas con sus melosas celditas
comunicantes.
Vita Sackville West, amiga de Virginia Woolf, era gay, lo mismo que
su marido, Harold Nicholson. Poco antes de que Vita se fugara con
una joven, Violeta Trefusis, su suegra (a quien el estupor había
arrancado la peluca), la abrazó diciéndole ¡Oh,
querida, tú no puedes hacer nada malo, a lo sumo estar equivocada!.
Se sabía
que la pintora Dora Carrington y el escritor Lytton Strachey, que
no deseaba a las mujeres, tuvieron una relación larga y duradera.
Eso no impidió que Carrington se enamorara y folgara
con mujeres y se casara con un musculoso héroe de guerra llamado
Ralph Partrige que terminó dejando toda esa melange por otra
mujer llamada Frances por la que se separó de su esposa y del
voyeur Strachey. Vanessa Bell, la hermana de Virginia Woolf, con esa
carita de acuarelista de retratos florales, se casó con Clive
Bell, amigo de su fallecido y amado hermano Toby. Luego se metió
con Roger Fry quien, luego de dos años, fue a quejarse a Clive
(el marido de su amante y cornudo afable) de que Vanessa les estaba
poniendo los cuernos a ambos con Duncan Grant, heterosexual de a ratos
y que en un tiempo había sido amante de uno de sus hermanos,
Adrian. Vanessa tuvo una hija llamada Angélica que era de Duncan
Grant, aunque fue anotada como fruto del matrimonio Bell. Esta joven
se casó con David Garnett que había sido amante de su
padre biológico (Duncan Grant) y estuvo a punto de serlo de
su madre (Vanessa), más o menos en el período en que
ella fue engendrada. ¡O sea que por un pelito estuvo a punto
de ser la esposa de su padre! Aunque es de suponer que, estando todos
enterados de todo, claro que sin mencionarlo como solía suceder
entre los victorianos, esto no hubiera sucedido. Pero ¿quién
lo podría asegurar? Triángulos amorosos no incluye este
triangulorama quizás porque el libro prefiere ocuparse
¡burguesamente! de parejas con un solo apéndice adosado.
No escapa a estas barrocas combinaciones que a menudo lo que se entiende
por ménage à trois no es más que el derecho de
pernada de un patriarca. Aunque el verdadero triángulo lo constituyeran
Marx, Engels y el capital, Engels, propietario de una fábrica
de algodón, vivió en concubinato con la proletaria irlandesa
Mary Burns y su hermana Lizzie. Cuando Mary murió de un ataque
al corazón, puede decirse que luego de seguirlo a todo lo largo
del comunismo que desembocó en un manifiesto, Marx siguió
con Lizzie aunque sólo se casó con ella cuando estaba
en su lecho de muerte (ella). Otra Lizzie, igualmente proletaria,
que pasó por la paleta y la cama de varios pintores prerrafaelistas
como John Millais, Dante Gabriel Rossetti y Algernon Swinburne, terminó
suicidándose con láudano y sus restos, desenterrados
por el más chiflado de todos, Rossetti. La otra cara de la
libertad de Lou Andreas Salomé era su asistente Marie que la
sustituía enel lecho de su marido del que tuvo dos hijas. Una
de ellas, Mariechen, asistió a Lou hasta el final.
La ausencia de divorcio y los casamientos por linaje no son la causa
de estas constelaciones múltiples, pero sí su contexto.
Pero era claro que las herencias corrían por sus carriles habituales,
las bendecidas por la ley. Si el ménage à trois fue
fundamental en las vanguardias de principio de siglo que buscaban
otro modo de vivir, allí no había mucho que repartir.
Las buhardillas alquiladas y sin baño, las deudas con el bar
y con el editor o marchant eran todo lo que podía estar en
juego.
La explicación sociológica no es suficiente dice
la psicoanalista Graciela Avram, ya que el ménage ha
sobrevivido al casamiento por amor y a las leyes de divorcio. En toda
relación siempre hay un tercero en juego. Está el caso
clásico de la mujer que se adosa a una pareja sin constituir
un ménage à trois en el sentido estricto del término.
Pero por qué ese tercero pasa de la imaginación a los
actos siempre hay que verlo caso por caso. Aunque es obvio que decir
caso por caso es como no marcar ninguna diferencia, aunque
no se puede sobrepasar la moral de la propia época; si todos
juegan un juego y hay alguien que no lo juega, hay que atender a eso
y uno termina clasificando y armando series. Pero si pienso en un
ménage à trois me acuerdo de Lacan cuando dice que un
amor puede empezar muy poéticamente, pero inevitablemente va
a desbarrancarse por el tedio o por la suma de ingredientes por
ejemplo el tercero que la pareja no está en condiciones
de soportar.
Tres a escriturar
Ellas tenían un departamento chico que estaba a
nombre de Clara, no tanto porque ella era la que había puesto
la plata sino porque la plata era de los padres y ellos, que la quieren
mucho a Mirta, se ve que no la quieren tanto como si hubiera sido
un varón, bah el marido de Clara. ¿Viste que en el boliche
hay una mujer de unos setenta años? Ella vivió con su
amiga, desde que se conocieron en el colegio y cuando murió
no le tocó nada, tuvo que irse a una pensión. Ni la
biblioteca que era del padre, le dejaron sacar. Las chicas quedaron
tocadas con esa historia. Una noche se sentaron y dejaron el romanticismo
aparte. Si te morís vos, si me muero yo. La abogada les aconsejó
eso del usufructo. ¿Pero si se moría Clara? La heredaban
sus padres. Cuando aparecí yo, ellas pusieron el dinero de
la venta del departamento y nos compramos la casa. Yo me comprometí
a pagar la cuota. Yo no quería, pero ellas insistieron porque
soy veinte años más joven y la artista,
es decir que ya se ve que es difícil que haga un mango. Al
principio todo era joda: la herencia de la nena o un
hogar para la alegría del hogar. Pero ni bien firmamos,
la cosa se empezó a pudrir entre nosotras, sobre todo porque
los padres de Clara no querían que se vendiera el departamento.
Y nunca supieron de qué iba yo. Eso se instaló como
una sombra. Sobre todo para Clara. Que la casa se pusiera a mi nombre
en el fondo era una forma más de retener a Mirta que, en última
instancia, es la que tiene la relación más fuerte conmigo
(Julia).
Para una abogada de derecho de familia que prefiere permanecer anónima
e investiga la legislación internacional sobre uniones de hecho,
Clara, Mirta y Julia podían haber constituido una sociedad
de hecho, que es más simple que cuando dos de los miembros
del triángulo son un matrimonio. En Valencia y en Cataluña,
por ejemplo aclaró, existen uniones de hecho que
le dan un nuevo contenido a la noción de familia no discriminando
por sexo, número ni grado de consanguinidad pudiendo heredar,
por ejemplo, una vieja nodriza que se ocupó del testante durante
cuarenta años. La clave está en no casarse. La
doctora X sabe que, de todos modos, en un trío no tiene por
qué haber un desheredado. Cuando era una joven abogada, conoció
a una mujer que vivía en trío con un matrimonio y todos
habían encontrado los medios para igualar la fortuna. Eran
una sociedad de hecho y ellatenía la mitad, la otra mitad era
del matrimonio que a su vez, para equilibrar, adquiría otras
propiedades sin su tercera. Pero para establecer sus arreglos legales
habían consultado a una pareja de abogados que también
vivían en ménage à trois con otra mujer, mano
derecha de ella, aunque los dos miembros del matrimonio tenían
otros amantes, generalmente femeninos (él utilizaba en sus
aventuras, ropas de mujer). A ver, saquen el esquema. ¿Se entiende?
Sundance Kid
y Butch Kassidy compartieron a Etta Place.
De izquierda a derecha, Dora Carrington, Ralph Partridge, Lytton Strachey,
Oliver STrache y y Frances Marshall. Un entrevero.
Triangular rinde
Todas las minorías sexuales pelean por ocupar el lugar
más a la izquierda en el árbol diseñado por la
mayoría moral para programar talarlo del paraíso capitalista:
el que se hace clavar agujas en las tetillas y azotar estacado en
un cepo se considera un burgués integrado al swinger de fin
de semana; la que lleva un argolla atravesada en los labios vaginales
desprecia a la que se tatuó junto al ombligo un alelí;
el que busca ancianos postrados para cambiarles los pañales
se ríe mientras mira por televisión el gay parade como
si estuviera viendo un dibujo de la avejita Maya. En las primeras
páginas de Triángulos amorosos los Foster y su anexo,
la rubia Letha, se quejan de que en el café Des Artistes adonde
fueron luego de asistir a la proyección de Henry y June, el
mozo se negó a darles una mesa de cuatro y de que todas las
parejas de enamorados ocuparan las mesas dobles, mientras que ellos
tuvieron que contentarse con una que estaba en un rincón y
adonde tuvieron que apretujarse y al mirarse a los ojos escribieron
se sintieron tan conspiradores como los homosexuales frente a Stonewell.
Ya se los ve venir: van a romper el encanto de un matrimonio más
uno convirtiéndolo en una plataforma electoral. O tal vez no
les haga falta si, tal como aseguró la anónima abogada
que se ocupa de redefinir a la familia e investiga uniones de hecho
al margen de la menudencia de ser discriminados en los bares,
ellos ya pueden constituir una sociedad de hecho. Quizás lo
fueron desde el principio y su devoción por Henry y June fuera
menos una fascinación erótica que los inclinaba a la
imitación que una visión de futuro comercial como lo
atestigua el comienzo pretendidamente romántico de Triángulos...,
pero que hay que saber leer entre líneas: A fines de
los setenta, Letha y su marido eran dos estudiantes norteamericanos
que vivían precariamente en Le Marais, que ahora es muy elegante,
pero antes era pobre. Bárbara y Michel estuvieron en París
durante una semana para investigar sobre la vida de Alexandra David-Neel,
la exploradora, como continuación de una búsqueda que
había comenzado en la India. Un día que Michel caminaba
por los alrededores del Musée Guimet, se fijó en una
atractiva rubia sentada en la terraza de un café que estaba
leyendo la obra de David-Neel Viaje de una parisiense a Lhasa. La
miró en forma tan intensa que ella se apresuró a guardar
el libro y pagar la cuenta, y cuando él le habló en
un francés entrecortado ella se echó a reír.
Pasaron unas cuantas horas juntos antes de que ella se despidiese
él pensó que para siempre con un beso y
el estribillo de una canción de amor francesa. Mientras tanto,
el marido de Letha se sentó en la biblioteca del Museo a admirar
las piernas de Bárbara que asomaban bajo la minifalda. Cuando
le pidió su número de teléfono, ella le dijo
que la llamara a Nueva York. Cuando finalmente las dos parejas cenaron
juntas en un restaurante de Manhattan, pensaron que los primeros encuentros
no podían ser simplemente fruto de la casualidad. Tuvo lugar
una serie de combinaciones que siguieron su debido curso, conduciendo
a un divorcio, un ménage à trois y una célebre
biografía de David Neel. Lo que se llama matar dos pájaros
de un solo tiro o mejor dicho convertir a cuatro en tres eliminando
un marido (seguramente no era buen escritor). ¿Es Letha una
squoter como Rossie, una manager como Salomé o una prótesis
matrimonial como John Brawn? Lo que era evidente es que, cuando todos
se conocieron, ella era más pobre que los Foster. Y que los
tres constituyen una suertede autor Frankestein con la forma de Anaïs
Nin. Y que el catálogo de tríos que exponen equivale
a la June canibalizada por Miller y Nin.
Para publicar su libro el problema principal de la sociedad FosterHadady
no fue el constituir un ménage à trois sino el de vender
el concepto a su agente Ellen Geiger que consiguió hacerlo
superando el escepticismo y los prejuicios, como si fuera lo
mismo aceptar el libro que aceptar la forma de vida de sus autores.
Pero si como, según los autores de Triángulos..., cuando
se debatió en el Senado de EE.UU., que concluyó con
denegarles beneficios sociales a los integrantes de matrimonios de
un solo sexo, el derechista Jesse Helms argumentó: Dios
creó a Adán y a Eva, no a Adán y Steve,
tampoco hubiera dicho que creó a Adán, Eva, Marta y
Jorge. Y mucho menos que ganarían dinero contándolo.
Por lo tanto todo está prohibido y por lo tanto permitido para
los que, como el pintor Hieronnymus Bosch, leen la Biblia al compás
de su libido. Y con la serpiente bailando en medio. Por eso las páginas
de Triángulos amoroso, en forma de sinopsis pedagógicas,
con moderado sex appeal y donde al tono de la pancarta jamás
llega a las coloraturas furiosas del aerosol político, exudan
la sangre, el sudor, las lágrimas, pero también las
carcajadas y los fluidos íntimos de los jodedores de este mundo
dispuestos a aventurarse más allá de la solución
pedestre del adulterio y a tomar a Freud al pie de la letra en eso
de que, cuando dos hacen el amor, por lo menos hay cuatro, claro que
equivocándose al sumar, ya que la clave del goce es que haya
alguien mirando.